Baby Bush y el petróleo
saudita
Información
de Woodward no ha sido desmentida
Alfredo
Jalife-Rahme
POR DEMAS
ILUSTRATIVAS han
resultado las revelaciones de Bob Woodward, el conotado periodista de The
Washington Post que contribuyó en la defenestración de Nixon, en su reciente
libro El plan de ataque. Woodward demuestra en forma persuasiva que
Baby Bush ya había decidido la agresión contra Irak con bastante
antelación. Nada nuevo. Concuerda con los múltiples testimonios expresados al
respecto, entre ellos el del anterior embajador británico en Washington,
Christopher Meyer, quien confiesa en la revista Vanity Fair (por salir en
mayo) que nueve días después de los atentados del 11-9 Bush y Tony Blair
habían decidido la invasión a Irak. Lo más destacado del libro de Woodward,
quien antes había escrito dos verdaderos churros (Maestro: la Reserva
Federal de Greenspan y el auge de EU, de 2000, y Bush en guerra, de
2003), se centra en un "acuerdo secreto" entre el gobierno estadunidense y los
sauditas para reducir los precios del petróleo antes de las elecciones de
noviembre, para así contribuir en la relección del mandatario número 43. Esta
grave acusación ha provocado severos cuestionamientos sobre la conducta de un
presidente cuya obsesión radica en relegirse a cualquier costo.
EN UNA
ENTREVISTA concedida al programa 60 Minutos de la CBS (cadena que lanzó el
libro incendiario de Richard Clarke, ex jefe de la oficina de contraterrorismo,
que cimbró los cimientos de la Casa Blanca y contribuyó notablemente en la baja
de la popularidad de Baby Bush), Woodward, en el contexto de la promoción
de su reciente libro, que también ha sacudido a la clase política de Washington,
reveló que el embajador del reino wahabita de Arabia Saudita en Washington, el
príncipe saudita Bandar Bin Sultán (hijo del poderoso ministro del Interior),
prometió que los sauditas recortarían los precios antes de las elecciones de
noviembre, para asegurar que la economía de Estados Unidos se encuentre sólida,
lo cual favorecería la relección de Bush.
WOODWARD
CONSIDERA QUE los precios del petróleo se encuentran muy elevados y que "podrían
precipitar su cotización muy rápido: esta es la promesa saudita. Y conforme
transcurre el verano, ante la cercanía de la elección, los sauditas podrían
incrementar su producción en varios millones de barriles, lo cual deprimiría los
precios en forma significativa" (Reuters, 18 de abril de 2004). ¿Significa que
no existe "libre mercado" en las cotizaciones del petróleo, manipulado de
acuerdo con los intereses electorales y geopolíticos coyunturales? ¿Los sauditas
controlarían así la relección? ¿A cambio de qué? ¿Aceptará la Organización de
Países Exportadores de Petróleo (OPEP) una decisión unilateral saudita de esta
dimensión sin ocasionar su fractura, principalmente con Irán y Venezuela? ¿Cuál
sería la reacción de Rusia, superpotencia gasera y petrolera, que se vería
perjudicada, como ya lo fue durante la fase final de la guerra
fría?
WOODWARD
RELATA LA "preocupación" (sic) de Bush por la capacidad del mercado petrolero, como
consecuencia de la invasión a Irak, al inquirir en particular sobre "la
capacidad de exceso de producción de los Emiratos Arabes Unidos y de Arabia
Saudita". La agencia británica de noticias Reuters señala que "el príncipe
Bandar ha sido el embajador saudita en Estados Unidos durante 20 años y forma
parte de la familia real, la cual tiene una estrecha relación con la familia
Bush desde hace muchos años". Después del recorte a la producción decretado por
la OPEP a partir del primero de abril, que ha llevado las cotizaciones a los
linderos de los 40 dólares el barril (en la variedad West Intermediate
Texas), el príncipe Bandar anunció en conferencia de prensa que el objetivo
primario de su país consistía en impedir la carestía del oro negro. Sin
duda, el reino wahabita posee el picaporte del mercado petrolero en su calidad
de principal productor mundial, y no sería la primera ocasión en que inunden el
mercado para deprimir los precios, que en las circunstancias actuales parecería
un harakiri, debido no solamente a las consideraciones presupuestales del
reino con amplias necesidades, sino sobre todo a factores geopolíticos
ineludibles.
