Robotización, ¿quiénes se
benefician?
“El verdadero progreso es el que pone la
tecnología al alcance de todos” Henry Ford.
Alfredo César Dachary
Cuando en Davos, en enero de 2016, el Foro
Económico se pronunció y dio un diagnóstico muy sombrío al afirmar que en el
2025 se perderían un 40% de los empleos, lo primero que nos viene a la mente es
¿qué se va a hacer?, porque planes de sustitución de empleo no los hay hasta
hoy.
Lo que nos hace pensar más concretamente es la
pregunta ¿quiénes se benefician con el auge de los robots? y en principio surgen
dos respuestas muy diferentes y, a veces, hasta encontradas. La primera es que
el sistema se beneficia con estos nuevos empleados, que no faltan, no piensan,
no se enferman, no cobran, no hacen huelga, o sea, que volvimos a la época de la
esclavitud, con la diferencia que ahora serán robots. Cuando el mercado laboral
se contrae la gente vende su trabajo y recibe monedas por él, así el sistema
hegemónico logra un doble propósito, las empresas son operadas por robots a un
costo mínimo, sin conflictos sociales y la sociedad queda de rodillas frente a
la pérdida de empleos.
La segunda respuesta está en la cúspide del sistema, los que quieren
la robotización como parte del proceso del transhumanismo, un
nuevo paradigma que parte de la base de que la "condición humana" básicamente es
siempre constante, pero éste ya no puede ser considerado verdadero, porque
estrictamente nunca lo fue.
A comienzos de los 50, Minsky fue el creador del
término Inteligencia artificial y luego se convertiría en uno de los máximos
defensores del transhumanismo, un movimiento filosófico e intelectual que
considera que es necesario
utilizar la tecnología para potenciar nuestras capacidades, evitar el
sufrimiento y la vejez y, en última instancia, alcanzar
la inmortalidad.
En 1957, Minsky patentó un sistema de
visualización con focal de muestras que suscitaría grandes avances en microscopía óptica, y en
las siguientes décadas, participó en el desarrollo de ARPAnet, la red sobre la
que más tarde se asentaría la actual Internet y concibió la Teoría de la sociedad de la mente, que
plasmó en un libro homónimo.
Minsky considera que los sistemas cognitivos que
han evolucionado de forma natural no son más que una sociedad constituida por
una gran cantidad de procesos individuales sencillos. Juntos, dan origen a las
habilidades que atribuimos a la mente.
Con su emergencia a fines del siglo XX y comienzos del XXI, el
transhumanismo ha ganado adeptos como una nueva forma de pensar sobre la premisa
de que la condición humana es esencialmente inalterable, podríamos decir que lo
es sin límites.
Algunas de las opciones son la super inteligencia, ya que
cualquier forma de inteligencia artificial basada en la capacidad del sistema de
autoaprendizaje lo ha logrado ya, debido a que estas redes neuronales
artificiales serían capaces de superar a los mejores cerebros humanos en
prácticamente cualquier disciplina, incluyendo creatividad científica, sentido
común y habilidades sociales.
Otra
opción sería lograr un bienestar emocional a través del control de los centros
del placer
e inclusive hoy día existen posibilidades de euforia sustentable para una
minoría que responde favorablemente a los antidepresivos. Davis Pearce
predica una era post-Darwinista en la cual toda experiencia adversa pueda
ser reemplazada por niveles de placer más allá de la experiencia humana normal y
a medida que se desarrollen estas nuevas drogas más seguras, combinadas con
terapias que actúen sobre nuestros genes, ¿será posible la realidad de construir
un paraíso terrenal?
De todas las potenciales opciones de avances tecnológicos sobre la
vida humana destaca la existencia
post-biológica:
si podemos realizar un escaneo de la matriz sináptica de un individuo
y reproducirla dentro de una computadora, entonces será posible emigrar desde
nuestro cuerpo biológico a un substrato puramente digital, y estando seguros que
tenemos varias copias de nuestra matriz sináptica, realmente podremos disfrutar
de períodos de vida ilimitados. Es esa la verdadera meta de los transhumanistas,
algo que será para un grupo selecto, quizás no por coincidencia sino por lógica,
ese 1% que maneja gran parte de la riqueza del
planeta.
Serían éstos los supervivientes de un gran colapso ambiental,
entonces si tenemos una meta clara en pasar a nuevas tecnologías que realizarían
verdaderos cambios en el ser humano, así la ciencia se transformaría en una
nueva religión, con acólitos seleccionados y “elegidos”, como es hoy la
cientología.
