NCeHu 68/18
ARGENTINA
18/D: la crisis de la burguesía "offshore"
Harapos para el rey
desnudo
Ajuste
recesivo para enfrentar una impactante corrida disparada por el cierre del grifo
de dólares de Wall Street
- La corrida
cambiaria estuvo potenciada porque la economía macrista se quedó sin
financiamiento externo, dejando expuesta su vulnerabilidad; Antes de la
devaluación, el JP Morgan fue privilegiado porque compró a un precio barato
parte de los dólares rifados por el Banco Central; Casi 680 mil millones de
pesos en Lebac vencen dentro de dos martes
Alfredo Zaiat
Página
12
Buenos
Aires, 6/5/18
El flujo de dólares del exterior se
frenó a fines de enero. El cierre de esa puerta es el disparador clave para
entender la impactante corrida de las últimas dos semanas. La leve suba de la
tasa de interés internacional, el impuesto marginal a las Lebac en manos
extranjeras, la disputa política de baja intensidad con la oposición por las
tarifas o las conocidas peleas de gabinete con la consiguiente descoordinación
de la gestión fueron movimientos que, si Wall Street no hubiera cerrado la
canilla de dólares, no habrían generado la reacción de huída de grandes fondos
de inversión. Esos factores no pudieron ser motivos para provocar la mayor
devaluación después de la aplicada en los primeros días del gobierno de Mauricio
Macri, debido a que ya estaban presentes antes de la intervención más abultada
de la historia del Banco Central. Esos argumentos justificatorios del veloz
ajuste del tipo de cambio, desplegados por economistas del establishment,
desvían la atención sobre lo importante. El único pulmotor para mantener con
vida la economía macrista, que estructuralmente es insustentable por la
fragilidad de su sector externo, es el financiamiento del exterior. Si esa vía
de auxilio queda desconectada, como ha sucedido en estos meses, el ahogo es tan
inmediato como implacable. Sin el flujo constante de dólares, ya sean
provenientes de la emisión de deuda o tentados por la bicicleta financiera de la
Lebac, el rey queda desnudo. El gobierno lo vistió rápido con algunos harapos,
con el objetivo de volver a seducir a los dueños de los dólares financieros,
lanzando en forma desesperada medidas que profundizan el ajuste por vía de las
restricciones monetaria (alza de la tasa de interés) y fiscal (reducción del
gasto público).
En las narices La última bocanada de oxígeno fue
recibida a principios de este año (4 de enero) por 9000 millones de dólares. El
monto total fue 10.750 millones de dólares incluyendo las emisiones de bonos
corporativos: Genneia por 150 millones (23 enero); MSU Energy por 600 millones
(25 de enero) y Aysa por 500 millones (25 enero), de acuerdo al seguimiento que
realiza la firma Research for Traders. No sólo dejaron de ingresar dólares
financieros por la colocación de deuda, sino que empezaron a irse en cantidad
los que vinieron a obtener una renta extraordinaria con el juego especulativo
propuesto por el Banco Central de Federico Sturzenegger.
El ministro de
la Deuda, Luis Caputo, afirmó en la conferencia de prensa, que compartió con el
secretario de Hacienda con cargo de ministro, Nicolás Dujovne, que “en 2018 no
tomaremos más deuda en el mercado internacional”. Es una versión compasiva de lo
que, en realidad, fue el portazo que recibió de sus amigos de Wall Street.
Caputo decía que tenía asegurado el 75 por ciento del plan de financiamiento de
este año, porcentaje que ahora elevó de 80 al 85 por ciento con el ajuste fiscal
anunciado anteayer. Al mencionar que el saldo restante será cubierto con emisión
de deuda en el mercado local, reconoció que Wall Street le cerró la puerta.
A principios de marzo pasado, Caputo viajó a Nueva York junto con sus
colaboradores más estrechos para reunirse con bancos y administradores de
grandes fondos de inversión, recibiendo como respuesta que lo quieren mucho
porque lo consideran uno de ellos, pero le indicaron que no intente emitir más
deuda argentina en el exterior. La versión oficial maquilló este fracaso de
seducción a capitales financieros diciendo que el gobierno decidió no colocar
nuevos bonos en el exterior para no afectar las cotizaciones de los papeles ya
emitidos.
La última prueba de amor de Wall Street hacia la Argentina
fueron esos 9000 millones de dólares de nuevos bonos, billetes que casi todos ya
fueron dilapidados por el Banco Central para atender la corrida. En enero
ingresaron por la puerta de la deuda, y a fines de abril se fueron por la puerta
de la fuga.
La sequía El cierre del grifo de Wall Street no fue sólo
para el gobierno, sino que se extendió a empresas y provincias. La seguía de
dólares financieros es generalizada. Córdoba no pudo emitir papeles de deuda por
500 millones de dólares y Buenos Aires iba a colocar bonos en el exterior, pero
no pudo y decidió lanzarlos en la plaza local. Lo mismo le sucede a otras
provincias necesitadas de financiamiento.
