Sábado en Foz do
Iguacu
Para diciembre de 2018, además de todas las provincias
de Argentina, ya conocía treinta y nueve países más. Sin embargo, si sólo
hubiese podido ir a un solo lugar más en mi vida, sin dudas, hubiese elegido
Iguazú, a pesar de haberlo visitado en muchas
oportunidades.
Si bien en cuanto a paisaje mi preferido seguía siendo
el camino de los Siete Lagos que unía Villa La Angostura con San Martín de los
Andes en la provincia del Neuquén, Iguazú representaba mucho más que un
atractivo visual, al que ni la fotografía ni la mejor filmación podrían
trasmitir todas las experiencias sensoriales que allí se vivenciaban. Siempre
había sido para mí un gran placer disfrutar de las Cataratas con más sentidos
que la vista, y poder cerrar los ojos para prestar atención tanto al sonido del
agua como al gorjeo de los pájaros, oler el perfume de la variada vegetación,
permitir que se humedeciera mi piel, y que las mariposas revolotearan a mi
derredor. Sentir que el paisaje se me metía dentro del cuerpo. Por eso las había
recorrido una y otra vez tanto en el sector argentino como en el brasileño, pero
me quedaba una asignatura pendiente que consistía en sobrevolarlas en
helicóptero para tener la visión panorámica desde las alturas. Y por lo que
siempre lo había evitado era por las denuncias que desde Argentina se habían
realizado sobre las consecuencias ecológicas que dicho sobrevuelo producía en la
selva misionera.
Sin embargo, el servicio de helicópteros turísticos
había comenzado a operar desde 1972, mientras que el Aeropuerto Internacional de
Foz do Iguacu, lo había hecho desde 1974, y nadie lo había cuestionado a pesar
de estar ubicado a pocos kilómetros del Parque Nacional Iguazú.
Yo había conocido las Cataratas en 1973, cuando la ruta
nacional número 12 en el tramo Posadas – Puerto Iguazú estaba en gran parte
cubierta por árboles que semejaban una maravillosa pérgola. También en la década
del ‘80 había concurrido con estudiantes a primera hora de la mañana para que
pudieran escuchar y grabar los maravillosos sonidos del agua y de los pájaros. Y
pese a dichos sobrevuelos, no había notado un proceso de deterioro tan grande
como después de 1999, en que, al inaugurarse el Aeropuerto Internacional de
Puerto Iguazú, a menos de cuatro kilómetros del Parque Nacional Iguazú, la
cantidad de vuelos se había incrementado logarítmicamente habiendo llegado en el
año 2018 a más de nueve mil, con un millón de pasajeros. Misma cuestión respecto
del aeropuerto brasileño, donde además de mayor cantidad de pasajeros, la
cantidad de vuelos superaba los quince mil
anuales.
Si tenemos en cuenta que el ruido ocasionado por los
jets durante el decolaje era de 130 a 140 decibeles, y que el del helicóptero
era de 105 decibeles, tendremos ya una diferencia. Y mucho más si se tenía en
cuenta que la cantidad de vuelos de helicópteros no ascendían ni a la
mitad.
Además, del lado brasileño se había construido un hotel
de estilo colonial portugués que databa de 1958 con ampliaciones en 1971 y 1972,
luego adquirido por la empresa Belmond en 2014. Por otra parte, del lado
argentino se había instalado en 1978 el hotel Sheraton dentro del Parque,
devenido en Meliá Iguazú Spa & Resort cuando le fuera vendido en 2018, al
empresario Alí Albwardy, oriundo de Dubai. Habían reemplazado las viejas
pasarelas de madera por las nuevas metálicas, y se había instalado un trencito
“ecológico” construido a posteriori de una gran deforestación dentro del Parque.
Los guías no tenían ninguna indicación de mantener el mayor silencio
posible por parte de los turistas a quienes se les hacían relatos mediante un
megáfono contribuyendo a espantar a la fauna. Sumando a todo esto el tráfico de
aves y reptiles en extinción, el tercer delito después del de narcóticos y
armas.
Tampoco había escuchado real oposición a la deforestación que continuaba
avanzando en ambos países en las áreas circundantes a la selva “protegida” para
hacer plantaciones que deterioraban el suelo o bien para la producción de papel
con técnicas obsoletas, que incidían también en la modificación de las cadenas
tróficas.
Entonces sí, en los últimos años, había notado un
importante cambio, la disminución de especies, y el avance de los coatíes
alimentados por los turistas, en detrimento de otros
animales.
Así que decidí tener la experiencia de divisar las
Cataratas desde el aire, ya que si bien, no era algo inocuo, todos quienes se
habían rasgado las vestiduras por la ecología, no sólo que no habían denunciado
otras problemáticas ambientales más graves, sino que habían contribuido a la
instalación de actividades mucho más
destructivas.
Invité a Omar y a Alan a que me acompañaran, pero recibí
un “no” por respuesta. No supe si fue por adherir al pensamiento de los
ecologistas, por el alto costo de la excursión o por temor a volar en
helicóptero. En realidad, creo que fue por esto último, pero no necesité de
guardaespaldas, así que “me largué sola”.
Tomé un taxi que me llevó hasta el helipuerto donde
operaba la empresa Helisur Taxi Aéreo, y después de una corta espera y largas
recomendaciones, hice mi bautismo aéreo en ese modo de
transporte.

