NCeHu
689/04
Fin de una era: alzas de petróleo y tasas de
interés
Alfredo Jalife- Rahme
El escenario
de George Perry, jefe de los asesores económicos de la Casa
Blanca en 1961, sobre un precio de barril del petróleo exageradamente elevado (a
un mínimo de 60 dólares), debido a factores geopolíticos en Medio Oriente, no
está lejos de ser alcanzado (La guerra contra el terrorismo; el mercado del
mundo petrolero y la economía de EU, Brookings Institution, 28-XI-01). Cabe
señalar que el “escenario Perry” fue retomado como muy plausible por el
economista neoliberal Rudiger Dornbusch, el polémico brazo armado retórico del
FMI (Die Welt, 15-I-02).
Pues tal parece
que las fuerzas oscuras de la región contribuyen a hacer
reales los vaticinios del atribulado Alan Greenspan, gobernador de la Reserva
Federal, en referencia a un “nuevo choque petrolero” similar al de la década de
los 70 del siglo pasado: cuatro sicarios penetraron en la oficina de un
contratista petrolero en la ciudad de Yanbu (Arabia Saudita), puerto del
mar Rojo, para ultimar a cinco anglosajones (dos estadunidenses, dos
británicos y un australiano) y a un saudita. El ataque se había iniciado en
la planta petroquímica en copropiedad de Exxon-Mobil y la compañía saudita
SABIC. El reino wahabita depende en forma increíble de 6 millones de
trabajadores foráneos, entre ellos 30 mil estadunidenses, para manejar su
sector petrolero (NYT, 1º-V-04). ¿A
quién conviene un alza desmedida de petróleo y gas, es decir, un nuevo
choque petrolero-gasero?
En
retrospectiva, es archisabido que el “choque petrolero” de
los 70 fue auspiciado por Henry Kissinger para favorecer a las trasnacionales
anglosajonas, como revelaron en su momento tanto al jeque Zaki Yamani, ministro
de Petróleo saudita, como el depuesto sha de Irán, quien después de haber sido
exprimida su limitada utilidad se volvió desechable para la petrocracia
anglosajona, según los rituales expiatorios del tácito axioma geopolítico: quien
pone depone.
La texana
Exxon-Mobil, primera trasnacional petrolera global, había
anunciado dos días antes los atentados a sus instalaciones un incremento en sus
ganancias en 14 por ciento, debido a las altas cotizaciones del oro negro
(Reuters, 29-IV-04), lo cual ha sido tónica general de los “ingresos récord” de
las “cuatro hermanas” anglosajonas: Chevron-Texaco, con un aumento de 33 por
ciento (Financial Times, 30-IV-04);
British Petroleum (BP), 17 por ciento, con todo y la magia contable (The Guardian, 27-IV-04), y Shell, 9 por ciento,
pese a sus avatares de criminalidad contable (FT, 27-IV-04). Son tiempos de la economía parasitaria: la empresa
mafiosa texana, válgase la tautología, Halliburton, petrolera de “servicios” que
vive a expensas de las “cuatro hermanas” anglosajonas y de la que fue mandamás
el vicepresidente Dick Cheney, descolgó un incremento espectacular de 80 por
ciento en sus ingresos gracias a la invasión de Irak (Reuters, 29-IV-04), lo
cual exuda el aroma de más de 10 mil iraquíes asesinados y el soporte técnico de
sus mercenarios que han privatizado hasta la tortura.
En el contexto
de suculentas ganancias, nada menos que el célebre
lord John Browne, jerarca de BP, tercera
trasnacional más importante del planeta, estremeció al mundo de la petropolítica
al anunciar el retiro de su empresa que tenía la noble intención de
“reconstruir” (sic) Irak: “no me queda
claro que se necesiten las compañías extranjeras para el desarrollo petrolero de
Irak”, mientras el periodista Terry Macalistair reporta que lord Browne aseveró que “las empresas privadas
podrían desestabilizar aún más la deteriorada situación, por lo que quizá era
preferible dejársela a los grupos locales estatales” (The
Guardian, 30-IV-04). Pues para que tome nota, aunque sea en
teoría que no entiende, el entreguista del petróleo mexicano, el
salinista-cordobista Felipe Calderón Hinojosa, uno de los tres presidenciables
del eje Irán-contras y el edificio
Omega de Paseo de la Reforma (nido del espionaje trasnacional medio-oriental).
