NCeHu 850/04
UE-Latinoamérica, ¿hacia una alianza
estratégica?
Augusto Zamora
R.
El Mundo
Una nueva cumbre birregional, la
tercera desde que Jacques Chirac promoviera la iniciativa en 1998, huracán Mitch
mediante, sitúa sobre la mesa las relaciones entre las dos áreas del mundo más
vinculadas histórica y culturalmente. Unos vínculos que, por la retirada europea
del continente desde finales del siglo XIX, en provecho de EEUU, permanecieron
hibernando casi un siglo, hasta que el conflicto centroamericano de los años 80
motivó el retorno de la entonces Comunidad Económica Europea. Desde entonces
mucho se ha avanzado en las relaciones birregionales, sobre todo tras el
ingreso, en 1986, de España y Portugal, aunque ese progreso sigue lejos de las
potencialidades que existen y se ha centrado en la economía y el comercio, con
un balance desigual y agridulce. La penuria de las relaciones políticas ha
llevado a que, en una serie de situaciones relevantes, la UE y buena parte de
Latinoamérica sigan derroteros distintos, tal el caso de
Cuba.
Económicamente, las relaciones euro-latinoamericanas gozan de una
relativa buena salud. La firma del acuerdo "de cuarta generación" con MERCOSUR
(1995) y de libre comercio con México (1997) y Chile (2002), muestra el rostro
amable de esas relaciones, que se quiere estrechar más en los próximos años.
Centroamérica y la Comunidad Andina, por su parte, gozan de un sistema de
preferencias generalizadas (SPG), que les permite exportar una parte de su
producción libre de aranceles, a cambio del compromiso de luchar contra el
narcotráfico. El intercambio económico y comercial es, sin duda alguna, el eje
de las relaciones birregionales, como lo demuestra el hecho de que la UE sea el
segundo socio comercial de Latinoamérica y el más importante para el MERCOSUR y
Chile. La UE exportó bienes por valor de 57.500 millones de euros en 2002, sobre
todo productos manufacturados, y de Latinoamérica importó 53.700 millones de
euros en bienes primarios con escaso valor agregado. El intercambio sigue
reproduciendo el viejo esquema Norte-Sur, a causa de las diferencias
estructurales y los distintos niveles de desarrollo entre una y otra región. Con
todo, el hecho más singular es que este intercambio comercial experimenta un
declive constante desde 1970, inversamente al incremento del peso económico de
EEUU.
Entre 1965-70, el 56% de las exportaciones de Latinoamérica se
dirigieron a Europa occidental, de donde recibió el 57% de sus importaciones. En
ese mismo periodo, EEUU fue receptor del 19% de las exportaciones
latinoamericanas y origen del 35% de sus importaciones. En el periodo 1995-2000,
en cambio, la UE significó apenas el 15% de las exportaciones y el 14% de las
importaciones, por el 55% y 51%, respectivamente, de EEUU. Como señala un
informe del Sistema Económico Latinoamericano (SELA), "existe una situación
mutuamente excluyente entre Europa y Estados Unidos", aunque la tendencia es a
que EEUU se afiance "como el mayor y más completo proveedor de la región". El
tema tiene una gran importancia para los dos bloques pues, cifras en mano, no
parece haber espacio suficiente para que quepan, en Latinoamérica, europeos y
norteamericanos.
Estaríamos ante un escenario de los previstos por la
teoría del suma-cero, en el que uno gana lo que pierde el otro. El avance
europeo se traduce en un retroceso de EEUU y el de EEUU en un retroceso de la
UE, de forma que, al menos en el ámbito económico y comercial, la región aparece
como un extenso campo de batalla entre la UE y EEUU, con un difícil acomodo.
Desde esa perspectiva, la apuesta norteamericana por crear un Área de Libre
Comercio en las Américas (ALCA) aparece como lo que es, un proyecto dirigido a
capturar el mercado latinoamericano, excluyendo o reduciendo a mínimos la
presencia europea en la región. En un sentido similar, los acuerdos y esfuerzos
de la UE por firmar tratados de libre comercio apuntan a lo contrario, es decir,
a demostrar a EEUU que no está dispuesta a abandonar Latinoamérica ni a repetir
la retirada que hizo en el siglo XIX. No parece casualidad, por ello, que EEUU
haya escogido el 28 de mayo, fecha de la III Cumbre Euro- latinoamericana, para
lanzar el tratado de libre comercio con Centroamérica que, aunque escaso en
valor económico, estaría cargado de simbolismo.
Latinoamérica es, desde
hace diez años, escenario de una carrera sin tregua entre la UE y EEUU por la
firma de acuerdos de libre comercio, que le otorgue al uno una posición de
privilegio respecto al otro, en la pugna sórdida que hay por ese mercado. EEUU
lanzó en 1994, a bombo y platillo, la iniciativa del ALCA, que suponía entrar en
vigor en 2005. La CEE respondió con la firma de un tratado marco con MERCOSUR en
1995 y con la apertura de negociaciones con México, que cristalizaron en el
tratado de 1997, en vigor desde 2000. Pero mientras la UE avanza pacientemente,
EEUU acumula fracasos, al punto que ha tenido que apostar por tratados
bilaterales ante la imposibilidad de lograr un acuerdo general sobre el ALCA.
Sin hacer gala de ello, la UE ha ido asentando sus reales, sumando el tratado
con Chile y avanzando de forma sostenida en el acuerdo con MERCOSUR, que espera
dejar listo para su firma en 2005. Uno de los puntos estrella de esta III Cumbre
es, justamente, anunciar su próxima firma. Si el acuerdo se alcanza, será un
golpe de efecto memorable, pues la UE habrá logrado poner su pica en el área más
vigorosa y pujante de toda Latinoamérica, con 220 millones de habitantes y un
PIB de 890.000 millones de euros.
