Tipos de
cambio competitivos y estables en el MERCOSUR
Por
Roberto Frenkel
Muchos observadores internacionales resaltan las afinidades ideológicas
entre los gobiernos de Brasil y Argentina. Desde esta perspectiva, el MERCOSUR
debería tener un fuerte impulso. Sin embargo, la coordinación de las políticas
macroeconómicas fue siempre un obstáculo para el avance del acuerdo y esta
dificultad parece haberse exacerbado recientemente por las diferentes
estrategias con relación a la deuda externa que siguen actualmente los países.
El obstáculo podría ser superado si Argentina y Brasil, preservando sus
diferentes orientaciones estratégicas, adoptaran regímenes de tipo de cambio
real competitivo y estable.
La aplicación del régimen no debería enfrentar grandes dificultades en
ningún caso. La inflación es baja, los países tienen vigentes regímenes de
flotación y los bancos centrales intervienen con mayor o menor frecuencia en el
mercado de cambios. Consecuentemente, no habría una discontinuidad de las
políticas macroeconómicas en curso, sino más bien una reorganización de las
mismas, poniendo énfasis en el foco de empleo y crecimiento sostenido que la
motiva. Pero este punto debe subrayarse. Desalentar expectativas de apreciación
real y señalar claramente la voluntad de preservar un tipo de cambio real
competitivo son las principales vías a través de las cuales el régimen debe
incentivar la inversión y el empleo en las actividades comerciables.
La adopción en común del régimen ayudaría obviamente a consolidar y
fortalecer el MERCOSUR. Un acuerdo sobre los tipos de cambio reales que los
países miembros se proponen preservar constituiría el núcleo duro de la
coordinación de las políticas macroeconómicas. El acuerdo no necesita ser
explícito ni los tipos de cambios respectivos ser sometidos a discusión
internacional. Pero un acuerdo implícito alrededor de regímenes con objetivos
similares tendría sin duda efectos positivos sobre las inversiones en la región
y proporcionaría un marco sólido para el avance de la integración.
En principio, el régimen de tipo de cambio real competitivo y estable es
compatible con las distintas estrategias con relación a la deuda y el
financiamiento internacional que siguen los países.
La práctica actual de las políticas macroeconómicas en Argentina es, de
hecho, un esbozo del régimen propuesto. La definición más precisa del régimen
disiparía incertidumbres que pueden estar inhibiendo la inversión y el
crecimiento del empleo en sectores comerciables. Por lo demás, el régimen
propuesto es totalmente adecuado para las circunstancias de la economía de
Argentina.
Si se miran exclusivamente los objetivos de empleo, crecimiento y balance
en cuenta corriente, el régimen también es adecuado para Brasil. Más aún, una
mejora con relación a esos tres objetivos resultaría funcional a la estrategia
que dicho país sigue con relación a los mercados financieros internacionales,
porque señalaría que la economía brasileña está en condiciones de crecer y
atender simultáneamente los servicios de la deuda externa.
Pero los indicadores mencionados no son los únicos relevantes en la
evaluación del riesgo de default que realiza
el mercado financiero internacional. En Brasil, los indicadores de la capacidad
de servicio de la deuda del sector público tienen una relación inversa con el
tipo de cambio real, porque parte importante de la deuda pública está denominada
en moneda internacional o en moneda local, pero indexada al tipo de cambio. La
apreciación reduce la relación deuda pública / producto. Dicho de otra forma, el
poder adquisitivo de moneda extranjera de determinado superávit fiscal primario
es mayor cuanto más apreciado esté el tipo de cambio.
A causa del efecto patrimonial del tipo de cambio sobre el sector
público, hay un interés de los acreedores a favor de la apreciación y un
incentivo para el sector público en la misma dirección. Esta cuestión también se
plantea en el caso de Argentina, pero de forma más atenuada, porque la deuda
externa está en default y el país
basa su estrategia en fijar ciertas magnitudes para el superávit fiscal primario
y para los pagos de la deuda reestructurada.
La presión de los acreedores y del mercado financiero internacionales
somete a Brasil a dos demandas conflictivas. Por un lado, la mejora de las
cuentas externas y la aceleración del crecimiento juegan a favor de la confianza
de los mercados. Por otro lado, la apreciación del tipo de cambio mejora los
pronósticos con relación a la capacidad de servicio de la deuda pública. Pero
estas dos demandas no tienen el mismo peso, la segunda pesa normalmente más que
la primera.
En el contexto de globalización financiera, las políticas económicas
tienen siempre una importante componente de señal. En una situación de alto
endeudamiento y relativa fragilidad financiera la función de señal tiende a
dominar las decisiones de política económica. En esta cuestión residiría la
principal dificultad de Brasil para adoptar el régimen sugerido. La adopción
resultaría beneficiosa para el empleo, el crecimiento y la sostenibilidad, pero
involucra conflictos con la orientación de FMI y la visión que domina entre los
analistas de los mercados financieros. La gestión económica en Brasil ha
procurado emitir las señales más congruentes con esas perspectivas, por lo que
cabe conjeturar que valoraría muy negativamente esos conflictos.
La cuestión cambiaria en Brasil tiene aspectos paradójicos. Con respecto
a un año atrás, la confianza del mercado financiero internacional ha aumentado.
No es ajeno a esto la mejora experimentada en las cuentas externas vía el
importante incremento del superávit comercial. Este obedeció, en parte al menos,
a la devaluación real inducida por el déficit de balance de pagos y el aumento
de la desconfianza asociados con el cambio de gobierno. La devaluación recibió
en su momento comentarios negativos, porque se veía como uno de los síntomas de
la desconfianza y porque actuaba como factor de aceleración de la
inflación.
¿Termina aquí la paradoja? Es posible que no. Puede ocurrir que cuanto
mejor le vaya a Brasil en la consideración de los mercados internacionales,
mayor sea la tentación de aliviar la carga de la deuda sobre las cuentas
públicas y reducir la inflación vía la apreciación del tipo de cambio.
Otro camino también es posible. Si la estrategia del gobierno
produce una efectiva mejora en la confianza de los mercados, la política
económica puede otorgar menos peso a su papel de señal y ganar grados de
libertad para colocar el empleo y el crecimiento en el primer plano de atención
del gobierno. Se requiere para esto resistir las tentaciones mencionadas arriba
y adoptar un régimen de política enfocado en dichos objetivos.
Este artículo aparecerá el domingo 22 de febrero de
2004, en el diario La Nación. Buenos Aires, Argentina.
Gentileza: Lic. Javier
Lindenboim.