Ni bonos corporativos ni nuevas
acciones de firmas argentinas quieren comprar los fondos del exterior. Los
planes de colocación de esos papeles fueron postergados una y otra vez en estos
meses. Varias empresas quisieron salir a distribuir una porción de sus acciones
en el mercado y no pudieron hacerlo: Bioceres, Raghsa, Distribuidora Gas del
Centro, Molinos Cañuelas y Laboratorio Richmond. El Banco Hipotecario también
postergó la decisión de ampliación de capital y oferta pública de acciones.
Cuando hubo empresas que igual continuaron con el plan de venta de una
porción de sus acciones, el precio obtenido fue por debajo del piso establecido
en la oferta inicial. Ese fue el saldo para Central Puerto y Corporación
América, que recaudaron menos de lo previsto.
Los casos más destacados de
las firmas que fueron a buscar fondos con la emisión de bonos y no pudieron
fueron el Banco Ciudad, por hasta 500 millones de dólares con bonos regidos bajo
la ley Nueva York, nominados en peso-linked (ajustado por el tipo de cambio),
siendo los bancos HSBC y Nomura organizadores de la operación; Petroquímica
Comodoro Rivadavia, por 400 millones de dólares; Camuzzi Gas Pampeana, por 300
millones; y Telecom, por 1000 millones de dólares, bonos que tenían demanda pero
los inversores exigían una tasa más elevada que la empresas no quiso convalidar.
El 26 de abril pasado, Transportadora de Gas del Sur pudo abrir una
pequeña grieta en el muro de Wall Street, al emitir bonos por 500 millones de
dólares, pagando una tasa de 6,75 por ciento anual. Esta colocación abre
expectativas entre operadores y funcionarios de Finanzas a una reapertura del
mercado internacional para bonos argentinos y, de ese modo, poder reconectar el
pulmotor a la economía macrista.
Liquidación Con la insólita
estrategia financiera y cambiaria de vender reservas y luego devaluar (ver
aparte), el Banco Central perdió 8682 millones de dólares. La secuencia fue la
siguiente: en marzo, rifó 2040 millones; en abril, 4730; y en tres días hábiles
de mayo, 952 millones. No hay antecedentes de semejante liquidación de reservas
en tan corto período, ni en los meses más críticos de fuga del primer gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner, antes de la instrumentación de un régimen
restrictivo de acceso a divisas.
La corrida fue veloz y violenta porque
había condiciones para que así sea debido a la amplia desregulación del mercado
cambiario que implementó la gestión de Federico Sturzenegger en el Banco
Central. Eliminó cualquier control sobre capitales especulativos, medida
prudencial que recomienda hasta el Fondo Monetario Internacional. Suprimió la
obligación de liquidar dólares a los exportadores, minimizando que una
restricción estructural de la economía argentina es la escasez de divisas y que,
en situaciones de corrida, esos billetes resultan fundamentales. Fomentó un
endeudamiento de cortísimo plazo generando una inmensa burbuja especulativa de
Lebac, que no sirvió para impulsar un proceso de baja de la inflación, como se
lo había propuesto Sturzenegger, y ahora actúa como una amenaza latente sobre
las reservas.
El próximo vencimiento es dentro de dos martes (15 de
mayo) y es récord por la magnitud, al sumar casi 680 mil millones de pesos,
equivalente al 55 por ciento del stock total. La muy fuerte suba de la tasa de
interés pretende seducir a inversores en Lebac para que no abandonen ese activo
para pasarse al dólar. El JP Morgan y otros grandes operadores del mercado
financiero aceleraron el desarme de sus posiciones en Lebac, decisión que se
reflejó en la fuerte caída de reservas internacionales.
La suba de la
tasa de interés es el anzuelo para seguir cautivando a los capitales para que no
abandonen las Lebac. Colocar la tasa en el 40 por ciento anual, nivel que
provoca irritación y desconcierto, no necesariamente es alta en términos
nominales si las expectativas de inflación y de devaluación se han disparado. La
meta del 15 por ciento no existe; la estimación del 20 por ciento en el promedio
de los pronósticos de la encuesta REM del Banco Central es irreal ni la del 25
por ciento que estiman algunos consultores luego de la corrida. Con la última
suba del tipo de cambio y la confirmación del sendero del tarifazo en el año
(gas, luz, agua y transporte), el nuevo piso de la inflación anual se ubica
cerca del 30 por ciento. En relación a ese porcentaje tiene que evaluarse el
nivel de la tasa de interés para atraer a inversores extranjeros.