DE NO
HABER sido por las tempestades posteriores al montaje hollywoodense del
11-9, a partir de cuando la dinastía petrolera del nepotismo familiar de
los Bush se distanció de sus aliados tradicionales de la casa real saudí, la
delicada revelación del "acuerdo secreto" de Woodward sería incuestionable. La
sharonización de Estados Unidos, como demostró el periodista israelí
Gideon Samel (Haaretz, 9 de abril de 2004), y el apoyo irrestricto de
Bush a la política del general Ariel Sharon en tierras palestinas, quien de
facto entierra el plan saudita de paz adelantado por el príncipe heredero
saudita Abdalá, también arrojaría serias dudas sobre la puesta en práctica del
citado "acuerdo secreto" que exhibiría a la luz del día serios diferendos
internos por la sucesión en la casa real wahabita. Como no existen las
condiciones objetivas para un "acuerdo secreto" de tal envergadura, menos ahora
que ha sido expuesto a la luz pública, lo cual no dejaría bien parado al reino
wahabita, en especial ante la opinión pública árabe e islámica, cuando los
racistas huntingtonianos y los neoconservadores straussianos aliados del partido
Likud, es decir, los verdaderos diseñadores de la política exterior de
Baby Bush, perpetran sus atrocidades en Irak.
DE MANERA INTERESANTE, el príncipe Bandar aún no ha
desmentido la temeraria aseveración de Woodward, que de inmediato ha sido tomada
como lanza de batalla por John Forbes Kerry, candidato demócrata a la
presidencia, quien calificó de "ultrajante e inaceptable para el pueblo de
Estados Unidos" que "el abastecimiento de la gasolina y su precio se encuentren
ligados a la elección estadunidense" (NYT, 20 de abril de 2004). En caso
de ganar Kerry las elecciones presidenciales, por lo menos el príncipe Bandar ya
se ganó un enemigo de talla. Por lo pronto, Kerry lleva el libro de Woodward
como manual de campaña y no cesa de citarlo.
HAY QUE
SER sumamente
cuidadosos con el asunto de las cotizaciones del petróleo y el gas, sobre todo
cuando se contaminan con manipulaciones electorales y geopolíticas, como han
certificado las investigaciones sobre las escandalosas mendacidades de los
directivos de la trasnacional británica Shell sobre las reservas infladas
de petróleo y gas (The Guardián, 19 de abril de 2004). Si en alguna
actividad humana existe flagrante desinformación es en el mundo del petróleo,
como demostró en forma canalla el salinista-zedillista Luis Téllez Kuenzler, ex
secretario de Energía y hoy representante en México del grupo Carlyle,
conglomerado de armas y energéticos de la dinastía Bush (¡que bonito trabajo!),
quien hace seis años fue a engañar al Congreso con el argumento de que el oro
negro costaría seis dólares el barril.
EN OTRAS
OCASIONES hemos abordado las hipotéticas
consecuencias que tendría la desestabilización del reino wahabita en la
cotización del petróleo, que se ha convertido en una fijación mental de los
racistas huntingtonianos y los neoconservadores straussianos aliados al partido
Likud, que por las consecuencias está resultando ser el partido más poderoso del
mundo. En este desfavorable contexto para los sauditas sunitas, como que no
cuadra el "acuerdo secreto" pregonado por Woodward. Y en las antípodas
conceptuales, Ashraf Fahim abunda sobre la "demonización" de los sauditas
sunitas (Asia Times, 19 de abril de 2004), a quienes sugiere leer el
libro El fin del mal, del israelí-estadunidense Richard Perle (influyente
cabildero del Pentágono) y del israelí-canadiense-estadunidense David Frum
(biógrafo de Baby Bush, quien acuñó la frase "eje del mal"). En su
escrito desestabilizador La liberación de los chiítas de Arabia Saudita
(y de su petróleo), Fahim señala que la dupla Perle-Frum "sugiere que Estados
Unidos debe arrodillar a Arabia Saudita amenazando con apoyar la independencia
de la Provincia Oriental o Al-Hasa (conocida como Ash-Sharquiya), donde gran
parte de la minoritaria población chiíta y, en forma coincidente, la mayor parte
del petróleo se encuentran".
