En el Parque das Aves de Foz do
Iguacu
En julio de 2017, Omar, Alan y yo debíamos
concurrir a un evento académico en Foz do Iguacu, y debido a que coincidía con
nuestras vacaciones de invierno, invité al viaje a mis nietas Laurita (14) y
Melina (8). Así que el viernes 21 partimos en un micro de la empresa Crucero del
Norte, que cruzando el Paraná por el puente de Zárate-Brazo Largo, atravesó las
provincias de Entre Ríos y Corrientes durante la noche para amanecer en Posadas
y disfrutar de ese hermoso camino rojo y verde que lucía majestuoso hasta Puerto
Iguazú.
Al llegar a la frontera debía presentar los
permisos de las menores para salir del país, y el agente que nos atendió, al
controlar la documentación de Laurita, con el ceño fruncido y una voz impostada,
le dijo convincentemente:
-
“Aquí me figura que hay ORDEN DE CAPTURA PARA
VOS”.
Laurita, tímida y con su característica inocencia,
empalideció, y preguntó:
-
“¡¿Por qué?! ¡¿Yo qué
hice?!”
Y el hombre, dándose cuenta de que ella no se
había percatado del chascarrillo, le
respondió:
-
“¡No sé! Debe ser porque tenés alguna nota baja en
el colegio.”
Lauri, entonces, suspiró y sonrió.
Ingresamos a Brasil, y el resto del día lo
dedicamos a descansar en la piscina del hotel. Pero, a la mañana siguiente,
junto con Alan y las chicas, salí temprano con el fin de que conocieran el
Parque das Aves, algo imperdible en esa región
subtropical.
Lo interesante del predio era que, además de la
presencia de gran cantidad de aves, autóctonas y foráneas, y algunos reptiles,
se trataba de un área donde se preservaba la Mata Atlántica, en verdadera
extinción por los grandes desmontes generados por el avance del sector
agropecuario, en especial, del cultivo de
soja.

Un auténtico mariposario
abierto
Aves de diferentes tamaños y colores se
encontraban allí. Algunas en libertad absoluta, y otras, en enormes jaulas donde
podíamos ingresar los visitantes.
Entre las más ruidosas estaban la Maitaca o Loro
de Cabeza Azul (Pionus menstruus), y la Cotorra Monje o Cotorrita Verdigrís
(Myiopsitta monachus), que se caracterizaban por emitir fuertes y agudos gritos.
Sin embargo, podían balbucear algunas palabras cuando se las domesticaba y se
las integraba a un grupo familiar. Poco mordedoras, juguetonas, fáciles de
entrenar, amaban el contacto con el hombre, y gustaban de ser
acariciadas.

Maitaca de cabeza
azul

Cotorra Monje o Cotorrita
Verdigrís
Por su penacho llamó la atención de las chicas la
grulla coronada (Balearica regulorum), un ave de origen africano que habita en
pantanos alimentándose de grandes insectos, ranas y sapos, aunque gusta, además,
de cereales y otros vegetales. El vuelo es pesado con el cuello y las patas algo
caídos, y, a pesar de su tamaño, se caracteriza por descansar en los
árboles.

Grulla
coronada
Pero, sin duda, las aves más elegantes eran los
flamencos mayores (Phoenicopterus), que requieren de un hábitat acuático de
escasa profundidad, donde puedan alimentarse de algas y crustáceos. Para eso
cuentan con sus picos curvos, que mediante filtración le permiten separar el
barro de la comida.

Los elegantes
flamencos
En el estado de Paraná, que era donde nos
encontrábamos, se contaba con la creación del APAs (Áreas de Preservación
Ambiental), apoyadas por una legislación rígida y fiscalización intensiva con la
intención de frenar la destrucción forestal. Y ese remanente de vegetación
mantenía un alto nivel de biodiversidad, con presencia florística tal como las
bromelias y las orquídeas.

Hermosas flores se destacaban en medio de
infinidad de verdes
Una de las aves que constituía una gran atracción
entre los turistas era el Mutum do Sudeste o pavón piquirrojo (Crax
blumenbachii), una especie de ave galliforme que habita bosques o áreas cercanas
a cursos de agua. Se alimenta de frutos, semillas, hojas y pequeños
invertebrados. Y se encontraba en peligro de extinción debido a la destrucción
de su hábitat.

Mutum do Sudeste, un ave en vías de
extinción

Dos ejemplares de Mutum do
Sudeste
Por no sentirse atacado era evidente su
mansedumbre, por lo que posaba junto a los humanos quienes tomaban gran cantidad
de fotografías. Por esa razón hicimos una fila para hacer lo propio; pero cuando
mis nietas se acercaron, el animal giró sobre sí mismo y… ¡defecó sobre la
pierna de Laurita!

