NCeHu
7/19
Brasil: un gobierno golpista
Jorge Altamira
En la ceremonia de juramento del
nuevo ministro de Defensa de Brasil, el presidente Bolsonaro improvisó unas
palabras imperdibles. Con todo desparpajo “agradeció”, de acuerdo a la
corresponsal de Clarín (3/1), “al comandante en jefe del Ejército”, que debe
pasar a retiro. Le dijo, ni más ni menos, que “usted señor es uno de los
responsables por el hecho de que yo haya llegado a la presidencia”. Al resto de
esos responsables los hemos mencionado en más de una ocasión en Prensa Obrera, y
se trata del grupo de militares retirados que se reunía en forma periódica en el
subsuelo del Hotel Brasilia, en Sao Paulo, bajo la supervisión del alto mando.
Bolsonaro tomó de todos modos la precaución de asegurarle al general Eduardo
Vilas Boas, que “lo que ya conversamos morirá entre nosotros”, en una exhibición
pública de conspiración política. Queda otra vez en evidencia que el juicio
político a Dilma Roussef no fue un golpe parlamentario, sino un golpe militar
resueltamente apoyado por el capital financiero nacional e internacional. La
implicancia de los dichos de Bolsonaro va más allá, sin embargo, porque adjudica
su legitimidad política, no a los 55 millones de votos que obtuvo en la segunda
vuelta, sino al apoyo que recibió de la cúpula de las fuerzas
armadas.
La conclusión de que Bolsonaro
preside un gobierno golpista, fue reforzada por él mismo en ese discurso cuando
“Recordó”, dice la cronista, “que los militares ‘siempre refutaron la idea de la
sociedad civil’”, para agregar que “somos una única sociedad indivisible”. Esta
alucinación, propia del corporatismo y del fascismo, confronta con trescientos
años de filosofía occidental, que construyó la doctrina de la democracia y el
parlamentarismo sobre esa distinción de la sociedad civil – que no es sino la
cobertura ideológica burguesa de las relaciones de explotación capitalista. Más
allá de su genética golpista, Bolsonaro pone en evidencia su hostilidad de
principios al parlamentarismo, que es la representación hipotética de la
sociedad civil. La corresponsal advirtió algo de lo que estaba ocurriendo,
cuando finaliza su despacho destacando que Bolsonaro “luego suavizó la idea al
decir que junto a los demás poderes, Legislativo y Judicial, haremos un Brasil
grande”.
El Congreso de Brasil ha sido
puesto sobre aviso. El partido de Bolsonaro tiene menos del 10% de la
representación legislativa y un número reducido de gobernadores. El parlamento,
cruzado por intereses diversos y enfrentados, es un escenario conflictivo para
la sanción rápida o incluso urgente de leyes, en especial aquellas que
suscitarán una fuerte conflictividad, como las privatizaciones y la abolición de
la previsión social pública. Son numerosos los observadores que han señalado el
conflicto que traerá aparejada esta situación. Bolsonaro no podrá repetir con
facilidad la llamada “presidencia de coalición” que ejerció Lula en sus
mandatos, con los partidos patronales, o la ‘coalición a la carta’ que practicó
Macri con el peronismo y la burocracia sindical hasta hoy mismo. En Brasil ha
emergido un potencial Fujimori, que en su momento de furor se sintió más cómodo
suprimiendo a tiros a la ‘sociedad civil’ con la consecuente clausura del
Congreso de Perú.
Aviso para navegantes.
|