Economía y Politica
Internacionales
¿Un imperio
estadounidense?
Autor:
Leon Hadar *
Fecha:
4/8/2003
Traductor: News
Clips
Fuente:
El País
No hace mucho, durante los cambiantes años
noventa, estábamos celebrando la llegada de la era de la globalización. Los
"proveedores de contenido" de la década escribieron libros y artículos con
títulos como Ascenso y caída del Estado-nación y El mundo sin fronteras.
Predijeron que el ciclo económico desaparecería y que el índice Dow Jones
alcanzaría los 12.000 puntos (¿o eran 24.000?), que el poder pasaría del
Gobierno a las empresas y que la fusión entre Time Warner y AOL cambiaría el
mundo hasta entonces conocido.
En realidad, una relectura de dichas
predicciones debería proporcionarnos cierta perspectiva ante los vaticinios que
hoy se plantean, a veces a cargo de los mismos expertos, y que prevén el ascenso
de un imperio mundial estadounidense en el que este país, aprovechando su
inigualable potencia militar, acomodará el mundo a sus intereses e ideales.
Teclee "imperio estadounidense" o "imperio americano" en su buscador de
Internet y encontrará enlaces con cientos de páginas, columnas periodísticas,
artículos de revistas y libros que analizan y debaten el nuevo papel imperial de
Washington en todo el mundo. Un influyente grupo de intelectuales
neoconservadores estadounidenses ha formulado la idea de que Estados Unidos
debería disfrutar de un prolongado "periodo unipolar", y de que así lo hará.
Especialistas de dentro y fuera de EE UU han criticado este enfoque
unilateralista. La guerra contra Irak sirve de argumento para ambos bandos.
Pero seguramente todo este parloteo sobre el imperio estadounidense en
la primera década del siglo XXI sonará muy parecido al que escuchamos sobre la
globalización en la última década del XX: una moda intelectual producida por
especialistas que buscaban expresiones pegadizas y metáforas vistosas para
explicar la compleja realidad.
No es que este cambio no sea real.
El desplome del comunismo, la liberalización económica en todo el mundo
y el avance de la tecnología de la información han afectado a la política
planetaria y a los sistemas sociales. Pero el ciclo económico no ha
desaparecido. Las tendencias bajistas han vuelto a Wall Street. La fusión entre
AOL y Time Warner fracasó. Y el Estado-nación está vivo y goza de buena salud,
su poder incluso ha sido fortalecido como respuesta a ataques externos tan
variados como el terrorismo o el SRAS (síndrome respiratorio agudo severo). La
realidad -y la complejidad- resulta mordaz.
Ahora, considérese la idea
de que el duopolio de la guerra fría, Estados Unidos frente a la Unión
Soviética, será sustituido por un monopolio: el imperio estadounidense. Que
Estados Unidos es la mayor potencia militar del sistema internacional es un
hecho, de la misma forma que algunos elementos de la globalización son una
realidad.
Pero, al igual que la globalización no ha eliminado al Estado-
nación, probablemente la supremacía militar estadounidense no transformará a EE
UU en un imperio. Los costes económicos, la oposición de la opinión pública y
los potenciales desafíos planteados por otros actores planetarios se
interpondrán en su camino.
Ésta fue la experiencia de Gran Bretaña
durante el siglo XX, cuando intentó sin éxito asegurar las bases de su imperio.
En Oriente Próximo, llevado por sus intereses petrolíferos y estratégicos, el
Reino Unido intentó establecer un nuevo orden. Puso en el poder a los hachemíes
en Jordania y en Irak, creó el reino saudí, mantuvo su influencia en Egipto e
intentó poner fin a la violencia entre árabes y egipcios en Tierra Santa. ¿Suena
familiar?
Sabemos cómo acabó la película. Los costes del Imperio
Británico en Oriente Próximo y en otros lugares demostraron ser mayores que los
beneficios. La resistencia de los actores regionales, incluidos terroristas; las
ofensivas de potencias mundiales, incluido su aliado estadounidense, y el
declive económico y la oposición interna condujeron a una lenta y dolorosa
retirada británica de la región, que culminó con el desastre de Suez en 1956.
El nuevo guión estadounidense añade una banda sonora democrática de
estilo wilsoniano a la producción imperial británica, pero las contradicciones
entre el modo de pensar realista, partidario de la estabilidad, y los
sentimientos idealistas favorables a la democracia harán aún más difícil
mantener este proyecto de imperio democrático estadounidense.
La
situación sólo invitará a los actores regionales y planetarios a oponerse a los
intentos estadounidenses de monopolizar el poder en Oriente Próximo y en todo el
mundo.
En lugar de imperio y monopolio, los estadounidenses deberían
pensar más en términos de oligopolio. Para hacer progresar sus intereses
legítimos en Oriente Próximo y en la región que algunos han denominado el
"Creciente de la Inestabilidad" -que se extiende desde los Balcanes hasta la
frontera china- Estados Unidos debería desempeñar un papel protagonista en un
grupo formado por grandes potencias.
El único planteamiento realista que
permitiría que los intereses estadounidenses prosperasen tendría que basarse en
la cooperación con la Unión Europea, Rusia, China e India, además de varias
potencias intermedias como Brasil, Nigeria e Indonesia.
Dicho sistema de
cooperación diplomática y militar no sólo ayudaría a contener el terrorismo y a
superar la inestabilidad en Oriente Próximo y en su periferia, sino que también
contribuiría a introducir en mayor medida a China e India en el sistema
internacional, convirtiéndolas en potencias estables y partidarias del statu
quo.
Por supuesto, el "grupo de grandes potencias" no está tan de moda y
no resulta tan atractivo como la noción de imperio. Pero, en un mundo complejo,
esta situación está en muchos aspectos más acorde con la tradición de la
realpolitik que las fantasías imperiales presentadas por los intelectuales
neoconservadores, que se tildan a sí mismos de realistas.
Después de
todo, las modas intelectuales pasajeras, como el imperio -o el triunfo total de
la globalización-, no pueden convertirse en una base para una política a largo
plazo. En la mayoría de los casos los acontecimientos las echan por tierra y
finalmente son rechazadas por aquellos que en otro tiempo las habían celebrado.
* Leon Hadar es investigador en Política
Exterior del Cato Institute y autor de Quagmire: America in the Middle East.