Nuevamente en
Lima
El 21 de julio a primera hora de la mañana estaba con
todos mis colegas en el aeropuerto “Coronel FAP Alfredo Mendívil Duarte” de la
ciudad de Ayacucho, y debíamos volver a tomar ese avioncito viejito que nos
llevaría nuevamente a Lima. La pista era muy corta, y si bien cuando tres días
atrás habíamos aterrizado sin problemas, en esta oportunidad no me causaba
gracia el despegue. Sinceramente creí que nos estrellaríamos contra la pared de
la montaña, pero fue increíble como levantó vuelo en forma inmediata casi en
posición vertical, de lo contrario, no lo estaría contando. El vuelo fue muy
tranquilo, el paisaje maravilloso y en poco más de media hora estábamos
aterrizando en el aeropuerto “Jorge Chávez” de El
Callao.

Aeropuerto “Coronel FAP Alfredo Mendívil Duarte” de
Ayacucho

Pequeño avión de Star Perú que nos llevó nuevamente a
Lima

Enseguida del despegue tomamos
altura

Profundos valles intermontanos

Cerros nevados en los Andes
Peruanos

Volviendo a la eterna niebla de
Lima

Playa
de El Callao
Volví a hospedarme en la Sociedad Geográfica de Lima
y salí a caminar por Jirón Puno doblando por Jirón Azangaro hasta llegar a la
iglesia de San Pedro. Y en el camino pude admirar los balcones desde donde las
damas podían mirar la calle sin ser vistas.

Balcones limeños desde donde las damas podían mirar la calle sin
ser vistas

Torre de la iglesia de San Pedro
Continué por jirón Huallaga hasta jirón Carabaya
donde se encontraba la Catedral, justo enfrente de la plaza de Armas. Si bien
Lima no era una ciudad de mi agrado, el Centro Histórico sí me resultaba
interesante por su arquitectura, por lo que tomé varias fotografías desde la
plaza de Armas de la Catedral, de la Municipalidad Metropolitana, de los típicos
balcones y, a lo lejos, desde la esquina de jirón Carabaya con jirón Junín, a
pesar de la niebla, pude ver el cerro San Cristóbal, que se caracterizaba por
tener una cruz en su cima.

Catedral de Lima sobre el jirón
Carabaya

Vista del cerro San Cristóbal desde la vereda de la Catedral
esquina de jirón Carabaya con jirón Junín

Plaza de Armas con el edificio de la Municipalidad Metropolitana
de Lima en el jirón Junín

Jirón Unión esquina jirón Conde de
Superunda

Desde la plaza de Armas hacia jirón de la
Unión

Típicos balcones en jirón Huallaga y jirón
Unión

Largo balcón en el jirón Huallaga
El 28 de julio de 2013 se cumplirían ciento noventa y
dos años de la Independencia del Perú, día en que el Generalísimo José de San
Martín enunciara la célebre proclamación; y los festejos habían comenzado una
semana antes con el pueblo en las calles cantando y bailando vestidos con trajes
tradicionales.
Murgas, familias, virgen, bandera peruana y la
wiphala. Parecería una contradicción que se llevaran juntas una y otra, pero la
whipala era mucho más que la bandera de la Nación Andina y de los Aymara; era
símbolo de Igualdad y Unidad en la Diversidad, representaba la filosofía andina,
la resistencia.

Gran participación de las murgas

Vistosos trajes delicadamente
confeccionados

Bailes tradicionales

Convocatoria de todos los limeños

Todas las edades en los festejos

Coloridos atuendos

La advocación de la Virgen María formaba parte de la cultura
peruana

Una llama en medio de los
desfiles

Luciendo piernas las más jóvenes

Familias enteras se desplazaron por el Centro Histórico de
Lima

Presentes las banderas peruana y
wiphala

Gracia y simpatía

Un traje digno de admiración
Dejé a un lado los festejos y en un taxi me dirigí al
cerro San Cristóbal, al que nunca había ido en mis otras estadías en Lima.
Cruzamos el río Rímac desde un puente y rápidamente
comenzamos el ascenso, llegando prontamente a la cima ya que medía solamente 300
m.s.n.m. El cerro San Cristóbal formaba parte del sistema de los cerros aislados
de la cordillera de los Andes, y estaba considerado “apu” del valle del Rímac
por los Incas.

