La nota de
Marcelo Colussi trata de responder al siguiente interrogante:
¿Qué es
Centroamérica?
Un análisis
que enriquecerá a todos los lectores.
Para quienes viven fuera de
Centroamérica, ésta representa una región bastante ignorada. Es, salvando
las distancias, como el Africa negra: un área difusa, donde no se conocen
con exactitud los países que la integran, y de la que existe una vaga idea
del conjunto, siempre en la perspectiva de pobreza, atraso comparativo,
condiciones de vida muy difíciles, impunidad y corrupción por parte de los
Estados, con dinámicas sociales de alta violencia. Centroamérica, en esta
lógica es, sin más, sinónimo de república bananera.
De alguna manera,
efectivamente funciona como bloque. Además de los geográficos, existe una
cantidad de elementos que le confiere cierta unidad económica, política,
social y cultural. Los países que la conforman: Guatemala, Honduras,
Nicaragua, El Salvador, Belice, Panamá y Costa Rica, con la excepción de
este último, presentan los índices de desarrollo humano más bajos del
continente, junto con Haití en las Antillas - una de las naciones más
indigentes del mundo.
El área es muy pobre; si bien
cuenta con muchos recursos naturales, su historia la coloca en una
situación de postración y atraso muy grande. Básicamente es
agroexportadora, con pequeñas aristocracias vernáculas - herederas en
muchos casos de los privilegios feudales derivados de la colonia - que por
siglos han manejado los países con criterio de finca. Entrado ya el tercer
milenio y luego de las feroces guerras de las últimas décadas, nada de
esto ha cambiado sustancialmente. Los productos primarios siguen siendo la
base de la economía: café, azúcar, frutas tropicales, maderas. En los
últimos años se dieron tenues procesos de modernización, instalándose en
toda la zona terminales industriales maquiladoras aprovechando la barata y
poco o nada sindicalizada mano de obra. Por lo general los capitales
comprometidos son transnacionales, no representando esta industria del
ensamblaje un verdadero factor de desarrollo a largo plazo. En épocas
recientes, con distintos niveles pero, en general, como común denominador
de toda la región, se han ido incrementando los llamados negocios
'sucios': lavado de narcodólares, y tráfico de estupefacientes. De hecho,
hoy la zona es un puente obligado de buena parte de la droga que,
proviniendo del sur, se dirige hacia los Estados Unidos. Esto ha
dinamizado las economías locales, sin favorecer a las grandes masas
obviamente, permitiendo el surgimiento de nuevos actores económicos y
políticos ligados a actividades ilícitas, tolerados por los respectivos
Estados, y a veces manejándolos desde su interior.
La población de toda la región
es mayoritariamente rural; prevalece un campesinado pobre, que combina el
trabajo en las grandes propiedades dedicadas a la agroexportación con
economías primarias de autosubsistencia. La tenencia de la tierra se
caracteriza por una marcada diferencia entre grades propietarios -
familias de estirpe aristocrática, en muchos casos con siglos de
privilegios en su haber - y campesinos con pequeñas parcelas (de una o dos
hectáreas, o menos incluso) que, con primitivas tecnologías, apenas si
consiguen cubrir deficitariamente sus necesidades.
En toda la región hay
presencia de población indígena, siendo Guatemala el país que presenta
mayor porcentaje al respecto: más de dos terceras partes - de hecho, la
nación latinoamericana con mayor presencia de habitantes de etnias no
europeas. En este caso particular - esto no se da con similar énfasis en
los otros países del istmo - ello crea una dinámica social
desvergonzadamente racista, siendo los mayas los grupos más excluidos y
marginados en términos económicos, políticos y sociales. Similar fenómeno
se repite con las minorías indígenas a lo largo de toda Centroamérica.
Corresponde mencionar que también hay presencia de población negra, pero
no en un porcentaje particularmente alto como ocurre en las islas del
Caribe.
La migración interna desde el
campo hacia las ciudades en búsqueda de mejores horizontes, agravado ello
por las devastadoras guerras internas registradas estas últimas décadas
que forzaron a numerosos pobladores a marcharse de sus lugares de origen,
constituye un fuerte elemento de las dinámicas sociales de todas las
repúblicas centroamericanas, lo cual da como resultado el crecimiento
desmedido y desorganizado de sus capitales. Producto de ello es la alta
proliferación de populosos barrios urbanoperiféricos, sin servicios
básicos, con poblaciones que sobreviven a partir de pobres economías
subterráneas: comercio informal, niñez trabajadora, invitación a la
delincuencia.