Dólar
futuro Las bancas centrales tienen varias herramientas de intervención en el
mercado financiero para evitar la volatilidad de variables claves que afectan la
estabilidad económica. La tasa de interés, la compraventa de divisas,
transacciones de mercado abierto con títulos públicos, la fijación de encajes
bancarios y los contratos de dólar futuro. Por razones políticas, cuyo origen es
la persecución a ex funcionarios, el gobierno de Macri impulsó una ridícula
causa judicial conocida como “dólar futuro”.
La judicialización de ese
instrumento de la política monetaria, con argumentos disparatados, limitó al
Banco Central de Sturzenegger para utilizarlos, como lo hacen las bancas
centrales ante escenarios de incertidumbre cambiaria.
Esa insólita causa
judicial, promovida por Alfonso Prat Gay y Federico Pinedo, puede enviarse al
archivo ahora que Sturzenegger anunció que intervendrá en el mercado con
contratos de dólar futuro. El comunicado del BCRA, un par de horas previas a la
apertura de la plaza cambiaria de anteayer, informa que “adicionalmente a la
utilización de la tasa de interés, el BCRA continuará con todas sus herramientas
de intervención en el mercado de cambios. Estas operaciones podrían ser
concertadas tanto al contado como a término”. Estas últimas son las que se
conocen como dólar futuro.
Del mismo modo que las operaciones pactadas en
la gestión anterior no eran judiciables, tampoco lo son las definidas por la
actual administración, como el fomento de la bicicleta financiera de las Lebac o
vender reservas a precios bajos para luego devaluar la moneda. Sturzenegger y
cada uno de los miembros del directorio del Banco Central tienen ahora motivos
personales para exhortar a que sea desestimada la causa judicial de dólar
futuro.
Pies de barro El Instituto Internacional de Finanzas (IIF) es
una asociación que reúne a los bancos, fondos de inversión y aseguradoras más
grandes del mundo. Hace poco más de un mes, manifestó preocupación por lo que
considera demora de la administración Macri en avanzar en un ajuste “profundo”
que garantice la capacidad de repago a la creciente deuda externa.
El
fuerte ajuste presentado por la dupla Dujovne-Caputo viene a dar respuesta a esa
demanda, apostando a que de ese modo se descomprimirá las tensiones cambiarias
y, fundamentalmente, volver a enamorar a Wall Street para que siga financiando a
la economía macrista.
Es una relación de sometimiento conocida. El
endeudamiento inicial genera un estado de bonanza ficticia, que en el caso del
gobierno de Cambiemos significó solamente la posibilidad de fugar capitales sin
restricciones. Luego, para continuar aportando dólares, el mundo de las finanzas
exige más ajuste fiscal y monetario para garantizar el cobro de los intereses de
esa deuda. Ese nivel de vulnerabilidad deriva en que cualquier medida sea
evaluada como clave para la viabilidad del programa económico, ya sea una
reforma laboral regresiva para los trabajadores o un tarifazo de servicios
públicos esenciales para la población.
Es la misma trampa a la que fue
lanzada la economía durante la década del 90, y ahora se repite como si nada
hubiera pasado ni nada se hubiera aprendido de esa traumática experiencia. En
este caso, además, con un manejo de la crisis cuya evaluación oscila entre la
impericia de aficionados y la picardía de funcionarios para facilitar negocios
de bancos amigos.
La receta ortodoxa asegura que el alivio del sector
externo provendrá del ajuste fiscal. Sin embargo, más allá de ese esquema
analítico convencional, la economía argentina está condicionada por una dinámica
del sector externo que no está vinculada al recorrido de las cuentas públicas.
El desequilibrio de la Cuenta Corriente alcanzó casi los 31 mil millones de
dólares en 2017, equivalente al 4,9 por ciento del PIB, con tendencia a aumentar
en este año.
El reciente informe de Fide explica que la decisión de
desregular plenamente la cuenta capital, en un contexto de ampliación del
desequilibrio externo, que superaría el 5,0 por ciento este año, y las
permanentes pulsiones dolarizadoras de los agentes económicos “redujeron
sensiblemente los espacios del BCRA para garantizar una estabilidad sostenible
en el tiempo”.
La restricción que enfrenta la economía macrista es que
no aparecen fuentes alternativas de dólares suficientes para compensar la
interrupción del flujo de financiamiento externo. Una de las principales, la
proveniente del campo esta debilitada por la sequía, además por las regulaciones
del Banco Central que eliminó los plazos de liquidación de divisas y por el
cronograma de reducción mensual de retenciones a la soja que desalienta las
liquidaciones.
Para evitar nuevos saltos del dólar la variable clave es
la tasa de interés. Colocarla en el 40 por ciento anual puede restablecer
transitoriamente cierta tranquilidad en el mercado cambiario. Dure días o
algunos meses, la corrida, la pérdida abundante de reservas y la devaluación no
deseada dejaron expuesta la inquietante fragilidad de la economía
macrista.
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