NCeHu 1356/04
ENTREVISTA EXCLUSIVA: TONI
NEGRI
Negri, en el centro de
la tormenta global
El autor de Imperio dice
que la Argentina es un nuevo "laboratorio" de lucha anti-globalización. Habla de
Multitud, segunda parte de la saga escrita con Michael Hardt, recién publicada
en EE.UU. y ya polémica. Las nuevas guerras imperiales. Las nuevas formas de
resistencia. Además, el sociólogo James Petras cuestiona las
tesis de Negri.
HECTOR PAVON.
Multitud, guerra y democracia en la era del
imperio
Toni Negri es creyente. De eso no hay dudas. Y
no sólo por sus orígenes católicos. Negri cree en cada pieza del andamio
argumental que compone Imperio, el libro que escribiera junto a Michael Hardt, y
también del flamante Multitude, war and democracy in the age of empire
(Multitud, guerra y democracia en la era del imperio) que acaba de aparecer en
el mismísimo, aunque discutible para los autores, corazón imperial: Estados
Unidos. Si Imperio fue el diagnóstico de situación mundial, Multitude… tiene
algo de catecismo revolucionario posmoderno: aquello que debe construir y
ejecutar un contraimperio. La fe de Negri en la multitud es, a sus 71 años, la
columna vertebral de la síntesis de su filosofía política y de su, esperado por
muchos, nuevo ideario.
Imperio se publicó en 2000 y fue un libro
provocador que sacudió al arrasado campo marxista que juntaba sus pedacitos
esparcidos por la explosión del campo socialista a fines de los ochenta. Las
tesis de Imperio sostenían y proponían: el fin del imperialismo; la crisis de la
soberanía del Estado nación; la aparición globalizada del trabajo inmaterial; el
ocaso de la dialéctica; el surgimiento de un imperio sin territorio y sin centro
pero que estaba en todas partes; la aparición del biopoder ejercido sobre la
vida social y el nacimiento de la multitud como el sujeto que enfrentaría al
imperio. Éxito en ventas, recibió elogios y fue tomado bíblicamente pero también
criticado palabra por palabra. El filósofo francés Etienne Balibar dijo: "Es una
asombrosa proeza, escrito con un entusiasmo contagioso, basado en amplios
conocimientos históricos". "Es una reescritura del Manifiesto Comunista", dijo
admirado el filósofo esloveno Slavoj Zizek.
Pero otros hicieron fila en la otra vereda
para señalar errores, no siempre con tono diplomático. "Tal como indica el
argumento de Imperio, resulta difícil evitar la sospecha de que el poder de la
multitud es nada más que una abstracción filosófica y que este poder no está en
ningún lugar antes que en todos lados", dijo Ellen Meikins, politóloga
canadiense. Y el sociólogo norteamericano James Petras quiso firmar el epitafio:
"Imperio es una síntesis generalizada de las banalidades intelectuales sobre la
globalización, el posmodernismo, el posmarxismo. La tesis del post-imperialismo
de Imperio no es novedosa, no es una gran teoría y explica poco del mundo real.
Más bien es un ejercicio verboso vacío de inteligencia crítica".
En la primera semana de agosto se distribuyó
en EE.UU. Multitude… y en la Argentina lo publicará Editorial Sudamericana en
noviembre. El libro está estructurado en tres ejes: guerra, multitud y
democracia. En la primera parte, los autores indican como condición sine qua non
para la supervivencia del imperio el "estado de guerra permanente". Y encuentran
en los atentados del 11 de setiembre una similitud con un hecho acaecido en
1618, cuando dos regentes romanos fueron arrojados por una ventana del Castillo
de Hradcany en Praga. Se encendió así la guerra de los treinta años en el Sacro
Imperio Romano Germánico. La caída de las Torres Gemelas inició una era de
guerra infinita.