Mientras
el mundo camina para unos a un nuevo apocalipsis y para otros a una nueva forma
de vivir y existir, la gran mayoría de la población deberá sobrevivir en esta
nueva guerra contra la robotización o terminar trabajando con ellos, como una
nueva forma de sobrevivir.
Dos países que han vivido dos guerras mundiales y
fueron destruidos hoy son la vanguardia en el proceso de robotización mundial,
se trata de Japón con crecimiento demográfico negativo -0,02% y Alemania,
similar -0,13%, o sea, ambos con un crecimiento demográfico
negativo.
Varios estudios recientes pasan revista a
los efectos beneficiosos de la robotización productiva. La agencia de calificación Moody’s ve,
en el motor económico europeo y en la economía más industrializada de Asia, los
alumnos más aventajados en la revolución de los robots. En ambos casos -dicen
sus expertos- la automoción ha sido la pionera industrial, aunque el proceso se
ha extendido de tal manera que ha logrado crear un sector propio, el de
la tecnología robótica, que
podría modificar las rentas familiares si, por ejemplo, como de hecho ya está
sucediendo, la automatización digital llega a los hogares para producir energía
individual.
La ventaja adquirida por Alemania y Japón les
permitirá abordar la financiación de sus sistemas de pensiones, en los que se
observa con perplejidad como suben, año tras año, sus ratios de dependencia; es
decir, el porcentaje de mayores de 65 años en relación a la población.
Estos son casos de países altamente
desarrollados, que tienen una demografía negativa, por ello el impacto menor a
la vez que la robotización se expresará en un aumento de la exportación de
tecnología lo cual genera un crecimiento positivo en la balanza comercial, que
es necesario en estos países con elevado gasto social en el estado del
bienestar.
El caso más espectacular será el de China, un
país en crecimiento y donde existen más de 800 empresas que se dedican a la
robótica, apoyadas por amplios subsidios y medidas de baja tributación.
Este cambio responde a la estrategia oficial de
China que quiere desbancar a Estados Unidos del liderazgo global, ya que ha
dejado de ser la Gran Factoría Mundial para convertirse en una economía con,
cada vez, más valor añadido y calidad tecnológica, ya que China es ya el país
del mundo donde más rápidamente crece la robotización, al igual que el grado de
competitividad empresarial.
Pese a todo esto, hoy nuestra sociedad es cada
vez más dispar y la proporción de gente con trabajo está cayendo rápidamente y
las respuestas sobre esta situación son pesimistas y, en otros casos optimistas,
como el de los científicos del MIT, Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, que
ofrecen una explicación muy diferente a la que estamos acostumbrados.
Para ellos, los avances tecnológicos no están
atascados sino la revolución digital se está acelerando, y esto hace que las
nuevas tramas tengan unas habilidades que hasta el momento estaban reservadas
únicamente a los recursos humanos.
Este es un fenómeno extenso y profundo con serias
consecuencias económicas, algunas de ellas son positivas, como el incremento de
productividad, la reducción de costos y el desarrollo de la riqueza normalmente,
pero también cambia la forma como se reparte esta riqueza, y aquí las noticias
son malas para el trabajador medio, que termina siendo prescindible.
Aquellos trabajadores cuyas habilidades han sido
incorporadas a los ordenadores modernos tienen poco que ofrecer en el mercado de
trabajo y ven como sus sueldos disminuyen y su futuro se ensombrece, por lo que
las perspectivas de empleo son negras para bastante gente, pues el progreso
tecnológico es más acelerado mientras los hombres y las instituciones no corren
lo suficiente.
Por ello plantean nuevos modelos de
emprendedurismo, nuevas estructuras organizativas y unas instituciones
diferentes son precisas para asegurar que el trabajador medio no se quede
atrasado.
Pero esta compleja intersección entre tecnología
y economía encaran el interrogante esencial del presente y del futuro: ¿de dónde
vendrán los nuevos trabajos? Aquí
una vez más se verán las diferencias entre los países desarrollados y los que no
lo han logrado, porque para ello hace falta fuertes inversiones, y no tener el
arrastre de millones de personas mal alimentadas y pobremente educadas, como son
nuestras realidades.
La asimetría que viene a partir del auge del
empleo robótico, profundizará la problemática que viene desde el fin de los años
de oro del auge de Estados Unidos, una asimetría cada vez más profunda porque la
sociedad no puede lograr los niveles de educación y correlativo de empleo en un
proceso cada vez más complejo que requiere de recursos humanos altamente
calificados, lo que se conoce como el trabajo inmaterial de la sociedad
post-industrial.
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