Puente sobre el río Rímac

En la cima del cerro San
Cristóbal
A poco de ser fundada la ciudad de Los Reyes (Lima),
capital del virreinato del Perú, los españoles colocaron una gran cruz de madera
en el cerro más próximo, que fuera destrozada por los Incas durante el cerco de
Lima en 1536, bajo la advocación del Sol y de las divinidades tutelares del
Tahuantinsuyo.
Los Incas, entusiasmados por el dominio de sus
fuerzas armadas sobre varios ejércitos hispanos, decidieron dar la orden de
avanzar sobre Lima. Esta campaña costera fue encomendada a uno de sus más
valerosos guerreros: Hanancuscos, quien se había destacado en el sitio de Cusco
como esforzado adalid. Titu Yupanqui era representante real en el ejército que
marchó sobre las regiones yungas del litoral. Impartida la orden por Manco Inca
desde Ollantaytambo, partió un ejército cusqueño con la misión de arrojar al mar
a los españoles. Tras vencer las resistencias iniciales, las huestes cusqueñas
descendieron a los llanos poniendo asedio a Lima, que era una aldea construida
encima de los edificios del cacique Taulichusco. Por varios días se libraron
combates caros de vidas para ambos bandos, y cierto día, cuentan viejas crónicas
escritas en ese tiempo: “Amanecieron los indios más cerca, en una sierra grande,
que estaba de ellos cubierta, que cosa de ella al parecer no se divisaba, de
donde quitaron e hicieron pedazos una cruz grande de madera que estaba puesta en
lo alto del camino que va a la mar y al puerto”. Gran impetuosidad predominaba
en las filas incaicas, y decidieron bailar al paso de un ave que defecó en
todos, quitado ya el símbolo protector de los cristianos. Pero ya habían llegado
los indígenas Huaylas para defender a sus aliados hispanos en el combate, que
fuera librado en lo bajo del valle del Rímac y en las calles del nuevo pueblo,
pereciendo los capitanes cusqueños. De esta manera, se retiraron los incaicos,
aunque manteniendo el cerco desde las alturas abruptas. Pasado el peligro
inmediato de asalto a la ciudad, Francisco Pizarro, aprovechando la oscuridad de
la noche, había dispuesto que en la cumbre “… se ponga en él, otra cruz como la
que los indios quitaron”. Y luego se bautizó aquel cerro con el nombre de San
Cristóbal porque en su día se había ganado la
batalla.
Después de las versiones en madera, la cruz fue
reemplazada por otra de hierro forjado, y cuando la corrosión la había
deteriorado, en 1928 fue construida de hierro y hormigón, de veinte metros de
altura con cuarenta y ocho luminarias incrustadas; y ha soportado los terremotos
de 1940 de 8,2 Mw (en potencia de Magnitud de Momento), el de 1966 de 8,1 Mw, y
el de 1974 de 8,0 Mw.
Si antes de la conquista los antiguos peruanos
ascendían a la cima para llevar ofrendas y sacrificios a sus dioses, los
españoles y misioneros lo hacían rezando el Vía Crucis rememorando las
estaciones de Jesús. Esa tradición continuaba desde que el párroco Francisco
Aramburú la organizara en 1929 el primer domingo de
mayo.

Junto a la cruz del cerro San
Cristóbal
Al llegar al mirador encontré una inscripción donde
se recordaba la puesta en valor del lugar, obra del expresidente Ing. Alberto
Fujimori. Y desde allí traté de divisar diferentes áreas de la ciudad, pero la
intensa y sempiterna niebla limitó mis expectativas. Aunque sí pude ver fue la
plaza de toros, donde se hacían corridas en los meses de noviembre y
diciembre.
Permanecí un rato tomando fotografías y comencé a
descender pasando por barrios populares edificados en las laderas, lo que me
preocupó sobremanera el destino de esos habitantes tomando en cuenta que Lima
era una zona sísmica de alta intensidad. Y en medio de áreas marginales, un
proyecto de condominio, evidenciando la enorme fragmentación de la sociedad
peruana.