En el capítulo sobre "Multitud" ofrecen
instrucciones para activar la organización contraimperial. Allí destacan el in
crescendo de la lucha de los grupos de resistencia global contra los grupos que
manejan las finanzas del mundo. "Lo que comparten las fuerzas movilizadas en
este nuevo ciclo mundial no es sólo un enemigo común —llámese neoliberalismo,
hegemonía estadounidense o imperio global— sino también prácticas, lenguajes,
conducta, hábitos, formas de vida y deseos comunes para un futuro mejor",
escriben Negri y Hardt. La Argentina aparece en la descripción de las
radicalidades surgidas a partir de 2001, en particular la de los piqueteros. Y
aunque algunos se sorprendan, los autores dedican un espacio al amor: "La gente
hoy parece incapacitada para entender el amor como un concepto político, pero un
concepto de amor es justo lo que necesitamos para sujetar el poder constituyente
de la multitud."
En el final hipotetizan un mundo cruzado por
la democracia global. "Nunca la democracia fue tan necesaria como ahora",
sostienen y aseguran que será la multitud quien cree nuevos circuitos de
cooperación y colaboración que estreche naciones y continentes y permita
ilimitados encuentros. "La multitud puede concebirse como una red abierta y
expansiva donde todos las diferencias puedan ser expresadas libre y
equitativamente".
Este es un libro filosófico que problematiza,
cuestiona, pregunta, puede proponer, pero no responde. Y algunas de las
respuestas que brinda las da a través de metáforas como la de los personajes de
Viaje a las estrellas o Drácula o del Golem. Imágenes que "explican" ciertas
cuestiones poco claras sobre la multitud a lo largo de 427 páginas.
¿Quiénes eran Hardt y Negri antes de
constituirse en exegetas del Capital? Michael Hardt es un joven profesor de la
universidad de Duke (EE.UU.). Lo de Negri es más complejo. Ha recorrido una
larga carrera académica, política y militante para llegar a la síntesis de su
polémico pensamiento. Estudió filosofía en Italia, Alemania y Francia y tuvo una
militancia muy activa trabajando con obreros fabriles y también ocupando cargos.
"Autonomía obrera" fue la agrupación que fundó y donde sentó las bases teóricas
y filosóficas de algunos conceptos que aparecerían en Imperio. Negri vivió el 68
con toda la efervescencia de la época al tiempo que el Estado italiano comenzaba
a achicar los espacios de la libre expresión: las manifestaciones fueron
reprimidas y hubo persecución sobre líderes y militantes. "Autonomía" mantenía
relaciones estrechas con la agrupación guerrillera "Brigadas Rojas". Hacia 1977
la situación política se enrarece y Negri se exilia en Francia donde trabajó
junto a Louis Althusser. En 1978 las Brigadas Rojas secuestraron y mataron al
Primer Ministro Aldo Moro. Un año después, en plena caza de brujas, Negri es
arrestado en Milán, junto a 67 militantes de "Autonomía" y acusado de ser su
líder y también de las Brigadas Rojas. Fue condenado y recorrió varias cárceles
italianas donde desarrolla un intenso trabajo teórico hasta que en 1983 fue
elegido diputado y, gracias a la inmunidad parlamentaria, pudo salir de la
cárcel. Ante la inminente revocación de su inmunidad se exilió nuevamente en
Francia. En 1997, Negri volvió a Italia, fue encarcelado y poco después pudo
hacer salidas sociales hasta que le fue concedido el arresto domiciliario y, en
2003, la libertad. Desde su casa del Trastevere romano, donde escribió con su
discípulo Hardt las dos obras, habló sobre su nuevo libro.
- En
"Multitude..." hay una idea aterradora y es que ésta es la "era de la guerra
permanente". ¿Se puede salir de esta instancia tan
pesimista?