CLARO, SE
PUEDE dar el caso de que el príncipe Bandar, en su sublime ingenuidad, caiga en
la trampa que le tiende en forma pérfida la familia Bush, mediante un "acuerdo
secreto", para que después de la relección familiar lleve adelante el plan de
los racistas huntingtonianos y los neoconservadores straussianos, quienes tienen
una agenda pendiente para "liberar", es decir, apoderarse de todo el petróleo de
Medio Oriente. La dupla Perle-Frum, a la que le vale un comino la suerte de los
palestinos en los territorios ocupados y en los campos de refugiados en los
países limítrofes con Israel, "se lamenta" (sic) en forma hipócrita de "la
discriminación que sufren los chiítas a manos de la elite sunita", que concluirá
con la "independencia de la Provincia Oriental y su petróleo", lo cual sería
"catastrófico para el Estado saudita, pero representaría un magnífico resultado
para Estados Unidos".
LOS
PREPARATIVOS PARA la "liberación" de la Provincia
Oriental existen, según el doctor Sa'd al Fagih, líder del grupo de oposición
saudita Movimiento para la Reforma Islámica en Arabia, con sede en Londres
(but of course), quien abunda en los detalles del plan bélico
estadunidense para "aislar militarmente" la Provincia Oriental de Al-Hasa desde
las bases de Qatar y Kuwait: "con los yacimientos de petróleo asegurados, pueden
dejar el resto de Arabia, en particular Nadj e Hijaz, a su suerte". ¿El
escenario de balcanización de Arabia Saudita, alentado por el "despertar
chiíta" en la región, aunado a su expoliación petrolera por la petrocracia
anglosajona, sirve para someter al reino wahabita o realmente forma parte de la
reorganización del "gran Medio Oriente", de acuerdo con el nuevo plan de
Baby Bush? Mientras el mandatario estadunidense solamente busca su
efímera relección, los racistas huntingtonianos y los neoconservadores
straussianos, aliados al partido Likud, despliegan sus planes balcanizadores y
vulcanizadores en beneficio de sus intereses hegemónicos, étnicos y
financiero-militares.
EN ABRIL
DE 2002, el
Instituto Hudson, guarida de fanáticos neoconservadores, apadrinó una mesa de
discusión de título preventivamente visionario: "La vulnerabilidad saudita:
fuente del petróleo del Medio Oriente y la Provincia Oriental", en la que
participaron Max Singer, el fanaticazo cofundador del instituto, y Alí al Ahmed,
director del Instituto Saudita (de la oposición chiíta) con sede en Washington
(but of course!). No se divulgó el contenido de las discusiones ni
existieron transcripciones, pero no hay que flagelarse porque el mismo Max
Singer, anterior director del Instituto de Planeación e Investigación de
Política Judía de la Sinagoga Consejo de Estados Unidos, en un artículo
posterior, "Liberación de la Provincia Oriental de Arabia Saudita" (16 mayo de
2002), nos regaló sus conclusiones facciosas, en las cuales aduce que la única
forma de erradicar el maligno "extremismo" wahabita consiste en "eliminar la
fuente de su financiamiento, el petróleo", y de paso crear la "República
Islámica de Arabia Oriental". Es notable la forma en que coinciden las facciosas
agendas étnicas de la dupla Perle-Frum y Max Singer, cofundador del Instituto
Hudson, en donde dos meses más tarde, en otra mesa de discusiones,"Petróleo,
terrorismo y el problema de Arabia Saudita", el escritor británico Simon
Henderson se refociló en propalar que en el Pentágono se estudia día tras día la
intervención en la zona petrolera de la Provincia Oriental Al-Hasa.
LO GRAVE
DE estas premoniciones seudoacadémicas y previsiones omniscientes, que se
divulgan en cierto tipo de libros, es que van tomando forma para luego
concretarse, como sucedió con los "desayunos académicos" en los seminarios del
American Enterprise Institute, dominado por la dupla Cheney-Rumsfeld, donde se
cocinó con muchos años de antelación la expoliación del oro negro de Irak
por la petrocracia anglosajona. ¿Sucederá lo mismo con Arabia Saudita, de los
mejores aliados de Estados Unidos hasta el 11-9, destinada fatídicamente
a ser "liberada" por los conquistadores del oro negro?