Santiago desde el cerro Santa Lucía
El 9 de enero
subimos al cerro Santa Lucía donde, Pedro de Valdivia había fundado Santiago de
la Nueva Extremadura, el 12 de febrero de 1541. Los conquistadores habían
levantado chozas, corrales de ganadería, una capilla e incluso un rústico
fortín, pero fue la cima de este cerro la elegida para la ceremonia oficial, ya
que no les servía solo para otear el terreno en todas direcciones sino también
para defenderse en caso de ataques.
Valdivia lo
llamó Santa Lucía por haber cruzado el río Mapocho procedente del Cuzco, el 13
de diciembre de 1540, coincidente con dicho santoral católico. Pero, en octubre de 2014 se realizó una encuesta ciudadana en la que
se había propuesto el cambio de nombre por el de Huelén, como lo llamaban los
mapuche, que en mupudungun significaba “dolor”
o “tristeza”, siendo rechazado por el
54,23% de los votantes.
Sin embargo, a pesar de ser esa la historia oficial, hacía ya un tiempo que existía la idea de que Santiago, antes de la
supuesta fundación por parte de Valdivia, había sido un asentamiento incaico
entre los ríos Mapocho y Maipo, contando con reyes
y autoridades que habrían sido muertos durante la conquista de Diego de Almagro,
lo que fuera confirmado de acuerdo con
una investigación divulgada en el boletín mensual del Museo Nacional de
Historia Natural en 2012. El arqueólogo Rubén Stehberg del Museo y el
historiador Gonzalo Sotomayor Cabeza de la Universidad Andrés Bello, postularon
que el centro urbano inca del Mapocho se podría comparar con el Cuzco, habiendo
sido muy importante a nivel administrativo y ceremonial del Imperio del
Tawantinsuyu, desde donde salían caminos incaicos en diferentes direcciones
cuya base de sustentación fueron la hidroagricultura y la minería de oro y
plata. Por lo tanto, consideraron que esa infraestructura habría sido
aprovechada por Valdivia, no fundando sino tomando posesión de la ciudad y
pobl¡ndola con españoles.
Durante
el período colonial, el cerro mantuvo su car¡cter natural, aunque se inició su
intervención con la construcción de fortificaciones. En la ladera oeste se
asentaron los primeros molinos de Chile y a ambos lados, las primeras fincas
con viñedos. Allí se habían albergado históricamente desde cementerios
indígenas hasta fortificaciones hispanas y c¡rceles.
También en el Cerro se les daba sepultura a los
excluidos de la Iglesia Católica, a quienes no se admitía en el Cementerio
General de Santiago, creado por Bernardo de O’Higgins en 1821, como cristianos
protestantes, judíos, masones, ateos e incluso católicos acusados de adulterio.
A fines del siglo XIX, los cuerpos fueron exhumados y trasladados al cementerio
de Santiago con un paredón de por medio.
Por iniciativa del intendente Benjamín Vicuña
Mackenna, en 1872 se inició la transformación del cerro en un paseo inspirado
en el paisajismo francés, con un parque donde se introdujeron ¡rboles de palma
chilena (Jubaea chilensis), ya que hasta entonces era una elevación de material
rocoso, deforestado y polvoriento. Por eso, ordenó la inmediata detención de la
extracción de materiales, que amenazaban con destruirlo.
Los
encargados de realizar la labor fueron los presidiarios condenados a trabajos
forzados. La primera parte se inauguró tres meses después pero la totalidad de
las obras se extendieron por dos años. Y si bien los gastos fueron cubiertos
por el presupuesto público, adem¡s, Vicuña Mackena ocupó parte de su patrimonio
familiar, hipotecando su hacienda de Santa Rosa de Colmo.
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Laurita al pie del cerro
Santa Lucía
El Cerro contaba con tres tipos de caminos, el de adoquines,
originalmente diseñado para carruajes, y posteriormente para automóviles,
amplios senderos peatonales y varias escaleras de piedra.
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Martín y Laurita en una de las calles de ingreso al cerro Santa Lucía
En 1902 el arquitecto Víctor Villeneuve edificó
el acceso principal al cerro, quien, adem¡s, agregó construcciones de car¡cter
neocl¡sico al conjunto arquitectónico existente, las cuales fueron aumentando en
el transcurso del siglo XX.
