Se repite con insistencia que el default argentino de 88.000 millones
de dólares es el más grande de la historia. Lo admiten los propios funcionarios
y diplomáticos argentinos. Sin embargo, ¿es realmente así? ¿O ha habido, a lo
largo de la historia, incumplimientos mayores?
En mi opinión, el mayor default corresponde a Estados Unidos, que el
15 de agosto de 1971 desconoció el tratado de Bretton Woods, que lo obligaba a
entregar a los bancos centrales de los países signatarios oro a razón de una
onza por cada 35 dólares. Al "cerrar la ventanilla del oro", Nixon dejó
incumplidos compromisos por 60 mil millones de dólares de aquel entonces
(Departamento del Tesoro de Estados Unidos, 1982, pág. 84), que actualizados al
valor que hoy tiene el oro representan 704 mil millones de dólares. Ocho veces
más que el default argentino.
Según el Webster dictionary, default es todo incumplimiento de una
obligación contractual o legal. ( Failure to do something required by duty or
law .) El default es un concepto amplio que incluye no sólo la falta
de pago de deudas financieras, como es el caso argentino, sino que abarca
también la omisión de entregar una cosa o propiedad, como es el caso de la
obligación de entregar oro a cambio de dólares.
En Bretton Woods se adoptó el dólar como única divisa para los pagos
internacionales con la condición de que EE.UU. rescatara los dólares billete
depositados en cualquiera de los bancos centrales de los países signatarios
entregando una onza troy por cada 35 dólares billete. En ese momento, EE.UU. era
depositario del 75% del oro del mundo. En 1949 contaba con 25 mil millones de
dólares en oro a esa paridad y debía solamente 10 mil millones. El respaldo en
oro más que duplicaba las deudas. La garantía de convertibilidad automática del
dólar en oro era esencial para resguardar los derechos de los restantes países
ante el riesgo de un eventual emisionismo, ya que EE.UU. tenía en su poder la
máquina de imprimir dólares billete y no se pactaron límites físicos a la
cantidad que el gobierno norteamericano podía imprimir. Si cualquier país
miembro advertía un riesgo de inflación del dólar tenía una solución práctica e
instantánea: canjear sus dólares papel por lingotes de oro a la paridad
prefijada.
Fue lo que ocurrió: alentado por la facilidad de imprimir billetes que eran
recibidos de buen grado en el resto del mundo, EE.UU. se lanzó a una política
desenfrenada de inversiones y gastos, muchas veces suntuarios: en el período
1960-1964 tuvo déficit en la balanza comercial por 80 mil millones de dólares,
inversiones y compras de empresas por 29 mil millones, turismo y viajes al
exterior por 18 mil millones y gastos de las fuerzas armadas en el exterior por
11 mil millones.
Mientras crecía el déficit de la balanza de pagos las reservas de oro
mermaban: en 1967 la reserva había bajado a la mitad con respecto a 1949 (12 mil
millones) y las obligaciones con el exterior se habían triplicado (33 mil
millones). El 20 de octubre de 1967 Jacques Rueff, consejero del general De
Gaulle expresó: EE.UU. ha agotado su capacidad de pagar en oro a sus acreedores.
Es como decir a un calvo que se peine. Allí ya no queda nada (The New York
Times, 21-10-67, citado por Peter L. Bernstein, The power of gold , Pág.
331/333).
Francia, con De Gaulle a la cabeza, exigía públicamente la repatriación del
oro y Gran Bretaña, aunque con menos estridencia pública, hacía lo mismo. El 9
de agosto de 1971, el representante británico acudió personalmente al Tesoro de
EE.UU. y solicitó la entrega de 2588 toneladas de oro, equivalentes a 3 mil
millones de dólares. Casi un tercio de las reservas que para esa fecha eran de
apenas 8635 toneladas.
El viernes 13 de agosto de ese mismo año, Nixon se recluyó en Camp David con
todo su gabinete para evitar filtraciones y tomó la decisión de incurrir en
default desconociendo el tratado de Bretton Woods y además congelar
precios y salarios por 90 días. La decisión fue anunciada al pueblo americano el
domingo 15 por la tarde antes del programa Bonanza . Nixon dijo que las
"demás naciones son ahora económicamente fuertes y ha llegado el momento de que
compartan justamente la carga de defender la libertad en todo el mundo" (The New
York Times, 16 de agosto de 1971), atribuyendo toda la responsabilidad del
default a los gastos originados por las tropas acantonadas en Europa para
defender a los aliados europeos del comunismo. Las estadísticas le jugaban en
contra, ya que los gastos de defensa en el exterior eran apenas el 8 por ciento
del déficit provocado por el exceso de importaciones, el turismo y las
inversiones norteamericanas en el exterior, según vimos en el período 1960/64.
Estados Unidos encontró un elegante eufemismo para ocultar la realidad del
default : cerró la ventanilla del oro como si el incumplimiento
del solemne tratado de Bretton Woods, celebrado en Nueva Hampshire en 1944 con
la presencia de 730 delegados de 44 países, fuera equivalente a la
intrascendente acción de un pasajero de tren que cierra la ventanilla porque le
molesta el polvo del desierto.
En el momento del default los dólares estadounidenses en poder de los
bancos centrales de países signatarios alcanzaban a 60 mil millones. La deuda en
oro equivalía a 51.775 toneladas o 1714 millones de onzas.
Podría argumentarse que EE.UU. no incurrió en default porque en ningún
momento dejó de pagar los dólares, como ocurre con la Argentina. Pero esto
implica no entender la peculiaridad de la obligación contraída por los
norteamericanos en Bretton Woods: EE.UU. no adeudaba dólares, dado que éstos ya
estaban en poder de los bancos centrales acreedores que los tenían como
reservas. Lo que EE.UU. adeudaba era oro físico a la paridad pactada. El
default quedó tipificado en el momento en que EE.UU. anunció al mundo que
no entregaría el oro que aún le quedaba en Fort Knox, que no era poco: restaban
8635 toneladas.
Al retener en forma ilegal el oro, EE.UU. obligaba a los países que quisieran
tener sus reservas en oro -como era su derecho- a comprarlas en el mercado
libre, en el que se produjo una suba desenfrenada, debida al default
norteamericano, que alcanzó su pico el 21 de enero de 1980 con el precio
récord de 850 dólares la onza (The New York Times, 22-1-80). El precio había
subido 24 veces: el 2400%. Medido en oro, los países sólo podían recuperar el
4,1% de su crédito con una quita del 95,9%. Bastante más alta que la quita del
75% ofrecida por la Argentina.
A partir del 15 de agosto de 1971 se puso de moda el refrán que dice:
Remember the golden rule: who has the gold makes the rules ("Recuerda la
regla de oro: el que tiene el oro dicta las reglas").
El default estadounidense del 15 de agosto de 1971 consistió en
negarse a entregar oro por 51.775 toneladas o 1714 millones de onzas, que
correspondían a los 60 mil millones de dólares papel en manos de los bancos
centrales. El valor actual del default es de 704 mil millones de dólares
a la paridad de 411 dólares la onza del día 12-2-04 (Mercado de Londres).
Por lo tanto, podemos afirmar que este default fue ocho veces más
grande que el argentino y que los argentinos podemos renunciar al incómodo
privilegio de ser los defaulters más grandes de la historia.
Admitirlo es un grave error histórico, que afectará el crédito público por
muchas generaciones. Debemos aprender de la diplomacia norteamericana que nunca
habló de su default . Lo único que hizo fue "cerrar la ventanilla del
oro".
El autor es abogado y economista.