NCeHu 1228/04
Mesa redonda: ruidos en el proceso
integrador ¿Hacia dónde va el
Mercosur?
Hace unos días -cuando el presidente Néstor Kirchner recién
regresaba de China-, se dio una situación de contrastes nítidos en el comercio
exterior nacional.
Por un lado, los funcionarios exaltaban las posibilidades de
crecimiento exportador en el mercado asiático. Por el otro, el Mercosur -que
históricamente absorbe un 30% de las exportaciones nacionales- exhibió un
panorama francamente desalentador. De hecho, a principios del mes pasado estalló
una fuerte polémica con Brasil por la imposición de licencias no automáticas de
parte de la Argentina, que restringen la importación de cocinas, lavarropas y
heladeras de ese país. El Gobierno también aplicó un derecho compensatorio
provisional a los televisores provenientes de la zona franca de Manaos.
LA NACION organizó una mesa redonda para
debatir cuál será el futuro del bloque, cuando aún se mantiene la controversia.
Asistieron el secretario de Industria, Alberto
Dumont; el presidente de la Cámara de Exportadores de la
República Argentina (CERA), Enrique
Mantilla; el presidente de la Asociación de Industriales
Metalúrgicos de la República Argentina (Adimra), Manfredo Arheit; el presidente
de la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA), Diego Pérez Santisteban, y el director del Grupo
Brasil, Ricardo Sarmiento.
-¿El Mercosur está perdiendo espacios en la política
comercial argentina?
Sarmiento: -Estamos en los comienzos del proceso de
integración y muy lejos de ser un bloque comercial perfecto. Tenemos situaciones
en las que más que conflictos sectoriales hay una falta de entendimiento sobre
qué significa la integración. Debería significar contar con espacios de
complementación de las ventajas comparativas y competitivas de los países para
crecer juntos y generar trabajo.
Mantilla: -No creo que el Mercosur haya perdido espacio
en la política comercial argentina. Pero tenemos que atender problemas.
En comparación con China, las mayores economías del Mercosur
tienen hace 20 años un crecimiento muy pequeño. Ese es el principal problema que
crea dificultades respecto de cómo nos insertamos en el mundo.
Por otro lado, no hay experiencia histórica mundial de una unión
aduanera exitosa sin coordinación macroeconómica. Y esa coordinación con Brasil
-al que el Mercosur le representa un 12 o 13% de su comercio, cuando Uruguay
tiene un 40 o un 45% de comercio con el bloque y la Argentina un 30%- genera una
enorme complejidad.
Además, el Mercosur tuvo un problema serio en el año 95. Los
gobiernos de esa época lo definieron como una unión aduanera imperfecta e
inventaron una categoría nueva. Ahí se dijo que el bloque no estaba más en
transición pese a que está técnicamente en transición. Por tanto, los elementos
para manejar la transición no están presentes. Entramos en algo que es difícil
de nombrar porque es un objeto político no identificado. La solución es regresar
a los acuerdos básicos. Para eso se requiere claridad conceptual, una gran
capacidad política y un aporte sustancial del socio mayor que es Brasil.
Dumont: - El Mercosur no pierde espacio en la política
comercial. Pero los números fríos indican que el comercio intra-Mercosur, y en
particular el de la Argentina y Brasil, no es lo que era anteriormente.
Sarmiento: -Hoy estamos en 5000 millones de dólares de
intercambio comercial por debajo de 1998.
Dumont: -El Mercosur atraviesa por dificultades en la
coordinación de políticas desde la devaluación brasileña de enero de 1999.
Después, se produce la recesión y la devaluación en la Argentina y eso requiere
todo un ajuste de precios relativos. Ese ajuste va a tardar tiempo y no se hace
sin costos de un lado o del otro.
De todos modos, hay algunos datos que no se pueden soslayar. Hay
que mirar cómo es la composición de las exportaciones. A mí me gustaría que
tengamos el mismo patrón de exportaciones del Mercosur en las exportaciones a
todo el mundo. En mayo de 2004, el 51% de las exportaciones a Brasil fue de
manufacturas de origen industrial y si tuviéramos esa tendencia en el nivel
internacional habría un nivel de diversificación de exportaciones que hoy no
tenemos.
Cuando hacemos encuestas de expectativas de exportación, sobre
todo en pymes, los mercados que salen primero son Brasil, los demás miembros del
Mercosur y Chile. Se trata de la subregión que hemos construido con sus pros y
sus contras, como lo describió Mantilla. Evidentemente, esa construcción ha
ayudado a afirmar una estructura de política de exportación nada desdeñable para
las pymes.
