El tren maya: el caballo de Troya
moderno
“La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la
vida”
André Malraux.
Alfredo César Dachary
El 1 de diciembre de 2018, México rompió en
América Latina una inercia que venía dándose desde el 2016, con el fin del ciclo
político progresista y el inicio de un neoliberalismo cada vez más violento y
retrógrado, como se puede ver en las primeras declaraciones del misógino
presidente de Brasil, el capitalista Bolsonaro.
Este nuevo “modelo” que tiene la desgracia de
tener Brasil, luego del golpe judicial de comienzos de año, tomó las medidas que
perfilan lo que vendrá, contra la política de género, la reducción del salario
de los trabajadores, la privatización de todo lo posible, comenzando con los
aeropuertos, y una política de control y transformación a la fuerza para los
pueblos originarios, muchos de los cuales ni siquiera hoy tienen contacto con la
sociedad brasileña.
Este último tema, que se da en Brasil, comienza a
ser un tema de discordia en México, a partir de uno los proyectos centrales que
plantea el presidente Manuel López Obrador, autodefinido como un presidente
progresista por sus seguidores y populista por sus detractores.
Y es que los pueblos originarios están en las
zonas a las cuales la persecución de la “civilización” los ha empujado y, por su
ubicación en zonas aisladas, los guardianes de una gran riqueza natural desde la
biodiversidad a la cultura que ellos mantienen y que esta situación de
resistencia a las invasiones y despojos se ha transformado en un freno para la
expansión del modelo dominante, que plantea “planes de desarrollo” a la medida
de sus intereses.
En toda América Latina, la persecución y en
muchos casos exterminio de grupos de pobladores originales por los
especuladores, empresas mineras, turísticas y otros, se ha transformado en un
tema constante, aunque los grandes medios han tratado de
ocultarlos.
La persecución y exterminio de mapuches en
Argentina y Chile para quitarles sus tierras, las grandes masacres de garífunas
en Honduras para sacarles las tierras para centros turísticos, las grandes
masacres como Acteal en Chipas sobre las comunidades mayas, lo mismo ocurre en
Colombia, en la Amazonia brasileña, en Paraguay con los guaraníes, o en Panamá
con los kunas, entre otros casos.
Los pueblos originarios en nuestra América han
sido perseguidos por grupos civiles y los organismos del Estado por el gran
capital natural en que están asentados y tienen conciencia de ello. Por ello, en
las últimas décadas la estrategia ha sido infiltrarlos a través de ONG´s que
tienen sus propios intereses y con ello debilitar su defensa antes los procesos
“modernizantes” que implican la pérdida de sus lenguas, y con ello de su cultura
y, al final, su propia identidad.
Por ello, llama la atención que ante el famoso
proyecto del “Tren Maya”, hay grupos que apoyan y otros que lo rechazan, entre
ellos, el más significativo y de donde no existe duda de su compromiso con su
pueblo, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN).
Entre los que lo rechazan está el caso de las
Comunidades indígenas de la Península de Yucatán que desaprobaron el proyecto de
Tren Maya y rechazaron en un pronunciamiento conjunto, por considerar que
“ninguna persona fuera de la Península de Yucatán” puede “decidir lo que se
puede hacer o dejar de hacer” en sus territorios. El pueblo maya fue el último
gran rebelde contra el gobierno federal en la denominada Guerra de Castas de
1848 a 1902, época en éstos se “diluyeron en la selva” sin ofrecer resistencia
al dejar su capital, la actual Felipe Carrillo Puerto.
Así fue como los delegados e integrantes
de 43 comunidades mayas de la
Península de Yucatán se manifestaron en las calles de Mérida en
contra del despojo del que han sido objeto sus territorios, a causa de proyectos
de desarrollo. Unas 300 personas provenientes de comunidades como Kimbilá,
Chablekal, Chocholá, Santa Gertrudis Copó, Kanxoc y Homún salieron de los cuatro
cabos de la ciudad rumbo a la Plaza Grande, en el centro, para pedir “a todos los gobiernos” que dejen de
tomar decisiones que les afectan sin consultarles, y para notificarles cómo
quieren vivir.
El 1 de enero se cumplió el 25 aniversario del
alzamiento Zapatista de enero de 1994, y en un comunicado señalaron que "no
vamos a permitir que vengan a destruirnos", al tiempo de advertir que "no le
tenemos miedo a su Guardia Nacional, que le cambió de nombre para no decir
Ejército, pero son lo mismo". Agregaron que "van a destruir al pueblo de México,
pero principalmente a los pueblos originarios y muy especialmente el EZLN", que
siempre estuvo enfrentado al actual movimiento en el
poder.
Por el otro lado, un centenar de expertos y
decenas de organizaciones solicitaron al Presidente cancelar la consulta y
realizar los estudios de impacto ambiental requeridos, así como escuchar a los
pueblos indígenas antes de iniciar cualquier obra.
Los firmantes se dicen preocupados ante el
inminente inicio de las obras, toda vez que las entidades seleccionadas para los
proyectos cuentan con “sitios de alta biodiversidad que deben preservarse bajo
los más estrictos estándares internacionales y reconociendo los saberes de los
pueblos originarios”.
