Joseph Stiglitz ganó, en forma compartida, el Premio
Nobel de Economía en 2001 por sus trabajos sobre los efectos que tiene
en los mercados la distribución asimétrica de la información. Pero es mucho
menos famoso por ello que por sus feroces críticas al funcionamiento de los
organismos multilaterales de crédito, como el FMI y el Banco Mundial. Sobre todo
porque fue el economista jefe del Banco Mundial y asesor de Clinton cuando fue
presidente de los Estados Unidos, y porque es profesor en la Universidad
de Columbia.
Las opiniones que lo hicieron famoso fueron recogidas en su libro "El
malestar de la globalización", que ha sido un gran éxito editorial. Su
último trabajo es "Los felices noventa", donde traza paralelos
entre los fenómenos que causaron grandes problemas en los mercados de los
Estados Unidos, incluso una grave recesión, y los que llevaron a la catástrofe
argentina.
Stiglitz, además, tiene oportunidad de discutir e informarse sobre la
situación argentina. Integra el Observatorio de la Argentina,
en el programa de graduados en Relaciones Internacionales de la New
School University. Se trata de un foro de monitoreo de la situación
argentina desde los Estados Unidos, que fue inaugurado por Néstor Kirchner y su
esposa, Cristina, en septiembre último. Y su mensaje es que no vale la pena
atarse ciegamente al FMI, tal como la crisis y la recuperación argentina, según
él, demuestran.
-¿Cuál es su comentario sobre la situación actual de nuestra economía?
-Bueno, creo que lo primero es felicitar a la Argentina por el hecho de que
la economía se está recuperando. Es impactante. De hecho, yo pensé que iba a
suceder. Es siempre fácil olvidar el estado de ánimo de la gente hace dos años.
Y ya están llegando al segundo aniversario de la crisis. La gente pensaba que
iba a haber hiperinflación, depresión sin fin. Y era unánime la opinión de que
tenían que acceder a un plan del FMI o no habría recuperación. No sé si ustedes
recuerdan: yo escribí entonces que
el problema real de la
Argentina es que tiene recursos que no se están utilizando
plenamente. Tenía que centrarse no en los mercados de capitales
internacionales, sino en lo que sucede aquí, en la Argentina. Dije que si
recibían dinero del FMI, sólo iría a pagos al FMI. Por eso, era importante tener
un plan acordado con el Fondo, si se podía, pero era más importante poner en
marcha la economía. Entonces, si les daban un acuerdo con buenas condiciones,
estaba bien. Es siempre bueno tener un acuerdo. Pero si la opción era tener un
acuerdo con malas condiciones o no tener un acuerdo, no tener un acuerdo era
mejor. El Gobierno siguió adelante sin un acuerdo con el FMI, la economía
comenzó a recuperarse y al Fondo le resultó claro que tenía que dar un buen
acuerdo. Creo que existe consenso respecto de que el acuerdo al que se llegó con
el FMI fue el mejor que jamás haya logrado un país.
-Usted es muy optimista respecto de la Argentina...
-Sí. Lo primero que han hecho, según creo, es avanzar en el sentido correcto.
Y parte de esto es consecuencia natural de responder con la devaluación, que
siempre estimula la economía cuando se tiene una divisa sobrevaluada. Han vuelto
a un tipo de cambio apropiado y eso tiene que estimular la economía, tanto a
través de las exportaciones como de la sustitución de importaciones. Y, segundo,
ustedes han tenido buena suerte con precios de productos primarios elevados en
el mercado de exportación. Ahora la cuestión es qué puede hacer el Gobierno para
sostener el crecimiento y la recuperación y cuáles son los riesgos por delante.
Hay una cantidad de maneras de abordar la cuestión. Se puede acelerar la
reestructuración de la deuda. Pero hay otras maneras. El Gobierno podría decir:
"Hay incertidumbre respecto de esto, pero nosotros nos vamos a asegurar de que
se mantenga su viabilidad, por ejemplo, con inyecciones de capital, que
consideramos nuestra responsabilidad para nuestro sistema bancario local. Y si
resulta de la reestructuración que ustedes ya no son viables, a través de un
programa de recapitalización aseguraremos su viabilidad".
-¿Piensa que la deuda es una cuestión clave y urgente?
-Eso depende, en realidad, de un análisis fino de los balances de los bancos.
