Titular del Instituto de
Estudios Sociales de Río de Janeiro y decano de la sociología
brasileña, Helio Jaguaribe es quizás el mayor experto en el estudio de la
relación entre Argentina y Brasil. Viajó por primera vez a Buenos Aires en
su luna de miel, en los años ’50, y aún recuerda que por ese entonces
“todos los taxis de Buenos Aires eran marca Di Tella”. Hoy, con 80 años y
recién recuperado de una operación, Jaguaribe no ha perdido ni la frescura
personal ni la capacidad de análisis. En el diálogo con Página/12, el
intelectual brasileño parte de una visión cultural para terminar
proponiendo un giro en la estrategia del Mercosur con eje en una nueva
integración industrial.
–En sus últimos trabajos usted distingue tres dimensiones de
la integración, ¿cuál es la diferencia entre cada
una? –Desde un punto de vista cultural podemos hablar de una
comunidad latinoamericana, que va desde México hasta la Patagonia. En este
sentido yo creo que es muy importante que desde América del Sur
mantengamos un estrecho contacto cultural con esa gran sociedad que es la
de México, que ha dado una extrordinaria contribución a la cultura
latinoamericana. –¿Qué define esta unidad
cultural? –El hecho de compartir un idioma común. Desde hace
tiempo yo vengo diciendo que Latinoamérica tiene un idioma común con dos
versiones, el español y el portugués. A nivel internacional es un idioma
común. Eso da una unidad cultural extraordinaria, implica un capital
importante que hay que atesorar, que no tienen otras zonas del mundo, como
Asia o Africa. Y que no tiene Europa, aunque haya avanzado mucho más en
términos de integración. Esa es una primera dimensión. En cuanto a la
económica, se diferencian claramente los estratos norteños de América
latina y, por otro lado, México, Centroamérica y el Caribe. Es una zona
que opera bajo modalidades económicas más relacionadas con Estados Unidos
y constituye parte integral de ese sistema. En cambio, América del Sur
logró mantener, a pesar de las dificultades, un grado de autonomía más
importante. Por eso lo fundamental para nosotros es consolidar el
Mercosur, que tiene como llave de su viabilidad una alianza estratégica
seria y recíprocamente ventajosa entre Argentina y Brasil. Son las dos
grandes dimensiones. La cultural, que es latinoamericana, y la económica,
que es sudamericana. La política depende de qué dimensión predomine en
cada país. –¿Es posible acelerar la integración
económica? –Es absolutamente necesario que la opinión pública
y desde ya los sectores dirigentes de nuestros países registren un dato
muy significativo: el desarrollo de nuestras naciones y su integración, al
menos en el sistema sudamericano, es un proceso que no permanecerá abierto
indefinidamente. No es verdad que un país como Argentina o como Brasil
pueda en cualquier momento, en el futuro, empezar su desarrollo.
–¿Por qué? –Porque estamos sometidos a un proceso
de creciente y drástica reducción de los espacios de acción internacional,
consecuencia del impacto del proceso de globalización. Es un movimiento
acentuado por el unilateralismo imperial de los Estados Unidos. Como
consecuencia de todo esto, países como Argentina y Brasil no tienen más
que veinte años, a lo sumo, para lograr su desarrollo y su integración. Si
no lo hacen, probablemente se conviertan, como le está ocurriendo a tantos
países, en segmentos indiferenciados del mercado internacional. Se
mantendrá una apariencia de soberanía, un himno, incluso elecciones. Pero
si no se avanza rápidamente, los dirigentes de nuestros países se verán
compelidos por constreñimientos irresistibles –económicos, culturales y
políticos– a seguir la línea que dicten el mercado financiero
internacional, las multinacionales y Washington. –¿La idea es
que va a ser demasiado tarde? –Sí. Estaremos condenados a una
internacionalización tonta. –Hasta ahora se habla casi
exclusivamente de la integración económica ¿La
integración política debe acompañarla después? –El
ejemplo de Europa demuestra que la política es la última etapa del proceso
integrativo. Se tiene que empezar por la integración económico-cultural. Y
la llave de esa integración es una estrecha, durable, confiable y
recíprocamente ventajosa alianza argentino-brasileña. Es necesario que nos
percatemos de que no hay ninguna posibilidad de un futuro ventajoso
aislado para Argentina o para Brasil. O trabajan conjuntamente o están
condenados a ser segmentos del mercado internacional. –En
concreto, ¿qué se puede hacer para acelerar el proceso? –Es
necesario que procedamos a una revisión del régimen regulatorio del
Mercosur. El régimen no prestó debida atención a las asimetrías entre los
