NCeHu 167/04
Huellas africanas en América del
Sur: los últimos negros de Chile
Supuestamente en Chile no hay negros. A lo más, es un pueblo con sangre
indígena y europea. Sin embargo, en la frontera norte del país existe un
importante número de afrochilenos. Arica es el último enclave negroide de la
nación y su legado lentamente va desapareciendo. En este artículo, los
protagonistas reconstruyen el pasado y bosquejan su
futuro.
Gustavo del Canto
Es
cosa de sentarse un rato en algún banco del paseo 21 de Mayo, en el centro de
Arica, y ver pasar a la gente. Rápidamente comenzamos a distinguir a los
afrodescendientes. Los más viejos son negros de piel, nariz achatada, pelo
ensortijado, imponente estatura y pausado andar. Los más jóvenes salpican rasgos
al azar: altas mujeres de tez blanca y cabellera afro, morenos de nariz
protuberante y pelo liso. A simple vista y motivados por nuestros prejuicios
sureños, diríamos que esta gente es peruana, brasileña o cubana. Sin embargo, es
cosa de entablar una conversación para darnos cuenta de nuestro error.
La
gente morena de Arica es descendiente de esclavos y negros libres del Perú y
también de gente traída directamente del África. Llevan siglos en la zona y
hasta hace poco tiempo eran mayoría absoluta. La historia nos cuenta que en
tiempos de la colonia Arica tuvo dos alcaldes negros, un barrio llamado Lumbanga
(caserío, en idioma congolés) e innumerables tradiciones culturales. ¿Cómo
llegaron? ¿Cómo ha sido su vida? ¿Cuál es su futuro? Todas estas preguntas
recién comienzan a ser respondidas.
Primer antecedente imborrable: hasta fines del siglo XIX, Arica y la
provincia de Tarapacá eran territorios peruanos. Durante años, la esclavitud
africana tuvo una gran importancia para la actividad económica de esta nación.
Los negros eran un preciado bien, tanto por su trabajo en plantaciones de caña y
algodón, como por la jerarquía social que significaba tener servidumbre africana
en las haciendas de los terratenientes blancos. Un sistema totalmente
despreciable moralmente, pero que fue una realidad no sólo del Perú, sino a lo
largo de todo nuestro continente (incluyendo a Chile).
Bajo
este contexto, Arica tenía bastantes condiciones para trasformarse en un
interesante foco esclavista. Primero que nada era el principal puerto por donde
zarpaban hacia Europa las mercancías de plata extraídas de Potosí (Bolivia),
tenía un valle agrícola (Azapa) ideal para plantaciones de algodón y caña de
azúcar, la ciudad estaba aislada en medio del desierto y, por último, la zona
sufría de malaria, enfermedad a la cual muchos negros se mostraban inmunes.
Todos
estos factores potenciaron la esclavitud africana en la zona. Es más, en el
siglo XVIII, don Francisco Yánez, don Luis Carrasco y don Ambrosio Sánchez,
distinguidos criollos de Arica, instalaron tres "criaderos de negros" en el
valle de Lluta. Estos eran establos donde unos cuantos machos y un montón de
mujeres se "reproducían" para luego vender la "mercancía" (niños) al mejor
postor.
Sin
embargo, no todos los negros de Arica eran esclavos. A fines del siglo XIX,
muchos afrodescendientes libres del norte del Perú llegaron hasta esta zona y
compraron tierras, principalmente en el valle de Azapa. También se cuenta que en
una fecha incierta, un barco esclavista naufragó cerca de Pisagua y muchos
africanos escaparon hacia el desierto para después instalarse en Azapa.
Esclavos o negros libres, lo cierto es que hasta comienzos del siglo XX,
Arica era negra en su mayoría. Después, cuando la ciudad pasa definitivamente a
formar parte de Chile (1929), la mayoría de ellos tuvieron que escapar a Tacna.
Alberto Quintana, afrodescendiente de la ciudad, aún recuerda lo que su padre le
contaba al respecto: "A los peruanos, sobre todo si eras negro, los perseguían.
Los chilenos te marcaban la puerta de tu casa con una X, te tiraban animales
muertos y si te pillaban caminando por la calle simplemente te mataban a sangre
fría."
La
llamada "chilenización" de Arica no fue tan pacífica ni inocente como cuentan la
mayoría de los libros de historia elaborados en el país. Quintana cuenta que
desde Santiago llegaban barcos con cientos de presidiarios de la capital
(Santiago), liberados de sus penas a cambio de que se "encargaran" de espantar a
los peruanos de Arica: "Fueron años de gran tensión. Los negros que tenían
tierra en Azapa se iban al Perú, pero después retornaban de forma ilegal por el
altiplano y vivían escondidos en sus casas, casi no salían. Otros se
nacionalizaron chilenos y comenzaron a denunciar a sus familiares para
congraciarse con las autoridades. Sin embargo, con el tiempo la cosa se fue
tranquilizando y negros, blancos, chilenos y peruanos vivieron en perfecta
armonía".
