De bodega en
bodega…
Estar en Mendoza y no visitar algunas de sus
bodegas constituye un pecado imperdonable. Y, de eso, mi madre no tenía ninguna
duda. Así que, el jueves 29 por la tarde, después de mi actividad en la
universidad, salimos a conocer dos establecimientos absolutamente
diferentes.
El primero de ellos se trataba de una empresa
tradicional familiar iniciada en el año 1931 por Carmine Granata, inmigrante
italiano, en el departamento Luján de Cuyo, como explotación vitivinícola.
Los viñedos de Malbec, Semillón, Pinot Negro y
Cabernet Sauvignon eran regados por agua de deshielo surgida en la cordillera de
los Andes.

Viñedos en espaldero bajo durante el
otoño

Interior de la bodega
Granata

Procesamiento tradicional

Añejamiento en toneles de
madera

Presentación de los principales
productos

Mi madre (84) degustando vino
blanco

Mi hijo Martín (17) tomando jugo de
uva

Cada uno con su copa
El segundo, era la bodega VISTANDES, diseñada y
construida en el año 2006, es decir, que tenía sólo dos años de antigüedad
cuando nosotros estábamos allí. Sin embargo, sus propietarios contaban con una
trayectoria en actividades agrícolas desde la década del setenta. Y estaba
ubicada al sur de la ciudad de Mendoza, en el departamento Maipú, contando con
salones acondicionados para la realización de eventos culturales, sociales y
empresariales.
Se caracterizaba por elaborar vinos tanto con
uvas de viñedos mendocinos como riojanos, lo que les daba un sabor
distintivo.
Primeramente, visitamos los viñedos para luego hacer un recorrido
por todas las áreas de producción, y finalmente, hacer la
degustación.

Viñedos de la bodega
VISTANDES

Mi mamá y mi hijo Martín ingresando a la bodega
VISTANDES

Recipientes de acero
inoxidable

Modernos equipos para la elaboración del
vino

Controles totalmente
automatizados

Producción con escaso
personal

Vino en reposo post
embotellamiento

El añejamiento también se hacía en barriles de
madera

Mi mamá y mi hijo Martín en la sala de
degustación

Mi mamá y mi hijo Martín durante la
degustación
Varias empresas se dedicaban tanto a la
vitivinicultura como a la olivicultura, por lo que tuvimos también la
posibilidad de conocer la aceitera LAUR, que se destacaba por su calidad,
compitiendo, nada menos, que con España y
Portugal.
Caminamos por el olivar, luego pasamos
por un mini-museo donde se exhibían antiguas maquinarias, para posteriormente
observar el procesamiento de las aceitunas hasta ser convertidas en el aceite
más exquisito.

Olivar de la
aceitera LAUR

Detalle de un olivo

Rama de olivo con aceitunas

Filtro prensa del año 1910

Prensa hidráulica de 1920

Modernos equipos Alfa Laval

Aceitunas en pleno
procesamiento

Se trataba de una producción de aceite de alta
calidad

Detalle de las aceitunas
Tanto en las bodegas como en la aceitera,
aprovechamos para comprar productos imposibles de adquirir en Buenos Aires. Así
que regresamos al hotel tan cargados como
satisfechos.
Ana María Liberali