La especie humana es desechable
(Segunda de tres
partes)
Alfredo César
Dachary
Yuval Noah Harari, como historiador, plantea algo novedoso ya que considera
que la historia moderna es un proceso fruto de un pacto entre la ciencia y una
“religión” nueva denominada “el humanismo”. Cinco siglos después, en el siglo
XXI es probable que esta alianza sea remplazada por nuevos dogmas derivados de
las ciencias y el humanismo esté en retirada.
La modernidad es un pacto que todos aceptamos
(sin nuestro consentimiento) desde el nacimiento y ella incide en modelar
nuestra alimentación, nuestro trabajo, nuestros sueños, donde habitamos, que
amamos y como moriremos, o sea, toda la vida.
Este contrato se puede resumir así, por un lado,
los humanos estamos de acuerdo en renunciar al sentido a cambio del poder. A
cambio de renunciar al poder, los humanos pre modernos creían que la vida ganaba
en sentido, ya que el plan cósmico (religión) daba sentido a la vida humana,
pero también restringía el poder humano y la felicidad eterna se hallaba en el
cielo.
La cultura moderna rechaza el plan cósmico como
creencia, ya que la vida no tiene un guión, no hay dramaturgo, ni director, ni
producción… ni sentido, pero sí tiene un lema y éste sería: “Así es la vida”, de
allí que no estamos limitados por nada, excepto por nuestra propia
ignorancia.
El pacto de la modernidad ofrece a los humanos
una enorme tentación, unido a una enorme amenaza ya que tenemos delante mismo la
omnipotencia casi a nuestro alcance, pero debajo de nosotros se abre el abismo
de la nada más absoluta.
A nivel práctico, la vida moderna consiste en una
búsqueda constante del poder, en el seno de un universo desprovisto de sentido.
La cultura moderna es la más poderosa de la historia y está investigando,
inventando, descubriendo y creciendo sin caer, pero está acosada por la mayor
angustia existencial que hayan tenido culturas anteriores, sobre el futuro y el
fin de la existencia.
Antes de la modernidad, cuando faltaba algo o se
repartía o se ofrecía algo en el cielo, por las religiones; pero la modernidad
actual se basa en la creencia de que el desarrollo no solo es posible sino
necesario, ya que cuando produces más, consumes más, aumentas el nivel de vida y
supuestamente gozas una vida más feliz.
Y es que mientras la humanidad se multiplique, el
crecimiento económico será necesario simplemente para permanecer donde estamos,
y si se deja de crecer ¿qué haría la sociedad con los millones de pobres, más de
la mitad de la población de este planeta?
Pero hoy todo se altera, se abandonan las
relaciones establecidas, los prejuicios, cambian las estructuras, todo es un
caos, para vivir y más para poder gobernarlo, la crisis de gobernabilidad nos
habla del fin de ese pacto. El homo sapiens cada vez necesita más, la codicia no
tiene límites y las instituciones como las iglesias juegan un papel en convencer
de seguir adelante.
El
pacto moderno nos prometió un poder sin precedente, pero a qué precio, y es el
que estamos pagando ahora. La religión se salvó hasta hoy del colapso y fue
gracias a una nueva religión revolucionaria: el humanismo.
Por ello es que el pacto moderno nos ofrece poder
a condición que renunciemos a nuestra creencia en un gran plan cósmico que da
sentido a la vida, y en éste falta una clausula fundamental que es que no han
considerado el incumplimiento del contrato, y ésta ha sido la salvación de la
sociedad moderna porque es imposible mantener el orden sin
sentido.
Es que el gran proyecto político, artístico,
religioso de la modernidad ha encontrado un sentido a la vida y no está
originado en un plan cósmico. Los que creen en un dios y su plan cósmico son la
mayor amenaza de la humanidad, Estados Unidos y su religión; los musulmanes y la
suya; los ingleses y el protestantismo y los japoneses y su religión.
El antídoto contra una existencia sin sentido y
sin ley lo proporcionó el humanismo, un credo nuevo que conquistó al mundo en
los últimos siglos, porque éste venera la humanidad y remplaza a las religiones
monoteístas e invierte el paradigma del plan cósmico universal al sostener que
el hombre y sus experiencias dan sentido al gran
cosmos.