- Esta es una tesis que puede parecer
pesimista, dura, severa. Efectivamente la crisis del sistema político del
capitalismo global es profundísima. Nosotros planteamos una forma de gobierno
democrática para todo el planeta. Y no nos parece, en absoluto, que la clase
política capitalista y de las grandes naciones hegemónicas, tengan una
sensibilidad o posibilidad de plantearse el problema de una gestión democrática
del mundo. La guerra es la solución natural que deriva del hecho de no tener
idea de cómo gobernar el mundo. Esta clase dirigente mundial es incapaz de
imaginar una reforma de las relaciones entre las multitudes, poblaciones,
clases, continentes. No creemos que haya respuestas a la exigencia que plantea
la constitución del orden mundial. ¿Me entiende? Pero la aristocracia, y algunos
estratos de la burguesía multinacional y del empresariado mundial, están
profundamente desilusionados con la gestión norteamericana del imperio. Y no ven
en la política norteamericana, ni en la de Bush, pero tampoco en la de Kerry,
una solución a su problema. Nosotros anticipamos la crisis del discurso de
Kerry.
- ¿A qué se
refiere?
- Tengo la impresión de que la clase
dirigente norteamericana no llega a imaginar una forma de gestión global. Aquí
no se trata de decir: la dirigencia norteamericana estará de acuerdo con la
dirigencia francesa, con la australiana y con la argentina para dirigir el
mundo. Se trata de reconocer un nuevo modo de desarrollo que nos involucra a
todos. Estamos en un mundo en el cual la interdependencia pasó a ser absoluta.
La clase dirigente norteamericana sigue siendo todavía una clase dirigente
nacional. En el libro citamos al Marqués de Sade: "Franceses, un esfuerzo más
para ser republicanos" que transformamos en: "Norteamericanos, un esfuerzo más
para ser imperiales".
-
Anteriormente ustedes señalaban que este imperio no tenía centro. Ahora parece
evidente que ese centro es Washington.
- Creo que siempre lo fue. Washington
en lo político; Nueva York en lo financiero o Hollywood en lo referido al mundo
de la comunicación. No hablamos de un centro norteamericano del imperio, decimos
un "centro del imperio". Roma no era la capital de Italia, era la capital de
Italia, Grecia, Egipto. Debemos estar muy atentos a no dejarnos engañar por las
palabras. El interés capitalista es un interés del mercado mundial. Y ustedes
los argentinos lo saben mejor que nadie. ¿Por qué la clase dirigente argentina
no consigue administrar su país?, porque no es suficientemente
mundial.
- ¿Es decir
que los argentinos no piensan globalmente?
- Yo creo que el gran problema
argentino es que las clases dirigentes no piensan globalmente. Pero esto no
tiene que ver sólo con la Argentina sino con todas las clases dirigentes de
América latina, excepto probablemente Lula y Kirchner, que han empezado a pensar
globalmente y en efecto han tenido grandes éxitos.
- ¿En Irak los
ejércitos privados no son el símbolo de la mezcla de negocios, política y
guerra?
- Nosotros lo consideramos sólo como un
ejemplo respecto de lo que es una tendencia general que nos parece más
dramática, el hecho de que haya bandas de canallas y delincuentes que hacen la
guerra como profesión. Nos preocupa lo que es la tendencia hacia cualquier
patriotismo, lo que es el triunfo de esa ideología mercenaria para hacer la
guerra. Nos preocupa el hecho de que, como sucedió en la Antigua Roma, los
mercenarios puedan tomar el poder sobre el imperio. ¿Comprende? Cuando
escribíamos el libro, Iyad Allawi era el representante de los intereses de la
libertad en Irak. Hoy ya vimos lo que es Allawi. Y mientras escribíamos esto,
Hamid Karzai todavía era el gran representante de la democracia en Afganistán y
hoy vemos que se está aliando con los grandes War Lords. Pero si hay algo que es
contrario a mi estilo y al de Hardt es el escándalo por el escándalo mismo,
decir que los norteamericanos van a Irak por el petróleo, por ejemplo. Nosotros
tratamos de comprender las lógicas internas al sistema del poder mundial en los
términos más sofisticados posibles.