En 1983 fue declarado Monumento Nacional en la
categoría de Monumento Histórico, en conformidad con su importancia patrimonial
como uno de los grandes vestigios de la ciudad.
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Portada neocl¡sica con columnas corintias
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Detalle de la portada neocl¡sica
Adem¡s de la riqueza arquitectónica, los
atractivos del Santa Lucía se manifestaban tanto por la vegetación y adornos
florales a lo largo de todo el circuito, como por las vistas que ofrecía,
siendo una de ellas, la del cerro San Cristóbal.
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Canteros con flores en una de las calles del cerro
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Vista del cerro San Cristóbal
No solo las reformas llevadas a cabo fueron a
nivel estético sino que se incorporó mayor infraestructura para comodidad de
los visitantes. Uno de esos servicios ha sido la disponibilidad de baños, que,
como en casi todo el país, se accedía mediante un pago pre-establecido.
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Baños pagos en el cerro Santa Lucía
Al
avanzar en el ascenso llegamos a la terraza Caupolic¡n, que recibiera ese
nombre en honor a quien fuera uno de los grandes líderes militares de la comunidad
mapuche, destac¡ndose por resistir a los españoles y que fuera elegido toqui
después de haber sostenido un tronco de ¡rbol por dos días y dos noches
consecutivos.
Desde sus
miradores pudimos observar la portada
neocl¡sica y los edificios de la avenida Libertador General Bernardo O’Higgins
y los de sus alrededores.
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Terraza Caupolic¡n
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Laurita en la terraza Caupolic¡n
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Laurita en el mirador de la terraza Caupolic¡n
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La portada neocl¡sica desde uno de los miradores de
la terraza Caupolic¡n
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Laurita observando los edificios
de la avenida Libertador General Bernardo O’Higgins
desde la terraza Caupolic¡n
Otra de las vistas que obtuvimos fue la de los
propios jardines del cerro y, sobre la calle Miraflores, el edificio del Archivo
Nacional de Chile, institución pública creada en 1927 con el fin de “reunir y conservar los archivos de los
Departamentos de Estado y todos los documentos y manuscritos relativos a la
historia nacional y atender a su ordenación y aprovechamiento”.
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Jardines del cerro Santa Lucía y edificio del Archivo Nacional de Chile
sobre la calle Miraflores
El Fuerte
Hidalgo era una edificación ubicada en lo alto del cerro construida en el año
1816 por orden del Gobernador de Chile durante la Reconquista, Casimiro Marcó
del Pont, para la defensa de la ciudad. Su nombre original era el de Batería
Santa Lucía, pero a posteriori de la independencia del país, tomó el nombre del
Capit¡n Manuel Hidalgo, caído en la Batalla de Chacabuco.
En
1872, durante la remodelación impulsada por Benjamín Vicuña Mackenna, se
convirtió en el Castillo Hidalgo, para pasar a ser la sede de un museo
histórico que exhibía la Exposición del
Coloniaje. Tras el fallecimiento del intendente, la colección fue repartida
en diversos inmuebles de la ciudad y el edificio, destinado a bodega municipal.
Pero en 1997 se iniciaron una serie de mejoras que lo transformaron en un centro de eventos.
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Vista lateral del Castillo
Hidalgo
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Castillo Hidalgo
El
cerro era, indudablemente, un verdadero pulmón verde en medio de la ciudad, donde
se disfrutaba de un ambiente calmo, con muchos ¡rboles e increíblemente lejos
de la contaminación urbana.
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Martín bajo la sombra de los ¡rboles del cerro Santa Lucía
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Martín descansando en lo alto del cerro Santa Lucía
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Diversidad de vegetación en el cerro
De
pronto nos sorprendieron dos enormes esculturas de madera de m¡s de dos metros
de altura que representaban a una mujer y a un hombre que databan de los años
1250. Eran los Chemamul o tótem mapuche. La fémina se tallaba casi siempre en
laurel o ciprés de la Cordillera, madera m¡s delicada; y la figura masculina en
roble pellín, ¡rboles oriundos de Chile y Argentina.