El Tren Maya y el Corredor Comercial y
Ferroviario del Istmo de Tehuantepec, serán megaproyectos con características
similares a las de otros, como el Plan Puebla - Panamá, localizado entre
ecosistemas frágiles sin importar el daño ambiental y que tiene fines
esencialmente mercantiles.
Los firmantes solicitan la intervención, entre
otras dependencias, de: la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales
(Semarnat); el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático; la Comisión
Nacional del Agua (Conagua); el Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas
(CDI).
Además de esto solicitan “no pasar por alto el
principio de la consulta previa, libre e informada de las comunidades indígenas
locales afectadas” plasmado en el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y
Tribales de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT).
¿Qué oculta el Tren Maya?
Tuve la oportunidad de trabajar en Cancún y luego
en el corredor Cancún - Tulum en sus primeras dos décadas y la lección que salió
de allí, la planteamos en un trabajo que si lo revisamos en la actualidad
parecería ser una crónica de esta compleja, peligrosa y asimétrica
realidad.
Entre los temas que más han destacado está el
hecho que, según estudios realizados por universidades de Dinamarca, Holanda y
Bélgica, básicamente antropológicos, la revolución turística iniciada en los
70´s generó un desplazamiento, de los pueblos mayas que vivían en la selva,
mayor que los que generó la conquista, en las proporciones de cada época. Se
estima que fueron más de 500,000 mayas de toda la península y otros de países
vecinos como Belice y Guatemala, entre otros.
Fue un proceso violento, aunque el Estado no lo
planteó de esa manera, porque las tierras eran federales y había posesionarios
conocidos como nacionaleros, por ello no emerge el tradicional tema del despojo.
El gobierno justificó adecuadamente el proyecto, la crisis profunda del modelo
agrario y forestal, desde el henequén a la caoba, o desde el coco al chicle,
pero la realidad no tomó en consideración esto y por ello, este movimiento
gigantesco de gente, fue de desposesión de su identidad por hambre.
Los resultados son muy contundentes, y al
comenzar el sexenio pasado del presidente Peña Nieto, se inició la Cruzada
contra el Hambre en México y se eligieron 400 municipios, entre los destacan los
principales centros turísticos, como Benito Juárez (Cancún), Acapulco, Ixtapa -
Zihuatanejo y la casi totalidad de los denominados “pueblos
mágicos”.
En un artículo publicado en La Jornada Maya, el
11 de junio del 2017, las cifras son apabullantes, ya que de acuerdo al Informe
de Pobreza y Evaluación de Quintana Roo, que realiza el Consejo Nacional de
Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), se apunta que en el
Estado cuatro de cada diez personas tiene algún nivel de pobreza, resaltando que
el Municipio de Benito Juárez es el que más casos registra. El mismo análisis
reveló que 35.9% de los quintanarroenses vive en pobreza, y que el 7% se sitúa
en condiciones de pobreza extrema, lo cual significa que el 40% de la población
tiene algún nivel de penuria.
Con cifras de diciembre de 2016, el municipio de
Benito Juárez registró una población total de 742,626 (el 41.5% del Estado).
Se señala que el 30% de los pobladores, o sea,
223,087 vive en condiciones de carencia social y económica, lo cual significa
que 198,311 personas se encuentran en pobreza, en tanto que 24,776 en pobreza
extrema al no tener acceso a comida, ni a los medios básicos para
subsistir.
En Quintana Roo, decretado como Estado de la
Federación en 1975, año en comienza Cancún, los resultados del desarrollado
planeado por el Estado son brutalmente negativos, así tenemos que, según el
estudio de CONEVAL, en el 2015, el 24,7% de los quintanarroenses no eran ni
pobres ni vulnerables; pobres moderados el 27,8%, o sea, 441,381; pobres
extremos el 5,6%, es decir, 89,272 y vulnerables por carencias sociales el
36,1%, 572,729 habitantes.
En casi medio siglo de aplicación del modelo, los
pobres son la gran mayoría y más en Cancún, motivo más que suficiente para
quienes viven en esos Estados del sureste, no confíen en el modelo que aplica
para el “desarrollo”, ya que Cancún es un éxito turístico, pero un fracaso
social.
Ante esto no nos asombra la postura del EZLN, que
desde Chiapas ha vivido en carne propia muchos intentos de desalojo y captación
en el Estado donde hay una gran riqueza de biodiversidad, el principal productor
de energía hidroeléctrica y donde la pobreza reina por doquier.
Este puede ser uno de los errores menores que
anticipe conflictos mayores en un país donde la pobreza y la asimetría social
han puesto a México a la cabeza en el tema dentro de la OCDE, donde más de la
mitad de la población votó contra la continuidad y por un cambio, en medio de un
continente donde el neoliberalismo ha sentado el poder en todos los países.
Los pueblos originarios no son un tema menor ni
un capricho de folcloristas trasnochados son la esencia de la identidad
mexicana, ya que sobre las piedras que ellos plantaron se erigió la república.
Esa que se enfrentó a las grandes propiedades del clero, a los grandes
terratenientes y defendió el país ante las invasiones extranjeras que vinieron
desde el vecino del norte.
alfredocesar7@yahoo.com.mx