- Kissinger no se
presenta ante la justicia internacional; los marines de EE.UU. fuera de su país
no pueden ser juzgados por los crímenes que puedan cometer. ¿No hay justicia
para quienes pertenecen al Imperio?
- Los norteamericanos siempre se
negaron a tener un tribunal internacional penal. ¿Qué quiere?: los tribunales
internacionales se han convertido en mercados. Mire cómo se resolvió la cuestión
con Libia, a través de pagos. Por otra parte, ¿qué más quiere?: el tribunal para
Milosevic es una de las cosas más indignas que se han producido. El tribunal
internacional para Saddam estaba dirigido por Allawi, un asesino. ¿Entiende?
- ¿No es una
utopía pensar la multitud como ese lugar donde conviven armoniosamente todas las
diferencias?
- No es una utopía, es una hipótesis.
Cuando Marx hablaba de la clase no hablaba de algo políticamente constituido.
Cuando decimos "multitud" decimos "hacer multitud", es decir, construir un
momento, ese dispositivo, ese proyecto que comprende todos los aspectos,
minorías del mundo y singularidades. Para nosotros, el proyecto de la multitud
es justamente el de construir lo común. Cuando hablamos de lo común, nos
referimos al lenguaje, a las condiciones que determinan la vida de los los
individuos juntos. La lengua, el lenguaje, el hecho de que yo pueda hablar con
usted, es el intercambio, la cooperación. Y estamos convencidos de que esto
representa el 95, 96% de la vida de la humanidad. Y después está ese 2 o 3% que
es el poder, la violencia, el egoísmo, lo privado.
- Ante el
protagonismo de la multitud se podría deducir que para ustedes la clase obrera
ha dejado de tener el papel principal en las luchas
sociales...
- Nosotros nunca dijimos que la clase
obrera haya dejado de ser la protagonista de las luchas. La clase obrera
continúa luchando dentro y junto a nuevos estratos de la población. Pero al lado
de la clase obrera tal como se la interpretaba antes, o sea los obreros con los
mamelucos del trabajo taylorizado, fordista se suman otros estratos del trabajo.
Son los trabajadores precarios, intelectuales, trabajadores de servicios,
mujeres, inmigrantes. El frente de las luchas del trabajo se amplió
infinitamente. Los campesinos se convierten en uno de los elementos
fundamentales en la relación entre masa y singularidad.
- Slavoj
Zizek ha dicho que los trabajadores de hoy además de poner su cuerpo deben
"ofrecer en el mercado hasta las propias emociones". ¿Así fue posible imponer
trabajo en células y el just in time japonés?
- Sí, pero hace treinta años que
estudiamos estas cosas. ¿Las descubrió Zizek? Desde el 68 los afectos y los
sentimientos se organizaron para el trabajo productivo. Hoy estamos mucho más
adelantados. El problema no es ése. Es cómo comprender que un campesino chino o
uno brasileño pueden luchar juntos y a su vez encontrarse unidos con una
trabajadora del Silicon Valley. ¿Comprende? Esos son los problemas de hoy, de
afectos resueltos en el trabajo. Ya no se habla más del trabajo, hay una
ignorancia sobre los problemas del trabajo que asusta. Mientras que en cambio
hay que empezar a hablar de ellos porque la gente vive, sufre y produce y además
es feliz o infeliz en torno a ellos.
- Después de su
visita a la Argentina en diciembre pasado, ¿piensa que esa suma de sujetos que
desde diciembre de 2001 empezó a salir a la calle a pedir cambios en la política
argentina era "la multitud"?
