NCeHu
73/18
ARGENTINA
18/D: la crisis de la burguesía
"offshore"
La última carta
Gabriel
Solano
Prensa Obrera
Buenos Aires, 10/5/18
http://www.prensaobrera.com/prensaObrera/1501/politicas/editorial-la-ultima-carta
El llamado
desesperado de Macri a Lagarde para solicitar un rescate del FMI muestra que el
gobierno camina sobre la cornisa. Las medidas anunciadas a fin de la semana
pasada fracasaron sin miramientos. Ni la tasa de interés del 40% ni el anuncio
de un recorte presupuestario fueron suficientes para detener la corrida contra
el peso y la fuga de capitales. La metástasis de la crisis capitalista se
expandió por todo el organismo: la venta masiva de Lebac derivó en una caída en
picada de las acciones y de los bonos de deuda, tanto los cotizados en pesos
como en dólares. La pérdida de valor de las empresas argentinas batió todos los
récord. Quienes se conformaban a sí mismos caracterizando la crisis como
“cambiaria”, vieron rápidamente como ésta se transformaba en financiera y hasta
en comercial. Sucede que varios diarios destacaron que la falta de liquidez
estaba afectando la cadena de pagos de las pymes, que no podían hacer frente a
sus obligaciones. La suba de tasas convirtió a los descubiertos de los bancos en
expropiatorios.
Los propagandistas del oficialismo que se amparaban en la
‘robustez’ de las reservas del Banco Central de la República Argentina para
negar la posibilidad de una crisis que derive incluso en un defol fueron
refutados por la propia realidad. La fuga de capitales de los últimos meses
equivalió al 15% de las reservas brutas del BCRA. Sólo los vencimientos de Lebac
del martes 15 superan los 600.000 millones de pesos, lo que al tipo de cambio
actual significan casi 30.000 millones de dólares -el 60% de las reservas brutas
del BCRA. La evidencia que la liquidación de Lebac para pasarse al dólar
seguiría sin importar ya la tasa de interés que se pague, colocaba al gobierno
en una disyuntiva: o admitir una megadevaluación y acelerar un rodrigazo, o
buscar un rescate desesperado del FMI. La viabilidad de esta alternativa todavía
está por verse.
Lo peor, por
venir
La carta del FMI, sin embargo, deberá pasar la prueba de
los acontecimientos. Ejecutivos de los bancos de inversión hicieron saber que la
Argentina no califica para los créditos flexibles. Acaba de conocerse la noticia
de que el gobierno deberá conformarse con un crédito stand by, que tiene muchas
menos condiciones pero es por montos menores. Esos mismos ejecutivos, sin
embargo, señalaron que sería una señal negativa que el monto pactado no sea
‘importante’. Los 30.000 millones de dólares que, según trascendió, el gobierno
solicitaría, podría tener gusto a poco. Es que como señalamos más arriba, esa
cifra equivale sólo a los vencimientos de Lebac de la semana próxima. Resta
todavía financiar un déficit de balanza de pagos que supera los 30.000 millones
de dólares y que el gobierno hoy no puede conseguir sin pagar tasas usurarias
superiores al 11% anual en dólares. Se trata de una tasa compatible con un país
quebrado. Quienes se jactaban de haber evitado que la Argentina sea Venezuela
están siguiendo la ruta más directa a Caracas.
En estas condiciones, el financiamiento que
podría brindar el FMI se parece como dos gotas de agua al ‘blindaje’ de De la
Rúa. Este sirvió para financiar la fuga de capitales del círculo rojo y una vez
que ésta concluyera se procedió a decretar la quiebra del país. Después de todo,
la película tiene hasta los mismos actores. El actual presidente del Banco
Central, Federico Sturzenegger, fue procesado por la Justicia por este acto
delincuencial que concluyó con un aumento sustancial de la deuda externa de la
Argentina. Si Macri lo designó fue justamente por estos antecedentes.
