Integración y neoliberalismo
“El consumismo promete algo que no puede
cumplir: la felicidad universal. Y pretende resolver el problema de la libertad,
reduciéndolo a la libertad del consumidor” Z. Bauman.
Alfredo César
Dachary
El triunfo de Donald Trump en la contienda por la
presidencia de Estados Unidos y el del Brexit, o sea, la salida de la Gran
Bretaña de la Unión Europea, no se dan en la misma década, ni tan cercanos como
ocurrieron por una simple casualidad, hay algo más en el mundo y el impacto de
estas dos victorias también expresa algo muy significativo hoy.
En la Europa de la Unión, la crisis de los
partidos tradicionales es evidente, comenzando por la socialdemocracia que se
encuentra en caída libre, sobre todo en la Europa occidental que la vio nacer,
la centroizquierda europea va por el mismo camino, y frente a esto un renacer de
la nueva derecha europea encabezada por Marie Le Pen en
Francia.
La
pregunta para el ingenuo es ¿por qué en los últimos treinta años en se ha dado
enorme crecimiento en la economía global hay esta compleja situación? La
respuesta es muy “violenta” ya que esta riqueza se ha concentrado casi en
exclusiva en el 1% más rico del planeta, dejando grandes segmentos de la
sociedad en situación marginal, lo cual hoy justifica su rechazo a los que han
gobernado en estas últimas décadas.
Esto es lo que conecta el Brexit que se
logró con una gran mayoría de la población rural pobre de la Gran Bretaña con el
triunfo de Trump, que recibió el voto de los cinturones marginales del medio
oeste agrícola, de las industrias en crisis y hasta el cinturón bíblico, con una
gran población afroamericana, la zona más atrasada de Estados Unidos.
Definir al neoliberalismo es difícil porque
muchos de sus principales exponentes no lo hacen o lo desdibujan en
conceptualizaciones técnicas. Sin embargo, hay una clara definición realizada
por Charles Peters en 1983, cuando publicó su “Manifiesto neoliberal”. En éste
afirma que “…si los neoconservadores son liberales que miraron con ojos críticos
el liberalismo y decidieron convertirse en conservadores, nosotros somos
liberales que hicimos lo propio y decidimos mantener nuestros objetivos, pero
abandonar algunos de nuestros prejuicios. Seguimos creyendo en la libertad, la
justicia y la oportunidad para todos, en la misericordia para con los afligidos
y en la ayuda a los que sufren. Pero no estamos automáticamente a favor de los
sindicatos y un gran Estado ni nos oponemos a la intervención militar o las
grandes empresas…”.
La educación en la era del
neoliberalismo, lo llamemos Reaganismo para Estados Unidos
o Thatcherismo para Gran
Bretaña, se sintetiza en economismo o fundamentalismo de mercado, porque
el neoliberalismo es una ideología que reduce todos los valores al monetario, de
allí que el propósito de la educación en la era neoliberal es producir
productores.
Para Harvey, en su texto sobre el neoliberalismo
editado en el 2005, el neoliberalismo es como una serie de prácticas económicas
que “proponen que el bienestar humano se puede lograr a través de la reducción
de la intervención estatal, promoviendo la apertura de mercados y maximizando la
libertad individual”.
El neoliberalismo se define pues, según Harvey,
por la apertura máxima de mercados, incluido el laboral, a través de la
integración de las economías del mundo y de la apertura relativa de fronteras
físicas como la amnistía masiva a los indocumentados de Reagan o la apertura a
la inmigración turca en la Alemania de los sesenta, que consigue reducir el
poder de negociación de los trabajadores. Fue un asalto ideológico, pero sobre
todo económico.
Trump, como candidato, cimentó su victoria en el
rechazo al dogma neoliberal por antonomasia, la bondad intrínseca de los
tratados de libre comercio, que firmaron (TINA) demócratas y republicanos con
ahínco tecnocrático y post- político. El TPP y el TISA, todos hoy están bajo
revisión. Lo mismo sucede con May, que en su discurso ‘antithatcherista’, dejó
claro que va a ser implacable con los inmigrantes, o sea, también se suma a esta
nueva línea de anti-integración.
Hoy que el Brexit comienza a ser negociado con la
Unión Europea, nos enfrentamos a la verdadera cara de este nuevo neoliberalismo
extremo que va a buscar cortar todas las leyes que beneficiaban a la sociedad y
los trabajadores, incluido los derechos humanos, para cambiarlos por nuevas
normas y tribunales arbitrales de pares y secretos, esto es lo que se denomina
“la gran ley de Derogación Británica”.