- A mí no me gusta expresar juicios en
base a viajes turísticos, ¿entiende? Esa pregunta tiene que hacérsela a sus
compañeros argentinos, tanto a los que luchan como piqueteros, los que están en
las fábricas ocupadas o a los que están en el gobierno, y que son de izquierda y
que entienden esos problemas. Pienso que la Argentina es uno de los grandes
laboratorios de la modernización posmoderna. Pienso que es donde esas grandes
fuerzas activas están experimentando su posibilidad de sobrevivir, luchar,
construir y producir.
- Hay
quienes dicen que el movimiento de resistencia global debería preocuparse por lo
que ocurre en cada uno de los países
de donde surge...
-Mire, si se trata de una nueva línea
bolchevique en referencia al poder nacional, al derrocamiento de los gobiernos
nacionales para tomar el poder, yo digo: eso es una gran estupidez. Pienso que
hoy la posibilidad de tener alguna influencia en el mundo es pasando de las
luchas nacionales hasta llegar a los compromisos globales. En Italia, por
ejemplo, ya no luchamos simplemente a nivel nacional. Berlusconi es un bufón
pero es un bufón mundial, no sólo nacional. No se puede luchar por la libertad,
por el salario, si no se hace eso. El capitalismo aprendió ampliamente a superar
las fronteras nacionales. Solamente estúpidos pueden todavía, o los viejos
bolcheviques, pensarlo así. Ustedes, por ejemplo, tienen a un señor Atilio
Borón, que sostiene que sólo a través de la lucha nacional se puede luchar a
nivel mundial. Eso es una gran estupidez, un discurso profundamente
reaccionario. ¿Entiende? Toda nuestra experiencia lleva exactamente a lo
contrario. Nosotros logramos generar luchas a nivel europeo siempre
generalizadas. Eso no significa que si al lado de mi casa despiden a una mujer
blanca o de color, yo no deba luchar inmediatamente para resolver su problema.
¿Entiende? Pero eso forma parte de la ética. Lo que es absolutamente ilusorio es
el hecho de poder hacer la revolución o incluso reformas en un solo país. Esa
fue la ilusión de los soviéticos hace muchísimos años.
- ¿A esta
democracia de la multitud ustedes la denominan post
socialismo?
- Hablamos de post-socialismo porque
siempre consideramos que el socialismo tenía en su armario el esqueleto del
capitalismo. Y que el socialismo no era otra cosa que una idea de administrar a
través del Estado el capitalismo. El socialismo nunca pudo desarrollar una idea
de libertad. Ahora nosotros pensamos que el comunismo está maduro. Y cuando
decimos comunismo, nos referimos a la administración de lo común que está contra
lo privado y lo estatal. Mire que esto no significa nada de anárquico. El
postsocialismo es para nosotros ir más allá de lo que fue el ideal socialista
que se agotó en el reformismo.
- ¿Es posible
exportar la democracia como quiere EE.UU. a Afganistán e
Irak?
- Estamos frente al escándalo, ante una
provocación colonial de Bush y su banda de canallas. Espero al menos que sean
borrados de la Historia. Hoy están masacrando poblaciones, Najaf se ha
convertido en un Guernica. Lograron destruir incluso el olor de la libertad.
Estamos realmente frente a la vergüenza. No hay ninguna diferencia entre los
aviones norteamericanos y los aviones nazis. ¿Entiende? Estamos fuera de la
dignidad del hombre.
- Hay democracia
que pueda resistir el ataque del terrorismo?
- Primero hay que entender qué es el
terrorismo. Si el terrorismo es matar personas, es todo lo que se parece a la
política norteamericana incluso cuando es hecho por personas que quieren
liberarse de algo, es horrible. Pero no hay ninguna diferencia entre el señor
Bin Laden y el señor Bush. Bin Laden es un mercenario de Bush y de su familia,
exactamente como lo fue Saddam. Lo que hoy se denomina terrorismo mundial es una
revuelta de mercenarios norteamericanos. Uno, Bin Laden, liberó Afganistán de
los soviéticos y el otro, Saddam, bloqueó la expansión chiita hacia el mundo
árabe.