Gran parte de la deuda de los bancos corresponde a la categoría de bonos que
fueron parte de la reestructuración inmediatamente anterior, y ésos no son parte
del nuevo programa de reestructuración. El Gobierno dijo que se va a cumplir con
los vencimientos originales. La cuestión es cuánto del resto va a ser
reestructurado. Aún queda una parte por reestructurar, pero no es la mayor parte
de la deuda bancaria. Si fuera toda la deuda bancaria, entonces habría un
verdadero problema. Pero el Gobierno puede abordar, centrado en las
posibilidades del Estado de proveer crédito de modo directo, el conjunto de
actividades para facilitar el flujo del crédito. Pero quedan otras cuestiones,
relacionadas con la promoción del crecimiento a más largo plazo. Por ejemplo, la
promoción de las exportaciones. Yo creo que el Area de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) probablemente no va a llegar a nada. Puede llegar a haber un
ALCA, pero va a ser un ALCA sin contenido. Quizá con otro presidente distinto de
Bush haya sustancia. Pero con Bush está claro que no la hay. Porque no hay
acuerdos en materia agropecuaria, ni de barreras no arancelarias, sobre dumping.
Eso significa que la Argentina debería impulsar activamente las exportaciones a
China. Ellos necesitan su carne, sus proteínas, su soja. Por lo que hay vías
para una promoción más activa.
-La Argentina hizo muchas devaluaciones. Tenemos un sistema de promoción,
tuvimos bancos de desarrollo estatales. Fue un fracaso. Hay quien dice: vamos a
hacer lo mismo que ya fracasó antes.
-Eso supone una llamativa falta de capacidad de aprender. En mi libro "Los
felices noventa", hablo de las inmensas fallas de los bancos de inversión en los
Estados Unidos. Nadie dice que entonces tenemos que cerrar los bancos de
inversión.
-Pero esto es la Argentina...
-Todo el mundo dice eso y me resulta poco convincente.
-¿Cómo juzga lo ocurrido durante la era de la convertibilidad?
-Ese fue un error fundamental. Se ataron las manos de una manera en la que
era imposible vivir. Si usted se está ahogando y tiene las manos atadas, y
alguien dice "le puedo desatar las manos", usted va a pedir que le desaten las
manos, en vez de ahogarse.
-Pero en Hong Kong la convertibilidad funcionó. Y sigue allí.
-(Piensa y hace un largo silencio) Sí. Pero, por un lado, tenían un superávit
fiscal enorme. Y la segunda cuestión, probablemente más importante, es que
tuvieron buena suerte. Fueron el intermediario entre China y el resto del mundo.
Y resulta que el de China es el mayor boom del mundo en los últimos 25 años. Así
que funcionó porque tuvieron buena suerte. En la Argentina pudo haber funcionado
si el euro hubiese estado más fuerte y el dólar más débil, como sucede hoy. Yo
pienso que la desgracia de la Argentina fue el momento elegido.
-China mantiene cambio alto y bajos salarios. En la Argentina parece
difícil que la gente acepte eso por mucho tiempo.
-Creo que siempre hay una tensión entre el empleo, por un lado, y el salario
para quienes tienen empleo. Por eso, en China la visión es que resulta más
importante crear puestos de trabajo para todos. Y eso puede significar que la
gente tenga salarios más bajos que de otro modo. Pero los salarios están
subiendo. Aunque son más bajos de lo que podrían ser. La base es que hay una
respuesta para el pleno empleo y un mayor crecimiento. Un crecimiento del nueve
por ciento
-¿Cree que deberíamos hacer eso? ¿Tratar de llegar a todos con la creación
de empleo, aunque los salarios queden bajos?
-Creo que la primera prioridad de cualquier gobierno es alcanzar el pleno
empleo...
-Con poco salario...
-Poco salario es algo relativo. Hablemos de Estados Unidos. La política
social más importante que tuvo Estados Unidos en los años 90 fue mantener bajo
el desempleo. El desempleo bajó a 3,8%. Bajaron las tasas de criminalidad. Fue
una política social muy importante. Una vez que empiece a crecer la economía,
los salarios subirán. En Estados Unidos subimos el salario mínimo al mismo
tiempo que bajamos el desempleo.
-Aquí, cuando De la Rúa trató de combatir la crisis, algunos economistas y
políticos señalaron que tenía que bajar los salarios y todo el mundo dijo que
era una locura. En lugar de eso, hubo devaluación, que bajó los salarios. En esa
situación ¿es la única salida?
-Puede ser lo único. A veces el mundo no ofrece las opciones que uno
quisiera.
-Aquí, cuando se sostenía que había que reducir los salarios, la gente
dijo que no, que había que hacer lo que proponía Stiglitz. Pero era la misma
cosa...
