Nuevas economías: entre la utopía y la realidad
“La realidad suprema de nuestro planeta es su vulnerabilidad”
John F. Kennedy.
Alfredo César
Dachary
A mitad del siglo XX, los indicadores económicos más importantes eran
los kilómetros de carretera, de líneas férreas, la producción de acero, la
industria del petróleo, producción de electricidad y muchos más, pero pocas
décadas después emergen los indicadores de desarrollo humano, con la salud, la
esperanza de vida y la educación, hoy en el siglo XXI éstos son insuficientes
frente a nuevas amenazas, más globales que la propia globalización.
El siglo XXI marca el final del largo camino comenzado en el siglo
XVIII, acelerado en el XIX y profundizado en el XX, la larga marcha de la
población rural a las ciudades, realidad que creció y se diversificó con el
capitalismo y hoy su máxima expresión como forma de vida, forma de presentar a
un país, forma de reproducir las grandes a diferencias sociales y económicas de
la sociedad, en general, es el espejo del mundo del siglo
XXI.
Así, los cambios de las sociedades se expresan en las ciudades y de
éstas en relación con la producción y los servicios y sus costos forman un todo
indisoluble, al cual se planteó como una alternativa inicial el desarrollo
sustentable, una serie de ideas importantes que hasta hoy no han podido
expresarse en un paradigma concreto, ya que su principal contradicción es la
dinámica del propio sistema hegemónico.
El cambio climático se transforma en la gran amenaza del planeta,
pero no está solo, son más que cuatro los jinetes del Apocalipsis, los cuales se
ven de manera separada y no integrada porque están estructuralmente ligados
entre sí, transformándose en una verdadera cadena de causas - efectos.
·
Aumento de nuevo de los niveles de hambre en el mundo, pasando de
un
10.6% en 2016 a más de 11% en 2017 (FAO, 2017).
·
Aumento de las desigualdades (OXFAM, 2017), con un 1% de la
población
poseyendo más del 50% de la riqueza global.
·
Crisis migratorias graves (ACNUR, 2017) con millones de personas
desplazadas de sus hogares por motivos de guerra, falta de recursos y hambre,
entre otras cosas.
·
La desaparición masiva y acelerada de especies.
·
El avance de la desertización (UNCCD, 2017).
·
Crisis energética y consumación del pico del petróleo, alcanzado ya
en años
anteriores, con lo que cada vez resultará más caro la obtención de
este tipo de combustible.
·
Superación de los límites del planeta. Actualmente necesitaríamos los
recursos de tres planetas para saciar las necesidades de los seres humanos que
vivimos en él.
Estos escenarios extremos y complejos, han llevado a que Christiana
Figueres, ex Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de la ONU sobre cambio
climático sostuviera que, “es la primera vez en la historia de la humanidad que,
intencionadamente, tenemos la obligación de transformar nuestro modelo
económico”.
Esto ha generado una
nueva serie de propuestas, encaminadas a la creación de un nuevo modelo
económico, que se han formulado por nuevos movimientos, grupos e ideas, pero
partiendo de que éste deberá ser uno que tendrá en cuenta como prioridad a
las personas y el planeta.
En este caso, tomaremos un grupo de posiciones y teorías que emergen
desde la periferia del sistema, lo cual nos habla de sus limitaciones, ya que
esta situación es consecuencia directa del elevado nivel de irracionalidad del
mismo.
El punto de partida es el Foro de Nueva Economía e
Innovación Social que recoge las propuestas de algunos de los nuevos
modelos emergentes de Nuevas Economías: Economía del Bien Común, la Economía
Azul, la Economía Circular, la Economía Colaborativa, la Economía Social y
Solidaria y el Movimiento en Transición y banca con valores, entre las
principales nuevas propuestas.
Partimos de la “Carta de Málaga para la Nueva Economía y la
innovación social”, que logra integrar estas diferentes versiones en una serie
de objetivos comunes más allá de sus estrategias específicas. Así se define como
fundamental la necesidad de lograr un sistema de derechos y valores donde la
justicia, la solidaridad, la sostenibilidad, la igualdad, la autonomía y la
colaboración estén en su centro, claro que no especifica cómo podría convivir
ésta con la economía de mercado en la etapa del neoliberalismo, algo utópico; se
repite el modelo de los ecologistas que en medio siglo han impuesto su agenda,
pero no los mecanismos para erradicarlos.
Así planteado en este Foro tenemos que esta nueva economía en sus
diferentes concepciones y movimientos parte de una serie de principios comunes
que son: primero, crear una nueva economía basada en derechos humanos, con una
economía que preserve la armonía entre las personas y el planeta. A ello se le
suma una nueva economía que garantice una redistribución justa de los recursos
existentes y que proporcione trabajo decente y acceso justo al ocio que permita
a las personas crecer.