Su
creador era Antonio Paillafil, distinguido como escultor mapuche, descendiente
de padres machi (autoridades religiosas de la comunidad), quien saliera a los
tres años de su tierra natal Lago Budi en Puerto Saavedra, región de la
Araucanía, para instalarse en Santiago ante la precaria situación económica de
su familia, y comenzando con la escultura cuando tenía diez años.
Este artista
afirmaba que respetaba la naturaleza porque su obra la elaboraba con ¡rboles
que ya habían cumplido su ciclo, y adem¡s de las que se exhibían en diversos
lugares de Chile, se las podía encontrar en Ecuador, Nueva York, Canad¡,
España, Francia e Italia. Él subrayaba que para los mapuche no existía la
muerte, y según los estudiosos, los Chemamull ayudaban al alma del difunto a
llegar a su destino final para reunirse con los antepasados.
A la
llegada de los españoles eran numerosos y abundaban en la Araucanía, sin
embargo, los conquistadores comenzaron a quemarlos por considerarlos símbolos
de idolatría oscurantista. Y muchos aseguraban haber visto carretas llenas de
tótem, los cuales eran vendidos para ser utilizados como leña en los pueblos.
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Laurita junto a los Chemamull, tótem mapuche
El
calor se había comenzado a sentir, en especial en las terrazas donde no había
suficiente reparo, y el hecho de subir y bajar escaleras, lo hacía m¡s engorroso,
pero el disfrute era tal, que continuamos con el paseo durante toda la tarde.
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Disfrutando del paseo por el cerro Santa Lucía
Nos
detuvimos en uno de los caminos para observar, hacia el este, la Torre
Telefónica, la Pontificia Universidad Católica de Chile, los edificios cercanos
y la sierra de Ramón.
La
Torre Telefónica, también denominada Distrito Movistar Chile, era un
rascacielos emplazado en la comuna de Providencia, siendo propiedad de la
multinacional de telecomunicaciones Movistar y su centro de operaciones en el
país. Con ciento cuarenta y tres metros de altura y treinta y cuatro pisos,
incluyendo un helipuerto, había ostentado desde 1996 hasta 1999, el título de “edificio m¡s alto de Chile”. Su diseño
representaba un teléfono móvil de los años 90 con una antena en su costado.
La
Pontificia Universidad Católica de Chile era una casa de altos estudios privada
tradicional, creada en el año 1888 por el Arzobispado de Santiago de Chile; y
en 1930 había obtenido la calidad de “Pontificia”,
dependiendo directamente de la Santa Sede y de la Iglesia Católica Chilena.
La
sierra o serranía de Ramón consistía en una cadena montañosa localizada al este
de la ciudad de Santiago, y su nombre se debía al reconocimiento del General de
los Reales Ejércitos Alonso García Ramón, Gobernador y Capit¡n General del
Reino de Chile o Capitanía General de Chile, que abarcó desde el sector
comprendido entre el despoblado de Atacama por el norte hasta el río Bío Bío
por el sur, aunque existieron territorios aislados bajo su jurisdicción de
manera intermitente como los corregimientos de Valdivia, de Osorno y gobierno
de Chiloé; y hacia el este de la cordillera de los Andes, el territorio
tucumano de 1553, año de la fundación de Santiago del Estero, hasta 1563, y el
corregimiento de Cuyo, desde 1568 hasta la instauración del Virreinato del Río
de la Plata en 1777, los que posteriormente se incorporaran a la Argentina.
La
sierra de Ramón era la cadena m¡s cercana a Santiago y se extendía por
veinticinco kilómetros en el sentido norte-sur contando con varias cumbres que
sobrepasaban los 3000 m.s.n.m. Su edad era de entre un millón ochocientos a dos
millones de años habiendo comenzado el proceso de formación por orogénesis
hacía m¡s de diez millones de años cuando apareció la falla de Ramón que
actuando en un sentido vertical continuaba levantando la sierra a razón de 0,02
mm/año. Dicha falla había surgido como parte de los procesos tectónicos que
llevaron al levantamiento de la cordillera de los Andes, y permanecía actuando
cada vez que ocurrían grandes desplazamientos de la placa de Nazca bajo la
placa Sudamericana, gener¡ndose zonas de acumulación de energía que era liberada.
La actividad de esta falla quedó de manifiesto en noviembre de 2010, cuando se
registró un sismo de 4,7° en la escala de Richter con epicentro en una zona
residencial de San Carlos de Apoquindo, en Las Condes, a 101,2 kilómetros de
profundidad.