El 62% de las exportaciones a Brasil es de pymes. Cuando vamos
al valor no estamos en la mismas proporciones, pero tampoco son esas las cifras
que tenemos cuando vemos la performance general de la Argentina en el mundo. Hay
que matizar la visión de los números fríos.
Pérez Santisteban: -El Mercosur no perdió vigencia para
nuestros países. Quizás haya cambiado el perfil. Estamos muy preocupados por
este déficit de 1000 millones de dólares que tenemos con Brasil y no nos
preocupó el superávit de 10.000 millones de dólares que tuvimos en los años
previos, cuando los argentinos no veíamos al tipo de cambio como favorable a la
exportación.
Ahora estamos en una etapa distinta. Estos problemas de sectores
que siempre suelen ser los mismos no ocurren porque haya maldad o un concepto
imperial del lado brasileño sino por distintas políticas económicas de los
países que están mucho más lejos de la coordinación macroeconómica de lo que
estuvieron nunca.
Esto ocurre por razones entendibles. La Argentina está
emergiendo de una situación de crisis y no puede darse algunos lujos, Brasil
cree que puede dárselos y se los da. Y esto crea asimetrías en productores de un
mismo sector.
Podemos hacer dos cosas. Igualar para abajo, protegernos y
empezar una guerra entre los dos lados. O se puede igualar para arriba y ver qué
cosas nos separan en la coordinación macro para que las reglas en juego que
tienen los productores de los países sean iguales y nos preocupemos más por
atacar juntos terceros mercados y por complementarnos que por pelearnos entre
nosotros.
Arheit: -La visión del sector productivo sobre el
Mercosur es la misma que se dio hace 12 años, cuando se formalizó el bloque.
Recuerdo una conversación de ese momento. Decíamos que había llegado el momento
de vender a San Pablo de la misma manera que en Rosario o que iba a ser lo mismo
vender en Mendoza que en Puerto Alegre. Esta era la visión del año 92 y como
productores no hemos renunciado a ella. Claro que cuando comparamos lo teórico
con lo real, vemos que el Mercosur no funciona como fue planteado por las
diferencias entre ambos países.
Los países que circundaban la Europa más fuerte sacaron mucho
provecho por su integración a la UE. Recordemos los enormes subsidios que la UE
pagó a España o que sigue cobrando Francia por su política agropecuaria. Es un
proceso muy distinto al de Brasil con la Argentina. Brasil no era en ese momento
un núcleo económico e industrial tan fuerte como para derramar riqueza en los
países de alrededor. Todo lo contrario.
A partir de ahí empiezan a funcionar los mecanismos de la
práctica diaria. Si después de analizar el ruido de los últimos días en materia
de electrodomésticos, analizo el fondo de los problemas y comparo las empresas
brasileñas con las argentinas, me doy cuenta de que las condiciones de
desarrollo de ambos sectores han sido totalmente distintas. La competitividad de
las empresas argentinas empieza a tambalear y no por incompetencia de los
empresarios o trabajadores sino por reglas de juego externas a las empresas. Ahí
está el reto y donde tenemos la oportunidad de mejora. Nadie pretende que Brasil
cambie su política industrial. Todo lo contrario. La Argentina tiene la
posibilidad de hacer algo parecido.
Leandro Uría y Emiliano Galli
Licencias
controvertidas
Son exigidas por Brasil y la Argentina dentro del
bloque
El país vecino aplica estas regulaciones a unos 300 productos de exportación
nacionales
El Gobierno las impuso a los electrodomésticos del principal socio del
Mercosur
Ante la reciente imposición de licencias no automáticas por parte de la
Argentina para productos brasileños -que suceden a otras normas del mismo tipo
impuestas por Brasil para bienes argentinos- surge la duda de si se trata de
medidas transitorias o si se mantendrán en el tiempo más allá de lo
recomendable, complicando el funcionamiento del Mercosur.
-¿Tenemos que acostumbrarnos a trabas como las licencias no automáticas
dentro del bloque?
Enrique Mantilla: -El término traba es descalificador y esconde otro
problema. Parte de la idea que hay una unión aduanera y no la hay. Se toman
estas soluciones ad hoc porque a los gobiernos les cuesta mucho desde el punto
de vista político decir la verdad: somos una unión aduanera en construcción y
necesitamos instrumentos para administrar asimetrías. Además, Brasil tiene como
300 licencias.
