Vasena era un industrial próspero,
propietario de una empresa pujante que empleaba a 2.500 personas y que tenía sus
instalaciones en Cochabamba y La Rioja, donde actualmente se encuentra la Plaza
Martín Fierro.
A principios de diciembre de 1918,
los trabajadores de la firma se declaran en huelga en reclamo de una jornada de
ocho horas, suba de salarios y pago de horas extras por trabajo
dominical.
Aunque el Gobierno del radical
Hipólito Yrigoyen se mostró receptivo ante los reclamos, el
conflicto en los talleres se prolongó como consecuencia de una intransigente
postura patronal, que contrató rompehuelgas con el objetivo de mantener el
funcionamiento de la empresa.
Los huelguistas organizaron
boicots y piquetes para impedir que los materiales ingresaran al
establecimiento, y el 24 de diciembre, se produjeron en la puerta de los
talleres serios incidentes con el personal armado que estaba al servicio de
Vasena.
El conflicto escaló a una nueva
fase y la dirección de la empresa decidió despedir a todos los huelguistas, que
mantuvieron grupos organizados en las inmediaciones de una fábrica que era
custodiada por la policía y cuerpos de seguridad.
El 7 de enero -la jornada que
marcó el inicio de la Semana Trágica- se produjo en las cercanías de las
instalaciones de la metalúrgica un intenso tiroteo, cuyo origen no pudo
determinarse, y tras el cual cinco obreros terminaron muertos y otros 20
heridos.
Presionado por el Gobierno, Vasena
se reunió con representantes de los trabajadores y ofreció una jornada de 9
horas y un aumento salarial del 12 por ciento, pero cuando debió rubricar el
acuerdo en el Departamento de Policía optó por no presentarse, con el argumento
de que muchos de los huelguistas no pertenecían al personal que tenía
contratado.
Frente ante la postura de la
empresa, la Sociedad de Resistencia de Metalúrgicos Unidos, la Federación Obrera
Regional Argentina (FORA) -de orientación
anarquista- y demás organizaciones de trabajadores se lanzaron a una huelga
general el 9 de enero.
Ese día, una multitud acompañó el
cortejo fúnebre de los trabajadores muertos en la represión del día 7 por las
calles de una Buenos Aires paralizada, enarbolando banderas rojas y negras y
entonando consignas libertarias.
A medida que las columnas
avanzaban, se repetían incidentes y altercados con disparos de armas de fuego y corridas hasta que
los manifestantes llegaron al cementerio de La Chacarita, donde se sucedieron
escenas de extrema violencia.
Las cifras oficiales mencionaron
que hubo 12 manifestantes muertos, pero la prensa obrera
refirió en cambio la existencia de cientos de muertos y heridos, en tanto que
entre las fuerzas del orden no hubo víctimas.
A su vez, la Liga Patriótica
Argentina, un grupo formado por civiles y militares con orientación ultramontana
que apoyaba el accionar de las fuerzas del orden recorría las calles del Once y
Villa Crespo atacando sinagogas, comercios y entidades de la colectividad judía,
a quienes sindicaban como autores de un complot maximalista.
El 11 de enero, el gobierno
alcanzó un acuerdo con parte de la FORA tras ofrecer la libertad de los presos
(unos 2.000); aumentos salariales por categorías y reducciones de las jornadas
laborales. Otro sector (la FORA V Congreso) siguió con la protesta hasta el 14,
cuando deciden levantar la huelga.
Según las estimaciones de los
historiadores del movimiento obrero, los incidentes de la Semana Trágica arrojaron un saldo
de entre 800 y 1.500 muertos, 5.000 heridos, decenas de miles de
prontuarios y ausencia absoluta de sanciones para las fuerzas de seguridad.