“No asevero que la actitud teórica sea la suprema;
que debemos primero filosofar y luego, si hay caso vivir. Mas bien creo lo
contrario. Lo único que afirmo es que sobre la vida espontánea debe abrir,
de cuando en cuando, su clara pupila la teoría, y que entonces, hacer
teoría ha de hacerse con toda pureza, con toda tragedia” (José Ortega y
Gasset) .
Las reflexiones que siguen no son producto de una
investigación en sí, sino fruto de una convivencia intensa con la realidad
ambiental patagónica, llena de matices, exploradora y ‘participadora’, por
decir de algún modo, en la vida comunitaria. De todas formas el impulso
para esta presentación surge en buena medida de avances en el proyecto
“Uso humano del territorio y aspectos ambientales críticos en Patagonia
Andina”, donde puede comprobarse que varios de los argumentos que aquí se
exponen se reafirman con vigor.
El medio natural, lo geo-ambiental
¿comentaristas?
Temas agobiantes del medio físico y biótico de nuestros
días, al menos en esta parte del planeta, son contempladas por los
geógrafos en sana competencia y complementariedad con otras ramas del
saber. Pero a la hora de operar, de abordarlos, como se ha buscado desde
la profesionalización de la geografía, el geógrafo se encuentra en
desventaja y muchas veces groseramente subordinado. Situación que tiene
raíces profundas en el rol casi estrictamente académico y cultural que se
le atribuye a la ciencia de ‘los paisajes del hombre’. Claro que no se
trata desdeñar ni mucho menos esa asociación diríamos ‘culta’ hacia la
geografía, por una parte porque no seríamos quién para ello y por la otra
porque es allí donde se encontrarán las esencias de nuestro saber.
El
planteo que aquí se hace obedece tan sólo tratar de visualizar
criteriosamente el porqué de las resistencias (internas y externas) que
encuentra el profesional cuando se introduce en la gestión y el
tratamiento específico de problemáticas geo-ambientales.
A pesar de la
moda ‘ambiental’, entre los geógrafos se constata la existencia de una
suerte de auto-obstáculo respecto de la competencia para el abordaje
práctico y comprometido con el medio natural, en especial en situaciones
de coyuntura. Hasta se percibe una tendencia que se limita a la
participación comentada, es decir de corte especulativo y no de acción
ante, por ejemplo, problemas de contaminación, de drenajes o
meteorológicos demandantes de zonificaciones y relevamientos expeditivos o
de gestiones integrales.
Nadie duda que la información y capacidad de
transformación humana se han multiplicado exponencialmente, pero también
ha crecido nuestra sensibilidad respecto del acaecer ambiental y con ello
no es posible ‘hacer la vista gorda’. También es cierto que la naturaleza
nos sigue sorprendiendo con sus facetas inesperadas de escala y
complejidad. Aquella sequía extraordinaria, el vendaval súbito, la
marejada inoportuna; heladas y deshielos, inundaciones y sismos, o tal
plaga e incendio forestal, no hacen más que advertirnos sobre una riqueza
de comportamientos que reclama estrategias y acciones. Es más, aún en lo
cotidiano Natura nos toma por sorpresa y son corrientes los comentarios
sobre, una lluvia repentina, la calzada helada, fisuras en muros y
veredas, polvo en suspensión, etc.. Justamente, no se trata de quedarnos
sólo con los comentarios.
En realidad, existe una contradicción
visible entre la sólida raigambre teórica de la geografía (con un
llamativo número de vertientes en enfoques e ideologías) y su relativa
inmovilidad frente al incesante reclamo de la sociedad por la atención de
temáticas ambientales. Se verifica, es cierto, aquello de que los hechos
desbordan la capacidad de diagnóstico y hasta se comprueba que por falta
de ejercicio poco o nada se hace ante la necesidad ‘urgente’. Claro que la
urgencia puede llevar a apresuramientos, pero no por ello va a dejar de
desbordar el río o comenzar un incendio de campos. Se conoce de memoria la
comparación entre lo urgente y lo importante, pero desvincular ambas cosas
también es riesgosa y nos puede dejar hablando de cosas ‘importantes’
mientras la urgencia nos tapa de basura o deja en ‘fuera de juego’.
Lo aplicable, las coyunturas.
Por ello se propone un aporte para la discusión
sobre el tema formativo, no desde lo didáctico-pedagógico sino desde la
aplicabilidad profesional, desde la intencionalidad formativa, aunque sólo
sea para un segmento del universo geográfico.
