Un fin de semana de febrero en Mar del
Plata
Como todos los años, un viernes de fines de febrero,
debía tomar examen en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Y debido a que
muchos estudiantes eran del interior de la provincia de Buenos Aires y
permanecían en sus casas por alquilar departamentos sólo de marzo a diciembre, y
a que los locales conseguían empleos temporarios durante la temporada estival,
generalmente se presentaban uno o dos alumnos a la mesa. Y, por lo tanto,
quedaba libre rápidamente. Fue por esa razón, que, en el año 2008, decidí viajar
con mis hijos Joaquín (23) y Martin (17), y mis nietas Ludmila (6) y Laurita
(4).
Salimos a la madrugada de la terminal de ómnibus de
Retiro, que estaba repleta, con la empresa El Cóndor y llegamos a Mar del Plata
cinco horas después. Desayunamos juntos y mientras yo tomaba los exámenes, mi
familia salía a caminar por la ciudad.
Y ya por la tarde, aprovechando un hermoso día de
sol, fuimos juntos a la playa Varese, que se encontraba sobre el boulevard
Peralta Ramos y la avenida Colón, en una bahía curva, formada por dos largas
escolleras de piedra entre el Torreón del Monje y el cabo Corrientes, muy cerca
del Centro.
Esta era la famosa playa de los Ingleses que tenía
ese nombre debido a una odisea sufrida por un grupo de marinos británicos a
mediados del siglo XVII durante la Guerra del Asiento, en que se enfrentaban con
el Imperio español. Habían naufragado con la fragata HMS Wager en las
proximidades de la isla de Chiloé, pero se las arreglaron para construir una
pequeña balandra, la Speedwell, con los restos de la embarcación y con ella
doblar el cabo de Hornos. Tras varias peripecias, ocho de ellos fueron
abandonados en la playa contigua al cabo Corrientes, terminando dos muertos y
otros dos tomados cautivos por los tehuelche, mientras que los demás fueron
llevados prisioneros por los españoles a Buenos
Aires.
Y si bien, ya para muchos era conocida como Varese,
por el nombre de la familia propietaria del hotel Centenario, construido a
principios del siglo XX en la ladera de la loma que daba a la playa, la Guerra
de Malvinas, terminó de imponer este nuevo
apelativo.

Vista parcial de la playa Varese
En este lugar, durante gran parte de la primera mitad
del siglo XX, veraneaban los miembros de la clase alta porteña, hasta que, a
fines de los años 40, con las vacaciones pagas, el aguinaldo y los hoteles de
las obras sociales, pudo también hacerlo gran parte de la
sociedad.

Laurita a punto de ingresar al mar en la playa
Varese

Martín se divertía chapoteando…

Ludmila y Laurita frente a las olas
Las playas marplatenses tenían la particularidad de
disminuir su extensión debido a la fuerte erosión marina, por lo que se habían
construido escolleras tipo T de piedra para tratar de contener ese proceso,
además del refulado que permitiera recuperar una porción importante de
arena.

Espigón de piedras en playa Varese
El oleaje se presentaba muy fuerte, pero los chicos no se
alejaban casi, en especial cuando estábamos en momentos de bajamar con el
peligro que eso conllevaba. Y lo interesante, era que quedaba una importante
franja de arena húmeda que les posibilitaba armar sus
castillitos sin dificultad.

Fuerte oleaje en la costa atlántica
bonaerense

Ludmila chapaleando en la ola

Joaquín con su hijita Ludmila después de salir del
mar

Ludmila jugando en la arena

Laurita jugando en la arena

Arena mojada durante la bajamar

Laurita y Ludmila haciendo castillitos con la arena
mojada
Y al bajar el sol, rápidamente bajó la temperatura,
lo que indicaba el fin de nuestra jornada
playera.

Con Ludmila y Laurita al final de la jornada
playera
Pero
Mar del Plata no era únicamente playa, y por la noche había una gran cantidad de
atractivos. Y para los chicos, el barco (terrestre) de la alegría era una buena
opción porque con música y personajes recorría un buen sector de la
ciudad.

Martín en el barco de la alegría

La música estridente atentaba contra los oídos de
Martín

La alegría de la payasa Ludmila

La muy seria payasa Laurita

Ludmila se animó a cantar con
micrófono

Ludmila con el Hombre Araña Traje
Negro

Ludmila bailando con el Hombre Araña Traje
Negro

Martín, Ludmila y Laurita junto al barco de la alegría “El
Acantilado”

Ludmila y Laurita con Spider-Man
Típico
de la costa bonaerense, el sábado amaneció nublado y con pronóstico de tormenta,
y lo que nos salvó fue la existencia de lugares de recreación infantiles bajo
techo, previendo estas condiciones meteorológicas.

Y se vino la tormenta…

Joaquín y Martín cuando el viento comenzaba a
soplar

Ludmila en un centro de recreación
infantil

Expresión de arte en un centro de recreación
infantil

Laurita y Ludmila con mariposas pintadas en sus
caritas
El
domingo el tiempo tampoco nos acompañó, pero, de todos modos, buscando
alternativas, logramos pasarla bien, que era lo único importante.
Ana María
Liberali