Por la avenida Jorge Schimmelpfeng rumbo al
helipuerto

Helipuerto
de Foz do Iguacu operado por la empresa Helisul Taxi
Aéreo
Me ubiqué detrás del piloto y sin darme cuenta ya estaba
en el aire. Era increíble la suavidad del vuelo, por lo que pude disfrutar de
vistas excepcionales en los escasos diez minutos que duró la
aventura.

Levantando
vuelo
Ya visualizar el río Iguazú atravesando el colchón de
selva fue impactante, con su color rojizo producto del arrastre de suelos
lateríticos. Muy emocionante al ver a lo lejos las Cataratas. Pero sobrevolar la
Garganta del Diablo, fue realmente
majestuoso.

Sobrevolando
la selva en el Parque Nacional do Iguacu en el estado de
Paraná

Vista del río Iguazú antes de llegar a su gran
desnivel

Aguas
rojizas en el río Iguazú por el arrastre de sedimentos
lateríticos

Primera
vista de las Cataratas desde el helicóptero

Lento
acercamiento a los saltos de agua

Vista
panorámica con el Belmond Hotel das Cataratas

Justo
encima del Belmond Hotel das Cataratas

Nos
fuimos acercando a la Garganta del Diablo

La
Garganta del Diablo con su frecuente arco iris

Sobrevolando
la Garganta del Diablo. ¡Majestuoso!

Vista
de los meandros del río Iguazú durante el
regreso

La
selva en camino hacia el helipuerto
Durante la tarde acompañé a Alan a un citytour que ya
había hecho poco más de un año atrás, pero ameritaba regresar a esos
lugares.
El primer sitio que visitamos fue el templo budista Chen
Tien, que había sido construido en 1996, y continuaba siendo uno de los más
grandes de Latinoamérica, ya que contaba con diecisiete hectáreas de jardines,
ciento veinte estatuas de diferentes divinidades, entre las cuales se destacaba
el Buda Sedente de siete metros de altura que observaba el río desde las
alturas.

En
camino hacia el templo budista Chen Tien

Ingresando al Templo Budista de Chen
Tien

El
Buda Sedente o Buda Sonriente
Antes de ingresar al templo encontramos al Sakyamuni
(sabio de los sakya), el Buda Reclinado o Buda Histórico. Había vivido en Sakya,
posteriormente Nepal, cerca de quinientos años antes de Cristo. Su nombre era
Siddharta Gautama, había nacido como príncipe, pero al llegar a la edad adulta
abandonó los privilegios partiendo en un viaje en busca de respuestas sobre la
vida, el motivo del sufrimiento y la verdad sobre el Universo. Después de años
de meditación y silencio debajo de un árbol llamado Boddhi, llegó al estado de
iluminación, extendiéndose su mensaje por todo el Oriente. Era considerado por
los budistas el último Buda hasta que llegara el Buda Maitreya o Buda del
Futuro.

Sakyamuni
- El Buda Reclinado también conocido como el Buda
Histórico
El budismo contaba con tres grandes escuelas mundiales:
Theravada, Vajrayana y Mahayana; y era a esta última a la que pertenecía el
templo de Foz do Iguacu.

Templo
budista en cuyo interior estaba prohibido tomar
fotografías

Soporte
de incienso
En una gran explanada se hallaban Amitaba (el Buda
Celestial) y ciento ocho estatuas de más de dos metros y medio de altura, cada
cual representando la reencarnación de Buda en la tierra; y las posiciones de
las manos significaban la bienvenida y energía positiva. Dichas estatuas habían
sido donadas por diferentes familias budistas
latinoamericanas.

Gran
explanada donde se encontraban Amitaba (el Buda
Celestial)
y
ciento ocho estatuas que representaban la reencarnación de Buda en la
tierra
La estatua de Amitaba, el Buda Celestial, había sido construida en
bronce, tenía diez metros de altura y pesaba diez toneladas, por lo que para
trasladarla desde China tuvo que ser desmontada y vuelta a armar en Foz do
Iguacu en 2014.