Desde el mar
Rojo hasta al golfo Pérsico, al ritmo de éxodo obligado tanto
en Irak, la segunda reserva “oficial” de petróleo, como en Arabia Saudita, la
primera reserva (además de primer productor mundial), la disminución del
abastecimiento por el “método terrorista” –a lo que habría que agregar la
extraña baja de inventarios en EU (¿deliberada?) y la fuerte demanda de
China e India– ha repercutido notablemente en el precio del barril que va que
vuela a la estratosfera. En la variedad West Intermediate Texas, el precio
rasguña el “umbral sicológico” de 40 dólares por barril y no deja de llamar
la atención la deslumbrante sincronía –quizá causal, quizá no– entre el
alarmante anuncio de Greenspan sobre un nuevo choque petrolero-gasero, y los
atentados perpetrados por fuerzas oscuras en el lapso de una semana a la
terminal off-shore de Khor Al-Amaya,
en el golfo Pérsico y, ahora, en la planta petroquímica en el puerto saudita de
Yunba, en el mar Rojo.
El pasado 27
de abril, un hito histórico para la petropolítica, Greenspan,
el mago que se quedó sin conejos (pero no sin tontos), advirtió durante una
conferencia sobre energéticos en Washington que la economía global había entrado
en una “era de precios permanentemente altos del petróleo” y, sobre todo, del
gas (CNNMoney 27-IV-04): pronosticó en forma dramática un alza para los próximos
seis años “que seguramente afectará su consumo en EU” e hizo notar que las
importaciones de petróleo global correspondían a 57 por ciento frente a 23
por ciento del consumo de gas natural. Para Stratfor (30-IV-04), centro de
pensamiento conectado a la petrocracia texana, las
admoniciones “dramáticas” de Greenspan significan en el “corto
plazo, altos costos que afectarán las inversiones de los negocios y el
gasto de los consumidores. En el largo plazo, la economía de EU se beneficiaría
en forma considerable ”(sic). Stratfor
señala que los precios todavía no alcanzan los niveles del choque petrolero de
la década de 1970 y que las alzas previstas para los próximos seis años
“permanecerán debajo de su alza histórica de 78.40 dólares, el valor del barril
calculado en dólares de 1973”. ¿Es decir, que a “dólares chatarra” de 2004
podría rebasar los 70 el barril, rasguñando los 80? Se desprende que las
automotrices están ya presionadas para fabricar autos “híbridos”, a lo que se
han adelantado la Unión Europea y, en particular, las japonesas Toyota y Honda
en sus instalaciones en China. Pero en el corto plazo productores y consumidores
estarán afectados por el “crujido de los costos”, por lo que “las industrias
intensivas en gas, como las petroquímicas y las manufacturas fertilizadoras,
deberán relocalizarse fuera de EU […] con un impacto en la creación de empleos”,
lo cual “implica también mayores costos” en el transporte, materiales
de construcción, alimentos y medicamentos.
En forma tan abstracta que hasta
parece alucinógena, Greenspan aseveró en su muy fastidiosa jerigonza
neoliberal que la transformación energética de EU, el principal consumidor
mundial, “lo beneficiará en forma desproporcionada [sic]
en el largo plazo”, debido a su “mejor utilización eficiente” que lo hará
“más competitivo gracias a su liderazgo en la productividad”. Una cosa es real:
el alza desmedida del gas natural afectará más a los competidores globales de
EU: la Unión Europea, Japón, China e India. Ni más ni menos que el
“síndrome Sansón”: todos se caen, pero unos se caen más que otros y en el
descenso vertiginoso, la dupla Bush-Cheney, apalancada por el fallido mago
Greenspan, pretende que logrará sobrevivir mejor (es decir, se caerá menos que
los demás) gracias a su “eficiencia” y “productividad” sin igual. Veremos.