Se busca una nueva economía basada en valores y derechos; un
ecosistema económico que integre los mejores modelos basados en: propósito
social, como las empresas sociales, la economía para el bien común, la economía
social y solidaria, o la banca con valores.
El segundo es la sostenibilidad ecológica, como la agroecología, la
economía verde, circular o azul, o sea, racionalizar la producción en relación a
los recursos y las verdaderas necesidades de la población y la colaboración
abierta y la justicia, como la economía colaborativa o de
comunes.
Un último criterio tiene que ver con el territorio de las industrias,
servicios y explotaciones naturales, por lo que busca que la re-localización,
debe ser donde sea apropiado, tales como el de ciudades de transición y otros
que buscan encontrar un justo equilibrio entre lo local y lo global, a fin de
terminar con la larga lista de localidades en agonía.
Todos estos modelos coinciden en interiorizar las metas y los valores
de la nueva economía en cada organización, ya que incorporar éstas es una
condición previa para lograr exitosamente las elevadas metas aquí defendidas. Se
trata de un modelo audaz, que se trabajaría como con el caballo de Troya,
introducirse a la empresa y tratar de lograr imponer estas ideas que vienen
desde el siglo XIX con los socialistas utópicos.
Todos estos modelos y muchos otros, están repensando y remodelando
conceptos como la alimentación, el dinero, las organizaciones, el trabajo, la
producción y el comercio. Esto es fundamental ya que hoy la sociedad tiene como
única meta el consumo, ya sea para sobrevivir, para crecer o para demostrar a
través de éste su poder, una forma que tiene larga historia en el hombre desde
los grandes imperios.
La alimentación chatarra expresa la ecuación del hombre devorado por
el tiempo al cual le gana solo sacrificando su alimentación con graves
consecuencias, hoy personalizadas en las nuevas enfermedades comunes, la
obesidad y la diabetes.
Una nueva economía en la que el dinero sea un medio y la banca y las
finanzas estén al servicio de las personas, y no al revés como lo demuestran hoy
todos los estudios que analizan el mal del siglo y del sistema, la pobreza que
abarca la mitad de la población del planeta, más otros grupos que no llegan a
ello son los sobrevivientes.
La creación de dinero debe estar bajo escrutinio democrático y donde
las personas tengan el conocimiento y la capacidad para participar en la
solución de problemas, como por ejemplo la deuda fuera de control. Hoy el
ciudadano es víctima del consumo y por ello presa fácil del crédito que termina
dejándolo en la ruina, y cuya formulación médica es la depresión en diferentes
niveles y la drogadicción en otros similares.
Existe una nueva economía, donde consumidores, organizaciones
privadas e instituciones públicas promueven un sistema bancario y financiero
basado en valores y el bien común, en principio sí y son los países musulmanes
los que rechazan la usura del crédito, lo cual se ve reflejado en las sociedades
para los nativos de ésta, no así para los trabajadores emigrantes.
La Sharia entiende el dinero como un medio de intercambio sin valor
intrínseco, es decir, sin valor en sí mismo, el dinero no es un activo por sí
solo y no puede aumentar de valor o generar más dinero si no es junto a otros
recursos y en el desarrollo de una actividad económica real. En el sistema
islámico el dinero es meramente un medio de intercambio y no un factor de
producción independiente. Por las mismas razones expuestas, el dinero no puede
ser ni comprado ni vendido.
Una nueva economía en la que los mecanismos de distribución y
solidaridad, como la filantropía y el trabajo de organizaciones caritativas y no
gubernamentales, no solo financien proyectos para resolver problemas creados por
el sistema, sino que aborden las causas de estos problemas y mejoren el sistema.
Los más ricos del mundo son filántropos, no promotores de nuevas ideas para la
producción y el empleo, lo que nos recuerda ese pasaje bíblico de no me den
pescados sino redes y me enseñen a pescar.
A esto último lo plantean en una nueva economía donde las
organizaciones contribuyan al bien común, una nueva economía en la que las
organizaciones con o sin fines de lucro contribuyan al bien común. Ya se trate
de empresas, ONG, redes o movimientos sociales, todas habrán de perseguir un
propósito social y anteponer el beneficio a las personas y al planeta a un único
beneficio económico.
Esta nueva economía que plantean los jóvenes y pensadores que han
visto los costos del endeudamiento, las guerras por hambre o por el control de
recursos como el petróleo, son lo ideal para hoy y el futuro que viene, pero el
sistema acompaña pero no cambia, reconoce pero no disminuye; en síntesis, son
dos lenguajes diferentes para dos modelos económicos distintos, que no pueden
convivir si quieren mantener o imponer sus ideas.
alfredocesar7@yahoo.com.mx