¿Hay límites en el turismo?
“Ni la sociedad, ni el hombre, ni ninguna otra cosa deben
sobrepasar para ser buenos los límites establecidos por la naturaleza”.
Hipócrates.
Alfredo César
Dachary
Todavía persiste la creencia absurda de querer
divorciar las actividades de sus territorios y sus consecuencias de los impactos
a la sociedad, en general, es una manera de disociar la realidad propia de la
social, algo imposible y que hoy lo vemos diariamente en la seguridad, en el
tráfico, en las construcciones y la contaminación, en general.
En el turismo es doblemente inaceptable, primero
porque la sociedad que lo aloja vive de éste y, por ende, la relación debe ser
pactada, revisada y ajustada para beneficiar a ambas partes; y, segundo, porque
el turista moderno es un explorador nato y quiere conocer, quiere ver,
experimentar y degustar la sociedad en sus diferentes dimensiones, por lo cual
esta relación debe ser muy fluida, dinámica y de mutuo respeto.
Hoy en día estamos presenciando una serie de
hechos y transformaciones que nos acercan a una verdadera ciudad intercomunicada
como lo plantea la ciudad inteligente, pero eso no alcanza aún para para evitar
las deformaciones de las mega- metrópolis y sus altos costos sociales, desde el
tiempo del transporte a la inseguridad.
Desde décadas atrás, expertos de diferentes
disciplinas y activistas sociales buscan entender y aplicar el "derecho a la
ciudad", que hasta hoy es un concepto que no ha podido pasar de ser una
expresión de buena voluntad; hoy resulta mucho más difícil concretar lo que
podría ser el derecho a la ciudad.
La vivienda siempre ha sido una necesidad, pero
hoy cada vez más es una inversión para asegurar un futuro, ante la inestabilidad
del trabajo y las economías lo cual hace complicado el querer reencauzar lo que
es un gran negocio en lo que es un verdadero derecho del ciudadano, cada vez más
desprotegido entre la realidad y una sociedad que lo tiene alienado en el
consumo como único elemento de “valorización
social”.
El turismo un
ejemplo
El turismo, o sea, el desarrollo de la industria
turística es un ejemplo muy importante porque esta actividad está presente, sin
excepciones, en todos los países del mundo, o sea, no es actividad
más.
Desde el 2015, han visto la luz diferentes tipos
de respuestas al fenómeno de un turismo que altera el territorio con sobrecarga
de personas y que ello incide en la calidad de vida de éstos, siendo los
ejemplos más emblemáticos: Venecia, Barcelona, Ámsterdam, Madrid y varias
ciudades más, todas pertenecientes al mundo desarrollado.
El turismo ha invertido la regla por falta de un
verdadero derecho a la ciudad y los países con alto desarrollo económico, que
muchas veces coincide con el cultural, son los que más rechazan esta nueva forma
del uso del territorio social por los turistas, que en la mayoría de los casos
no dejan beneficios ya que bajan de los grandes cruceros, transformando la
ciudad en un centro de ocio por el cual las megaempresas no pagan, pero los
turistas sí.
Las Islas Baleares, uno de los centros mundiales
del turismo masivo, en estos días volvieron a la lucha en defensa de su
territorio, calidad de vida y desplazamiento con motivo de la llegada al puerto de Palma del buque
más grande del mundo, el Symphony of the Seas, con capacidad para casi 9,000
personas (6,700 pasajeros y 2,100 tripulantes) y 362 metros de
eslora.
Convocados por la Assemblea 23-S (integrada por
más de 30 entidades) y respaldados por grupos ecologistas como el GOB y
plataformas como 'Fins aquí hem arribat' (Hasta aquí hemos
llegado), los manifestantes pidieron con su presencia la marcha del
crucero que, según los convocantes, genera un impacto «tan descomunal como sus
dimensiones». Las consignas repetidas eran de rechazo y una muy especial que
decía, “la ciudad para quien la habita y no para quien la visita, Stop
polución, no somos
sardinas o Mallorca será la tumba del
turismo”.
Esta concentración se suma a la celebrada el
sábado anterior en Barcelona contra ese mismo crucero, que había despertado un gran
interés entre los medios de comunicación, con presencia internacional incluida.
Entre las afirmaciones más notorias de los
dirigentes de la marcha estaba la de “…hemos venido al puerto a decir hola y
adiós, a nuestra manera, al crucero más grande del mundo y a los turistas que
viajan en él…”, dijo María Bover, de la plataforma Ciutat per qui l'habita, que
leyó el manifiesto de los convocantes al finalizar la concentración. Bover
explicó que en el buque “…caben 9,000 personas, quema como el 20% de la central
térmica de Es Murterar, en tres días consume como Sant Joan en todo un año y
emite 15 toneladas de fuel cada hora, cantidad de combustible que permitiría que
5,655 coches hicieran el trayecto Palma-Manacor…”.
