En estos días, la mayor historia no contada del desarrollo internacional debe
ser el despegue económico de Brasil. Hace dos años se daba por muerta la
economía brasileña, y muchos suponían que la elección del candidato del Partido
de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, marcaría el inicio de un colapso
económico sin remisión cercana.
En lugar de ello, Lula ha gobernado con notable prudencia y Brasil se
encamina a un rápido crecimiento. Pero hay en juego algo más importante: Brasil
puede estar superando algunos de los mayores obstáculos a su desarrollo
económico. Si es así, esto marcaría no sólo su ascenso, sino la recuperación de
otras partes de América del Sur.
En enero de 2002, a los sectores derechistas de los Estados Unidos les
aterrorizaba la idea de una revolución de izquierda en Brasil. Los
inversionistas extranjeros estaban en pánico por la perspectiva de que Brasil
incumpliera el pago de su deuda externa.
La conducta del Fondo Monetario Internacional fue, esta vez, excepcional, ya
que hizo un buen trabajo al dar financiamiento provisional al país y apoyar
políticamente a Lula tras las elecciones. Por su parte, Lula adoptó políticas
macroeconómicas ortodoxas y dio pasos para mantener bajo control el déficit
presupuestario, con lo que logró detener la ola de pánico. Las proyecciones de
mercado para el crecimiento de Brasil son cercanas al cuatro por ciento para
este año.
Pero hay en juego algo más profundo que las acostumbradas olas de euforia y
de pánico en los mercados financieros internacionales. Gran parte del crédito
por los resultados de Brasil le pertenece no a Lula, sino a su predecesor,
Fernando Henrique Cardoso, presidente de Brasil de 1992 a 2000.
Creo que FHC, como se lo suele nombrar, merece un reconomiento por cuatro
contribuciones clave.
La primera es que, durante su gobierno, Brasil abrazó con firmeza los
derechos humanos, no sólo con las elecciones democráticas, sino en términos de
justicia económica para los afrobrasileños e indígenas, que por largo tiempo
habían sufrido por la discriminación. La educación pública ya empieza a incluir
de modo más generoso a los grupos postergados y las organizaciones indígenas
ganaron una dura lucha por los derechos de sus tierras en la Amazonia.
En segundo lugar, Brasil está entrando en la economía global del
conocimiento. Durante la mayor parte del siglo XX, las elites brasileñas
pensaban que se las podían arreglar muy bien sólo con la explotación de sus
recursos naturales. Ahora saben que también se necesitan educación secundaria
para todos y una amplia capacitación de nivel universitario.
Como consecuencia de las reformas realizadas por Cardoso, la matrícula en la
educación secundaria aumentó del 15% en 1990 al 71% en 2000, y las universidades
están mejorando la enseñanza. Durante décadas, la mayor parte de América latina
desatendió las inversiones públicas en investigación y desarrollo, mientras que
los países del este asiático invertían con decisión en este rubro. Cardoso
nombró una serie de notables ministros de Ciencia y Tecnología y el gobierno,
finalmente, comenzó a gastar más en investigación y desarrollo.
Brasil se está haciendo conocido no sólo por su jugo de naranja, sino por
exportaciones de naves aéreas, como los jets Embraer, que ahora compiten con los
estadounidenses y con los de países europeos por el mercado regional de viajeros
frecuentes.
En tercer lugar, Brasil está saliendo del aislamiento económico y se
encuentra en competencia en los mercados mundiales, más que preocupado por la
protección del mercado interno.
Durante decádas, la proporción de las exportaciones de Brasil con respecto a
su producción total era una de las más bajas del mundo. Esto, finalmente, está
cambiando. La relación entre exportaciones y producción ha subido del ocho por
ciento en 1990 a un trece por ciento en 2001.
En cuarto y último término, Brasil se está concentrando en la salud y en la
productividad de su propio pueblo. Durante el gobierno de Fernando Henrique
Cardoso, Brasil fue un pionero en dar respuestas eficaces a la epidemia de sida,
al garantizar el acceso a las medicinas antirretrovirales y proporcionar de modo
generalizado consultas y análisis para detectar el virus. El héroe de esta
iniciativa, el doctor Paulo Teixera, está ahora en la Organización Mundial de la
Salud ayudando a liderar los esfuerzos mundiales contra el sida.
Brasil también ha mejorado radicalmente la salud infantil y las tasas de
mortalidad de niños pequeños ha caído abruptamente de 60 por mil en 1990 a 36
por mil en 2001. La tasa total de fertilidad en el país sudamericano (la
cantidad promedio de nacimientos por mujer) ha bajado notablemente, también: de
2,7 en 1990 a 2,2 en 2001. Con más niños sobreviviendo y llegando a adultos, las
familias pobres están eligiendo tener menos hijos e invertir más en su salud y
educación.
El resultado económico de Brasil puede tener potentes efectos positivos en
sus vecinos, especialmente sobre los países de la región andina, que se
encuentran en dificultades y están luchando por salir de ellas. Este es el
escenario más probable, aunque todavía es demasiado temprano como para cantar
victoria.
Brasil todavía enfrenta enormes desafíos. Lula tendrá que consolidar lo hecho
por Cardoso. Se debe afianzar la estabilidad macroeconómica y tener bajo
control, de manera decisiva, los déficit presupuestarios. Se debe reforzar el
consenso político en favor de la educación universal, el comercio orientado
hacia el exterior, la salud para todos y una economía orientada a la ciencia y
la tecnología.
Además, Brasil tiene que prestar más atención al manejo ambiental,
especialmente en la frágil pero importantísima región del Amazonas, si desea un
desarrollo económico sustentable y de largo plazo.
Para que Brasil desempeñe un papel mayor como líder económico regional, se
necesitará ampliar los mercados y lograr una mayor cooperación con sus vecinos
en proyectos de infraestructura adecuados. Grandes desafíos, de hecho, pero
Brasil parece estar con ánimo de superarlos.
El autor es profesor de economía y director del Earth Institute en la
Universidad de Columbia.
Fuente: diario El País, de Madrid, España;
8 de febrero de 2004, Negocios, p. 2.