La
estatua de Amitaba, el Buda Celestial fue llevada desde China en
2014
El mantra del Buda Amithaba era Namo Amituofo, que significaba
“resplandor infinito”, y debía ser entonado o recitado ciento ocho veces. Una
placa en el templo decía: “Al recitarlo va a eliminar aflicciones y sufrimiento
y traer salud, longevidad, riqueza, armonía”. El número ciento ocho era muy
importante. Era el número de piezas de un rosario (japamala); y en diferentes
escuelas budistas y esotéricas no budistas también se hablaba de ciento ocho
sentimientos, ciento ocho tentaciones, ciento ocho oportunidades en la vida para
quien buscaba la iluminación…

Los
gestos que hacían con las manos representan la hospitalidad y energía
positiva

El
ciento ocho era el número de piezas de un rosario (japamala) hindú o
budista
y
también, la cantidad de veces en que el mantra debe ser entonado o
recitado

Gran
parte de las estatuas habían sido donadas por budistas de diferentes países
latinoamericanos
Antes de abandonar el lugar, tuvimos una linda vista de Ciudad del Este,
en la República del Paraguay, en la otra margen del río
Paraná.

Jardines
linderos al río Paraná

Vista
de Ciudad del Este en la República del Paraguay
Foz do Iguacu, además de las Cataratas, era conocida por su mestizaje de
varias culturas y la consecuente práctica de diversas religiones, por lo que
continuamos nuestra recorrida hacia una de las mezquitas, la que llevaba el
nombre de uno de los más íntegros y piadosos hombres de la historia islámica,
Omar Ibn Al-Khatab.
Dicha mezquita databa del año 1983, y la mayoría de quienes asistían a
ella era sunitas. En la Triple Frontera, convivían tanto sunitas u ortodoxos
(seguidores de los primeros califas sucesores de Mahoma) como chiitas
(seguidores de Alí, el yerno de Mahoma). Pero en esta región se habían integrado
en muchas oportunidades mediante matrimonios cuyos cónyuges era originarios de
ambas ramas del Islamismo.

Mezquita
Islámica Omar Ibn Al-Khatab
Dimos unas vueltas por la ciudad a través de las avenidas Juscelino
Kubitscheck y Jorge
Schimmelpfeng, entre otras, pasando por Escuela Estadual Bartolomeu Mitre.
Cabría preguntarse el porqué de la referencia a un ex-presidente
argentino en territorio brasileño. Y es muy sencilla la
respuesta:
Bartolomé Mitre no sólo que había sido el General en Jefe de las Fuerzas
Aliadas (Argentina, Brasil e Uruguay) contra el Paraguay, en la Guerra de la
Triple Alianza, también conocida como de la “Triple Infamia”, por destruís
masivamente al pueblo paraguayo, sino que había mantenido acuerdos secretos con
Brasil. Por una parte, el Imperio esclavista del Brasil obedecía a una necesidad
de expansión territorial y sus gobiernos actuaban como peones de la política
británica; y, por otra parte, la política mitrista pretendía ensanchar los
mercados y consolidar su poder político interno. Así como Pedro II había actuado
como la mano de obra de Inglaterra en la región, Mitre había sido el auxiliar de
la política brasileña. De ahí su
reconocimiento.

Avenida
Juscelino Kubitscheck

Colegio
Estadual Bartolomeu Mitre

Avenida
Jorge Schimmelpfeng, más conocida como “…la del Mc
Donald´s”
Y como broche de oro, nos dirigimos al Marco das Tres
Fronteiras, un pequeño parque temático que los brasileños habían instalado en la
unión de los ríos Paraná e Iguazú, desde donde se veían claramente las riberas
argentina y paraguaya.

Marco
das Tres Fronteiras

Monolito
brasileño

Desde
Brasil, vista de la ribera argentina y de la
paraguaya
Al día siguiente fuimos a almorzar a Puerto Iguazú para
luego tomar un vuelo de Austral con destino a Buenos
Aires.
El cielo estuvo despejado durante casi todo el trayecto,
con excepción del sobrevuelo por la provincia de Entre Ríos, en que se cubrió
totalmente de nubes. Así que pude tomar fotografías de la selva, del embalse
Uruguay, del Alto Paraná en su frontera con la República del Paraguay en
Misiones, de la ciudad de Paso de los Libres en Corrientes, y de la provincia de
Buenos Aires en las proximidades del Aeropuerto Internacional “Ministro
Pistarini” de Ezeiza.

Sobrevolando
la selva misionera a la salida del Aeropuerto Internacional Cataratas del
Iguazú

Embalse
Uruguay en el noroeste de la provincia de
Misiones

El
Alto Paraná en el límite entre Argentina y
Paraguay

Pasando
por Paso de los Libres, provincia de Corrientes

Embalse
Dique Roggero en la provincia de Buenos Aires

Campos
de la provincia de Buenos Aires

Áreas
suburbanas de la Región Metropolitana de Buenos
Aires

Autopista Tte. Gral. Pablo Riccheri
iluminada

Aterrizados
en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini de
Ezeiza
Había disfrutado de todas las actividades realizadas en
Foz do Iguacu, pero durante varios días perduró en mi mente la imagen de las
Cataratas vistas desde un lugar al que nunca había accedido, y al que estaba
casi segura de que no iría a regresar.
Ana María Liberali