Ya en los ‘60-‘70 los
enfoques ‘utilitarios’ tuvieron una cuota importante de participación en
los planteos sectoriales y desde la geografía pareció verse en los
modelos, especialmente cuantitativos, respuestas acordes. Pero por
entonces la realidad (aquella de la calle, de la gente, de los paisajes)
quedó relegada, casi sumisa, a lo ideológico y a lo intelectual; lo más
visible tal vez fue el esfuerzo para que las circunstancias fueran
obedientes a los modelos. Para el caso la cita que Ortega Cantero toma de
Harvey es elocuente “...existe una clara desproporción entre el complejo
marco teórico y metodológico que estamos utilizando y nuestra capacidad
para decir algo realmente significativo sobre los acontecimientos tal y
como se están desarrollando alrededor nuestro... (1988:86).
A todo
esto una inercia tradicionalmente pasiva ante lo contingente, lo
inmediato, implicaron una expansión desde otras orientaciones del saber
hacia las problemáticas ambientales de neto corte territorial.
Entendemos entonces que la inquietud que aquí se presenta se torna
válida desde el contexto ambiental contemporáneo, concreto y conflictivo,
donde la prudencia parece estar alejada de la audacia que supone
enfrentarse con los hechos de la vida en los diferentes lugares del mundo.
Se diría que jugamos con fuego y esto limitándonos al entorno de la
geografía física, es decir relegando las infinitas cuestiones que hacen a
la geografía humana, económica y política. Basta, por ejemplo, con valorar
alguna de las transformaciones de los sistemas naturales y sus situaciones
coyunturales (colapsos en general), como para no dudar del importante
aporte potencial del profesional geógrafo.
La demanda social (a modo de
encargo).
Cabe insistir que no es intención ir a la raíz de la
profesionalización en sí; para ello habría que recorrer un camino largo de
estudios y debate. Lo que se trata aquí es de arrimar alguna instancia
superadora de cierta apatía en cuanto de actualizarse para responder a la
demanda social respecto de los problemas ambientales, es decir, tan sólo
de una parte de los problemas geográficos.
Se podría señalar por ejemplo: “...
· ...
planes estratégicos ( reguladores, de ordenamiento, plan director, etc.)
· ... instancias prácticas en la enseñanza, tratando de no ‘ceder
terreno’ en materia de relevamientos, mediciones y experiencias, por más
que temas físicos, químicos o biológicos puedan borronear un tanto el
enfoque socio-territorial de ciertas tareas (seguimiento de información
meteorológica, reconocimiento y mapeo de situaciones ambientales críticas,
individualización de unidades de paisaje, etc. de los métodos sectoriales,
naturales o sociales)
· ... estudios integrales (impacto,
evaluaciones, diagnósticos, etc.)
· ... demandas de los municipios,
catastros, hospitales, ministerios y secretarías, vecindarios, cámaras, y
cuanta actividad o fenómeno tenga una cuota sustantiva de componentes
geo-ambientales.
¿Cómo, cuándo y desde dónde intervenimos?
Todos temas ‘demandados’ cotidianamente y que por
ahora parecieran estar más en la preocupación formativa y operativa de
otras ciencias que en la nuestra. Como respuesta parcial se observan
iniciativas puntuales (laboratorios SIG, cátedras explícitas,
capacitaciones, reuniones) y hasta la concreción de licenciaturas y
tecnicaturas ambientales (como en nuestra facultad en Comodoro Rivadavia,
Luján, Comahue, Tandil, etc.) que, aunque miradas con cierto recelo desde
varios ámbitos geográficos, obedecen a una preocupación genuina y
espontánea de responder a aquel encargo social.
Seguramente queda la
sensación de otro “chocolate por la noticia”, aunque es probable que el
dicho se relacione a una sorpresa jocosa y en la realidad, en cambio, hay
poco de sorpresa y mucho de serio.
Escalas, mapas y
‘pertenencias’.
Claro que existen problemas de escala, y no es que
se trate de estudios globales vs. ‘provincianos’ (como se ironiza
inocentemente), sino de alcanzar marcos de referencia problemáticos y
realistas. Y en verdad, es creíble que desde la geografía se puede estar
en una posición saludable visto esto tanto desde un punto de vista
epistemológico como de acción profesional. Es más, adaptándonos a los
tiempos y en relación con las escalas, sería auspicioso que el concepto de
zoom, como lo es la brújula, alcanzara una jerarquía emblemática para
nosotros.
Con esta nueva ola globalizante de la ‘posguerra fría’, se
percibe algo así como cierta ‘euforia territorial’, con cambios
estructurales en cuestiones de localización, posición geográfica,
distancias, vínculos, obstáculos, y muchísimos etcéteras. Hasta sería
válido referirse como a pieza de museo al mapa arraigado en nosotros, casi
estático y en buena medida soporte intelectual de muchísimas ‘conquistas
occidentales’.