Inscripción en el mirador del cerro San
Cristóbal

Vista parcial de Lima y de los cerros vecinos desde el mirador del
cerro San Cristóbal

Cerros
de Lima tapados por la densa niebla

Plaza de toros de Lima

Río Rímac visto desde el cerro San
Cristóbal

Viviendas en la ladera del cerro

Construcción de un muro de contención – Municipalidad Distrital
del Rímac

Barrios populares a la vera del cerro San Cristóbal – Distrito del
Rímac

Proyecto de condominio en el distrito del
Rímac

Barrio marginal en el distrito del
Rímac

Obras de encauce del río Rímac

Taxi económico de Lima
Al mediodía almorcé con mis colegas geógrafos
provenientes de otros países latinoamericanos, y todos optamos por platos
típicamente peruanos. Yo disfruté de una ocopa arequipeña, que consistía en
papas bañadas con una salsa preparada con ajíes amarillos, cebolla, maní
tostado, queso fresco y condimentos, acompañadas con huevos duros y aceitunas. Y
los demás eligieron ensaladas compuestas por vegetales variados, sopas o el
clásico bistec montado con un huevo frito, y como guarnición, arroz y papas
fritas.

Ocopa arequipeña

Ensalada mixta

Sopa

Bistec montado
A la tarde volví a caminar sin rumbo por las calles
del Centro Histórico de Lima, ¡y logré tomar fotografías con
sol!

Magníficos balcones limeños bajo el
sol
A la nochecita me instalé en Norky’s, una especie de
grill familiar, donde además de cenar unas salchipapas, hice una larga sobremesa
concentrada en varias lecturas. Pero cuando se hicieron las diez y media, y casi
toda la gente se había ido, apagaron el televisor y comenzaron a levantar las
mesas. Pagué y salí por la puerta chiquita de la cortina metálica descubriendo
con sorpresa que era el último lugar abierto. ¡Todo cerrado! Oscuro y lleno de
basura.
Estaba en la avenida Abancay y Jirón Puno, a ocho
cuadras de la plaza de Armas. ¡Temible! Fui hasta la Sociedad Geográfica, que,
por suerte, quedaba a la vuelta. El sereno me abrió la puerta y en una oficina
con computadoras me quedé para hacer mis check-ines y contestas correos. Y
recién me fui a dormir a dormir a las dos de la mañana, porque tengo hábitos
nocturnos, tal cual las lechuzas.

Salchipapas como cena

Avenida Abancay a las diez y media de la noche, un lugar muy
concurrido durante el día
El lunes 22 me levanté cerca de las 9 a. m. y fui a
un barcito popular en la avenida Abancay. A esa hora ofrecían LOMITO AL JUGO,
TALLARÍN SALTADO Y ARROZ A LA CUBANA. Pero para mí eso no era un desayuno. Así
que pedí néctar, agua y café. Me sirvieron uno doble instantáneo con galletitas
de salvado. Pedí leche, pero no tenían, a pesar de ofrecerla en la cartelera.
¡Tampoco había baño! Algo que sería insólito en un lugar céntrico de Buenos
Aires.

Oferta de desayuno en un bar céntrico de
Lima
Regresé a la Sociedad Geográfica. Vinieron a buscarme
Álvaro Sánchez Crispín y Alejandro Ramos Trejo. Saludamos a Zaniel Novoa
Goicochea, a Gina, a Bernardo y a las otras personas de la Sociedad que tan bien
nos habían atendido.
Salimos, fuimos en el Metropolitano (el metrobus de
Lima) hasta Miraflores, un barrio muy diferente al resto de la ciudad, que se
caracterizaba por el elevado poder adquisitivo de quienes lo habitaban.
Caminamos unas cuadras por la avenida José Larco y almorzamos comidas típicas en
un restorán.

Con
Álvaro Sánchez Crispín y Alejandro Ramos Trejo en un restorán de
Miraflores
En un taxi pasé a buscar las maletas y fui al
aeropuerto. En Sky volé hasta Santiago y de allí en otro vuelo a Buenos Aires.
Estaba rendida por lo que no sólo que dormí en todo el primer tramo, sino que en
el segundo me desperté cuando estábamos sobrevolando el sur de la provincia de
Santa Fe.
Ana María
Liberali