En términos generales (Costa
Rica es la excepción) la situación de las mujeres es de gran desventaja
respecto a la de los varones. Siguiendo pautas tradicionales, el número de
embarazos es muy alto: con un promedio urbano de cinco (vale agregar que
hay una alta mortalidad infantil), subiendo mucho más en áreas rurales.
Las tasas de analfabetismo, de por sí altas, se acentúan en las mujeres. Y
su participación en la vida política es baja.
La situación medioambiental de
todo el istmo es preocupante. Como consecuencia de la falta de
planificaciones a largo plazo, de rapiñas de recursos naturales y de
Estados corruptos que toleran todo tipo de saqueo, la zona muestra un
marcado deterioro en sus aspectos ecológicos: desacelerada pérdida de
bosques, falta de agua potable, polución generalizada.
Si bien toda Latinoamérica es,
desde inicios del siglo XX, zona de influencia estadounidense, en el caso
de América Central esto es groseramente más notorio. Sus presidentes
llegan a tales con el beneplácito de la embajada norteamericana (llamada
simplemente 'la Embajada', lo cual dice mucho del panorama general). El
imperio del norte, aunque es reconocido en su papel de amo dominante, no
deja de ser al mismo tiempo foco de atracción de todas las poblaciones: de
las clases altas, en tanto centro de referencia política y cultural; de
las masas empobrecidas, como vía de salvación económica. De hecho el
ingreso de divisas a partir de las remesas que cada mes envían los
familiares emigrados (mano de obra barata y no calificada en los Estados
Unidos) constituye para toda el área una de las principales fuentes de
sobrevivencia (en algunos países, y dependiendo de circunstancias
coyunturales, ocupa el primer lugar).
En tal sentido, dado que juega
este papel de punto de referencia obligado en las lógicas cotidianas y de
largo plazo, Norteamérica es un elemento decisivo para entender la
historia, la coyuntura actual y el futuro del istmo
centroamericano.
Centroamérica y la Guerra
Fría
Los países que actualmente
conforman la región centroamericana fueron colonias de España, con
excepción de Belice, que fue un enclave británico. Hacia principios del
siglo XIX, con la fiebre libertaria que barrió el continente, consiguen su
independencia de la metrópoli. Pero rápidamente comenzaron sus problemas.
Originalmente constituyeron una unidad, continuando su status de Capitanía
General de la época colonial, donde reunidos conformaban un todo con
Guatemala como capital. Al poco tiempo de constituida, se disolvió la
Unión Centroamericana, dando lugar a los Estados que actualmente existen
en la zona.
Formalmente independientes de
España, en realidad nunca se constituyeron plenamente en repúblicas
soberanas con proyectos nacionales propios. Ya hacia fines del siglo XIX
eran, en mayor o menor medida, partes del círculo de interés
geoestratégico que los Estados Unidos comenzaban a trazar. Desde ese
entonces son - como se dice tan habitualmente - su 'patio
trasero'.
Las aristocracias nativas
siempre estuvieron alineadas con el poderoso del norte; se dio ahí un
proceso de acomodamiento recíproco: oligarquías que producían a bajos
costos productos para el mercado norteamericano, y que simultáneamente
abrían las puertas a las inversiones estadounidenses para el saqueo de las
riquezas nacionales. Al mismo tiempo - esto marcó la historia de todo el
siglo XX - estos países aportaban mano de obra barata, siempre en
situación migratoria ilegal, para los trabajos menos calificados en los
Estados Unidos.
En todo el subcontinente
latinoamericano, Mesoamérica fue quedando relegada como la región más
pobre, con estructuras más ligadas a la colonia, con un funcionamiento
económicosocial de corte quasi feudal, mientras otros países, también ex
colonia españolas, seguían modelos de desarrollo
industrial.
La injerencia política de
Washington en la región fue notoria; más aún: desvergonzada, desde el '900
en adelante. Salvo Costa Rica - que merece un tratamiento aparte, siendo
la 'Suiza centroamericana' - la historia política del istmo estuvo marcada
por dictaduras militares a granel, siempre con el Tío Sam de por medio.