Greenspan, quien despues de
fracasar con su modelo monetarista y su sicótica “nueva economía” (que ni fue
nueva ni economía, sino una vulgar “burbuja Greenspan”) ahora se disfraza
de economista gasero y propone la “solución” (sic) por
medio de la construcción masiva de terminales de gas natural licuado (GNL) en la
costa oeste de EU para transformar el gas natural importado sin atender los
códigos ambientales. Tan depredador y torturador es Greenspan como la dupla
Bush-Cheney. Los países susceptibles de formar parte del cártel agraciado por la
importación de gas natural a EU, según Stratfor, serían: Australia, Indonesia,
Libia, Argelia, Qatar y Trinidad Tobago, y en la lista de espera se encuentran
Venezuela, Perú y Bolivia. En otro artículo Stratfor (30-IV-04) coloca al
petróleo africano del sub-Sahara, Sudán, Nigeria, Angola y Guinea Ecuatorial en
la lista de espera, dependiendo de la evolución de la guerra contra el
terrorismo.
Purnomo
Yusgiantoro, ministro de Petróleo de Indonesia y actual
presidente rotatorio de la OPEP, afirmó el mismo 27 de abril, histórico para la
petropolítica, que consideraba elevar el tope del precio de 28 a 34 dólares
el barril, que todavía sería “sano para la economía mundial”. Lo que es
insano es que el petróleo se siga cotizando en una moneda chatarra como el
dólar. ¿La humillante derrota en la ciudad-mártir sunita de Fallujah propinada a
los conquistadores anglosajones del oro negro, obligó a que Greenspan no tuviese
más remedio que abrir sus naipes energéticos y aceptar el “fin del petróleo
barato”, la carta maestra oculta de la dupla oleosa Bush-Cheney que buscaba
apoderarse del petróleo de Irak por el método de la globalización
financiero-militar acompasada de su cataclísmica privatización?
El ejército invasor de EU es rescatado lastimosamente de su embrollo en Fallujah
por el general Saleh, baazista allegado a Saddam Hussein, mientras espera que la
teocracia de los ayatolas chiítas de Irán lo salve del avispero de la
ciudad-sagrada de Najaf. De tal magnitud geoestratégica es el triunfo de la
asombrosa guerrilla sunita en Fallujah que orilló no solamente a replegarse al
ejército más poderoso del mundo (por lo visto, en el papel), sino también a
exponer sus dados cargados en la petropolítica.
En medio de
una preocupante aceleración de la inflación en EU, Dan
Roberts y Stephen Schurr, del Financial Times (22-IV-04), evalúan en forma puntual las consecuencias que tendrá
en EU la inminente alza de las tasas de interés, también manoseada en forma
críptica por Greenspan, lo cual “anuncia el súbito y doloroso fin de una era”.
Mejor ni hablar de Latinoamérica, que atrapará al neoliberalismo caduco y
disfuncional de la triada maligna Salinas-Zedillo-Fox fuera de la base, como en
el beisbol. En realidad, el mundo capitalista en la variedad anglosajona, la más
devastadora, mediante la agotada globalización financiero-militar, vive el “fin
de una era”. No sucedió el hilarante cuan delirante “fin de la historia” del
nipón-estadunidense Francis Fukuyama, ex empleado del texano James Baker
III en el Departamento de Estado; ni fue el “fin de la vieja economía”, ni la
implantación eterna de la “nueva economía” alucinada por Greenspan, aliado de
los neoconservadores straussianos. Tampoco fue el “fin de la era de los déficit”
que pretendió imponer por la vía militar Dick Cheney, verdadero controlador de
Baby Bush, y cuyas hazañas barbáricas se
han plasmado en forma indeleble desde el saqueo del sagrado Museo de Bagdad
hasta la siniestra cárcel de Abu Ghraib donde superaron las torturas de Saddam.
Los mongoles posmodernos, los fracasados conquistadores anglosajones del oro
negro, se empantanaron en las arenas movedizas de la antigua Mesopotamia que
reflejan el shifting (desplazamiento)
de la “era del petróleo” a la “nueva era del gas”.
“Todo empezo en
Sumer” (Kramer dixit) y la Historia “con mayúsculas mayestáticas” –que tanto desdeña
Baby Bush como Dick Cheney desprecia los
déficit– se volvió a escribir en la antigua Sumer, como 7 mil años atrás. Pese a
las falsificaciones de los neoconservadores straussianos y sus caricaturas
globales poco confiables, Sumer, cuna de la civilización universal, posee una
característica singular: siempre ha sido el cementerio de los conquistadores
barbáricos. Once more.
Fuente: diario La Jornada, de México D.F., México; 2 de mayo
de 2004.