En esta línea, la plataforma convocante se opuso
al turismo de cruceros y a la masificación, que considera propios de un modelo
nocivo para Mallorca: “…Nos perjudica, destruye el territorio, nos explota y nos
echa de casa…”, afirmó uno de sus portavoces asegurando que cada vez más
residentes en Baleares piden que se pongan límites al turismo tal y como está
concebido actualmente.
El presidente del gobierno de Baleares criticó
“la colonización turística de Baleares”, y pidió al Gobierno, al Consejo de
Mallorca y al Ayuntamiento de Palma, que no esquiven su responsabilidad en
relación con los cruceros apelando a quién tiene las competencias y que se
sienten a hablar de propuestas para poner límites a la
masificación.
La solicitud de los organizadores de la marcha
era de pedir que hagan lo que no se han atrevido a hacer hasta ahora, que paren
la promoción turística, se sienten a plantear el debate y a analizar qué
capacidad de carga tiene Mallorca y qué consecuencias sociales, culturales,
ecológicas y territoriales tiene este modelo turístico. En el 2017, el gobierno
de la isla generó la primera limitación quedando Baleares con un tope al número de plazas turísticas de 623,000
como máximo.
Los últimos problemas en el archipiélago han
incidido en las reservas y así las ventas de paquetes turísticos a Mallorca en
Alemania se derrumban un 22% mientras las de Grecia, Turquía o Egipto suben por
encima del 50%.
La situación no pinta igual que en otros
ejercicios y los turoperadores germanos ya se han encargado de dar la voz de
alarma, tras las advertencias vertidas en la pasada ITB de Berlín. Las reservas no
terminan de despegar y el diagnóstico que hacen los mayoristas es
unánime: Mallorca está
sufriendo la duplicación de la ecotasa y los altos precios hoteleros, afirman sin
dudar.
Un paraíso
cerrado
En el otro extremo del globo y de las decisiones,
tenemos que la isla de Bora Cay ubicada unos 300 kilómetros al sur de Manila es
uno de los destinos turísticos por excelencia de Filipinas. Las aguas
transparentes y fina arena de White Beach, su playa principal, que
ha posicionado el lugar como uno de los más atractivos del
mundo, será cerrado al público a partir del próximo 26 de abril, según confirmó
a principios de este mes el portavoz presidencial
filipino.
El vocero aseguró que la medida estará vigente
durante seis
meses para rehabilitar el lugar y recuperar tanto sus aguas como su
entorno natural, algo que el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte,
ya declaró a comienzos de febrero que la isla
era "una cloaca" y
subrayó que sus agua y sus playas "huelen a mierda" por culpa del flujo masivo
de turistas, la inadecuada evacuación de los desechos y el mal uso del sistema
de desagüe.
De allí que el objetivo oficial es modernizar el
alcantarillado en la isla con el fin de evitar que los complejos hoteleros y
otros negocios sigan vertiendo sus aguas residuales directamente al mar. En un
principio, Bora Cay se iba a clausurar por dos meses o en varias fases, pero los
Departamentos de Interior, Turismo y Medio Ambiente recomendaron realizar un
cierre prolongado.
El Gobierno destinará un fondo de ayuda para los
cerca de 35,000
trabajadores que se verán afectados, y algunos cálculos indican que
las pérdidas podrían alcanzar los 1,000 millones de dólares, por lo que
decisión ha provocado protestas por parte de empresarios y empleados del sector
turístico, quienes condenan que la medida podría llevarlos a una crisis
financiera.
Otros consideran que el mes pasado se concediera
a una firma china la licencia de
construcción de un complejo hotelero y un casino en Boracay por
valor de 500 millones de
dólares, por lo que el senador filipino Antonio
Trillares manifestó que el cierre de la zona no tiene nada que
ver con motivos ambientales y su verdadera intención es poner en marcha ese
proyecto.
El presidente negó esa acusación y manifestó que, tras las
labores de limpieza, la isla se someterá a una reforma agraria para instar a los
campesinos a reactivar las actividades agrícolas en algunas
zonas.
Epitafio
De las manifestaciones en contra de la masividad
en Europa al cierre de la isla en Filipinas hay una gran distancia como
fenómenos, pero ambos podrían tener algo en común, ambas son expresiones de dos
realidades contrastantes de economías muy diferentes, pero con los mismos
problemas: falta de ordenamiento, planificación e infraestructura para reducir
los impactos y mejorar de calidad de vida.
Hoy son dos ejemplos divididos por la geografía,
mañana pueden ser más, por lo que el tema no es de paso, llegó para quedarse
como parte de una lucha general en defensa del territorio, los ecosistemas y las
sociedades, todos amenazados e impactos por la irracionalidad de un “mercado sin
límites”.
alfredocesar7@yahoo.com.mx