Sobre la Globalización
La
Globalización es un momento en la historia en que el mundo se encuentra
realmente mundo. Siempre hubo un planeta, siempre hubo sociedades humanas, pero
en este momento actual hay una universalización de la sociedad humana. El mundo
se ha vuelto mundo por varias razones. Una razón es el hecho de que la
inteligencia humana ha podido crear un conjunto de técnicas que son hegemónicas
respecto de la información (una familia de técnicas), que tiene una dimensión
planetaria, una presencia directa e indirecta en todos los lugares, que ha
permitido primero, crear empresas globales; segundo, que haya una información
con vocación planetaria y tercero, que el mundo de negocios, en su más alta
expresión, sea también planetario, global. Entonces, todo lo que acontece en
cualquier lugar tiene relación con ese mundo, es decir que el mundo está
presente en todos los lugares como mundo pero también como lugar, es decir que
los lugares no pierden completamente sus características y el mundo se instala
en todas partes. La diferenciación entre lugares aumenta, pero cada lugar
aumenta su individualidad, aunque funcionando dentro de un sistema único, el
sistema del mundo. Es decir que Europa, EEUU, África, América Latina, Asia,
todos son mundo, penetrados por esos nuevos hechos que tienen que ver con la
técnica, la producción, la información y el dinero, todos globales. Así, América
Latina, África, Asia, América del Norte, Europa, por consiguiente, se
mundializan.
De actores y visiones
Sin embargo, la manera de ver los países
depende de la herencia; esos países son lo que son y aparecen en función de las
maneras de verse que aprendieron. Y yo pienso que ese es un gran problema para
América Latina.
Primero,
porque en América Latina, nosotros los letrados, los hombres primero aprendemos
a ver el mundo a partir de Europa; entonces nuestra visión del mundo es europea,
es una visión ya particularizada. Segundo, porque hay una creencia que como
Europa descubre que no es mundo pero que ella se convierte en descubridora de
América, esto es una fuente de ambigüedad que cargamos en nuestra interpretación
del mundo y en nuestra interpretación de nosotros mismos. Si admitimos que
existimos también en función de la manera en como nos interpretamos, eso tiene
un peso muy grande. Ese peso es más fuerte curiosamente entre los letrados que
entre los demás, y dentro de los letrados es más fuerte entre los intelectuales
académicos. Yo creo que la visión que hacemos nosotros, intelectuales y
académicos, de América Latina es empobrecida por eso, eso crea la dificultad en
saber quiénes somos, y nuestros discursos sobre cada uno de nuestros países de
América Latina, por lo tanto, son empobrecidos. La globalización acaba de
mostrarnos que el mundo es más que Europa y sobre todo más que EEUU. Eso se
demuestra todavía más cuando los países, los continentes, nuestras culturas,
nuestras religiones, nuestras lenguas deciden insistentemente existir, y
fenómenos como la bomba atómica de Pakistán, el cohete de Corea, el desarrollo
de las religiones musulmanas en Europa, EEUU y América Latina también son
fenómenos de la globalización que contrarían las tendencias
antiguas.
Las universidades son todavía tributarias
de la forma simplificada de ver el mundo, pero la esperanza que tenemos hoy a
nuestro alrededor nos permite traspasar esta dificultad que es secular y
construir otra epistemología, primero del mundo y después de América
Latina.
Esto marca un momento necesario de revisión
de la ciencia, puesto que las ideas para ser eficaces deben apropiarse de la
realidad.
Las herencias de la
dependencia
Le
voy a dar un ejemplo. Mi generación, que estudió en Europa, quedaba encantada
con el enriquecimiento político, paralelo al enriquecimiento material de las
clases medias; casi no había pobres en Europa. Y la clase media tenía un papel
dinámico políticamente, no diría revolucionario, pero sí dinámico. Con
frecuencia traemos estas ideas para nuestros países. Imaginamos a la clase media
dinámica y progresista, y es todo al revés. Esto es un ejemplo de cómo la
epistemología heredada no sirve. Entonces, me parece que Latinoamérica se casa
con una forma de ver el mundo y a sí misma que carece de verdades. Por suerte
América Latina tiene pobres que no nos leen, entonces no tenemos la fuerza de
corromperlos. Los pobres creen en sus propias visiones, que no son articuladas,
porque la articulación es privilegio de los que tienen poder. Nosotros somos
articuladores y usamos el poder de la articulación para acreditar verdades por
la mitad (medias verdades). El desafío para nosotros, como entonces, es buscar
otras verdades en nuestra propia raíz. Porque América Latina ha desarrollado la
historia europea de América Latina, que mucha gente confunde con la historia de
América Latina. Son dos cosas diferentes. La idea de la modernidad, de la copia
de los modelos europeos que fueron copiados por unos pocos, en su mayoría
parcialmente copiados. La idea de ciudadanía, por ejemplo, ¿adónde existe? En
América Latina somos todos ciudadanos por la mitad o realmente no somos
ciudadanos. Las leyes, las costumbres hegemónicas no permiten que seamos
ciudadanos. Los pobres, los negros y los indios en toda América Latina entonces,
convivimos con una serie de falsedades, que los intelectuales tienden a
perpetuar con sus artículos y sus libros, sus aulas, sus congresos, retratando a
un pueblo que no es el pueblo, que es una fracción del
pueblo.