Alberto Dumont: -A ver si nos sacamos de encima un par de mitos. Un
mito es que la UE ha sido desde sus inicios un mercado libre. ¿Quién lo dijo? ¿A
quién se le puede ocurrir? La UE tuvo cuotas de producción en el sector agrícola
durante añares, montantes compensatorios, moneda verde y cuanto instrumento a
usted se le pueda ocurrir. Los europeos tuvieron la virtud de reconocer dónde
iban a tener los grandes ruidos económicos si liberalizaban totalmente el
mercado. Y en esos sectores no liberalizaron.
Nosotros fuimos mucho más ambiciosos en el modelo que adoptamos. Esas
ambiciones no tuvieron en cuenta que en algún momento podían producirse desfases
macroeconómicos. Tampoco se crearon mecanismos para compensar deficiencias
estructurales. Nos hemos quedado cortos de instrumentos. Y ante esa falta, nos
encontramos con lo que usted llama trabas, pero son instrumentos ad hoc.
Si lo pudiéramos corregir a través de acuerdos de privados u otros mecanismos
estaríamos encantados. Pero faltan instrumentos para gestionar adecuadamente la
inversión y motivar a las empresas de los dos lados de la fronteras para un
mejor equilibrio de la producción regional, un mejor empleo y una mejor
complementación. Todo eso tiene que hacerse a partir de unas reglas que en su
momento no pudimos construir. El diálogo entre Brasil y la Argentina tiene que
estar dirigido a este objetivo.
Diego Pérez Santisteban: -Yo no soy partidario de abandonar el
proyecto de unión aduanera. Hay que mantenerlo. Si no podemos condenar a
nuestros países a zonas de libre comercio intervencionistas de por vida. Además,
tenemos cierta morosidad en medidas que acordamos pero no internalizamos.
Estoy de acuerdo con medidas transitorias en situaciones [de crisis] que los
países sufren, con una duración concreta y premios y castigos. Cuando se
eternizan les dan a los países la posibilidad de no hacer los cambios
estructurales que tienen que hacer. La Argentina no puede igualar los
instrumentos de promoción industrial de Brasil. No es que no quiera. Entonces,
pongamos medidas para la transición que lleve a la Argentina igualar esos
mecanismos o sentémonos con Brasil a definir entre los dos mecanismos
alcanzables.
Dumont: -Creo que no hay discrepancia en la mesa con que lo ideal es
tener instrumentos similares. Sería razonable que la Argentina se pueda dotar de
un banco similar al Bndes de Brasil.
Ricardo Sarmiento: -O de una institución similar al Sebrae [Servicio
Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas empresas de Brasil].
Dumont:- No sé, pero debería tener un [programa de fomento exportador
como el brasileño] Proex. No sé si estamos en condiciones de crearlo, pero
debería ser un objetivo de la Argentina. Sin embargo, parece que cuando hablamos
de trabas hablamos exclusivamente de las argentinas, como si el país tuviera un
ingreso irrestricto al mercado brasileño. Esa no es la pintura. Farmacéuticos no
estamos vendiendo. Agroquímicos no estamos vendiendo. Hemos perdido el mercado
brasileño de lácteos. La Argentina no es el único malo de la película...
-La pregunta aludía al comercio del bloque. No sólo a las importaciones
argentinas de Brasil.
Sarmiento: -Las imperfecciones son en ambos sentidos y tenemos que
trabajar para desplazarlas.
Manfredo Arheit: - Respecto de los instrumentos que se requieren, voy
a dar un ejemplo distinto al de los electrodomésticos, pero no tanto. La
Argentina pasó de tener una industria automotriz integrada en un 95% a un sector
en el que el rubro autopartista quedó reducido al 20%. En ese caso es
irremediable que el Gobierno tenga que intervenir. El resultado de esa política
está a la vista de todos: fueron casi tres millones de desocupados. Por eso, la
industria automotriz se pierde de vender 100.000 automóviles al año.
Mantilla: -Por otro lado, muchas de las normas del bloque son de mala
calidad y es mejor que no las internalicen. El código aduanero del Mercosur es
malísimo. Recomendaría determinar si las normas que tenemos aprobadas y no
internalizadas son congruentes con el estado institucional del Mercosur. Hay que
mirar una por una y esto es funcional con el bloque si se acepta que está en una
transición.
La conveniencia
le gana al bien común
Primero están los intereses individuales
El gobierno argentino señaló que condicionaría la aplicación de licencias no
automáticas a las importaciones de determinados bienes desde Brasil al acuerdo
entre los empresarios de ambos países, lo que deja entrever la relevancia que
adquiere la relación entre los sectores privados argentino y brasileño.
-¿Los empresarios son impulsores u objetores del Mercosur? ¿Se puede
pensar realmente en cadenas de valor en el bloque?
