NCeHu 741/03
Lula:
buena imagen, pero malos índices |
Tras seis meses de gestión no logra hacer
crecer la economía
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SAN PABLO.- Con la
popularidad casi intacta, pero luchando con una economía deprimida, hoy cumple
seis meses el gobierno del presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, el
ícono de la izquierda latinoamericana que sorprendió al mundo adoptando una
política económica ortodoxa.
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Seis meses después
de haber asumido, Lula tiene en sus manos tantas conquistas como frustraciones.
Por un lado, según la encuestadora Sensus, un 78% de los brasileños sigue
considerando su gobierno entre bueno y excelente, las cifras más altas en
comparación con las del mismo período de los últimos tres presidentes
democráticos.
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Por otro lado, el
mismo presidente que hizo de la lucha por el trabajo el eje de su biografía,
llega a los 180 días de gobierno con los mayores índices de desempleo de los
últimos 17 años (20,6% en San Pablo, según datos de la Fundación Seade-Dieese
conocidos ayer). Durante los primeros seis meses de Lula surgieron en Brasil
580.000 nuevos desempleados. Pero al cumplir la octava parte de su mandato, Lula
ya dejó plasmado un pedazo de historia en dos lecciones. La primera, para los
sectores económico-financieros que impulsaron la famosa "histeria anti-Lula" en
las elecciones brasileñas: en lugar del presidente populista y rupturista que
temían, se encontraron con el jefe de Estado que impuso la mayor disciplina
económica y fiscal de las últimas décadas en Brasil. Tal como había prometido,
cumplió a rajatabla con todos los contratos firmados por el país.
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La segunda lección
fue para las bases militantes del Partido de los Trabajadores y para la
izquierda romántica, nacional e internacional, que veía en Lula la salvación
tras 500 años de desigualdad social, con la llegada de un ex operario por
primera vez al poder en el mayor país de América latina. A pesar de las críticas
de sus propios militantes, Lula llamó al presidente mundial del BankBoston,
Henrique Meirelles, para ser su presidente del Banco Central, y convocó a
empresarios y políticos de derecha para su gabinete. "Gobernar es más difícil
que hacer mera agitación", dijo a LA NACION el presidente del PT, José Genoino,
como explicación simple del pragmatismo adoptado por Lula desde que llegó al
poder.
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El monstruo de la inflación
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Si una foto del
Brasil del 1° de enero, día de la asunción de Lula, fuera comparada a una imagen
de hoy, lo primero que saltaría a la vista sería la tranquilidad del mercado
financiero. Los 2400 puntos de "riesgo país", que llegó a ser el segundo mayor
del planeta, inmediatamente después del de la Argentina de la moratoria, se
redujeron a 700. Y el real devaluado de los días de incertidumbre por el ascenso
de Lula se revalorizó: el dólar llegó a valer casi 4 reales, contra los 2,85 de
hoy.
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Pero la gran
conquista, según la lectura del propio gobierno, es que el gran monstruo de la
inflación, heredado del gobierno de Cardoso, pudo ser controlado. Lula heredó
entre 2 y 3% de inflación mensual, que podía llegar a 35% al año,
desestabilizando toda la economía. El gobierno aplicó la más dura de las
ortodoxias económicas y aumentó la tasa de interés para frenar la economía
(26,5% al año). Sin consumo, los precios dejaron de subir y la inflación
retrocedió. Las proyecciones indican que no superará el 8% a fin de año.
"Frenamos la economía en seco", admitió sin saber que había un micrófono
prendido, José Dirceu, jefe de gabinete.
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Esto le generó al
gobierno, inevitablemente, la primeras crisis. Los empresarios, que se habían
convertido en aliados del gobierno porque imaginaban una gestión desarrollista,
comenzaron a pedir menos ortodoxia económica. Legisladores de la izquierda del
PT empezaron a manifestar su descontento y crearon el fenómeno de los "radicales
del PT", legisladores que hacen más oposición al gobierno que la verdadera
oposición.
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Como si haber
adoptado la ortodoxia económica no fuera suficiente "herejía" para el presidente
que fue elegido justamente porque decía que cambiaría el modelo económico, Lula
presentó en el Congreso dos proyectos polémicos de reformas constitucionales. El
primero, para cortarles privilegios a los jubilados y hacer que el sistema
previsional revierta sus déficit millonarios. El segundo proyecto, de reforma
del sistema tributario, fue considerado retrógrado por los empresarios y capaz
de generar aún más impuestos para un país ahogado en ellos. Es decir, con una
sola jugada, Lula se puso en contra a los sindicatos y a los empresarios.
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Dispuesto a mostrar
autoridad, Lula se reunió ayer con los 27 gobernadores para pedirles más apoyo y
asegurarles que antes de fin de año las reformas van a estar aprobadas, se
oponga quien se oponga.
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La víspera del medio
cumpleaños de gobierno no fue pródiga en buenas noticias. El área económica del
gobierno redujo la previsión de crecimiento de la economía para este año de 2,2
a 1,5%. Los trabajadores ya lo sienten: "Debido al brote inflacionario (de
comienzos de año), los salarios están en los niveles más bajos desde 1985", dijo
la gerente de Análisis y Estudios de la Fundación Seade, Paula Montagner.
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Hambre Cero, un fiasco
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Pero si Lula
sorprendió por la extrema disciplina fiscal adoptada, también lo hizo por la
ineficiencia de la acción social de su gobierno, que supuestamente iba a ser su
marca registrada. El programa Hambre Cero, con el que Lula capta la atención del
mundo, resultó hasta el momento un fiasco en Brasil. Casi seis meses después de
lanzado, el programa que unificaría todo el trabajo social del gobierno aún no
tiene ni una lista de las personas a las que debe atender. De los 22 millones de
personas que el PT decía que debían ser atendidas de urgencia, porque están
pasando hambre, apenas algunas decenas de miles están recibiendo los 20 dólares
por mes de la ayuda.
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El Movimiento de
Campesinos Sin Tierra (MST), desencantado con el gobierno, está multiplicando
las invasiones de tierras en todo el país, reclamando más agilidad del gobierno.
El antiguo aliado se volvió hoy un dolor de cabeza para Lula, que había
prometido asentar 60.000 familias en el primer semestre y aún no asentó a
ninguna.
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Los tropezones en el
área social se contraponen a una política exterior renovada y más activa. En
seis meses Lula se convirtió en el interlocutor principal de los Estados Unidos
en América latina, y entabló con George W. Bush una relación de cordialidad
inimaginable. Intervino en Venezuela y logró restarle tensión al caos político
en que estaba envuelto Hugo Chávez. Y Brasil ratificó su decisión de considerar
al Mercosur como su plataforma de acción, manteniendo una relación estrecha
fundamentalmente con la Argentina. Ambos países viven hoy la mejor de las
sintonías políticas y diplomáticas de las que se tenga memoria.
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Lula ha usado con
frecuencia las imágenes cotidianas para pedirle paciencia a la gente. Dijo en un
discurso que, cuando él y su mujer, Marisa, se casaron, ella quedó embarazada el
primer día. "Pero tuve que esperar nueve meses para que naciera y un año más
para que dijera papá." La primera dama, Marisa, se puso colorada, pero Lula
envió su mensaje a los brasileños: tengan paciencia.
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Por Luis Esnal Corresponsal en Brasil
Fuente: Diario La Nación (orientación
conservadora), del 1ro de julio de 2003. Buenos Aires -
ARGENTINA. |