La mezcla, el ‘ruido’, guste o no, es hoy lo
prevalente, como si se navegara en un mar de dudas, bajo un dominio
económico feroz donde sus imposiciones inundan terrenos culturales,
sociales y ambientales. Si hasta se habla de geo-zapping para referirse al
turismo, aquella industria ideal y sin chimeneas (Dimitriu, Andrés,
comunicación personal) o lo que es más dramático, el visible re-encuentro
o suma de ‘sumergidos’, unidos por una paradójica y novedosa inmovilidad
marginal. Dice Santos “...La migración, en última instancia, es, sin
paradoja, consecuencia de la inmovilidad...” (1996:54.
A todo esto, y
para no salirnos del carril, es lícito afirmar que el mapa sigue siendo
clave, un mapa de sólida estructura y, en cierta forma, de ‘escurridizo’
contenido. La moda , el sustento ambiental o la orientación política, por
caso y a diferencia de tiempos menos vertiginosos, pueden en semanas
transformar decisivamente las fisonomías y usos del espacio (cf.: Haggett,
P.. 1988:639).
Por supuesto que tendremos problemas de solapamientos y
temáticas que nos desbordan, pero ¿dónde no ocurre? ¿o será que la larga
discusión epistemológica entre una geografía científica y otra cultural
debe caer por madurez y no sospechar que, interesadamente, el discurso
geográfico sólo resulta complicado para los geógrafos?.
En síntesis
Cabría suponer que al habernos ‘librado’ de esa
carga inventarial tan cuestionada por los enfoques sistemáticos y que ya
Hartshorne, aún desde lo regional, quiso quebrar hace 50 años, se ha
alcanzado la codificación e informatización de millones de datos (¡y
cuántos se seguirán agregando día a día!). Con ello hemos encontrado y
aceptado con resolución una vertiente bien geográfica para su operatividad
responsable (los SIG), las dudas, sin embargo, parecería que todavía
prevalecen dudas sobre si se debe o no ‘aggiornarse’ en materia de
formación y gestión.
Resulta visible que, salvo honrosas
excepciones:
· ... estamos ausentes para la elaboración de catastros y
códigos territoriales;
· ... la legislación ambiental en general y
territorial en particular, son para nosotros terrenos de claroscuros. De
hecho, hasta la gestión de los EIA y otras demandas contemporáneas
parecieran ser auto-excluídas de nuestras incumbencias. Es más, en general
las invalidamos de plano sin proponer alternativas que no pasen por la
utopía operativa.
Ambiente (¿medio ambiente?),
conceptualización.
... “Puede afirmarse que las políticas
o principios en base a los cuales deberían orientarse, planificarse y
llevarse a cabo las acciones que permitan el logro de una Gestión
Ambiental exitosa de un determinado plan, programa, proyecto o conjunto de
proyectos deben concebirse sobre una concepción amplia, holística, del
ambiente, entendida como resultante de una interacción de factores
bióticos y abióticos, socioeconómicos y culturales”... (Albina Lara)
Aunque es una cuestión discutida con asiduidad y, porqué no, con
cierta liviandad, será bueno insistir con aquello de las implicancias
territoriales que conlleva el concepto ambiente, superador del más
limitado de ‘entorno’ (environment); implicancias atadas a la intervención
humana que no debe mirarse como una externalidad ni como una situación
“abrochada”; la intervención es una condición estructural del ambiente.
Sin ella nos estaremos refiriendo a otra cosa, a la atmósfera, o los ríos,
o la fauna y los glaciares, pero no al ambiente. En definitiva no se trata
de ‘un soporte’ apenas neutro, del mero sostén físico, sino de un medio
percibido, interpretado o, mejor aún, valorado, a decir de la escuela
francesa tradicional.
Con esto, a la hora de la ‘acción’, pareciera
que a los geógrafos nos cubre un halo poco menos que de curiosos seres,
con indiscretas conductas y preocupaciones (y no es original esta visión).
Para peor, las sospechas son válidas si con nuestro desempeño profesional
no respondemos a las peticiones comunitarias, sean éstas de sesgo
cultural, económico o científico.
A modo de analogía, podría decirse
que con actitudes de cierta nobleza, como la inquietud del filatelista o
con la exquisitez del coleccionista de violines, no hacemos una profesión
preocupada por los hombres en el espacio terrestre, que interpreta una
realidad compleja, explica con la generalización y sugiere estrategias de
manejo, apropiación y de convivencia para la humanidad, en escalas
minúsculas o continentales.
¿Lo académico vs. la intervención
profesional?
