APUNTES PARA LA
DISCUSIÓN
Prof. Omar Horacio
Gejo
Llevamos más de seis años
construyendo el CeHu. El paso del tiempo ha ido multiplicando las actividades:
revistas, boletines, encuentros.
Los encuentros, por ejemplo, nos
permiten a muchos de nosotros encontrarnos una vez al año y afianzar ideas y
acciones a desarrollar por el Centro.
En el Encuentro de Mar del Plata se
planteó la necesidad de plasmar algunas de las nociones en danza, trasladándolas
al papel, dando por sentado que elaborar documentos –si las circunstancias lo
determinan- es una de las tareas naturales de estas
citas.
A aquel Encuentro se llegó junto con
la presentación, en el Boletín, de “El CeHu y la Geografía en la Argentina”, una
toma de posición que entendimos pertinente a casi un lustro de
recorrido.
Creo
oportuno ahora, explicitar algunas líneas que me atrevo a allegarles,
como probable punto de partida para una discusión más
amplia.
Estas expresiones personales son
absolutamente preliminares, provisorias, y reflejan en una apretada síntesis
diversas interpretaciones que admiten –y necesitan- más de una
revisión.
1.
¿Por
qué creamos el CeHu?
Enfrentando a la “reforma” y a los
reformistas
Puedo
arriesgar que el CeHu nace en el marco de la lucha contra la “reforma”, y como
una expresión revulsiva del camino que ésta tomaba en la interna
geográfica;
además, como una respuesta ante la insatisfacción existente respecto del estado
normal de la disciplina.
La
“reforma”,
como denunciamos oportunamente, constituyó un ataque en profundidad contra las
condiciones generales de los educadores.
Era y es la introducción de la “flexibilidad” en el sector educativo; algo más
dentro de la amplia acción depredatoria de los gobiernos sobre los
trabajadores.
Esta dimensión material concreta del
proceso no se nos podía escapar, tenía que
oficiar de sólida base para la elaboración de cualquier análisis posterior, así
como también de plataforma para la acción
misma.
Pero
además, la “reforma” representaba particularmente la hegemonía de un discurso
subjetivo, cargado de verborragia sociologizante, que se aleja notoriamente del
análisis situacional, concreto in extremis, de la Geografía.
La “reforma”, nos brindaba, pues, el
terreno para la acción tanto general como particular de los geógrafos. General,
porque nos planteaba la necesidad del agrupamiento, ya que una respuesta
colectiva, es decir, política, es el único camino capaz de dar frutos, aparte de
alinearnos junto al resto de los trabajadores. Particular, porque al enfrentar
los cambios “bajados” desde el Ministerio de Economía, nos brindaba la
oportunidad de redefinir posiciones críticas al interior de nuestro medio. Allí,
genéricamente, se enfrentaban las posiciones “conservadoras” y las
“progresistas”. Las primeras, prevalecientes en el Profesorado y en la Sociedad
de Estudios Geográficos; las segundas, teniendo por solar principal a la
Universidad. Los “conservadores” enfrentando, a su manera y con sus
limitaciones, el ataque de la “reforma”; los “progresistas”, en cambio, cual
verdadero caballo de Troya, obrando como el ariete de la irrupción del engendro
técno-burocrático.
Desde el CeHu hemos propendido a
establecer el enlace entre el Profesorado y la Universidad; hemos hecho de la
unidad el punto de partida efectivo para la acción colectiva (política) y
sindical (corporativa).
2. La Cuestión
Geográfica
El
Qué
Es evidente que existe un cuadro de insatisfacción más
o menos abierto respecto de la situación de la disciplina. También es cierto que
esta mirada o sentimiento parece haber acompañado a los geógrafos durante
mucho tiempo, y hasta se podría decir que este es un paisaje frecuente en –y de-
otras “geografías”.
¿Qué es la Geografía?; ¿qué hacen los
geógrafos?, son habituales preguntas para la mayoría de las camadas de recién
llegados a nuestra disciplina. Sin embargo, negar la especificidad de los
tiempos sería negarnos precisamente como
geógrafos.
Sabemos de la falta de precisión de
nuestro campo demarcatorio de actividad. Éste ha sido un hecho sustancial de la
aparición y desarrollo de la Geografía. Creo, tal vez, porque ella es
básicamente una síntesis, y como tal es difícil de definir y mucho más de
practicar.