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Vista hacia el nordeste
con la Torre Telefónica, la Pontificia Universidad Católica de Chile,
edificios
adyacentes y la Sierra de Ramón
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Vista hacia el sudeste con la Pontificia Universidad Católica de Chile,
edificios contiguos y la sierra de Ramón
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Torre de la Escuela de Administración de la Pontificia Universidad
Católica de Chile,
edificios al sur de la avenida Libertador General Bernardo O’Higgins
y estribaciones de la sierra de
Ramón
En un punto elevado del cerro se ubicaba la estatua de Manuel Vicuña
Larraín, primer Arzobispo de Chile, junto a la Ermita construida en estilo
gótico inaugurada en diciembre de 1874, donde se encontraba el mausoleo del
intendente Benjamín Vicuña Mackenna y familia.
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Monumento al Arzobispo Manuel Vicuña Larraín y Ermita sepulcro de
Benjamín Vicuña Mackenna
Y continuando hasta la cima, adem¡s de algunos peñascos que quedaban
expuestos, nos encontramos con largas escalinatas que conducían hasta el
mirador m¡s elevado, desde donde tuvimos vistas panor¡micas en varias
direcciones.
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Laurita sobre un peñasco en el cerro Santa Lucía
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Laurita en uno de los sectores m¡s elevados del cerro Santa Lucía
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Laurita en la escalinata que llegaba a la cima del Cerro
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Vista de Santiago desde la cima del cerro Santa Lucía
Hacia
el oeste, divisamos
las torres de la Basílica de la Merced, la Torre Huérfanos y el edificio del
BBVA Scotiabank.
La Basílica de la Merced, situada
en la esquina de las calles Merced y Mac-Iver, edificio patrimonial por datar
de mediados del siglo XVI, se había convertido en uno de los íconos de
Santiago.
La
Torre Huérfanos se caracterizaba por contar con una ubicación central que
permitía gran accesibilidad de comercio y servicios, adem¡s de modernos
elementos de infraestructura como un sistema centralizado para detección y
extinción de incendio. Y albergaba a la Fiscalía Nacional Económica.
Y otro
edificio que se destacaba, en gran parte vidriado, era el del BBVA Scotiabank,
que se erguía majestuoso en la calle Miraflores esquina Merced.
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Laurita en el mirador de la
cima desde donde se veían, hacial el oeste,
las torres de la Basílica de
la Merced, la Torre Huérfanos y el edificio del BBVA Scotiabank
Hacia
el norte se podía ver, en primer plano, la plaza Pedro de Valdivia, que se
encontraba dentro del cerro Santa Lucía, y que contaba con un monumento al
fundador de Santiago con una espada en su mano.
A lo
lejos, los edificios del barrio Patronato y el cerro San Cristóbal, donde se
visualizaba el funicular como una extensa línea que recorría desde los pies
hasta la punta.
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Hacia el norte, la plaza Pedro de Valdivia en primer plano, las
edificaciones del barrio Patronato
y el cerro San Cristóbal
Y hacia
el este, obtuvimos una vista de la Torre Telefónica, el techo del GAM (Centro
de las Artes, la Cultura y las Personas), la Pontificia Universidad Católica de
Chile, los edificios de la zona y la sierra de Ramón desde una perspectiva
diferente respecto de la que habíamos tenido desde menor altura.
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Hacia el este, la Torre Telefónica, el techo del GAM (Centro de las
Artes, la Cultura y las Personas),
la Pontificia Universidad Católica de Chile, los edificios de la zona y
la sierra de Ramón
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En el mirador hacia la
avenida Libertador General Bernardo O’Higgins con las edificaciones vecinas
y la sierra de Ramón
Al
comenzar el descenso, permanecimos un rato en el Jardín Circular, donde había
una bonita fuente bajo la sombra de frondosos ¡rboles y flores multicolores.
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Laurita en el Jardín
Circular
Cayendo la tarde pusimos fin al paseo que
había sido sumamente placentero no solamente desde las particularidades del
cerro, sino también a partir de haber disfrutado de vistas espectaculares de
Santiago, aprendiendo algo m¡s sobre la historia de la ciudad.
Ana María Liberali