países. El PBI argentino es hoy un tercio del brasileño. La industria
argentina, que era espléndida, fue terriblemente afectada por el
neoliberalismo. El país ha sido condenado por la estupidez neoliberal a
quedarse con la producción de petróleo y productos primarios y hoy se
encuentra prácticamente importando todo lo demás. Dentro del régimen
actual hay un ingreso masivo en Argentina de productos brasileños, porque
Brasil mantuvo su industrialización. Sin embargo, esto concuerda
perfectamente con las normas actuales del Mercosur. Hay que tomar
conciencia de esas asimetrías y cambiar el régimen actual por uno que
tenga como eje una política industrial común que permita la
reindustrialización argentina. Si no, Argentina va a seguir exportando
petróleo y materias primas, y eso es negativo no sólo para Argentina sino
también para Brasil. El país necesita recuperar la industria liviana. El
problema es que el Mercosur partió del ideal abstracto de que todos los
países son iguales, y eso no es verdad. Se trata de mantener la igualdad
jurídica, la igualdad de dignidad, pero reconocer que Argentina necesita
desarrollar nuevamente su industria, que hay que promover condiciones más
favorables para Uruguay y sobre todo para Paraguay. Yo tengo contactos con
Argentina desde los años ’50 y recuerdo esa época en que todos los taxis
de Buenos Aires eran Di Tella. Las mejores telas del continente se
compraban en Buenos Aires, eran producto nacional. Y ahora todo es
importado. –¿Las diferencias macroeconómicas entre los dos
países –el default y la devaluación alocada de Argentina frente a la
continuidad brasileña– no complican este proceso? –No creo que
esto tenga mucha importancia. El default es algo que en principio, por
supuesto, hay que evitar, pero una vez que ocurre, resulta menos grave de
lo que se pensaba. No estoy recomendando el default como política, pero sí
una visión no catastrófica. Hay que evitarlo, pero una vez que ocurre se
vive igual. Por otro lado, nuestros presidentes son totalmente favorables
a la integración y tienen un alto entendimiento recíproco.
–Los últimos datos de Brasil demuestran una tibia recuperación
económica, ¿usted registra un cambio en la situación del gobierno de
Lula? –Lula es un hombre excepcional, muy inteligente, de
muchas cualidades. Ha estado, y todavía continúa estando, demasiado
presionado por los equipos neoliberales del gobierno. Sin embargo, se está
presentando en el 2004, como usted señala, la perspectiva de una discreta
recuperación del crecimiento económico. El año pasado fue de crecimiento
cero, o abajo de cero, y este año puede ser entre 3 por ciento y 4 por
ciento. Lo que no sé es si los dos presidentes, Lula y Kirchner, tienen
conciencia de que estos índices son insuficientes. Tenemos que alcanzar
tasas de crecimiento económico no inferiores al 6 por
ciento. –¿Cómo se presenta el panorama para las elecciones
municipales? –Es necesario no exagerar el aspecto nacional de
las elecciones. Brasil es un país con muchas diversificaciones, muy
federal, de un federalismo exacerbardo. Y estas elecciones son de tipo
local. Seguramente se va a producir en algunos sitios una reacción contra
algunos aspectos del PT. Pero al mismo tiempo, Lula mantiene un gran apoyo
popular. Hay una diferencia entre la imagen negativa del PT como partido y
la de Lula como presidente. –Otro aspecto que diferencia a
Argentina de Brasil es el perfil social, ¿cómo impacta en la
integración? –El problema crítico de Brasil es efectivamente
la total inviabilidad de su actual perfil social. Es un problema complejo,
con dos dimensiones. En la de largo plazo es evidente que la solución pasa
por una gran campaña de promoción de la educación pública general que
recupere estas masas marginales a niveles satisfactorios de educación.
Pero eso puede tardar entre 10 o 15 años. En el corto plazo hay que dar
aspirina, asistencia financiera, soluciones para mejorar la situación
angustiosa del 30 por ciento de brasileños que viven en la miseria. En
Argentina las condiciones han empeorado mucho, pero viene de una historia
muy diferente. En este aspecto también es muy importante avanzar en el
proceso de integración. Yo veo a Lula y a Kirchner muy decididos, aunque
quizás el enfoque no sea del todo correcto. No veo a los dos pensando en
que esto no se tiene que resolver discutiendo si se compran más o menos
calzados o heladeras. Eso es una tontería. Se trata de establecer una
política común y dentro de ese rumbo garantizar la salida de productos
argentinos a Brasil. Una integración industrial.
Fuente: diario Página 12, de Buenos
Aires, Argentina; 30 de agosto de 2004.
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