Me ha
resultado simpático encontrar la definición más precisa de la Geografía en una
publicación no geográfica, mediante una referencia a los dichos de un filósofo español, de raigambre anarquista. Este pensador
habla del “presente histórico localmente delimitado”, el terreno de la
dialéctica, indudablemente influido por el reconocido Reclus. Pues bien, esto del “presente histórico localmente
delimitado” me parece que resume lacónica y, a la vez, meticulosamente, la
abarcativa realidad de lo geográfico. La definición del fenómeno humano, aquí y
ahora, a través de la necesaria y explosiva mezcla de su profundidad temporal y
su extensión espacial. Sin esta bidimensionalidad cruzada, yuxtapuesta, no hay
hecho humano, y, por supuesto, tampoco podría explicárselo y comprenderse. Esto es a lo que llamo
“la síntesis concreta que define a la
Geografía como arte, y a los geógrafos como
artesanos”.
En otras palabras, la Geografía
equivaldría a una especie de historia contemporánea, claro que dotada de su
correspondiente encarnadura material.
Desde
ya, planteada esta cuestión de esta forma, podemos entrever la importancia estratégica de este saber, sobre todo como insumo
esencial en la formación de un individuo. Y no sólo en la conformación de las
mentalidades, sino también como necesaria práctica para el abordaje y resolución
de situaciones.
Los
Porqué
Es indudable que la Geografía
atraviesa por una serie de problemas. Trataré de esbozar en grandes trazos una
primera interpretación que se resume a tres
situaciones.
La
Geografía nace allá por los años 40 y 50 –me estoy refiriendo a su
institucionalización universitaria en la Argentina- como una ruptura
historicista. ¿A qué llamo ruptura historicista? A un movimiento
“secesionista” proveniente desde la Historia, y que marchó a establecer esa
instancia sintética concreta que antes señalaba. Es decir, ante todo,
un impulso por el presente, por la contextualización de los fenómenos
humanos.
Uno de los problemas que hemos ido
acumulando es que tras de la ruptura historicista asistimos a un alejamiento,
paso a paso, de aquella raíz. Me atrevería a decir que el propio desarrollo vegetativo, la consiguiente
traslación generacional, seguida de una sujeción inevitable a mecanismos de
reproducción burocrático-endogámico, han marcado a fuego las sendas de
pauperización, el retroceso temporo-espacial a la micropartícula de excesivo y asfixiante presente, por un lado, y la
agobiante circunscripción espacial, representada por la neoversión de lugar, por
el otro.
Desde
mediados del siglo pasado se ha ido imponiendo con fuerza el pretendido
enfoque
holístico, conocido como el paradigma ecológico-ambiental. Desde las
Ciencias
Naturales se ha
intentado alcanzar una síntesis, aunque el resultado ha quedado
sujeto,
indefectiblemente, a aquella impronta
naturalista.
No voy a desarrollar aquí una crítica
abierta de estas posiciones. Sí quiero dejar en claro que la Ecología, o lo ecológico, ha
significado un fuerte vaciamiento de la Geografía desde el basamento material
natural. Y allí hay, entonces, otro foco de
conflicto.
Desde mediados de los ’70, el mundo
se ha convertido en el escenario de la declinación de lo que se denominó “Estado
de Bienestar”. La clara redefinición del estado, de su correspondiente rol,
estuvo en el centro de los acontecimientos. Un estado mucho menos comprometido
en la “esfera social”, sea en forma directa –entendida como disminución
aparatista- o indirecta –negándoselo como redistribuidor progresivo-, generó las
condiciones de retracción de las oportunidades de empleo que el “keynesianismo”,
aun en el caso periférico, había creado en los dorados años de la
“planificación”.
Nuestro anterior “modelo”, el
mercado-internista, al efecto, resultó el campo propicio para el desarrollo de
la experiencia laboral de distintos profesionales de diversas disciplinas, que
gustaban definirse como saberes aplicados.
Tras el veranito nacional, el
estrangulamiento de las favorables condiciones del mercado de trabajo,
representó un duro golpe para las vertientes profesionalistas, circunstancia
que, en Geografía, por ejemplo, no les impidió dar un rápido brinco hacia
posiciones introspectivas, como hacer de la investigación el refugio frente a la
crisis, o el dirigirse, sin hesitar, a reinterpretar, desde el “planeamiento”,
el proceso de enseñanza-aprendizaje, aun cuando en el pasado inmediato, se le
hubiera dado la espalda al “profesorado”, o, por lo menos, se lo había
menospreciado como una actividad de poca
entidad.
¿Cómo?
El
surgimiento del CeHu, precisamente, se ha dado en este contexto. La situación
universitaria que podríamos definir como de excesivo encierro, de repliegue, o,
incluso, de mero
abroquelamiento individualista.
a)
La Cuestión Geográfica, una
Cuestión Política
En ese
sentido, el CeHu ha planteado la necesidad de constituirse
en una referencia para los geógrafos, porque es necesario un
reagrupamiento como inevitable punto de partida de una experiencia colectiva,
única instancia capaz de generar una respuesta
histórica.