Alberto Dumont: -Creo que uno de los deberes que tenemos pendientes es
cómo distribuimos mejor la inversión en el marco del Mercosur y cómo esta
inversión redistribuida permite un ejercicio de complementación dentro de la
cadena de valor. Por ejemplo, no tendríamos estos ruidos en la línea blanca si
hubiera una mejor complementación entre los sectores de producción y de piezas y
partes, y si los dos países vieran cuáles son las ganancias que trae este
comercio mutuo.
Y lo mismo podríamos decir del sector automotor, donde también tenemos un
desequilibrio comercial importante. Ahora, ¿por qué se da ese desequilibrio? Por
varios factores. Pero si usted tiene una estructura impositiva que conspira
contra la colocación de ciertos autos, eso dificulta el proceso de integración
productiva en la región.
Enrique Mantilla: -Quisiera agregar un dato sobre las inversiones.
Internacionalmente, el costo del capital está entre el 5 y el 8%. Cuando la
Argentina pone un 5% de derechos de exportación para ventas en el Mercosur envía
el siguiente mensaje de inversión: "Te voy a duplicar el costo del capital
versus colocarte en Brasil". El efecto de los reintegros cobrados dentro del
Mercosur es un tema que se debe debatir en el Parlamento de forma adecuada
porque crea distorsiones importantes a largo plazo en las inversiones. Para no
seguir acumulando desequilibrios lo importante es no duplicar el costo de la
inversión de capital entre quienes tienen que elegir dónde radicarse.
Diego Pérez Santisteban: -Lo que voy a decir es un poco provocativo,
pero tengo algunas dudas sobre si en el sector privado somos impulsores del
Mercosur o si lo hemos impulsado realmente en la práctica, salvo honrosas
excepciones de empresas que sí lo han entendido y que se han puesto de los dos
lados de la frontera. Pero ser impulsor de una región económica, por ponerle un
nombre neutro, es comprender que sólo se podrá tener éxito si se desarrolla en
equilibrio. Entonces, si un empresario se guía por la conveniencia del momento,
por ejemplo, por los 160 millones de habitantes de Brasil, que allá están el
mercado y los beneficios económicos, y le importa poco lo que pase con el
Mercosur y con la Argentina, y se va a Brasil, no está siendo muy impulsor del
Mercosur ni está generando un impulso industrial regional.
Impulsores serían los que se dan cuenta de que si el Mercosur va para arriba,
también van para arriba sus negocios, y reparten sus inversiones. Me parece que
en los empresarios, tanto argentinos como brasileños, falta este concepto.
Fíjense que no tienen relación las inversiones cruzadas de Brasil en la
Argentina y viceversa con el concepto de impulsar el bloque.
Manfredo Arheit: -Yo quiero simplificar la respuesta. A mí me parece
que los empresarios actúan de acuerdo con sus propios estatutos: ganar dinero en
el mercado en el que más les convenga ubicarse. Si las reglas de juego me
impulsan a ubicarme en Brasil y si quiero seguir cumpliendo con mis accionistas,
me tengo que ir a Brasil. Si no, me quedo en la Argentina. Pero si las reglas de
juego son equilibradas, que es lo que estamos pidiendo hace años, entonces la
competitividad, la mudanza, la complementación, la participación en ambos países
se va a dar en forma absolutamente automática. Y dejen a los empresarios, que lo
van a hacer.
Mantilla: -Creo que hay un problema de definición. La pregunta es de
cuál Mercosur estamos hablando, porque no cualquier Mercosur (pueden haber
muchas variantes habida cuenta de la ambigüedad institucional que tiene) es
constructivo para todos y reparte bien las diferencias para todos. Lo cierto es
que la Argentina no entendió bien que ingresar en el Mercosur iba a obligar a
realizar un esfuerzo y tener una disciplina espectacular porque íbamos a tener
que tener mucha más productividad, por una cuestión de tamaño. El Mercosur le
exige a la Argentina el desafío, del que todos hablan, y la oportunidad de
exigirse a sí misma una eficiencia y una calidad de políticas públicas y
fiscales muy importante para catapultarnos internacionalmente. Pero también hay
realidades dinámicas diferentes: mientras Brasil prepara una gran conferencia,
en septiembre, para promover la inversión extranjera acá tenemos un proyecto
para prohibir la venta de tierras a los extranjeros. No hay que echarle la culpa
tanto al Mercosur porque también tenemos problemas internos, y ahí está nuestra
ventaja: podemos mejorar.
Fuente : diario La Nación, de Buenos Aires, Argentina; 3 de
agosto de 2004. |