América Latina en
perspectiva
La
globalización, por más paradójico que parezca, recrea el pueblo. Es lo que
permite verlo como una entidad, que tiene vida en función de territorio. Una
entidad que tiene vida en función del territorio, del espacio geográfico, de los
lugares.
Con la globalización las clases pudientes
existen independientemente del lugar, porque aparte tienen relación epidérmica
con los lugares; pero las camadas pobres tienen relaciones profundas,
sanguíneas, carnales, con el territorio. Entonces la Geografía termina siendo
una asignatura pendiente a fin de siglo, porque ahora puede mediante la ayuda de
la fenomenología de la globalización de nuestros países, apuntar para
interpretar la realidad de otra manera. Es evidente que vamos a continuar
mirando hacia Europa y ahora también hacia EEUU. A leer los autores europeos y
los autores norteamericanos y, eventualmente, a seguirlos. Eso va a participar
de la historia de la vida académica que tiene una cierta autonomía con la vida
social. Pero cuando queramos participar de la vida social, deberemos buscar otra
cosa. Ese tipo de contradicción es más fuerte en América Latina que en los otros
continentes dependientes, porque ni África ni mucho menos Asia se han dejado
penetrar tan largamente, tan extensa y profundamente por Europa. Ha habido
resistencias en Asia, de la cultura, del idioma, de la religión y de las formas
de organización milenarias. En África, también hubo resistencias; en parte por
el arraigo territorial de las culturas y el nivel de la economía, que no se
adaptaba a una conquista más profundizada. América Latina, en cambio, siempre
fue un continente abierto. Eso tiene beneficios pero también perjuicios, porque
afecta todo. Nosotros esperamos cinco siglos para resistir, a partir de los que
parecen débiles en virtud del modelo que hemos escogido durante cinco siglos:
los pobres, los que viven en comunión estrecha con el territorio. Mientras que
para los funcionarios de las grandes empresas (que son los funcionarios de los
gobiernos), el territorio es un recurso, para la gran mayoría de la población el
territorio es su única fuente de vida. En las ciudades como Caracas, Lima, San
Pablo o Buenos Aires, la gente con menos fortuna tiene relaciones que son
estrictamente locales y no tiene relaciones internacionales globales. La gente
que trabaja en la bolsa, en universidades internacionalizadas son excepciones y
marchan separadas de la población.
Esta es mi visión de América Latina mirando
al presente como una forma negativa, pero que mirando al futuro es positiva.
Porque la mayor parte de la población no va a alcanzar los beneficios de la
globalización ya que las diferencias, las desigualdades están aumentando y
aumentarán más. La tendencia que trae consigo la globalización es la ruptura de
toda forma de solidaridad. Los que pueden vivir sin ser solidarios son las
clases medias, nosotros; cada vez que nos duele la barriga lo solucionamos yendo
a un banco que nos presta plata impersonalmente. Los pobres, no; se ayudan
personalmente, emocionalmente, nuestras relaciones son muy pobres, son
relaciones de interés, de circunstancia, imaginadas a base de cálculos. Lo
aceptamos por la educación que tenemos. La suerte es que la gente pobre no tiene
educación. Los letrados estamos condenados a ver poco.
Redescubriendo el
territorio
Pero por suerte, hoy algunos intelectuales
han comenzado a ver el mundo de otra manera, a ver un poco más. Y creo que no es
por azahar que esos intelectuales estén en la Geografía. Un gran economista se
preocupa por las curvas que interesan a actores sesgados, seleccionados. Los
cientistas políticos también seleccionan actores. Los geógrafos, en cambio, no
pueden seleccionar, tienen que trabajar con todas las empresas, todas las
instituciones, todos los hombres. Porque en el espacio, las comunidades
funcionan con la presencia de todos; no importa que unos manden y otros
obedezcan, que unos se encuentren en un rol superior y otros en uno inferior.
Tienen que estar todos juntos, en un plano territorial. Esto crea la posibilidad
de un debate, de una discusión que a veces no se expresa de manera explícita.
Yo pienso que por ahí que la Geografía se
establece con bases nuevas y podría tener una influencia mayor que otras
disciplinas. Por ejemplo, no entiendo ciencias políticas sin territorio. ¿Cómo
comprender un sistema de gobierno fuera del territorio?
La necesidad de cambiar
El
gran descubrimiento de la globalización es la vuelta a la noción del territorio
que el hombre tenía en la primera fase de la historia, y que aparentemente la
globalización elimina, pero la realidad es que la restaura con más fuerza. Yo
pienso, entonces, que la Geografía vive su Edad de Oro, que nunca en su historia
la Geografía tuvo una época tan favorable, pero tal vez por eso mismo nunca
estuvo tan amenazada.
El mundo nunca fue conocido. Colón, Vasco
de Gama, Magallanes, han descubierto puntos litorales, fragmentos. Hoy, en
cambio, con las técnicas, los satélites ofrecen una nueva visión de los objetos.
