Terminó, en lo esencial, la deflación en Japón, después de cinco años. Atrás
quedó el proceso sistemático de destrucción de precios, que hundía la
posibilidad de recuperación económica de la segunda economía del mundo. El punto
de inflexión se produjo en noviembre de 2003. Entonces se conoció el índice de
precios minoristas para bienes de consumo, que experimentó un crecimiento
anualizado del 0,1%. Es el primer incremento de este tipo desde 1998, y es la
primera vez también, en 31 meses, que crecen las ventas minoristas. La tendencia
hacia una menor deflación fue visible durante todo el año último: en el primer
trimestre de 2003, la caída del nivel general de precios fue del 3,5%, en
comparación con el mismo período de 2002. Pero en el segundo trimestre la
disminución fue sólo del 2,1%. La economía japonesa se encuentra en una etapa de
crecimiento que, según la OCDE, alcanzaría al 2,7% en 2003, tras dos años de
estancamiento sucesivos (0,4% en 2001 y 0,2% en 2002).
La recesión cíclica iniciada a fines de la década del 80, tras el estallido
de la burbuja especulativa, sobre todo inmobiliaria, se transformó en depresión
estructural a lo largo de los 90, al permanecer inmutable la situación de
virtual quiebra del sistema financiero, debido a la extraordinaria magnitud de
los créditos incobrables (44 billones de yenes, casi el 7% del PBI). Se sumó, a
partir de 1998, un proceso deflacionario que cumplió un ciclo completo de
destrucción de precios, a un ritmo descendente del 2% anual, en promedio.
Dos son las razones que explican la superación de la deflación y abren paso a
un nuevo ciclo de expansión de la economía japonesa. Una, de orden interno, es
el resultado no previsto de la política del Banco Central de Japón (BCJ) de
compra masiva de dólares en el mercado internacional para evitar la apreciación
del yen y mantenerlo en el nivel de un dólar=118/120 yenes. La emisión masiva de
yenes, que es su contrapartida, no fue acompañada por una colocación sistemática
de bonos destinada a esterilizarla. El resultado fue que la base monetaria se
amplió considerablemente, lo que generó condiciones para una reversión parcial y
provisional, pero efectiva, de la deflación. El BCJ compró U$S 120.000 millones
entre enero y octubre de 2003, mientras que en todo 2002 había adquirido U$S
65.000 millones. Sólo en mayo del año último, las compras ascendieron a U$S
30.000 millones. Por eso las reservas internacionales de Japón alcanzaron en
octubre los U$S 644.000 millones y ocupan el primer lugar en el mundo en los
últimos 47 meses.
La segunda razón es de orden mundial. Se trata de la recuperación de la
economía mundial durante el tercer trimestre de 2003, manifestada principalmente
para Japón en el crecimiento del Asia-Pacífico, sobre todo de China. The
Economist señala que la tasa de crecimiento de la economía mundial fue del 5,1%
en el tercer trimestre de 2003, la mayor en 20 años, y alcanzó al 6,4% si se la
mide según la paridad del poder de compra. La caída de la deflación y la
recuperación de la economía nipona responden a este fenómeno de orden mundial,
que significa para Japón, por primera vez en su historia moderna, su inserción
definitiva en la globalización industrial, entendida como proceso de
transnacionalización productiva, sobre todo con China.
El fin de la deflación en Japón es una manifestación de un cambio estructural
de fondo, vinculado con la transnacionalización de su industria. Tiene un
carácter esencialmente irreversible, al implicar una modificación en sus raíces
de la pauta de la acumulación japonesa, que abandona el aislamiento relativo que
caracterizó a su fenomenal crecimiento a partir de 1954 (fin de la ocupación
norteamericana) hasta 1989, seguido por los diez años de depresión estructural.
Lo revela inequívocamente el porcentaje de inversión extranjera directa (IED) en
relación con el producto de China y Japón. Mientras el stock de IED representa
el 42% del PBI en China, en Japón sólo alcanza al 18 por ciento.
China, incluido Hong Kong, es el mayor mercado para las exportaciones
japonesas, por encima de Estados Unidos. Las exportaciones de Japón a China
aumentaron el 28% en octubre y el 50% de las exportaciones niponas se dirigen al
Asia-Pacífico. Las exportaciones japonesas a China y Hong Kong representan el
63% del total del crecimiento de sus ventas externas el último año.
La recuperación de la economía japonesa es, al mismo tiempo, manifestación y
resultado de la extraordinaria transnacionalización productiva que implica el
éxodo masivo de las empresas japonesas a China. Producen allí y reexportan sus
productos al mundo, ante todo a Estados Unidos. El crecimiento de sus
exportaciones representa un cambio de su naturaleza: mientras que en 1995 las
exportaciones de bienes de capital e intermedios representaban el 22% del total,
la cifra se elevó al 39% en 2002.
Lo que ocurre en Japón es de importancia mundial. Significa por primera vez
el ingreso efectivo a la globalización del capitalismo de la segunda economía
del mundo, tan avanzada tecnológica y científicamente en algunos sectores clave
como Estados Unidos. En términos histórico-estructurales, lo que sucede en Japón
tiene más importancia que lo que acaece en China. Es semejante a lo que
sucedería si Alemania realizara las reformas económicas e institucionales
pendientes, que no llevó a efecto durante la fase de globalización de la
economía mundial (1973-2003) y recuperara, a través de su transnacionalización
productiva, lo que no tiene: crecimiento económico e innovación sistémica.
La nueva onda larga del capitalismo que emergió en el tercer trimestre de
2003 tiene tres componentes fundamentales: el extraordinario salto de
productividad de la economía norteamericana, la expansión del comercio
internacional liderada por China y, finalmente, la transnacionalización
productiva de la industria japonesa, en un proceso histórico-estructural que
cambia todos los datos del tablero mundial. Japón vuelve al primer plano del
mundo, ahora a través de China.
El autor es presidente del Instituto de Planeamiento
Estratégico.