Invasiones, complots y maniobras desestabilizadoras se pueden contar por
docenas. La CIA hizo su debut de fuego con una campaña de acción
encubierta en Guatemala, en 1954.
En esta lógica, sobre el
horizonte de esa historia de explotación, pobreza e intervención
extranjera, y a partir de la esperanza que abriera la Revolución Cubana de
1959, entre las décadas de los '60 y los '70 comienzan a generarse
movimientos armados como reacción ante tal estado de cosas. Guatemala
primero, luego Nicaragua, posteriormente El Salvador, desarrollaron
expresiones guerrilleras que, paulatinamente, fueron creciendo. En
Nicaragua, como Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), hacia
1979, terminaron por tomar el poder desplazando a la dictadura más vieja
de Centroamérica: la de la familia Somoza, tristemente célebre por su
crueldad, comenzando la construcción de una experiencia socialista y
antiimperialista. En El Salvador, hacia fines de los '80, estuvieron a
punto de hacer colapsar al gobierno. En Guatemala - el movimiento
guerrillero más viejo del área - fueron juntando fuerzas llegando a tener
una presencia nacional.
Estas expresiones políticas, -
de acción armada, con presencia fundamentalmente entre la población
campesina - además de representar sin dudas el descontento histórico de
las masas paupérrimas, fueron parte también de la lucha ideológica y
militar que marcó buena parte de la segunda post guerra del siglo XX: la
Guerra Fría. Guerra a muerte entre dos proyectos de vida, entre dos
modelos de desarrollo y de concepción del mundo; guerra que se libró en
numerosos frentes, y en la que Centroamérica fue un campo de batalla de
gran importancia.
El bloque socialista se
involucró fuertemente; Cuba, por su cercanía, fue el punto de referencia
más cercano. Preparación política, ideológica y militar estuvieron
presentes desde el inicio de estos movimientos, apareciendo Moscú siempre
vigente como una instancia importante en esa dinámica entablada. Por el
otro lado, como respuesta a estos proyectos de transformación social, las
oligarquías locales, con sus respectivas Fuerzas Armadas, y la presencia
omnímoda de Washington en tanto referencia última, descargaron todo el
peso represivo del caso para evitar que esas iniciativas revolucionarias
pudieran crecer.
A las propuestas de cambio
social levantadas por estos movimientos (en Nicaragua, incluso, habiendo
llegado a adueñarse del poder, y comenzando efectivamente el proceso de
transformación), le siguieron brutales represiones. Campañas de 'tierra
arrasada' en Guatemala, los 'contras' en Nicaragua, guerra sucia en El
Salvador, las bases de los contras en Honduras, y en su momento también en
Costa Rica, ningún rincón del área centroamericana escapó a la maquinaria
bélica. La zona se puso al rojo vivo. El discurso militarizado inundó la
vida cotidiana.
La guerra nuclear de los
misiles soviéticos y estadounidenses que nunca llegaron a dispararse se
libró, entre otras formas, a través de las guerras de guerrillas y las
tácticas contrainsurgentes en las montañas de Centroamérica. Los muertos,
claro está, fueron centroamericanos.
Y ahora: ¿más de lo
mismo?
La Guerra Fría terminó. El
bloque soviético ya no existe. Los ideales socialistas, aquellos que
pusieron en marcha a los movimientos guerrilleros, hoy están, si no
desechados totalmente, al menos en proceso de observación (¿en terapia
intensiva?). De todos modos las causas estructurales que motivaron
aquellas respuestas armadas por parte de los grupos más avanzados
políticamente en los distintos países de América Central, aún persisten.
En Nicaragua incluso, donde uno de esos grupos fue poder y manejó el país
por espacio de una década, las causas profundas generadoras de pobreza -
aunque ya no esté la familia Somoza - persisten. De aquel cambio iniciado
en su momento, hoy ya nada queda.
Mucho ha cambiado en estos
últimos años, desde la caída del muro de Berlín en adelante. Pero las
razones que dieron lugar al surgimiento del socialismo como visión
contestataria del mundo, como forma de lucha contra las injusticias
sociales, aún se mantienen.