No obstante, conviene recordar que no
es posible hablar de Latinoamérica como un todo, pues la región presenta fuertes
fracturas económicas y políticas y grados distintos de dependencia de EEUU. En
ella hay tres bloques fácilmente diferenciados por su relación con la potencia
hegemónica. El área formada por México y Centroamérica presenta el mayor grado
de absorción por EEUU, con el que realizó el 62% de su intercambio comercial
entre 1995 y 2000. Próximo a ella está la Comunidad Andina (CAN), con un 57% de
intercambio. El MERCOSUR, en cambio, presenta un panorama muy distinto, pues su
intercambio comercial con EEUU fue de un 32% en el mismo periodo, es decir, la
mitad del de México y Centroamérica. La economía se traduce en política, pues
esta área suele plegarse firmemente a las tesis norteamericanas, como puso de
manifiesto, por ejemplo, la reciente crisis entre México y Cuba, a raíz del voto
mexicano condenando a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Aunque
México se opuso firmemente a la guerra contra Iraq, Fox actúa como estrecho
aliado de EEUU en muchos otros ámbitos.
Por el contrario, la oposición
más firme al ALCA, a la política de aislamiento contra Cuba y en favor del
acercamiento a la UE se encuentra en el MERCOSUR, el área más alejada y menos
dependiente históricamente de EEUU. En la UE parece entenderse así, pues el 50%
de las inversiones europeas (que totalizaban 206.100 millones de euros en 2000)
se ha dirigido a esta área. No sólo en la UE perciben al MERCOSUR como punto de
referencia. Gobiernos como el de Venezuela ven en el proceso de integración
sureño una referencia para reducir la agobiante dependencia de EEUU. Producto de
este interés fue la firma, en abril de este año, de un tratado de libre comercio
entre la CAN y MERCOSUR, que dificulta aún más la estrategia norteamericana del
ALCA. México, por su parte, ha anunciado su deseo de suscribir un tratado
similar, confirmando con su actitud el peso que va adquiriendo en el continente
el proceso de integración del cono sur. Porque, de fondo, está la lucha de
Latinoamérica por diversificar su economía para recobrar soberanía.
Este
tercer encuentro birregional, por otra parte, se da en un momento singular, por
la ampliación de la UE a diez Estados del este europeo, lo que impondrá a la UE
cambios notables en los próximos años, con repercusiones directas para
Latinoamérica, tanto en la asignación de recursos como en el acceso al mercado
europeo de sus productos agrícolas. En el primer aspecto, el menor desarrollo
relativo de los nuevos miembros obligará a desembolsos importantes para elevar
su bienestar y, en el segundo, por ser economías con importantes sectores
agrícolas que van a competir con otras economías agrícolas europeas y no
europeas. Aunque la UE ha querido tranquilizar a Latinoamérica, afirmando que no
variará la asignación de recursos, una cosa son las intenciones y otra los
hechos.
Con todo, la nota más ácida sigue radicando en las estancadas
negociaciones sobre agricultura, asignatura pendiente de las relaciones
birregionales desde los años 90. No se trata solamente de los elevados aranceles
que deben pagarse, sino también de las normas técnicas, sanitarias y de
protección al consumidor que, como señala el SELA, devienen en obstáculos casi
insalvables para las exportaciones latinoamericanas. En este punto la UE no
parece actuar con visión estratégica pues, en las circunstancias presentes, la
facilitación de un acuerdo general y generoso sobre agricultura daría a Europa
una ventaja sustantiva sobre EEUU en la región y consolidaría su presencia con
réditos notables, a corto plazo para Latinoamérica y a medio y largo plazo para
todos. El atrincheramiento en la PAC, por el contrario, mostraría una miopía
extrema y una menguada y rácana visión de futuro.
La política
internacional ofrece otro campo rico en posibilidades, pues la grave crisis en
que ha sido sumida la humanidad en los últimos años, sobre todo por la política
belicista de la actual administración norteamericana, pone en manos de ambas
regiones la posibilidad de concertar posiciones para favorecer la paz en el
mundo. Debido a la afinidad cultural, étnica, histórica y geográfica, EEUU es
más influenciable desde Latinoamérica y Europa que desde otras zonas del mundo.
Una acción concertada de estas regiones tendría un efecto beneficioso en el
mundo y contribuiría a fortalecer, incluso, los movimientos internos que hay en
EEUU contra el militarismo rampante instalado en Washington.
Parte
importante de este trabajo le correspondía a España en su doble papel
euro-hispánico, pero el alineamiento de Aznar con el gobierno Bush y su actitud
confrontativa con Cuba y Venezuela lastró sus posibilidades en estas y otras
cumbres. Un lastre del que debe librarse el gobierno socialista, si desea que
España juegue un papel más constructivo. La III Cumbre UE- Latinoamérica puede
marcar un hito en las relaciones birregionales o bien seguir los pasos de las
cumbres iberoamericanas, del mucho ruido y escasas nueces. El mundo vive una era
de transición y cambios y las decisiones que se adopten marcarán los futuros
itinerarios. En esta nueva cumbre le toca a la UE mover ficha, es decir, abrir
sus puertas agrícolas y apuntalar su alianza estratégica con Latinoamérica. Si
esa puerta se mantiene cerrada podría pasar que, cuando quiera abrirla, sea
tarde para muchas cosas.
* Profesor de Derecho Internacional
Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid
a_zamora_r@terra.es
Fuente: www.rebelión.org.