Trump entre dos mundos, el interior y el exterior
“Sólo se puede destruir a una gran nación cuando ella misma se ha
destruido interiormente” Anónimo.
Alfredo César Dachary
Parece que la evolución de la inteligencia artificial creada por el
hombre para remplazar y, quizás controlarlo, es el ejemplo más claro sobre la
relación que ha existido entre la ambición sin límites y la falta de ética. Pero
esto no se limita a estos tecnólogos, sino que abarca todos los campos del
conocimiento, las profesiones, las empresas y el sistema financiero, o sea,
todo, por ello esta sociedad tan orgullosa cada cierto año debe recibir, aunque
no sirva de nada, una advertencia.
La primera gran llamada de atención fue, lanzada en 1992 por la Union
of Concerned Scientists, en un período puente entre el ocaso de la revolución
industrial y el auge de nanotecnología y la informática, y ésta llama a frenar
el consumismo sin límites y contó con el aval de 1,700
expertos.
Veinticinco años después de que científicos de todo el mundo lanzaran
una “advertencia a la humanidad” sobre los peligros para el medio ambiente, un
nuevo llamado publicado en estos días ratifica y profundiza la amenaza que
tenemos ya que casi todos los problemas del planeta son ahora “mucho
peores”.
Esta vez la declaración del científico contó con el aval de más de
15,000 que provenían de más de 184 países.
La carta titulada “Advertencia de los científicos del mundo a la
humanidad: un segundo aviso” fue publicada inicialmente en la revista BioScience y luego reproducida a
escala global.
Entre otras amenazas de mayor gravedad se encuentran
el calentamiento
global y las crecientes emisiones de carbono por el uso de
combustibles fósiles, así como las prácticas agrícolas insostenibles, la
deforestación, la reducción de las fuentes de agua dulce, la pérdida de vida
marina y el aumento de las zonas oceánicas muertas, todas éstas con incidencia
directa en el hombre, su alimentación, calidad de vida y
supervivencia.
Pero esa llamada no entró a la Casa Blanca, aunque sí a la conciencia
de millones de norteamericanos que han tomado la salida de Trump de la
Convención de París, ya no como traición al país sino como una amenaza al
planeta.
El presidente acosado y golpeado por diferentes grupos de interés se
siente acorralado, entre ello por el famoso Rusiagate, un tema que en realidad
mueve a risa, el pensar que la nación más poderosa del mundo ha sido manipulada
por Rusia, otro país capitalista que posee el mismo o similar poder nuclear que
Estados Unidos.
El Secretario del Tesoro de Estados Unidos, en un acto de valentía,
ha sostenido que nadie cree que Rusia haya tenido un impacto en las elecciones,
y que el pueblo estadounidense "está listo" para pasar página y centrarse en
cuestiones más importantes. Según el mismo, Trump se "…centró en cuestiones muy importantes,
como Corea del Norte y Siria…", donde "…tenemos que llevarnos bien y tener
objetivos comunes…" con Rusia, al extremo que tuvo una corta reunión fuera de
agenda en Vietnam durante la reunión de la APEC.
En 1991, el historiador Arthur Schlessinger publicó el libro “La
desunión de Estados Unidos”, era un momento especial, la Unión Soviética y
Yugoslavia estaban derrumbándose; al mismo tiempo, también se producían los
movimientos secesionistas de Quebec, Timor Oriental, el País Vasco y su
guerrilla el ETA, y Córcega, también comenzaba un proceso de separación.
Las preocupaciones de Schlessinger, para Estados Unidos, estaban
sobre todo enfocadas en el mucho más reducido campo de batalla del entorno
universitario estadounidense y lo que él veía como una amenaza del
multiculturalismo al mítico “crisol”, pero el peor futuro que Schlessinger fue
capaz de imaginar era lo que él llamó la “tribalización de la vida
estadounidense”, aunque aún no contemplaba el real desmembramiento del
país.
Dos décadas después, las polémicas sobre el discurso del odio y las
políticas de género siguen irritando los campus universitarios de ese país, pero
han dejado de ser los conflictos importantes del país si consideramos la
evidencia casi cotidiana de presiones desintegradoras de todo tipo:
manifestaciones de supremacistas blancos, tiroteos masivos y asesinatos
policiales, además del actual desmantelamiento del gobierno federal, por no
hablar de la forma en que algunas ciudades y estados están desafiando las
disposiciones de Washington sobre inmigración, medioambiente y cuidado de la
salud. Las ciudades santuarios son la respuesta a una política anti-inmigración
agresiva y, a la vez, un llamado a la desobediencia civil, todos estos temas día
a día crecen y con ello las presiones internas del
presidente.