Aun cuando habrá quienes puedan minimizar la
‘brecha’, bastará con ver las problemáticas de tal arroyo o aquel
aeropuerto y ver los pliegos licitarios en tal o cual emprendimiento de
fuerte contenido territorial, para ver nuestra ‘ausencia’, tanto en la
gestión como en la intervención. Claro que más que nunca resulta falsa la
dicotomía: ACADÉMICO-PROFESIONAL y no será novedoso insistir sobre el
indispensable continuo ida y vuelta retroalimentado que demandan los
estudios geográficos, caso contrario dejarían de existir ambas
‘vertientes’ (como lamentablemente se insinuó más de una vez). ¿Sería
pensable que los académicos de la medicina no consultasen informaciones y
experiencias que tal vez provengan de un paraje aislado, del paciente
marginal más infortunado y del sanatorio más sofisticado?.
Se trata de
re-volver aquello de la Geografía Teórica y la Geografía Aplicada
(¿Activa?); aunque por supuesto lo de versus debe olvidarse; ¿o habrá que
pensar que Dudley Stamp fue sólo un ‘aplicado’?.
Geografía
‘académica’: aquella del estudio, la indagación, la propuesta. Curiosa,
inquisidora, exploratoria, investigadora. Estudiosa, revisora y
‘rescatadora’ a la vez. En definitiva, de raíz teórica y ‘orientadora’ en
nuestro mar de intereses.
Geografía ‘profesional’ (operativa): de la
acción, de la prevención y participación responsable, del compromiso
social. Inquieta, ordenada, criteriosa. Abarcativa de todas las
orientaciones y abierta a la multidisciplina.
Es de imaginar el
cúmulo de sorpresas que hemos tenido en los últimos 15 años, viendo como
desde campos como la biología, la geología, la economía y muchos más,
nuestro “discurso” geográfico de raíz holístico e integrador entró en una
metamorfosis que logró hacerse eco en la sociedad, a punto tal que no sólo
ya nadie discute ese tipo de enfoque, sino que hasta se lo defiende a
rajatabla. Tal vez, nuestra cómoda actitud contemplativa nos lleva ahora a
tener que ganar no sólo un espacio práctico de trabajo cotidiano sino que,
además, a recuperar terreno perdido.
Punteo para la discusión.
Desde lo geo-ambiental y en lo formativo, se
entiende la necesidad de:
· ... afianzar los enfoques de la
problemática ambiental desde los comportamientos y actitudes sociales.
· ... reforzar el carácter básicamente exploratorio de la geografía .
¿O acaso están los tugurios de la tercera parte del planeta o el continuo
paisaje de ‘recambio’ cotidiano ya no necesitan de la exploración?.
·
... fortalecer con contundencia el sesgo cartográfico del futuro
profesional. (en nuestros días debería ser el disparador indiscutido).
· ... capacitar para la gestión técnica y política (gestión e
implementación de proyectos de ordenamiento ambiental, participando en
equipos interdisciplinarios de evaluación de impacto, elaboración de
planes de gestión ambiental, realización de auditorías ambientales, en
proyectos de inversión y programas de concientización).
· ...
orientarse hacia la educación ambiental (mejor, geo-ambiental) formal e
informal como una herramienta de vínculo trascendente en el tiempo y
comprometido con la realidad.
· ... capacitarse en técnicas para la
resolución de conflictos, mediación, dinámica grupal y de audiencias
públicas. Elaboración de estrategias de chequeo ambiental, evaluación de
impacto ambiental, aplicación de normativas de calidad, gestión
organizativa, empresarial y comunicacional, auditorias ambientales.
También y ya en un plano más estructural e, insistimos, con una
orientación geo-ambiental, se entiende que merece continuar la discusión
más o menos instalada en forma espontánea y dispersa de:
· ... la
búsqueda de un mayor equilibrio entre la formación académica ‘pura’ y la
formación profesional ‘operativa’.
· ... la inserción plena en el
marco general de la geografía. de las carreras universitarias
‘ambientales’ de orientación socio-territorial. No fuera cosa que
terminemos con una ‘geografía paralela’.
· ... la discusión sobre si
en el ámbito académico (institucionalmente) se incluye con la intensidad
necesaria el tratamiento de problemáticas geográficas de ‘abordaje’ y que
necesitan respuesta (en las recientes reuniones departamentales a nivel
nacional se observa una relevante inquietud al respecto).
· ... el
incentivo a la participación extra-geográfica en la capacitación del
geógrafo.
Bibliografía citada:
Haggett, Peter. (1988). “Geografía. Una síntesis
moderna”. Ed. Omega, Barcelona.
Santos, Milton. (1996 ).“Metamorfosis
del espacio habitado”. Ed. Oikos-tau. Barcelona.
Ortega Cantero,
Nicolás. (1988). “Geografía y Cultura”. Alianza Editorial. Madrid.
Pech, P. y H. Regnauld. (1997). “Geografía Física”. Editorial
Docencia. Buenos Aires.
Comodoro Rivadavia, junio del 2001
Artículo publicado en Posición Internacional - La
Revista Virtual del Centro Humboldt. Año 2 - Nro 2
-