Nos propusimos superar la dicotomía
Profesorado-Universidad. Para ello hay un antídoto: la promoción de una actitud
sindical que una por la base el reclamo del conjunto de los geógrafos.
De seguido, hay que desarrollar una
actitud intelectual para retomar la bandera
del inestimable lugar que la Geografía debe tener en el proceso educativo,
porque eso está en la naturaleza de nuestra disciplina. Y al respecto, sobre
esto último hay mucho por hacer.
La Geografía sufre de una gran
vulnerabilidad: su economía de escala es insignificante en términos mercantiles;
esto la limita a la hora de hacer visibles sus epifenómenos, sus manifestaciones
vitales. El no constituir mercado nos relega. La colectivización debería ser una
formidable posibilidad de abrir brechas en los muros de silencio del mercado. Es
imprescindible sostener la existencia de los medios escritos; sin ellos no hay
perspectivas de lograr visibilidad (entidad), y lo que es más importante, no
habrá posibilidad de alcanzar homogeneidad
(identidad).
En otras palabras, para superar la
extrema dispersión hay que generar interlocución, hay que crear
diálogo.
Hay que
agruparlos para vencer la restricción cuantitativa que nos invisibiliza
–nos niega entidad-; y sólo agrupándonos podemos a esta respuesta instintiva
darle el definido carácter consciente constructivo, distintivo en aras de la
identidad. Es que entidad e identidad son dos caras de un mismo proceso.
Revista, Boletín, Encuentros son y tienen
que ser eso: lugares de reflexión y de acción para
identificarnos.
b)
La Cuestión Geográfica, una
Cuestión Concreta
Decimos
que hay que reconstruir la unidad de la Geografía. También afirmamos la defensa
de la educación, que es el terreno, el campo
de esa batalla.
La ofensiva intelectual traducida por
la “reforma” ha consistido básicamente en introducir un mundo de abstracciones,
a las que son permeables los razonamientos sociológicos cerrados. Los geógrafos,
por el contrario, contextualizamos.
La conocida línea crítica hacia la
instrucción abstracta, que simplemente suma conocimientos etéreos, enfatiza en
la sinrazón, por ejemplo, de la “Geografía”. Sin embargo, la línea “reformista”
ha profundizado la senda de las nimiedades, eso sí, ahora con un sesgo
sociologizante, asociado usualmente con el progresismo –intelectualmente
hablando, claro-, pero unido fácticamente, concretamente, a la reacción
política.
La lucha contra esto es al mismo
tiempo el esfuerzo por la reconstrucción de
una conceptualización y acción geográficas. Enfrentar este cuadro de
situación, es resolver en un movimiento la aparente contraposición
político-intelectual.
c)
La Cuestión Geográfica, una
Cuestión Regional
Hablar
de concreciones, de unidad y de identidad en Geografía es regionalizar. La Región es ese todo concreto, esa
síntesis material susceptible de dar cuenta de una realidad circunscripta
espacial y temporalmente. La
Región es un argumento central para la obra de la Geografía. Sin ella estaríamos
faltando a su cita.
Ahora bien, la concreción Región es un punto de llegada.
El geógrafo debe ser capaz de desenvolverse en dos esferas analíticas distantes,
la física y la humana.
No es
una casualidad la pérdida de peso específico de la Geografía Física en los
últimos tiempos, es el correlato de las penurias económicas y del
extravío idealista, producto del predominio del vacío discurso
sociologizante.
Debemos
sostener la necesidad de un cuadro de formación de los geógrafos que contemple
la existencia de tres pilares: la Geografía Física, la Geografía Humana y la
Geografía Económica. Sobre este trípode debemos
construir sin complejos un abarcativo edificio
regional.
Como no creo en los bandazos que prohijen cambios
abruptos formales del escenario (modificación de planes de estudio), entiendo
que habría que trabajar sobre la inducción implícita de este esquema. Hay que
nacionalizar este proceso, y para eso qué mejor que una corriente de ese alcance
que lo sustente, mediante el debate y la acción
permanente.
Durante mucho tiempo, Geografía y
mapas han estado estrechamente relacionadas. En Argentina esto no ha sido así en
el pasado, y hoy menos.
Hay que
reapropiarse del significado cartográfico de la Geografía. La nueva Cartografía
ha de ser una
parte inescindible de la formación y de la proyección laboral de los geógrafos.
No como la mera absorción de una técnica, sino
como el lógico corolario de la síntesis concreta sustancial que es, como la
síntesis formal abstracta, un genuino producto del raciocinio
geográfico.
Buenos Aires, setiembre de
2001.