La Guerra Fría que se expresó
en Centroamérica a través de las guerras que desangraron sus países por
años, ya es parte de la historia; pero las secuelas de esas guerras ahí
están todavía, y seguirán estando por mucho tiempo.
En realidad, terminada la gran
puja entre los dos modelos en disputa con el triunfo de uno de ellos y la
desaparición del otro, no se resolvieron los problemas de fondo que
mantuvieron enfrentadas a esas dos cosmovisiones; terminó la guerra de
estos años, pero no su motor. A partir de ese final en concreto se
siguieron las agendas de paz de diversas regiones del planeta, América
Central entre ellas. Agendas que, en todo caso, no hablan tanto de los
procesos de superación de diferencias en los espacios locales donde los
conflictos se expresaban abiertamente (como en Oriente Medio, o en el
Africa subsahariana), sino de la necesidad y/o conveniencia de las
potencias - Estados Unidos a la cabeza - de eliminar zonas calientes,
problemáticas. A su vez las guerrillas firmaron la paz, en realidad,
porque no tenían otra salida ante el nuevo escenario
abierto.
Desde ya, el hecho de no
convivir diariamente con la guerra es un paso adelante. Hoy siguen
muriendo niños de hambre, o mujeres en los partos sin la correspondiente
atención, pero ya nadie muere en una emboscada, pisando una mina, de un
cañonazo. Esto no es poco. Pero si se mira el fenómeno a la luz del
análisis histórico es evidente que las guerras vividas en la región tienen
como su causa el hambre, la desprotección, la exclusión en definitiva. Y
esto no ha cambiado.
¿Qué le espera ahora a
Centroamérica?
Como primera tarea, resolver
los problemas inmediatos derivados de los conflictos armados: los
materiales, los psicológicos, los culturales. Desde hace algunos años,
dependiendo de los tiempos en cada caso, se está trabajando sobre ello.
Sin embargo, la magnitud de lo invertido para la reconstrucción post
bélica es inconmensurablemente menor a lo que se destinara a las guerras,
por lo que las heridas y las pérdidas no parecen poder superarse con gran
éxito de seguirse esta tendencia. No ha habido - ya pasó el tiempo para
ello - un equivalente al plan Marshall europeo para reactivar las
economías. Se contó con apoyos de la comunidad internacional, pero no
mucho más grandes que los que podrían haber llegado luego de cualquier
catástrofe nacional. En definitiva, no hubo un genuino proceso de
reconstrucción sobre nuevos parámetros: todo siguió no muy distinto y las
ayudas no sirvieron para poner en marcha ninguna transformación de
base.
Pacificada el área, la
estructura económica no ha tenido ningún cambio sustancial: no se modificó
la tenencia de la tierra, no se salió de los modelos agroexportadores, no
comenzó ningún proceso sostenible de modernización industrial. Las grandes
mayorías continúan siendo mano de obra no calificada, barata, con escasa o
nula organización sindical. En otros términos: más de lo
mismo.
En el plano de lo político y
cultural las cosas no han cambiado especialmente. Sigue predominando la
impunidad. Ese es el elemento principal que define la situación general
luego de los conflictos bélicos sufridos. Las aristocracias se han
reposicionado luego de este período, sin mayores inconvenientes en el
mantenimiento de sus privilegios. En Nicaragua retornaron abiertamente al
control del poder, luego de la primavera sandinista - que terminó siendo
más bien, por diversos motivos, un borrascoso temporal. En Guatemala han
tenido que compartir algunas cuotas de poder, a su pesar sin dudas, con
las fuerzas armadas que le cuidaron sus fincas años atrás, quienes
devinieron ahora nuevos ricos con el manejo de las economías 'calientes':
narcotráfico, contrabando, crimen organizado. Pero en toda la región
centroamericana la pauta dominante sigue siendo la impunidad. Luego de las
atrocidades a que dieron lugar las guerras cursadas, no ha habido ni un
solo juicio a responsable alguno de tanto crimen, de tanta destrucción.
Incluso muchos de los asesinos de guerra siguen detentando cargos públicos
sin la menor vergüenza.
