El transporte y el turismo frente a la sostenibilidad
“Quema menos hidrocarburos, quema más calorías”
Anónimo.
Alfredo César
Dachary
Hoy la conectividad es el eje por el cual se desplaza el mercado en
todas sus dimensiones desde las cargas a las comunicaciones, desde el aire a
tierra o mar, siempre estar conectado es una característica de nuestra era.
Todos los negocios se mueven de una u otra manera por diferentes
formas de conexión y transporte, de allí que las actividades más dinámicas y
globales como el turismo que abarca todos los países, colonias y protectorados
del planeta tiene que ser evaluado en su desarrollo, pero mucho más en el centro
del negocio del turismo, el transporte, que en ciertas épocas transforma países
y regiones.
En el caso europeo, el más emblemático en el turismo, no solo porque
ahí nació, sino que allí se controla gran parte a la vez que es receptor de
millones de turistas de la periferia para conocer, entender y ver lo que fueron
sus metrópolis, un importante imaginario colonial.
Este subcontinente está interconectado por la red trans-europea de
transporte (TEN-T) que consta de más de 138,000 km de líneas ferroviarias,
136,700 km de carreteras y 23,506 km de vías navegables interiores. Alrededor de
879 millones de pasajeros viajaron en avión en la Unión Europea en 2014, de los
cuales 73 millones transitaron por el Aeropuerto de Heathrow y en los puertos de
la UE recalaron casi 3,800 millones de toneladas de
mercancías.
La tendencia es similar a la del turismo, el crecimiento del
transporte de carga y pasajeros sigue aumentando significativamente año con año,
lo cual comienza a generar mayores inquietudes en los países donde carreteras,
aeropuertos y puertos consumen cada vez más territorio con la expansión
ilimitada del comercio, más lo que no tiene territorio, como es el caso de
Gibraltar, colonia británica que se expande de frente al mar en aeropuerto y
puertos o el principado de Mónaco.
En el 2014 se calculó en un 25% la proporción total de las
emisiones
de GEI del transporte en el mundo, lo cual es un reto muy grande si
lo vemos desde la óptica del crecimiento de esta actividad como eje del sistema
económico mundial.
La aviación y el transporte marítimo internacional han ayudado a
reducir
considerablemente las distancias y a incrementar nuestro acceso al
turismo y
productos más baratos, y con ello ayudado a crear millones de
puestos de trabajo en forma directa e indirecta.
Se espera que en la primera mitad del siglo XXI, el transporte
de
pasajeros en la UE, incluida la aviación, crezca aproximadamente un 70% y
el
transporte de mercancías, un 100%.
Pero la tendencia no es homogénea en el sistema de transporte en el
mundo, como es el caso de Estados Unidos, donde los autobuses son la forma de
transporte de larga distancia de mayor crecimiento y las compañías británicas
están a la delantera.
Según el presidente de la Asociación Estadounidense del Bus (ABA por
sus siglas en inglés), Peter Pantuso, la última vez que la mayoría de
estadounidenses tomó el transporte público fue el autobús amarillo que los
llevaba al colegio.
El apogeo de los viajes en autobús para distancias largas en Estados
Unidos fue durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los asientos de los buses
Greyhound se llenaban de soldados y civiles.
La industria trató de capitalizar su repentina popularidad con
campañas de mercadeo de alto perfil, pero el rápido crecimiento en los vuelos
baratos y la propiedad de automóviles durante la década de 1950 provocó su
declinación y quedó relegada al margen.
Según el Foro Internacional de Transporte (FIT) en la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los volúmenes mundiales
de transporte también aumentarán. Esto se debe en parte al crecimiento
proyectado del comercio global.
El FIT también prevé desplazamientos geográficos en los patrones del
comercio mundial, donde el crecimiento del comercio en las economías emergentes
dará lugar a un aumento de las distancias recorridas en el transporte de largas
distancias.
El incremento de los vuelos de pasajeros y en el transporte marítimo
plantea una mayor amenaza para el medio ambiente y la salud humana, y se espera
que los sectores de la aviación y del transporte marítimo experimenten un
incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y los de
contaminantes atmosféricos, como el dióxido de carbono (CO2), los óxidos de
nitrógeno (NOX) y los óxidos de azufre (SOX), así como la contaminación
acústica.