Mutum do Sudeste posando para los
visitantes

Mutum do Sudeste después de defecar sobre la pierna de
Laurita
La Mata Atlántica, originalmente cubría una
extensión de 1290692,46 km2, de los cuales en 2017 quedaba sólo el 7,3%. Y se
caracterizaba por la diversidad de ecosistemas que le permitían contar con más
de un millón y medio de especies. En el estado de Paraná el bioma predominante
consistía en un bosque subtropical.

Árboles elevándose en busca de la luz
solar

Los rayos del sol penetrando en el
bosque
Los ranfástidos (Ramphastidae), conocidos
vulgarmente como tucanes, albergaban seis géneros y cuarenta y dos especies
diferentes, siendo el de mayor tamaño el Ramphastos toco, que era el que se
presentaba ante nuestros ojos.
Su hábitat son las selvas húmedas donde puede
abastecerse de fruta, que es su principal alimento, además de semillas,
insectos, pequeñas lagartijas, pichones y huevos de otras aves. Se trata de un
ave monógama y durante el cortejo es común que se entreguen al juego de
intercambiarse palitos y comida mediante el enorme
pico.
Si bien se considera que sus enemigos naturales
son el jaguar, el coatí, algunas serpientes y águilas, el verdadero depredador
ha sido el Hombre, a partir de la caza y la destrucción de los ecosistemas en
los que habita, tanto por deforestación, contaminación ambiental, crecimiento de
zonas urbanas y biopiratería. Actualmente, en algunos países constituye un
delito tenerlo como mascota o comerciar con él.

Tucanes en las ramas de los
árboles

Laurita captando imágenes de las
aves

Enorme jaula donde ingresamos los
visitantes

Un tucán toco posando para
nosotros
Continuamos caminando por el parque hasta llegar a
un sitio donde se encontraban algunos reptiles como yacarés y
tortugas.
El caimán yacaré, si bien genera temor en quienes
se le acercan, no es agresivo hacia el humano salvo en caso de autodefensa o
hambre extrema. Y justamente, tiene ese comportamiento por lo vago que es para
conseguir alimento, ya que espera con la boca abierta a sus víctimas para
tragarlas sin más. Por eso prefiere caracoles y otros moluscos y crustáceos,
además de peces, evitando otros reptiles y mamíferos pequeños que le signifiquen
un mayor esfuerzo.
Las causas fundamentales de su intensa reducción
han sido la caza para la industria del cuero, la captura para el tráfico
de mascotas, el consumo de huevos por parte de los
pobladores locales y la disminución de los
humedales.

Admirando la biodiversidad del
lugar

Yacarés y
tortugas
Si bien el recorrido era apasionante, y a cada
paso había algo para admirar, en determinado momento nos tomamos unos minutos de
descanso, disfrutando mientras tanto, de la naturaleza en todo su
esplendor.

Con Melina y Laurita durante el descanso del
recorrido

Alan, Melina y Laurita a la sombra de la
exuberante vegetación
Continuamos yendo y viniendo por los senderos,
mientras observábamos lianas, más aves y plantas higrófilas por cuyas enormes
hojas se favorecía la evapotranspiración.

Enormes lianas en el
bosque

Cotorra cabeza
abajo

Enormes hojas de plantas
higrófilas
Volvimos a ingresar a una gran jaula donde se
encontraban los guacamayos o araras. Los había rojos y azules y volaban de un
lado al otro en forma permanente. Nos parecían hermosos, pero permanecimos poco
tiempo por temor a que sus excrementos cayeran sobre nuestras
cabezas.

Nido en la altura

Dentro de la jaula de los
guacamayos

Casales de guacamayos sobre nuestras
cabezas

Guacamayo o arara azul

Casal de guacamayos o araras
azules
Otro animal que llamó la atención de Laurita y
Melina fue el casuario común, de plumaje negro con cabeza azul y cuello rojo. Se
trataba de un ave solitaria no voladora que contaba con una protuberancia ósea
sobre la cabeza, llamada casco, que le daba protección al desplazarse en medio
de la selva, donde se alimentaba de frutas caídas, hongos y pequeños animales.
La hembra se podía aparear con varios machos, armando una nidada con cada uno de
ellos. Ponía los huevos en un lecho de hojas en el suelo boscoso y el macho se
encargaba de la incubación.

Casuario común, habitante de selvas
tropicales

Laurita y Melina frente a la jaula del casuario
común

Casuario común
Antes de finalizar el paseo las chicas quisieron
tomarse una foto junto a un yacaré artificial que lanzaba agua por su boca, pero
no se percataron de que cerca de ellas se encontraba uno
verdadero.

Melina, Laurita y los
yacarés
Toda la mañana habíamos andado deambulando entre
plantas y animales. Habíamos disfrutado y aprendido mucho, pero, ya pasado el
mediodía, necesitábamos algo más que el goce de la naturaleza, por lo que,
dentro mismo del Parque das Aves, nos dispusimos a tener un opíparo
almuerzo.

Con Melina y Laurita durante el
almuerzo
Ana María
Liberali