Este proyecto presentado por el gobierno
británico a mediados de julio 2017 y que busca poner fin a la primacía del
derecho europeo sobre la legislación británica, otorga el poder a los ministros
para que reescriban extensas secciones de la legislación británica sin que haya
ninguna supervisión democrática, y el proyecto de ley también cercenará los
derechos humanos, cívicos, sociales y medioambientales, además de reforzar
considerablemente la posición del ejecutivo.
Una carta de derechos británica y unos tratados
comerciales ‘libres’ reemplazarán a la Ley de Derechos Humanos, derivada del
Convenio Europeo de Derechos Humanos, y a la jurisdicción de la Corte Europea de
Justicia. Los acuerdos de comercio posibilitarán que las corporaciones mundiales
puedan demandar al gobierno en cortes secretas siempre que la “regulación
estatal” se interponga en el camino del beneficio corporativo.
En el modelo de organización legal del Reino
Unido no existe un tribunal que juzgue la constitucionalidad de una ley, ni un
ciudadano puede demandar al gobierno sobre la base de que la ley es
inconstitucional.
Actualmente, cualquier ciudadano puede demandar
al gobierno amparándose en la sentencia Francovich, emitida por el Tribunal
Europeo de Justicia en 1991, ya que, según esta resolución jurídica, un Estado
miembro es responsable si un individuo o negocio sufre daños como consecuencia
de que la legislación europea no haya entrado en vigor en ese país.
El proyecto de ley de derogación contiene una
cláusula que estipula que después de abandonar la UE nadie tendrá derecho, según
la legislación nacional, a pedir indemnizaciones por daños causados por el
gobierno. Teniendo en cuenta la peculiaridad del sistema político del Reino
Unido, esto crea un enorme vacío.
El gobierno de la premier Teresa May actúa en
este caso como si el proyecto de gran ley de derogación no fuera más que un
tedioso trámite administrativo, el ejecutivo hará una selección de la
legislación europea y la incorporará a la legislación del Reino Unido.
Para Nick Dearden, de la organización Global Justice UK, la propuesta de
ley supone el proyecto legislativo más importante de la historia del Reino
Unido, ya que eliminará algunos derechos fundamentales de los ciudadanos, así el
proyecto de ley concede poderes al gobierno que ningún otro gobierno moderno ha
disfrutado jamás en tiempos de paz.
Los tribunales del Reino Unido acaban de alterar
el principio de soberanía parlamentaria al dictaminar que incorporar la
legislación europea es un acto constitucional y que por tanto es necesario otro
acto constitucional para derogarlo.
Mientras se discute la ley, en la práctica ya
existen prácticas legales que violan la ley de derechos humanos, como es el caso
de la expansión gradual de los tribunales arbitrales secretos reemplazando los
tribunales civiles.
El Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH)
obliga a todos los signatarios a respetar los derechos humanos, éste es por
décadas anterior a la UE y se redactó en 1950 y el Reino Unido incorporó esta
convención a su legislación a través de la Ley de Derechos Humanos en 1998, que
garantiza a los ciudadanos británicos la oportunidad de defenderse en los
tribunales nacionales amparándose en derechos reconocidos por el
Convenio.
En Estados Unidos, en el 2001, la Ley Patriota
restringe los derechos de los ciudadanos por una situación excepcional, pero
aparentemente llegó para quedarse; hoy la política del presidente Trump se
orienta a excluir de la cuestión central de la justicia el derecho de los
inmigrantes que se ha logrado hacer de su situación una actitud o situación
delincuencial, hoy agravado por la situación precaria de los “dreamers”.
Coincidencia nuevamente en ambos gobiernos que
han decidido trabajar juntos, Teresa May y Donald Trump, el pasar por alto las
leyes y profundizar la asimetría parece ser una constante, por lo que tiene en
común que es este nuevo neoliberalismo mezcla con patrioterismo y rastros de
populismo.
México pensaba mejorar en el TLC la cuestión
migratoria, la legal para hacer más flexible la frontera, pero la realidad
demuestra que no se podrá en el corto plazo lograrlo, en ambos casos, los países
se cierran sobre sí mismos y reducen los derechos del ciudadano en favor de las
grandes corporaciones globales.
En Gran Bretaña, hay una larga tradición de
inmigración de las ex colonias, que generó una sociedad multicultural, pero hoy
esto comienza a ceder, como se está viendo también en Estados Unidos, donde la
supremacía blanca y el racismo imponen su modelo como en la Gran Bretaña, lo dan
los mismos principios expresados históricamente en esa ideología denominada por
el eurocentrismo.
alfredocesar7@yahoo.com.mx