Cataratas, lado
argentino
Si bien las Cataratas del Iguazú son maravillosas
cualquiera fuera el lugar desde donde se las mirare, siempre preferí el lado
argentino debido a sentirme dentro del paisaje por la posibilidad de
acercamiento a las caídas de agua; mientras que el lado brasileño se
caracterizaba por tener una visión más
distante.

Cataratas del Iguazú, en el lado
argentino
Propuse comenzar la visita por el circuito
superior ya que podían observarse los saltos desde arriba, pudiendo tener una
vista panorámica de algunos de ellos.

Paseo Superior

Vista panorámica del bosque o selva subtropical y
de algunos de los saltos
Las Cataratas retroceden. Los desprendimientos
producen lento desplazamiento río arriba. El agua al caer socava la roca en la
base del salto. Con el tiempo las rocas de la parte superior quedan sin apoyo,
se desprenden y caen. Los bloques que vemos abajo son testigos de este continuo
y lento proceso.

Indicador didáctico respecto de la erosión
retrocedente que se produce en el río Iguazú
El primer gran salto al que accedimos fue el
Bossetti, nombre puesto en homenaje al naturalista Carlos Bossetti, infatigable
explorador de la selva misionera, quien arribara por primera vez a las Cataratas
en el año 1883 acompañando a una expedición integrada por una Comisión
Científica Alemana.
Respecto de él, el médico, naturalista y escritor
argentino Eduardo Holmberg (1852-1937) decía: “Bossetti es uno de esos mártires y víctimas
del chucho, del hambre, del jején, del mosquito y del mbarigüí, que con el
machete en mano desfloran la guirnalda de isipós suspendida en el laberinto
enmarañado de la zona yerbatera y señalan cada paso con el sudor inagotable, o
con la sangre, recibiendo como única recompensa las mieles escondidas en los
troncos y más tarde el monopolio extraño que los arraiga sobre las picadas que
ellos mismos abrieran.”

Vista panorámica del salto
Bossetti

Salto Bossetti visto desde
arriba

Con Laurita y Melina en el salto
Bossetti

Desde el salto
Bossetti

Tierras exploradas por Carlos
Bossetti

Pasarelas con visitantes de todo el
mundo
Otro de los saltos accesibles desde el circuito
superior era el Mbiguá, cuyo nombre se debía a la Phalacrocorax brasilianus, ave
acuática nativa de las zonas fluviales y lacustres de América. De color negro,
con un parche amarillo en la garganta, de hasta setenta y cinco centímetros de
largo y pico amarillento, que se alimenta de peces, anfibios e insectos que
captura zambulléndose.

En camino al salto
Mbiguá

Salto Mbiguá
Durante todo el trayecto nos cruzamos con gran
cantidad de coatíes, simpáticos, curiosos y juguetones, pero agresivos en la
medida en que pretendan hacerse de la comida de los humanos que se les acercan.
Llevan vidas tranquilas, y siempre dejan un vigilante como la suricata. Cuando
la custodia emite un sonido como el ladrido de un perro, los coatíes huyen a los
matorrales o a las copas de los árboles donde tienen sus nidos, aunque algunos
se enfrentan al agresor.

Grupo de coatíes fotografiados por los
turistas

Los coatíes acercándose a los humanos en busca de
comida
Si bien estábamos en pleno invierno, la larga
caminata bajo el sol por las largas pasarelas, nos generaban calor y cansancio
que reparábamos con cortos descansos a la sombra de la exuberante
vegetación.

Largas pasarelas bajo el rayo del
sol

Un remanso en el río
Iguazú

Salto San Martín visto desde
arriba
La presencia humana en la región se remontaba a
diez mil años atrás, demostrada a partir de la presencia de restos de vasijas
prehistóricas de la llamada cultura Eldoradense.

A la vera del río Iguazú se encontraron vasijas
prehistóricas
Ya en tiempos históricos, la selva fue habitada
por los kaingangue, cazadores, pescadores y recolectores; pero cerca del año
1000 d.C. fueron desplazados por los mby’a guaraní, que procedían del norte.

Los pueblos originarios vivían de la caza, la
recolección y la pesca
en un ecosistema por demás rico en
especies

Bosque o selva subtropical de gran
biodiversidad
Uno de los ejemplares más atractivos de la fauna
de Iguazú, eran, sin dudas, los monitos; pero en los últimos años, la relación
entre estos animales y los turistas se ha convertido en un problema de manejo
para la Administración de Parques Nacionales.
Los monos caí, capuchinos o silbadores (Sapajus
nigritus) son omnívoros, aunque su dieta predominante eran los frutos silvestres
y los insectos. Pero a partir del año 2000, los científicos que estudian la zona
se han preocupado debido a que se observó un incremento progresivo del ingreso
de los animales a los puestos de comida y a las habitaciones del hotel Sheraton,
donde además de llevarse diversos objetos, se han mostrado agresivos ante
quienes quisieran ahuyentarlos. Por otra parte, los visitantes del Parque no
respetan las indicaciones donde se prohíbe darle de comer a la fauna, además de
descuidar cajas, latas, botellas y bolsos; y como ellos son muy curiosos, se
abalanzan buscando lo que hay dentro de ellos. Recibiendo alimentos por parte de
los humanos, dejan de cumplir su papel en la cadena alimentaria del área que se
pretende preservar.