- Ustedes
mencionan en el libro a las Madres de Plaza de Mayo como un ejemplo de lucha por
la Justicia y los derechos humanos ¿Cómo surgió el
interés?
- No es que me interese
particularmente. Conozco a algunas de ellas pero lo que me interesa es
comprender cómo un pueblo tan civilizado como el argentino pudo haber llegado a
una locura homicida como la que se verificó en la dictadura. Es algo que nunca
entendí. Mi comprensión del mundo tiene límites que en lo que se refiere a la
Argentina, no logro resolver cómo pudieron los militares, en un pueblo tan
civilizado, llevar la idea de defender la nación a ese nivel de
locura.
- ¿Cómo se
resolverá, en el futuro, la crisis del movimiento de resistencia
global?
- Mire, creo que el movimiento está muy
en crisis y que el relanzamiento del movimiento global sólo puede producirse a
través de estos grandes movimientos continentales que están organizándose:
América latina, Europa, India, China, EE.UU.. El gran problema es terminar con
la guerra totalmente. Segundo, lograr construir organizaciones mundiales que
rompan la división entre Norte-Sur o el Este-Oeste. Ese es el gran problema en
torno del cual debemos trabajar, pero creo que ya estamos muy avanzados. Debería
producirse un compromiso definitivo y el lanzamiento de un New Deal global.
Avanzamos mucho y la situación dista de ser mala. Para decirlo con una frase de
Mao Tse Tung: "Es grande el desorden bajo el cielo, la situación es
excelente".
Autor del gran best seller de la filosofía
política actual, militó en la Juventud Italiana de Acción Católica y en el
Partido Socialista. Fue concejal socialista y diputado radical. Estudió en París
con Bachelard y Merleau-Ponty; enseñó más tarde con Althusser. Fundó las
agrupaciones "Clase obrera" y "Autonomía obrera", su principal formación
política, que lo llevó a la cárcel. Escribió: "La anomalía salvaje"; "Poder
constituyente, comunismo"; "Marx más allá de Marx"; "Arte y multitud" y "Job: la
fuerza del esclavo". Algunos detractores lo acusan de fragilidad teórica; otros
le reclaman "autocrítica" por su posición frente al terrorismo de los años
70.
Un fragmento de
"Multitud"
Un nuevo ciclo internacional finalmente surgió
en torno de los temas de la globalización a fines de la década de 1990. Lo más
destacado del nuevo ciclo de luchas fueron las protestas en la cumbre de la OMC
en Seattle en 1999.
Las protestas de Seattle no sólo iniciaron una
serie de protestas en las reuniones cumbre de los representantes del poder
mundial que se extendería en los años sucesivos en toda Norteamérica y en
Europa, sino que también revelaron los verdaderos orígenes del ciclo en las
innumerables luchas en el sur mundial que ya habían tenido lugar contra el FMI,
el Banco Mundial, el Tratado Norteamericano de Libre Comercio, y otras
instituciones de la nueva estructura del poder mundial. (...)
El ciclo de luchas se consolidó en cierto modo
en las reuniones anuales del Foro Social Mundial y los distintos foros sociales
regionales. (...)El pináculo de dicho ciclo de luchas hasta el momento, al menos
en términos cuantitativos, lo constituyeron las protestas coordinadas contra la
guerra en Irak comandada por Estados Unidos el 15 de febrero de 2003. (...)
La guerra representó la instancia máxima del
poder global contra el cual se había formado el ciclo de luchas; las estructuras
de organización y comunicación que las luchas habían establecido hicieron
posible una movilización coordinada masiva de expresiones comunes en contra de
la guerra.
La movilización global del común en este nuevo
ciclo de luchas no niega ni tampoco eclipsa la naturaleza local o la
singularidad de cada lucha. La comunicación con otras luchas, a decir verdad,
fortalece el poder y aumenta la riqueza de cada una en
particular.