Morenos de Azapa
Conocido por sus famosas aceitunas, el valle de Azapa es un verde y
frondoso oasis en medio del desierto ariqueño. Aquí encontramos plantaciones de
mangos, plátanos, guayabas y maracuyás, frutas tropicales que nos hablan de las
bondades de estas tierras. Además esta zona concentra el mayor número de negros
de la provincia de Tarapacá. Incluso en Arica cuando te encuentras con un negro
no le preguntas si es brasileño o cubano, sino simplemente ¿eres azapeño? Los
Corvacho, los Ríos, los Baluarte y los Cadenas son algunas de las familias de
sangre africana que habitan desde hace siglos este hermoso lugar. Gente que ha
sabido adaptarse a las costumbres chilenas, pero que no reniegan de su pasado ni
del color de su piel.
Francisca Ríos vive cerca del kilómetro 4 del valle. Asegura que la vida
era indudablemente mejor y más llevadera en el Azapa de antaño: "Cuando estaban
los negros, aquí era todo más hermoso y tranquilo. Habían mucha fruta, grandes
cantidades de mangos, guayabas, papayas, plátanos y caña de azúcar. La gente era
muy sana y respetuosa. No se necesitaba dinero, todo te lo daba el valle. Una
vez a la semana bajábamos a Arica en burro para vender fruta, aceitunas y
comprar algunas cosas. Ahora, todo es distinto. Si no tienes dinero no haces
nada. Ya no hay ni fruta y los pozos de agua se están secando. Los valores han
cambiado y cada día se ven menos negros."
Sobre
las tradiciones negroides del valle, Francisca Ríos asegura que se han ido
perdiendo con el tiempo: "Lamentablemente no queda nada. Ni las fiestas
familiares ni los carnavales. Antes todos éramos mucho más unidos, si había un
cumpleaños llegaba toda la familia y celebraban hasta el otro día. Mis tíos
tocaban la guitarra, otro golpeaba una mesa o un cajón y bailaban sin parar."
Sobre
qué cosas danzaba los negros en Azapa, doña Francisca recuerda el vals, la cueca
y otro baile que no quiere mencionar, pero finalmente termina entregando algunos
datos entre risas y ademanes de vergüenza: "Existía el baile de la Lumbanga. Yo
nunca lo bailé porque era muy niña, pero me acuerdo que los mayores se ponían en
círculo y comenzaban a golpearse cadera con cadera. Era pura percusión. Tocaban
sobre una mesa, un barril de aceituna o cualquier cosa."
Otra
de las tradiciones que los negros tenían en el valle eran las "peleas de
gallos". Ángel Báez recuerda que éstas eran verdaderas batallas entre las
familias de la zona, donde más allá del dinero estaba el honor por saber quién
era el mejor criador. Hasta hace poco tiempo, el propio Ángel tenía sus gallos,
pero ya olvidó esta actividad por problemas económicos: "Criar un gallo de pelea
cuesta mucho dinero y tiempo. Ahora la vida en el valle está mucho más difícil,
por lo tanto, ya casi nadie va a las galleras. Hoy todo se compra, hasta la
fruta, y debo procurar más dinero que antes."
Sin
embargo, las tradiciones más recordadas en el valle eran la "Cruz de Mayo" y el
Carnaval. En el mes de mayo, cada familia de Azapa subía a un cerro una cruz, en
el trayecto se rezaba y entonaban cantos corales. Una vez que la cruz era
clavada en la cima, todos retornaban a sus hogares para celebrar una fiesta
hasta el otro día.
Los
carnavales se celebraban antes de la Cuaresma cristiana y se realizaban tanto en
el valle como en Arica. A diferencia de los actuales, los carnavales de esos
tiempos no eran celebrados bajo la música andina, sino por comparsas negroides,
formadas por cientos de guitarristas, bombos y quijadas de burro.
Todas
estas tradiciones se han extinguido con el tiempo. Los pueblos indígenas de la
zona -principalmente aymarás- muchos más organizados y homogéneos culturalmente,
se han apropiado de los espacios públicos y culturales. Los negros ya no son
mayoría, el tiempo los ha mezclado y dividido socialmente.
Sin
embargo, recientemente se formó "Oro Negro", la primera fundación de
afrodescendientes chilenos. Liderados por Sonia Salgado, alcaldesa de la comuna
de Camarones, esta organización busca recuperar el legado negro de Arica y sus
alrededores. Para ello realizarán un censo para determinar cuantos
afrodescendientes son en la actualidad y se realizarán talleres para recrear la
música y las tradiciones de este pueblo. Según su presidenta, "Oro Negro" busca
"poder agrupar estas aceitunas negras, este racimo de uvas que está disperso,
discriminado y olvidado en un rincón de la diversidad cultural de este país".
La fuente: Primera Línea, revista digital
chilena (www.primeralinea.cl).
Extraído de www.elcorresponsal.com
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