Un préstamo del FMI no modifica en nada el
camino hacia el precipicio que sigue el gobierno; en el mejor de los casos,
puede reducir la velocidad de la caída. Se plantean, por lo tanto, medidas de
fondo que hasta ahora el gobierno ha querido eludir, porque teme caer en el
intento. En su reciente aparición televisiva, Cavallo se pronunció porque el
gobierno dejase salir todos los dólares del carry trade, lo cual supone una
megadevalución y un rodrigazo. Otros sectores ya han planteado que el gobierno
debe transformar las Lebac del Banco Central en deuda del Tesoro, para zafar de
los vencimientos quincenales de lo que es una verdadera bola de nieve que
alcanzó la dimensión de 1,2 billón de pesos y que se ajusta a una tasa de
interés del 40% anual. Una medida de este tipo debería ser forzosa, extendiendo
unilateralmente los plazos de pagos y al menos el interés inicial a pagar.
Paradójicamente, tendríamos de parte del macrismo una medida semiexpropiatoria y
un semidefol.
Una megadevaluación podría ser útil para
licuar el pasivo del Banco Central, ya que las Lebac están emitidas en pesos.
Sin embargo, encarecería la deuda en dólares del Tesoro y, por sobre todo,
echaría más leña al fuego de la inflación. La dolarización de las tarifas y
naftas es incompatible con un rodrigazo, salvo que se quiera generar una
rebelión popular. La inviabilidad de todo este esquema se prueba en el hecho de
que el agente de las petroleras Aranguren ha salido de emergencia a anunciar un
‘congelamiento’ de los combustibles. Sin embargo, las petroleras han puesto
condiciones leoninas. Los aumentos que no se hacen ahora se acumulan todos para
el segundo semestre, en cuotas mensuales hasta fin de año. En la letra chica se
estableció que si por algún motivo este sendero de precios no se puede aplicar,
el gobierno compensará a las empresas con subsidios. Las contradicciones saltan
a la vista: por un lado, el gobierno anuncia la rebaja del déficit y, por el
otro, se compromete a más subsidios. Estamos frente al perro que se muerde la
cola.
Ajuste y
política
El anuncio del pedido de rescate al FMI ha
colocado al gobierno a merced del capital financiero internacional. Esto es
simple de entender. Macri se ha quedado sin restos para defender en una
negociación la continuidad del ‘gradualismo’. Su único punto fuerte es,
paródicamente, su gran debilidad. El gobierno podrá amenazar con su caída para
reclamar condiciones menos severas en una negociación. Es que no caben dudas que
la caída del macrismo será un golpe a los planes imperialistas en la región,
impactará en la crisis brasilera y en la capacidad de intervenir en Venezuela.
Siendo cierto esto, el gran capital quiere a Macri para emprender una ofensiva
contra las masas. Su permanencia dependerá de su capacidad para cumplir su
función.
El FMI ya hizo saber sus exigencias el año
pasado, en oportunidad de la revisión anual de la economía argentina. Estas
incluían una reforma previsional más a fondo, que establezca la suba de la edad
de jubilación a los 70 años y la vuelta al sistema de capitalización; la reforma
laboral con el objetivo de fondo de terminar con la llamada ‘ultraactividad’,
que permite la renovación automática de los convenios colectivos; un ajuste
fiscal más pronunciado, que alcance los sistemas de salud y educación; una mayor
presión a las provincias y municipios para que apliquen ellas mismas el ajuste
sobre sus trabajadores. Este plan de guerra contra las masas, sin embargo, el
macrismo lo ha ido aplicando hasta donde la resistencia popular se lo permitió
sin revertir la quiebra del Estado y el vaciamiento financiero del
país.
El problema de fondo es que el macrismo
carece de los recursos políticos para un ajuste de esta envergadura. Si no pudo
hacerlo en su momento de ascenso, menos podrá ahora que camina sobre la cornisa.