Un país que no ha tenido una guerra civil en más de 50 años, en el
que los movimientos secesionistas de Texas a Vermont han provocado más risa que
preocupación, se enfrenta ahora con desacuerdos tan serios y peligrosos como un
arsenal de armas en manos de civiles de tal magnitud que la posibilidad de
desintegración nacional ha empezado a formar parte de la conversación de la
corriente dominante.
Sin duda, después de las elecciones de 2016, el predecir una segunda
guerra civil en Estados Unidos, sangrienta y sin cuartel se ha puesto de moda
entre algunos periodistas, historiadores y expertos en relaciones
internacionales de todo el espectro político.
Después de los sucesos de Charlottesville, la izquierda está
convencida de que el presidente Trump y sus extremistas aliados están tratando
de empujar al sector del republicanismo llamado de ultra derecha hacia la
violencia contra una amplia franja de opositores de la administración, posición
que se profundiza después de que el congresista republicano por Louisiana fuese
tiroteado, lo que llevó a pensar que la extrema izquierda está armada para la
revuelta al lado de los “asesinos y ladrones mexicanos”.
Thomas Ricks, como columnista estrella, ha estado tomando la
temperatura de algunos analistas de seguridad nacional en relación con la
probabilidad de una guerra civil en el futuro, y en marzo, sus respuestas
promediaban un 35 por ciento de posibilidades, pero luego ese promedio ha estado
creciendo.
Las últimas elecciones estatales y locales en varios puntos del país
realizadas el 7 de noviembre fueron lo que algunos esperaban que sería, un claro
mensaje, un aviso de lo que podría ser una ola de repudio y hasta de cambio
progresista por la vía de las urnas en las elecciones intermedias (legislativas
federales y varias gubernaturas) en 2018 y mediante nuevos o renovados
movimientos sociales descentralizados pero aliados.
La derrota de los republicanos en Estados como Virginia,
Pennsylvania, Nueva Jersey y otros, posicionó a los ganadores que no sólo eran
demócratas sino progresistas, y en muchos casos estas victorias tenían un tinte
“socialista”, del estilo de Bernie Sanders.
Lee Carter, un marine veterano de la guerra de Irak,
quien se identificó como un socialista democrático, derrotó a un republicano
para tomar su puesto en la Cámara Baja de Virginia. En esa misma Cámara, Danica
Roem derrotó a un republicano que había promovido medidas anti-transgénero y que
se había declarado el principal anti-homosexual en el Estado; ella ahora es la
primera legisladora estatal transgénero en el país.
En Hoboken, Nueva Jersey, el nuevo alcalde es Ravinder Bhalla,
abogado sikh, quien declaró: soy todo lo que Trump odia: un hombre moreno
con un turbante y un estadounidense orgulloso con el conocimiento para frenar su
asalto sobre los valores de nuestro país.
Así acorralado en su política interior en un país tan complejo y
diferente como Estados Unidos, Trump busca nuevas alianzas con grupos blancos
extremistas, iglesias que incluyen a latinos, pero ya fanatizados por estas
sectas y demás elementos que no ven salida para ellos en la actual sociedad.
En lo exterior, el problema es mayor, aunque disimulado por el
lenguaje diplomático, que logra ocultar la magnitud de los conflictos, como los
del Oriente Medio desde la invasión de Arabia Saudita a Yemen del Norte,
generando un verdadero holocausto y la formación de una alianza con los Emiratos
Árabes para encerrar a Qatar, acusado de ser aliado de Irán.
Todos los frentes son complejos, la victoria aún lejana, aunque ya
Rusia ha podido disfrutar de la victoria Siria, un país que estaba condenado a
la balcanización o simplemente a la destrucción, como lo fue Libia.
Los frentes internos y externos se han transformado en dos fogatas
que arden cada vez más fuerte y amenazan con arrasar todo, incluido el promotor
de los fuegos, hoy derivado en bombero.
alfredocesar7@yahoo.com.mx