Hoy, el magnate se
encuentra en la cárcel y sus dos imperios se han desmoronado. Los fiscales han
sostenido en las órdenes de arresto que el empresario encabezó años de fraude —
incluyendo una cuenta bancaria fantasma de US$4.700 millones— que ayudaron a
sumir a Parmalat en una deuda de casi US$17.000 millones y la llevaron a
solicitar la protección por bancarrota.
Ahora, los fiscales
intentan descubrir cómo Tanzi, un ex vendedor de jamones, se convirtió en el
presunto artífice del mayor crimen corporativo de la Europa moderna.
La clave radica en
gran parte en el matrimonio de los negocios y la política en Italia. Durante
gran parte de los últimos 50 años, los grandes empresarios de la sexta economía
del mundo han prosperado manipulando los hilos del poder: los políticos, la
banca y la iglesia Católica. Tanzi, durante años, participó en el juego con gran
maestría.
Su auge partió en
los años 60 con ideas innovadoras acerca del marketing para la leche. Pronto
aprovechó los fondos de Parmalat para establecer relaciones con los líderes
políticos, relaciones que ayudaron a Parmalat a eludir dificultades y obtener
financiamiento.
Pero Tanzi fue
demasiado ambicioso. En un intento por hacer favores a sus aliados políticos
realizó adquisiciones poco afortunadas. Según los fiscales, usó Parmalat —que
cotizaba en bolsa— para beneficio propio, echando mano de al menos US$1.100
millones para financiar negocios familiares y cuentas bancarias. Dos de sus
hijos, Francesca y Stefano, fueron arrestados el mes pasado ante las sospechas
de implicaciones en el fraude. Ninguno de los Tanzi han sido acusados.
Mientras se expandía
el supuesto fraude de Tanzi, la clase dirigente en la que él confiaba se
desplomaba ante los cambios que tenían lugar en Italia. A principios de los años
90, los fiscales de Milán llevaron a juicio a cientos de políticos y hombres de
negocios, derrocando al partido de Tanzi, la Democia Cristiana. Los bancos
estatales fueron privatizados, lo que los hacía menos vulnerables a la
influencia política.
Tanzi intentó no
quedar atrás y repartió dinero a la nueva clase dirigente durante la última
década, dijo recientemente a los fiscales, según fuentes cercanas.
Pero hacia finales
del año pasado, cuando se hizo evidente la magnitud de los problemas financieros
de Parmalat, su red de amigos influyentes ya no podía salvarlo. Tanzi ha
admitido que engañó a los inversionistas, ocultando pérdidas y transfiriendo
fondos de Parmalat a las compañías de la familia. "Reconozco mis errores. Sé que
violé la ley", dijo a los fiscales, según su abogado, Fabio Belloni.
Pero Tanzi niega
haber saqueado la firma para su enriquecimiento personal y se niega a reconocer
el fracaso de Parmalat. "Puedo ser idiota o megalómano, pero creo que esta
compañía aún tiene valor", dijo durante un interrogatorio reciente, según una
transcripción revisada por The Wall Street Journal. "Yo también quiero entender
lo que sucedió".
Tanzi estuvo ligado
al negocio de la alimentación prácticamente desde su nacimiento. Su padre vendía
jamón y pasta de tomate en Collecchio, un pueblo cerca de Parma en la región
Emilia-Romagna, origen del prosciutto y el queso parmesano. Pero cuando Tanzi
asumió las riendas del negocio, en 1961, tenía sueños más ambiciosos. "Queríamos
que Parmalat se convirtiera en la Coca-Cola de la leche", cuenta Domenico
Barili, ex director general de la compañía y colaborador de Tanzi desde
1963.
Tanzi importó
tecnología para envasar la leche en los cartones rectangulares característicos y
conservarla sin refrigeración durante seis meses. Las innovaciones permitieron a
Parmalat cobrar una prima por lo que había sido un bien básico.
Asimismo, Tanzi fue
uno de los primeros europeos en explotar el deporte como herramienta de
marketing. Patrocinó concursos de esquí, carreras de Fórmula Uno y fútbol. Por
casualidad, los deportes llevaron a Tanzi a su primera incursión en el
extranjero. Según Barili, un conductor italiano de Fórmula Uno tuvo un accidente
en Brasil en 1973 y durante una larga convalecencia se puso en contacto con
Parmalat acerca de establecer una compañía de yogures en este país. Al año
siguiente Parmalat adquirió Laticínios Mococa SA, fabricante de leche en polvo.
El acuerdo fue el primero de una ola de adquisiciones que llevó a Parmalat a 30
países.
Durante un discurso
pronunciado en 1992, Tanzi se jactó de que esas inversiones estaban mejorando
las condiciones de vida en América Latina, lo que representaba "una gran
satisfacción moral" para su grupo.
Se paseó por todo el
mundo para lanzar nuevas cremas, postres y jugos y se convirtió en un mecenas
católico en Parma, donde financió un centro de rehabilitación para drogadictos,
un refugio para personas sin hogar y se gastó US$2 millones en la renovación de
la catedral del siglo XII de la ciudad. "Calisto siempre decía que sí", comenta
monseñor Franco Grisenti, uno de los líderes religiosos de Parma.
A fines de los 90,
las pérdidas de Parmalat se dispararon pero las transferencias las compañías de
la familia Tanzi supuestamente continuaron. Entre 1997 y 2003, unos US$72
millones fueron transferidos a SATA, la sociedad inversionista de la familia,
según un informe preliminar elaborado por la firma de auditoría
PricewaterhouseCoopers.
Todo esto ocurrió
tras bambalinas, al mismo tiempo que crecía el prestigio de Tanzi en la sociedad
italiana. En 2000, fue invitado a participar en el directorio de Confindustria,
el poderoso grupo empresarial italiano. En 2001 pasó a integrar los directorios
de Capitalia y Banca Intesa SpA, el mayor banco de Italia.
Pero Rinaldo Del
Monte, el consejero espiritual de Tanzi, dice que vio cómo la presión se iba
acumulando sobre su amigo. Católico ferviente, Tanzi solía invitar a Del Monte a
su oficina y a los partidos de futbol. "Me decía: Ayúdeme rezando por mí",
recuerda Del Monte, un ex cantante de música pop que fue famoso brevemente en
Italia durante los años 60. "Calisto es un hombre que siempre quería crecer,
crecer, crecer. Era como una enfermedad".
Fuente: www.wsj.com/AMERICAS., 9 de marzo de
2004.