-Yo creo que la cuestión crítica es cómo estimular la economía. Y, en
general, hay dos diagnósticos para el desempleo. Uno de ellos es que se da por
falta de demanda agregada y el otro es que es resultado de la inflexibilidad del
mercado laboral. Y creo que las evidencias son abrumadoras en favor de que el
desempleo se debe principalmente a falta de demanda agregada.
-¿Tomó el caso de la Argentina en las investigaciones para su nuevo libro?
-Creo que en la edición en castellano hablo más de ese paralelo. En un
sentido, está la misma burbuja en la Argentina. El entusiasmo de comienzos de
los 90. La gente miraba las estadísticas y pensaba que iban a seguir así.
Recuerdo que en el Banco Mundial la gente decía que eso demostraba que las
reformas funcionaban. Y yo preguntaba: ¿cómo saben que esto va a durar? Ya
entonces yo estaba muy preocupado por la manera en que se llevaban las cuentas,
porque parte del presupuesto fiscal se veía bien debido a las privatizaciones.
Eso es un ingreso de una vez. Y, de hecho, uno es pobre si está vendiendo sus
activos al extranjero. Parece que al Estado le va mejor, pero el país se está
empobreciendo. Lo mismo sucede si uno se endeuda para estimular un boom de
consumo. En ese caso también el PBI se ve bien. Pero las bases de largo plazo se
debilitan. Y, por tanto, hay muchos paralelos entre esta euforia que se dio a
comienzos de los noventa en la Argentina y la de mediados de los noventa en
Estados Unidos. La gente se sentía más rica, por lo que hubo un boom de consumo.
Eso refuerza la impresión positiva. Pero cuando se impuso la realidad, la
burbuja estalló, el capital huyó del país. Una de las diferencias es que la de
Estados Unidos es una economía más rica, por lo que la caída no fue tan severa.
Pero fue el mismo tipo de burbuja. ¿Por qué había gente que prestaba? Los mismos
que prestaban, en Estados Unidos, a las "puntocom", sobre la base de no analizar
demasiado lo que sucedía, prestaban en la Argentina. Creo que esto muestra una
lección general. La gente aquí habla a menudo de la disciplina del mercado. ¿De
qué están hablando? Menem fue llevado a las reuniones del FMI de 1999 como un
ejemplo para todo el mundo.
-¿Lo que usted dice es que la tarea del FMI era anunciar que aquello iba a
terminar mal?
-Me refiero a toda esta gente que supuestamente configura la disciplina del
mercado. En algún sentido, son los mercados los que tienen que ser más
disciplinados porque es su dinero el que corre riesgo. Pero tuvieron pésimo
criterio. Creo que el FMI empeoró las cosas. Porque se supone que el FMI es el
experto. Y le dieron a la Argentina la calificación de "A +". Eso les hizo más
cómodo a los inversores volcar su dinero en las buenas épocas. Después, fueron
de "A +" a "F -". El FMI empeoró las fluctuaciones al exagerar en sus críticas y
sus alabanzas.
-¿Cree que el FMI necesita alguien como Alan Greenspan, más equilibrado?
-Creo que la característica de Alan Greenspan es ser muy pragmático y menos
ideológico. Creo que ése es uno de sus puntos fuertes. En mi libro lo critico
por ser más ideológico de lo que creo que debería. Pudo haber hecho más cosas.
Pero su gran virtud es su pragmatismo. Mucha gente dijo que iba a haber un brote
inflacionario. Lo dijo el FMI. El dijo: "No lo veo". Si se hubieran seguido los
consejos del FMI, nunca habríamos tenido el boom en Estados Unidos. Nunca
habríamos reducido el desempleo.
-Pero Estados Unidos no necesita el dinero del FMI. La Argentina, sí.
-Y el mercado no le prestó atención al FMI en Estados Unidos. Pero ésa es la
desventaja que tiene la Argentina.
-¡Qué afortunados que son ustedes!
-Exactamente. Pero eso deja lecciones importantes, en el sentido de que se
debe reconocer que ustedes saben más sobre la Argentina que cualquiera en Wall
Street o Washington, del mismo modo que nosotros sabíamos más de la economía de
Estados Unidos que el FMI. Por tanto, tenía sentido decidir qué era lo mejor
para nosotros sin prestar atención a lo que decía el FMI. Y creo que lo mismo
vale ahora para la Argentina.
Jorge Oviedo
Con la elaboración de Laura Ferrarese y
Gabriel Zadunaisky
Fuente: diario La
Nación, de Buenos Aires, Argentina; 17 de marzo de
2004.