Durante
la semana pasada, el precio internacional del barril de petróleo rozó los
cincuenta dólares y hay quienes suponen que ese tope podría ser sobrepasado en
un período cercano. Hace seis meses, la cotización del crudo penaba por
acercarse a los treinta dólares el barril.
Las explicaciones de este aumento
abundan, pero no alcanzan para dar cuenta de un aumento del orden del 70%, por
la simple razón de que no existe un desequilibrio fundamental entre la oferta
y la demanda para que esto ocurra. Cuando a principios del 2003 la producción
en Venezuela caía a niveles mínimos como consecuencia de un sabotaje patronal
en todo el país, el precio internacional apenas lo sintió. La alteración de la
oferta debida a la reducción reiterada de la producción en Irak o a la crisis
con la petrolera Yukos en Rusia fue compensada por incrementos de producción
de parte de los países de la Opep. La suba de la demanda de las importaciones
de combustible refinado, por parte de Estados Unidos, cuyas destilerías están
trabajando al límite, podría justificar aumentos de unos pocos dólares en el
precio, de ningún modo la escalada que tiene lugar. Tampoco la demanda china,
que aunque aumentó mucho no incide proporcionalmente en el mercado
mundial.
Devaluación
El alza del
precio del petróleo tiene que ver con un desequilibrio más fundamental de la
economía mundial, que es la devaluación del dólar. Es un hecho que cuando
comenzó a devaluarse el dólar, la Opep intentó aumentar los precios en
compensación, con una restricción de la oferta (en el 2000). Cuando el barril
se cotizaba a 25 dólares, aproximadamente, el euro estaba en una paridad de
0,90 con el dólar. Hoy la relación es de 1,20 dólar por cada euro, y por
momentos llegó a rozar 1,30; es decir que el dólar se devaluó un 45%. Mientras
el precio del petróleo aumentó casi un ciento por ciento en dólares, en euros
lo hizo en un 55%. Como la mayor parte de los especuladores estiman que la
devaluación del dólar habrá de continuar, se han volcado en estampida a
comprar a futuro a precios crecientes. El diario Corrière della Sera
habla de un “Asalto al barril por parte de los fondos de cobertura” y de
que “La finanza extremista descubre el crudo” (17/8). El diario estima que la
especulación es responsable por hasta doce dólares en el aumento del precio
del crudo, esto cuando la cotización era de 45 dólares el
barril.
La tendencia a
la devaluación del dólar es mayor de lo que indica su depreciación efectiva.
Esto es así como consecuencia de la compra masiva del billete verde por parte
de China y Japón, que necesitan contener esa caída para no perjudicar sus
propias exportaciones. En el primer trimestre del 2004, solamente Japón compró
unos 140.000 millones de dólares (The Economist, 10/7); las reservas
chinas aumentaron en un año de 400.000 millones de dólares a casi 600.000
millones. Sin estas compras, el dólar estaría hoy literalmente por el suelo.
De todos modos, como China y Japón tuvieron que emitir sus propias monedas
para comprar esos dólares, incentivaron ficticiamente el consumo y la
inversión internos y, por lo tanto, la presión sobre el precio del petróleo
(que, en su mayor parte, importan). El déficit anual de la cuenta exterior de
Estados Unidos es de 600.000 millones de dólares, que se financia con el
incremento de su deuda externa. El saldo neto de ésta (deudas con el exterior
menos créditos al exterior) es de dos billones setecientos mil millones de
dólares (The Economist). A una tasa de interés del 6% anual, la deuda
externa norteamericana subiría cada año unos 120.000 millones de dólares
solamente por la remuneración a sus acreedores internacionales. Pero es
precisamente eso, el aumento de la tasa de interés, lo que están promoviendo
las autoridades monetarias de Estados Unidos. La certeza de que la devaluación
del dólar habrá de acentuarse ha llevado a Prat Gay, el presidente del Banco
Central de la Argentina, a pasar parte de las reservas en dólares a
oro.
Tulipanes negros
Los diarios
expresan la inquietud de que un elevado precio del petróleo provoque una
recesión internacional, esto por la punción que provoca en el consumo. Pero
esta sería la parte menos inquietante de la historia. Ocurre que la
especulación internacional no se hace solamente con fondos propios (capital)
ni con el de los clientes (aportistas), sino con deudas. El Financial Times
(27/7) estima que por cada 100 dólares de activos (capital más aportistas)
los fondos especulativos tienen, en promedio, 141 dólares de deudas. Antes del
derrumbe que tuvo lugar en 1999 esa relación promedio había tocado un pico de
159 a 100, pero el monto de dinero en juego es hoy el doble, ni hace falta
decir que numerosos fondos superan holgadamente esa relación. Hay una corrida
al petróleo y a los minerales como en Holanda del siglo XVII a los tulipanes.
Bastaría que cualquier episodio crítico a nivel internacional motive a los
bancos a no renovar sus préstamos a los especuladores, para que junto con una
caída estrepitosa del precio del barril se produzca otra, bastante más
perjudicial, de los fondos especulativos. Por si esto fuera poco, tanto los
compradores como los vendedores de esos contratos de entrega futura de
combustible aseguran sus apuestas con otros contratos donde cambian su rol,
con lo cual envuelven a otros segmentos de especuladores en este juego. O sea
que la onda expansiva es sistémica. Al final, tanto o más peligrosa que una
suba sería un derrumbe de los precios del petróleo, los cuales, sin embargo,
tampoco pueden mantenerse en cotizaciones tan altas sin afectar el equilibrio
de la economía internacional. Una crisis financiera se perfila como el factor
más importante en la eventual caída de los precios de los
combustibles.
Crisis de conjunto
Las crisis políticas e
internacionales y las guerras, naturalmente, no hacen más que acentuar esta
explosividad. Pero aún más grave es el fracaso de los grandes monopolios
internacionales en imponer su agenda de desestatización de la producción
petrolera en Arabia Saudita, Venezuela, Rusia y en Irak –en la medida en
que no puede poner en pie aquí a la industria petrolera. Con la línea
privatizadora a ultranza en Irak y en Rusia se pretendía provocar un derrumbe
petrolero internacional que forzara a la privatización en todos los países y
al monopolio integral del crudo por parte de los estados imperialistas, en
especial de los Estados Unidos. Es decir que detrás de la crisis petrolera
asoma la tendencia a la disputa del dominio territorial y nacional por parte
del imperialismo. La guerra de Irak ha distraído a la opinión pública de lo
que viene ocurriendo en el Cáucaso y en particular en Georgia –donde se
aproximan nuevas guerras en las que seguramente participará también el
Pentágono. O, para el caso, la crisis política creciente en Arabia
Saudita. La discusión del presupuesto de guerra para el próximo año, en el
Congreso de Estados Unidos, ha derivado en una división abierta acerca de
la estrategia militar; en tanto Bush-Rumsfeld insisten en desarrollar
nuevas tecnologías que aseguren la supremacía absoluta de Estados Unidos,
incluso con relación a las otros países imperialistas, la dupla demócrata
pretende mayores fondos para incrementar el número de soldados en condiciones
de sustentar la ocupación de territorios, algo que los republicanos reservan
para las tropas cipayas que logren reclutar en cada país.
El griterío de
los comisionistas en los mercados de materias primas de Londres y Chicago no
consigue acallar las sacudidas de la situación internacional en su
conjunto.
Fuente: Semanario Prensa
Obrera, Nº 865, Buenos Aires, 26 de agosto de
2004.