Las emisiones de dióxido de carbono procedentes de estos sectores
representan actualmente el 5% de las emisiones globales y, de acuerdo con un
estudio del Parlamento Europeo, la aviación y el transporte marítimo serán
responsables de hasta el 22 % y el 17 %, respectivamente, de las emisiones
globales de CO2 en 2050.
Pero esto es más amplio ya que la movilidad, ya sea en transporte
público o privado, dentro de los núcleos urbanos está adquiriendo un
protagonismo creciente, debido a que el mundo cada vez se hace más urbano y se
desplaza cada vez más, tanto interior como exteriormente. Actualmente más del
50% de la población mundial vive en ciudades, en la UE el 80% de los ciudadanos
vive en zonas urbanas.
Esta presión demográfica provoca una gran intensidad y frecuencia de
desplazamientos en las tramas urbanas que agrava los efectos en su entorno,
tanto positivos como negativos. Para darnos cuenta de la problemática en los
núcleos urbanos, que solo suponen el 1% del territorio, y consumen más del 75%
de la energía y producen el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, hay que añadirle que son los grandes subsistemas económicos
donde se concentra la producción y el consumo (el 85% del PIB de la UE se genera
en sus ciudades).
Las emisiones relacionadas con el transporte por carretera son el
principal problema ambiental de este sector y el más perceptible. Además, el uso
de calefacciones que usan combustibles derivados del petróleo ayuda a
incrementar la contaminación urbana. Al transporte rodado corresponden el
75% de las emisiones del sector, siendo la causa directa de estas emisiones en
las tramas urbanas. La combustión de estos motores produce fundamentalmente
monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, óxidos de azufre y partículas en
suspensión y compuestos orgánicos volátiles. Además de dióxido de carbono
(CO2), que a pesar de no ser tóxico favorece el cambio
climático.
Como se ha citado anteriormente, el tráfico rodado de las ciudades es
el mayor causante de la contaminación atmosférica de las mismas. Esto se debe al
gran incremento de vehículos que transitan por las ciudades, a pesar del uso de
motores y combustibles más limpios. En los últimos años se han implantado
mejoras técnicas para reducir su efecto al medio ambiente, aunque no se han
obtenido resultados plenamente satisfactorios.
La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) estimó que en
2016 hubo 3,700 millones de pasajeros aéreos en todo el mundo y todos los años,
desde 2009, se ha alcanzado un récord sin precedentes. La Asociación
Internacional de Transporte Aéreo (IATA) prevé que esa cifra se duplique en
torno a los 7,200 millones para 2035. Al igual que los aviones, los números
siguen subiendo y considerando el daño que el transporte aéreo causa al planeta,
eso debería de ser motivo de reflexión.
Se calcula que la aviación representa algo más del 2% de las
emisiones mundiales de CO2, cifra que reconoce la propia industria. Para Stefan
Gössling, profesor de las universidades suecas de Lund y Linneo y coeditor del
libro “Aviación y cambio climático: hechos, desafíos y soluciones”, "…Esa es
sólo la mitad de la verdad”.
Otras emisiones de la aviación como los óxidos de nitrógeno (NOx), el
vapor de agua, las partículas, las estelas de condensación y los cambios en las
nubes de cirro tienen efectos de calentamiento adicionales y la contribución del
sector al calentamiento global es por lo menos el doble que la del CO2.
Hace unos años, Germanwatch, una ONG alemana dedicada a la protección
del medio ambiente, calculó que una persona que toma un vuelo de ida y vuelta de
Alemania al Caribe produce la misma cantidad de emisiones perjudiciales,
alrededor de 4 toneladas de CO2, que una media de 80 residentes de Tanzania
durante un año entero. Individualmente, no hay ninguna otra actividad humana que
provoque tantas emisiones en tan poco tiempo como la aviación, ya que es muy
intensa energéticamente.
El cálculo de la huella de carbono de la WWF es muy instructivo
a este respecto. Una persona con tan sólo dos hipotéticos vuelos de corta
distancia y un vuelo de larga distancia al año bastarían para colocar a ésta en
la zona roja de la huella de carbono de la calculadora.
Un nuevo reto al orden establecido, el mantener el crecimiento,
aunque sea asimétrico implica aumentar en los diferentes frentes la
contaminación real, ¿cuál será la salida? Existe la posibilidad o una vez más
nos harán creer en un nuevo paradigma para evitar que cunda
el pánico.
alfredocesar7@yahoo.com.mx