
Alfredo César
Dachary
Hace unos pocas
semanas, en México se dio un dictamen excepcional. Se autorizó la extradición a
España del militar genocida argentino Miguel Cavallo, un fallo que pasa a la
historia moderna del derecho como un parteaguas sobre la territorialidad de la
justicia.
La justicia española,
en este caso a cargo del ya famoso Juez Garzón, solicitó la extradición por
genocidio y tortura a ciudadanos españoles asesinados en Argentina durante la
última dictadura militar.
Dos semanas después
de la deportación de Cavallo a España, el gobierno argentino que encabeza el
reciente presidente Kihsner, decreta la abolición de los decretos que hacían
prescribir estas causas a través de una figura que era la obediencia debida de
un militar respecto de un superior y que por ello los eximía de culpa y la ley
de punto final, que era un verdadero blanqueo de lo ocurrido.
Ante esta nueva
situación, cuarenta seis militares en servicio activo o en retiro fueron
detenidos y puestos a disposición primero del juez solicitante, Garzón, y en algunos casos a otros gobiernos,
como el de Francia, por la muerte de las monjas francesas o Suecia por la
desaparición de ciudadanos de ese país, todos en suelo argentino.
Estos hechos al igual
que el que realizó México son pioneros a nivel mundial. Aún queda mucho por
hacer, principalmente en el cono sur donde en Chile la transición todavía no
concluye y Pinochet es un factor de poder con el ejército, lo mismo que en
Uruguay y Bolivia y en menor cuantía en Brasil, donde el tema es vedado, dado
los grandes problemas actuales.
Este mismo año se
designó como fiscal del Tribunal Penal Internacional al fiscal argentino que
llevó adelante los juicios contra los dictadores del país en los 80’s, y con
ello comenzaba a operar este nuevo tribunal mundial que tiene una larga lista de
futuros indiciados, incluidos algunos funcionarios importantes de países que
están en el poder en la actualidad.
Hoy están siendo
juzgados en Holanda, los responsables de la guerra de los Balcanes, desde el
presidente de la ex Yugoeslavia, a generales y presidentes de los nuevos países
emergentes, una larga lista, que aún no ha concluido en muchos casos en
sentencia.
Llama la atención que
hoy se persiga a terroristas, guerrilleros, delincuentes asociados a las mafias
internacionales de la droga y otros delitos, a militares que han realizado
abusos contra las poblaciones como los cascos azules de la ONU, que sería tarea
del tribunal internacional y que justamente Estados Unidos se opone a este
organismo máximo del planeta.
¿Dónde está la lucha
por la democracia, por la libertad de los pueblos, por la abolición de las
tiranías si el gobierno justifica todos los abusos de sus militares, de los
violadores y asesinos que han asolado a poblaciones donde están sus bases como
el caso de Okinawa, o las bases en Centroamérica, en Honduras, donde el número
de enfermos de sida es excepcional?
¿Qué pasa con los
principios de los padres fundadores de las primeras colonias de América del
Norte?¿ Con qué cara se puede exigir reciprocidad y solidaridad de justicia cuando el
gobierno de Estados Unidos obliga a cada gobierno de América y el mundo a firmar
un acuerdo que deja fuera de esa jurisdicción a los soldados y funcionarios
norteamericanos que realicen el tipo de delito que sea?
México acaba de
detener a un grupo de supuestos miembros de la ETA a solicitud y colaboración
con la policía española y ha decretado su extradición, la que solicita el
gobierno español.
El problema que
plantea a esta nueva era, la justicia internacional de los delitos denominados
de lesa humanidad, es quizás la primer prueba de fuego de la democracia en el
siglo XXI, los países que se adhieran serán los más creíbles , ya que nada
tienen que ocultar, de sus gobernantes ni de sus ciudadanos, de sus acciones
como país como la de sus connacionales en el extranjero.
Estos hechos son de
tal trascendencia que hoy estamos enfrentando una nueva página negra en la
historia de América. El genocida Efraín Ríos Mont, militar y obispo de una de
esas sectas que hoy abundan en Guatemala, intenta llegar a la presidencia del
país por la vía electoral y un valiente juez le obstruye el paso, a partir de un
artículo de la constitución que prohíbe a los golpistas entrar en la disputa
democrática por el poder.
Aún no se ha sentido
la voz del Departamento de Estado, que tiene en su poder gran parte de la
documentación probatoria de los crímenes de Ríos Mont, lo cual lo ha reconocido
estos últimos años y esto llama la atención porque este general no tiene nada
que envidiarle a Saddan Hussein, sólo que no es árabe.
No es un tema
menor, no es un problema de interpretación de la ley, es ésta quizás la mayor
demostración de que entre la democracia declarada y la ejercida hay un largo
camino, que sólo se puede transitar cuando todos los ciudadanos del mundo sin
excepción sean sujetos de un orden jurídico común sobre los temas que son de
lesa humanidad, principalmente el genocidio y la violación masiva de los
derechos humanos.
Cuando ocurre un
hecho inédito, como fue la invasión a Irak para apropiarse del petróleo, lo cual en menos de un mes
se hizo público ante la falta de pruebas de la existencia de las armas de
destrucción masiva, se entiende entonces a la administración Bush, el por qué no
quiere firmar la adhesión al Tribunal penal internacional, ya que como se dice
en la tradición: “...cuando veas las barbas de tus vecinos cortar, pon las tuyas
a remojar...”.
La justicia por los
horrores de Argentina demoró veinticinco años, la de los judíos sobre los nazis
y guerra de exterminio aún no ha concluido aunque ya la mayoría de los actores
son ancianos o han fallecido; el tiempo es un recordatorio de que la vida pasa
pero los horrores no se olvidan.
El derecho es una de
las bases, quizás la más estable del orden social, pero su adecuación o
transformación es muy lenta, siempre va adelante el accionar social, la
experiencia y luego viene la legitimación vía el derecho. Pero esta vez su
adecuación ha sido muy rápida, quizás la vieja balanza ha recibido un peso nuevo
de la modernidad.
Muchas cosas quedan
aún pendientes en la justicia internacional, y por ello es de esperar que los demócratas
norteamericanos incidan en la adhesión de su país a este nuevo orden penal
internacional que está por encima, más no es excluyente de los derechos
locales.
Este sería un paso efectivo a favor de la
libertad como principio, ya que
limitaría las aventuras de grupos golpistas, de los gobiernos de las
grandes potencias y otros grupos de
poder, a fin de que la justicia se haga a partir de criterios universalmente
aceptados y las contravenciones se juzguen según el derecho internacional. Este
sería un paso fundamental en la consolidación de una democracia global.
alfredo@.pv.udg.mx
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