La especie
oficialista de que “lo peor pasó”, difundida en estas horas por alguno de los
miembros del gabinete nacional, apunta a dar por terminada la crisis de fondo
que se evidenció con la corrida cambiaria, la megadevaluación y la convocatoria
al FMI. Pero estrictamente, y fuera del propio gabinete, la expectativa
“optimista” ni siquiera es comprada por los propios propagandistas del macrismo.
El cimbronazo de días pasados ha agravado todos los desequilibrios económicos y,
naturalmente, anticipa choques sociales de enorme magnitud.
La
devaluación le permitió al gobierno degradar los salarios estatales y los gastos
sociales del presupuesto. Pero ha acentuado el peso de la deuda pública externa
sobre el PBI: algunas estimaciones que calculaban esta relación en el 59% hace
un mes atrás, calculan que se elevó al 69% con el dólar a 25 pesos (Página 12,
20/5). En el meollo de la corrida de días atrás, que no es otro que el de una
crisis de deuda y, por lo tanto, de financiamiento del Estado y de la propia
burguesía, la situación es hoy más aguda. El gobierno puede solazarse de que en
alguna medida se ha licuado la deuda pública en pesos. Pero un componente
fundamental de esa factura, la deuda del Banco Central (Lebac), compensa esa
desvalorización con la pesada carga de intereses al 40%, el precio comprometido
para que puedan renovarse estas letras. El próximo vencimiento implicará mayor
capital e intereses a reciclar, si se quiere impedir una nueva corrida. No
sorprende, en ese cuadro, que los “ultraliberales” vuelvan a plantear la
conversión forzosa de esta deuda en títulos del Tesoro nacional. Así, los
tenedores de los “ultraseguros” pagarés del Banco Central serían obligados a
cambiarlos por deuda de un país en manos del FMI. Estaríamos ante una variante
parcial de defol, y –cuanto menos– ante una crisis de gabinete. Por otra parte,
el 63% de las (abultadas) deudas provinciales están nominadas en dólares o
“linkeadas” al dólar, que es lo mismo.
Dujovne y las
provincias
Precisamente, el gobierno ya atraviesa en
estas horas una crisis de gabinete disimulada, con el nombramiento de Dujovne
como “ministro coordinador” del abanico de carteras ministeriales relacionadas.
No es un secreto que la unificación, en manos del ministro que trata con Mrs
Lagarde, es la aspiración de “ordenar” esa agenda económica bajo la batuta
directa del Fondo Monetario. Pero las crisis políticas y choques sociales que
resultarán de ello recién comienzan a verse. El gobierno ha comenzado a negociar
con los gobernadores un “acuerdo nacional” que consiste, esencialmente, en
“recortes para el presupuesto 2019 y todas las políticas incluidas en esa ley:
obras pública prioritarias, planes sociales, inversiones, subsidios, empleo
público” (La Nación, 20/5). Aunque se afirma que no serán tocadas las
jubilaciones, se prevé revisar “regímenes especiales de jubilaciones” y
pensiones de discapacidad mal otorgadas” (id) –o sea el latiguillo que el
gobierno viene planteando para atacar conquistas jubilatorias arrancadas por
diferentes gremios, así como las obtenidas por los discapacitados y las
jubilaciones especiales por insalubridad, todas consideradas como
“privilegios”.
Pero este ajuste sobre las provincias deberá
hacerse encima de otro –el que ya está en marcha en los distritos con
importantes niveles de deuda externa, como Jujuy, Chubut, Mendoza, entre otros–
y que han visto crecer sustancialmente el peso de esa hipoteca después de la
devaluación. La voluntad de los gobernadores de la seudo oposición por aportar a
la “gobernabilidad” del macrismo ya ha sido probada durante dos años. Hoy, está
presente en la decisión de los senadores del pejota de “adormecer” el proyecto
de recorte de tarifas votado por el Congreso. Ninguno de ellos ignora, sin
embargo, que el “acuerdo” fondomonetarista transformará al interior en un
polvorín social. Por eso han pactado eludir el Congreso en el pacto con el FMI.
El gobierno se evita de este modo el escarnio público de tener que discutir con
todas las fuerzas políticas la letra inevitablemente leonina del acuerdo y la
oposición pejotista dejar sus huellas en esta entrega.
Otra vez las
tarifas
Finalmente, la megadevaluación ha instalado una sorda crisis en el
mundo de las privatizadas de la energía. Ocurre que los recientes aumentos
confiscatorios en la luz y el gas –y que desataron una crisis política al
interior de la propia coalición gobernante–, fueron calculados en base a un
dólar del orden de los 18,50 pesos. Pero de acuerdo al esquema organizado por el
propio gobierno en 2016, los productores de gas, de combustibles líquidos y los
generadores de energía arrancaron un “sendero de precios” ascendentes y
dolarizados. En consecuencia, “queda descartado que en octubre las tarifas de
gas puedan aumentar menos del 15%, según había anticipado Aranguren. Porque
además en esa fecha, el precio del gas tiene que subir a 5,26 dólares, según el
cronograma oficial, lo que a un dólar de 25 pesos, ya sumaría otro 14,5% en las
facturas” (ver en www.elentrerios.com). Lo mismo ocurrirá con la electricidad,
la cual, en noviembre, “debería subir un 30% por la devaluación, sin mencionar
lo que se quiera trasladar al público por estos meses de desfase, más una nueva
reducción de subsidios” (id). La magnitud de este `tarifazo sobre el tarifazo´
ha llevado a Macri a maniobrar. Por caso, postergó por unas semanas el aumento
de las naftas que correspondía por la devaluación y la suba internacional del
precio del crudo. En el caso de la energía, acaba de anunciar un subsidio de
40.000 millones de pesos para atenuar el impacto del aumento de los valores de
la generación eléctrica. Va de suyo, sin embargo, que estas maniobras se dan de
cabeza con el programa que exigirá el FMI. Macri se ha quedado sin
financiamiento para patear hacia adelante un choque de mayor envergadura con las
masas. Pero al mismo tiempo, nunca tuvo tan pocos recursos políticos para
imponerlo. La precaria “tregua” cambiaria, que el gobierno pagó a precio de oro,
no lo va a eximir del escenario convulsivo que ha dejado la
`megadevaluación`.
El
movimiento obrero –y en primer lugar el clasismo y la izquierda– debe tomar
cuenta de ello.