La crisis económica se transforma por esta vía en una crisis política. La
negociación con el FMI no se limitará al plan económico sino también a quien lo
aplica. No podemos descartar en los próximos días y semanas cambios de gabinete
e incluso ensayos de gobierno de coalición, ya sea mediante una mayor presencia
de los aliados de Cambiemos en el gabinete o el ingreso de algún pejotista. La
cercanía de las elecciones es un obstáculo no menor para estos experimentos. La
hoja de ruta del gobierno iba en un sentido inverso: disputarle al pejotismo,
que le votó las leyes en el Congreso, todas las gobernaciones en las elecciones
del año que viene. El anuncio de la salida de Monzó confesó que en el círculo
íntimo del gobierno se había tomado la decisión de rechazar compromisos
electorales con el pejotismo. Ahora que el gobierno está en retroceso, la
cuestión se invirtió: será difícil encontrar sectores de peso dispuestos a
sacrificarse por la continuidad del macrismo.
A la acción
El movimiento obrero enfrenta esta nueva
etapa en un cuadro defensivo. Luego de las jornadas del 14 y 18 de diciembre,
donde mostró la disposición de lucha un sector amplio de los trabajadores, la
burocracia sindical selló un pacto con el gobierno para aislar las luchas y
hacer pasar las paritarias a la baja, dejar pasar los despidos y reflotar la
reforma laboral. En este punto, el fracaso del gobierno ha sido también el de la
burocracia sindical, cuya autoridad ante los trabajadores se ha visto nuevamente
golpeada. La incapacidad de la CGT para reagruparse expresa la falta de
liderazgo interno y es una expresión acentuada de la descomposición del
peronismo. El kirchnerismo, por su lado, va a la rastra del pejotismo en todos
los terrenos. Las direcciones sindicales que se referencian con el kirchnerismo
han firmado paritarias del mismo tenor que los gordos de la CGT. El ‘frente
único contra el macrismo’ ha sido la excusa para acelerar su
derechismo.
La velocidad que ha tomado la crisis plantea
la necesidad de tomar la iniciativa política. El impacto en la conciencia de los
trabajadores deberá evaluarse en la propia acción. El reclamo de un paro
nacional y un plan de lucha a la CGT y las centrales sindicales sigue siendo un
planteo valioso, porque prefigura una respuesta de conjunto del movimiento
obrero ante la crisis y apuntala luchas parciales que sufren dificultades como
resultado del aislamiento. Pero es necesario que ese planteo el activismo lo
realice postulándose como dirección alternativa, tanto por sus métodos como por
su programa. El planteo del Congreso de delegados con mandato de sus bases,
mediante asambleas, dirigido a todos los sindicatos y centrales debe ser una
campaña central, para cuestionar la legitimidad de la burocracia en el manejo de
las organizaciones obreras y postular una intervención independiente. Los
sindicatos, comisiones internas y tendencias del movimiento obrero que luchan
por esta perspectiva deben agruparse ellas mismas y convocar un plenario obrero
con estos planteos de fondo.
El agravamiento inusitado de la crisis
coloca la cuestión del programa en el orden del día, ante las variantes de
recambio capitalista y compromisos que planteará la oposición y la burocracia
sindical. En ese sentido, planteamos la anulación del tarifazo y la
reconvocatoria inmediata de todas las paritarias; la prohibición de despidos y
suspensiones; la defensa de los convenios colectivos y el rechazo a la reforma
laboral; la nacionalización de los recursos naturales y energéticos bajo la
dirección de los trabajadores; el repudio a la deuda externa y la
nacionalización de la banca y el comercio exterior.
Esta
perspectiva ha sido marcada claramente por el Frente de Izquierda en una
declaración elaborada por su Mesa Nacional. Contra los que postulan que la
crisis conduce a la unidad de toda la oposición -es decir, al pacto con el
pejotismo y el massismo ajustador-, nosotros planteamos la unidad de la
izquierda y el movimiento obrero para derrotar al macrismo y abrir una
perspectiva de gobierno de los trabajadores.
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