Por otro lado, como la información se ha vuelto posible de inmediato, podemos
saber qué está adentro de esos objetos. Antes, lo que pasaba en Buenos Aires era
sabido en Madrid a los setenta días, treinta días después en Bahía, quince días
después en Lima. Hoy en dos minutos lo que pasa en diferentes lugares. Tenemos
las bases para construir el proceso del mundo.
La Geografía gana una posibilidad porque es
diferente de todas las demás, pero los enfoques tienen que cambiar. El contenido
de la enseñanza tiene que cambiar. El hecho de que los periódicos nos informen
todos los días, reduce la necesidad de la descripción.
La Geografía tiene que ser una filosofía.
Su base tiene que ser teórica, entendiendo que el mundo se ha visto, será de una
manera particular en un punto dado, de otra manera en otro
punto.
Así vemos, gracias a la globalización, que
esos lugares influyen sobre los otros (la crisis asiática por ejemplo). Lo que
interesa es la visión global dándose en Brasil. Es lo que interesa a la
población de Brasil. La visión global en Rusia es lo que interesa a la población
rusa. En cambio, esta crisis de la que ellos hablan les interesa a los banqueros
y a los gobernantes, no a nosotros.
Entonces, decía, vemos, gracias a la
globalización, que los lugares son interdependientes. Eso crea una nueva
situación en la Geografía, pero que sólo es inteligible a partir de los grandes
procesos globales, después, de los grandes procesos nacionales, y más adelante
los procesos que se verifican en cada lugar. Pero, reitero, todos estos niveles
son visibles únicamente por la vía de la teoría. Esta teoría debe estar fundada
en la “historia del presente”, es decir las cosas en su existencia hasta
ayer.
El problema es que la Geografía todavía
continúa trabajando como si el mundo no hubiera cambiado. Incluye la
globalización en su discurso pero no en el contenido profundo, en su
construcción intelectual.
Nunca la historia de la disciplina nos ha
entregado condiciones tan buenas para producir una teoría geográfica. Vidal hizo
lo que pudo en su mundo, que no lo ayudaba como éste lo hace con nosotros.
Contra los conformismos
Las universidades (globales) son parte
integrante del gobierno global porque fabrican o generan las ideas con que
interpretamos el mundo, y por eso es urgente tener intelectuales nuestros,
porque de otra manera vamos a trabajar a partir de universidades globales que
implican intereses definidos en la Geografía.
Al respecto, una buena parte de los colegas
de la izquierda de la vieja geografía crítica continúa identificándose con ésta,
pero no hace geografía crítica cuando hace trabajos (conciente o
inconcientemente) en temas que interesan a las grandes empresas. Eso lo pueden
hacer geógrafos pro-empresa, pro-gubernamentales, pero no nosotros.
Evidentemente que algunos continúan siendo geógrafos críticos; David Harvey,
Richard Peet, por ejemplo, pero la lista es muy pequeña. Los otros, aunque se
consideren geógrafos críticos, en realidad ya no lo son más. Un buen ejemplo de
esto es la escuela de California, donde tal vez un Edward Soja continúe siendo
geógrafo crítico, pero el resto no. A pesar de que sigan yendo o asistiendo a
los encuentros y reuniones, han abandonado la geografía crítica. Porque sus
temas son los temas de los actores hegemónicos, no de los actores hegemonizados.
Aun así reitero que sigue habiendo gente que se preocupa por los sectores de
abajo, como Smith, Harvey y Peet.
El problema que nosotros tenemos es que la
universidad nunca va a ser una universidad. La universidad no desea más ser
universidad, quiere ocuparse del mercado, de puntos aislados, no quiere más ser
pública, está interesada en privatismos, ella quiere resultados, es
reproductivista. Todo eso nos arrastra a trabajar temas menores, que no son
universales.
En Geografía, además, con frecuencia somos
arrastrados por conceptos, que en realidad apenas son metáforas. Estas
metáforas, que provienen de conceptos de otras disciplinas, pasan a Geografía
simplemente como eso, metáforas. Y habría que hacer conceptos. Hay que
territorializar y no imitar a los sociólogos o a los filósofos. En un primer
momento esto lo hacemos, pero cuando hay que profundizar no podemos, porque no
estamos preparados para ello. Sí los sociólogos y los filósofos. ¿Entonces qué
hacemos? Nada. O peor que nada; porque tampoco sabemos lo que
hacemos.
Una oportunidad
histórica
Tenemos una tarea ardua por delante, hay
que hacer una construcción teórica coherente que incluya el mundo, el país y el
lugar. Esta construcción teórica puede nacer tanto en EEUU, Europa, Japón como
en India o aquí mismo.
Pero la situación me preocupa. Tengo miedo
de que perdamos esa oportunidad histórica. La cuestión es cómo dar el salto,
cómo operar dentro de nuestras casas. Porque las universidades son lugares
donde, con mucha frecuencia, se crean los conformismos, se establecen los
intereses entrelazados que acaban por reducir la velocidad del
cambio.