Mono caí, capuchino o
silbador

Turistas incentivando a que los monos se acerquen
mediante el ofrecimiento de alimentos
Los españoles habían desembarcado en Santa
Catarina y se dirigían hacia la entonces villa y fuerte de Asunción del
Paraguay. Iban navegando el torrentoso río Iguazú, y se toparon con las
cataratas, a las que Álvar Núñez Cabeza de Vaca denominó Saltos de Santa María. Era el 1ro. de
febrero de 1542.
“El río da un salto por unas peñas abajo muy altas, y da el agua en
lo bajo de la tierra tan grande golpe que de muy lejos se oye; y la espuma del
agua, como cae con tanta fuerza, sube en alto dos lanzas y más”, -describió el conquistador. Sus hombres tuvieron que cargar a pulso
las canoas por más de cinco kilómetros, abriéndose paso a machetazos a través de
la selva, para llegar al Paraná.
En 1609 se establecieron los jesuitas que
conformaron reducciones indígenas en toda la región; y tras su expulsión en
1768, las cataratas pasaron al olvido retomando su nombre guaraní Yguasú, que significa gran cantidad de
agua.
En 1881 volvieron a tenerse en cuenta a partir de
la federalización de Misiones y de sucesivas ventas de tierras en la
zona.
El río Iguazú, un kilómetro y medio antes de las
cataratas se ensancha hasta llegar a los mil quinientos metros, realiza una
enorme curva en forma de U, para luego despeñarse desde ochenta metros en el
profundo cañón, repartiendo el agua en doscientos setenta y cinco saltos que
tienen la forma de una herradura de casi tres kilómetros lineales, a la que se
dio en llamar Garganta del
Diablo.

La Garganta del Diablo desde la
pasarela

Garganta del
Diablo

Por la Garganta del Diablo pasaba el límite entre
Argentina y Brasil

El caudaloso río
Iguazú

Herradura donde converge el mayor caudal del
Iguazú

Espuma permanente en la Garganta del
Diablo
En 1902, el Ministerio del Interior encargó al
arquitecto paisajista Carlos Thays, un estudio detallado de las cataratas que
fue tomado como base para la creación del Parque Nacional Iguazú en 1934.
El Parque cuenta con sesenta y siete mil
seiscientas veinte hectáreas de selva, donde viven cuatrocientas cincuenta
especies de aves y ochenta mamíferos, entre ellos el yaguareté, además de peces
e infinidad de mariposas multicolores.

Un pequeño bagre nadando en aguas
cristalinas

Una mariposa se posó en la mano de
Laurita
Ya era avanzada la tarde cuando decidimos hacer
una pausa para almorzar, y fue realmente tedioso cuidar permanentemente que los
coatíes no usurparan nuestra comida. Pero en el momento en que estaba tomando
una fotografía de los que estaban aprovechando los desperdicios que habían
dejado nuestros vecinos, dos de ellos subieron sorpresivamente a nuestra mesa y
lograron hacerse de algunos restos.

Coatíes comiendo los desperdicios dejados sobre
las mesas
Retomamos la marcha pasando por el mirador al cual
se subía por una angosta escalera caracol, y desde allí se tenía una amplia
visión que incluía la ribera brasileña del río Iguazú; pero ahora lo encontramos
cerrado.

Laurita y Melina junto al antiguo mirador de las
cataratas
Luego nos encontramos frente al viejo Hotel
Cataratas que fuera construido en el año 1922, ingresando al patrimonio de la
entonces Dirección General de Parques Nacionales y Turismo en 1934. Había
funcionado hasta 1976, cuando fuera reemplazado por el Hotel Internacional
Iguazú, ahora Sheraton Iguazú. Posteriormente a mantenerse cerrado y ser
destinado a diferentes usos, al momento de visitarlo nosotros, en julio de 2017,
funcionaban en él oficinas del Centro de Investigaciones Ecológicas
Subtropicales, de la Dirección de Turismo de la Provincia de Misiones, y un
museo.

Viejo Hotel
Cataratas

Viejo Hotel Cataratas, de estilo
inglés

Alrededores del viejo Hotel
Cataratas

Sheraton Iguazú, un verdadero elefante
blanco
Continuamos nuestra caminata, ahora por el circuito inferior, mi
preferido, internándonos en un bosque selvático con diferentes pisos de
vegetación y lianas.

Internándonos en el bosque
selvático

Gran diversidad florística en un clima subtropical
sin estación seca

La imagen más conocida de las
Cataratas

Disfrutando de la vista y del sonido del
agua

Coatíes en su propio
hábitat

Laurita y Melina en la pasarela junto a un coatí
Lo que siempre me había gustado del circuito inferior era la
proximidad que se tenía al pie de los saltos que, la mayoría de las veces, me
empapaban. Pero, en esta ocasión, si bien había comprado sendos pilotines para
todos, la escasez relativa de agua no los hizo necesarios.

Al pie del salto
Bossetti

Relativa escasez de agua en el salto
Bossetti

Con Laurita y Melina en el salto
Bossetti

Alan junto al salto
Bossetti

Salto Dos
Hermanas
Ya perdí la cuenta de las veces que he visitado
las Cataratas, pero si tuviera que volver a un solo lugar más en mi vida, sin
duda, regresaría a Iguazú. Nada ni nadie lo puede describir fehacientemente. No
alcanzan los relatos, las fotografías o las filmaciones…
Iguazú se observa con los ojos bien abiertos o se
los cierra para escuchar con mayor atención el sonido del agua, el gorjeo de los
pájaros, y los chillidos de los monitos…
Iguazú se huele a través del perfume de sus
flores, y se siente en la piel cuando los rayos del sol pegan con fuerza o cae
una lluvia inesperada…
Iguazú es el “agua grande”, sinónimo de vida…
Iguazú se mete en el cuerpo…
Iguazú llega hasta el alma…
Ana María
Liberali