La construcción de la paz como
proceso sostenible e irreversible no es, hasta el momento, un hecho
indubitable. Mientras no se revise seriamente la historia, no se comiencen
a mover las causas estructurales que están a la base de los
enfrentamientos armados y no se haga justicia contra los responsables de
los crímenes de guerra - como pasó, por ejemplo, en Europa con la
jerarquía nazi - es imposible pacificar realmente las sociedades. Hay,
como es el caso actual, algunos paños de agua fría, pero las heridas
profundas que ocasionaron el odio y las posiciones irreconciliables no
podrán desaparecer si no se abordan con seriedad esas agendas pendientes.
La violencia galopante que se vive en la zona - criminalidad, persistencia
de escuadrones de la muerte, delincuencia callejera, linchamientos en
algunos casos - son expresiones de esa historia no elaborada. Puede haber
'agendas de la paz', pero no se vive realmente en paz.
El papel jugado por los
Estados Unidos sigue siendo el mismo: hegemónico, dominador total. Incluso
se da el caso paradójico en que, terminadas las guerras locales, la gran
potencia se permite impulsar programas de apoyo a las víctimas de toda esa
crueldad que ellos mismos fomentaron. Valga decir que no por sentimientos
de culpa precisamente, sino como parte de la misma estrategia de
dominación de siempre, actualizada hoy, y adecuada a las circunstancias
correspondientes.
Los movimientos guerrilleros
signatarios de la paz, - que en todo caso siguieron un proceso
prácticamente impuesto - una vez pasados a la lucha política desde el
plano civil no han podido elaborar estrategias de impacto para las
mayorías, estando en estos momentos lejos de constituirse en alternativas
con posibilidades reales de generar cambios profundos. El caso del
sandinismo, viniendo de un proceso donde sí detentaron el poder político,
nos confronta con una debilidad de propuesta programática que - todo
pareciera indicar - probablemente torne difícil su retorno a la casa
presidencial en el corto plazo (ya son tres las elecciones donde no
triunfan).
Para las poblaciones pobres,
marcharse a los Estados Unidos a trabajar en cualquier cosa y acumular
algunos dólares, sigue siendo la meta dorada.
Como una herencia novedosa que
deja el final de la Guerra Fría en el área centroamericana - proceso que
en realidad se extiende a toda Latinoamérica, pero que en la zona adquiere
ribetes muy marcados - es la proliferación de iglesias evangélicas
fundamentalistas. Nacidas como estrategia política encubierta de los
Estados Unidos para oponerse a la creciente Teología de la Liberación
católica de los '60 y los '70 con su 'opción por los pobres', estos grupos
inundaron la región llevando un mensaje de desinterés por lo terrenal y de
total apatía política. Hoy, a partir de una dinámica de autonomía que
fueron adquiriendo, representan un factor de alta incidencia en la vida
cotidiana de las comunidades de todos los países del istmo, repitiendo
siempre aquellos patrones de proyecto vital: no preocuparse, dejar todo en
manos de dios. Su incidencia es alta: se calcula en no menos de un tercio
de la población total.
Centroamérica participa hoy de
los procesos de integración en bloque que imponen los Estados Unidos en su
estrategia continental. Ahí están el Tratado de Libre Comercio (TLC) o el
Plan Puebla-Panamá, preparando el camino para una futura Area de Libre
Comercio de las Américas (ALCA), en tanto mecanismos de homogenización
regional. En esta lógica se inscribe el Tratado de Libre Comercio entre
Centroamérica y Estados Unidos, (CAFTA, por sus siglas en
inglés).
El 10 de abril recientemente
pasado, en el mimo momento en que las fuerzas armadas norteamericanas
invadían Bagdad en su proyecto de 'guerra preventiva' - estrategia de
control mundial, si se quiere decir de otra manera , se reunían en
Washington cinco presidentes centroamericanos (faltaron Panamá y Belice)
con su colega estadounidense. Con este encuentro se bendecía públicamente
el acuerdo comercial de la gran potencia con las vulnerables naciones
istmeñas.
El Presidente Bush anunció en
enero pasado que el CAFTA constituye una prioridad de primera línea para
su administración. El valor global de las relaciones comerciales entre la
economía norteamericana y la centroamericana es de unos 20,000 millones de
dólares anuales, cifra que no representa, precisamente, una cantidad como
para ser considerada 'prioridad de primera línea'. ¿Por qué esta decisión
de Washington entonces? |