El primer mandamiento es crear sentido para un
mundo sin sentido, o sea, extraer las experiencias humanas para dar sentido
universal, por ello para éstos la modernidad no fue perder la fe en Dios, sino
adquirir la fe en la humanidad.
En la Europa occidental del siglo XIII, el
ciudadano no podía determinar lo que era bueno o malo, bello o feo, siempre lo
daba Dios, a través de sus representantes. En los últimos siglos, el humano
logra ejercer su libre albedrío sin necesidad de referenciarse a leyes eternas,
asume la libertad responsable de pensar como
humano.
El humanismo ha promovido la libre competencia
entre oficios y profesiones, la base del libre mercado y la educación se pasó de
la idea única y obligatoria memorizada a la educación pensada por los alumnos
mismos.
El humanismo dice que el humano tiene un único yo
interior, que a veces no se escucha o está en cacofonía de voces opuestas, ello
lo ha llevado a tener una nueva forma de buscar conocer la verdad, o sea, un
nuevo método de conocimiento.
Así se ve la vida como un proceso gradual de
cambio interior, que lleva de la ignorancia al esclarecimiento por medio de
experiencias, ya que la finalidad superior de la vida humana es desarrollar
completamente nuestro conocimiento a través de una gran variedad de experiencias
intelectuales, emocionales y físicas.
La concepción humanista de la vida, como una
serie de experiencias, se ha convertido en el mito fundacional de numerosas
industrias desde el turismo al arte, y un ejemplo son los agentes de viaje y los
chefs, que no nos venden boletos de avión ni comidas, sino experiencias.
El humanismo, a medida que crecía y expandía, se
dividía en diferentes grupos, todos partían de que la experiencia humana es el
origen supremo de la autoridad y del sentido, pero interpreta la experiencia
humana de maneras distintas. La primera es la rama ortodoxa, parte de que cada
ser humano es un individuo único que posee una voz interior distintiva y una
serie de experiencias que nunca se repetirán y es conocida como el humanismo
liberal o liberalismo.
El segundo grupo es el humanismo socialista, que
parte de que la comprensión liberal de la experiencia humana está equivocada ya
que nuestros propios sentimientos son muy egoístas para tomarlos en referencia a
la sociedad y más cuando son la expresión de las clases
sociales.
El tercer grupo es el humanismo evolutivo que dio
lugar a la emergencia del nazismo y que llega a tener un culto a la experiencia
de sus pueblos para que no sean sojuzgadas por otros, de allí el racismo y
ultranacionalismo, como el desprecio a las experiencias de otros grupos
considerados como clases inferiores.
Los liberales valoran tanto la libertad
individual porque creen que los humanos tienen libre albedrío. Es el libre
albedrío lo que infunde sentido al universo y puesto que ningún desconocido
puede saber cómo nos sentimos, no se puede confiar en un “Gran Hermano” que se
ocupe de nuestros intereses y deseos.
Atribuir el libre albedrío a los humanos no es un
juicio ético: pretende ser una descripción fáctica del mundo, pero la
contradicción entre éste y la ciencia ya ha
llegado.
En el siglo XVIII, el hombre comienza a abrir la
caja negra, y por ello hace responsable al hombre de sus actos, pero desde el
siglo XX en adelante, estos criterios comienzan a cambiar, no hay libre
albedrío, ni “yo”, solo hay genes, neuronas y hormonas, que obedecen a las
mismas leyes físicas y químicas. Así se acaba el determinismo que el hombre
actúa por libre albedrío.
Para Harari, hoy el conocimiento científico ha
logrado con sus descubrimientos que el determinismo y la aleatoriedad se han
repartido todo el pastel y no han dejado ni migajas a la libertad, así libertad
al igual que alma se transforman en algo vacío sin
sentido.
El libre albedrío es un relato imaginario que los
humanos hemos inventado, pero el último clavo al ataúd del humanismo lo pone la
teoría de la evolución, ya que ésta no armoniza con almas ni tampoco con libre
albedrío. En esta teoría, todos los animales toman decisiones que se reflejan en
el código genético, ¿por qué si el hombre es libre debería haber sido diseñado
por la evolución?
Esto nos lleva a un segundo paso de la teoría que
Hariri y es que, si los organismos carecen de libre albedrío, significa que
podemos manipularlos y controlar sus deseos, mediante drogas, ingeniería
genética y estimulación directa al cerebro, algo que se probó en los
experimentos en robots y se han repetido en humanos y se ha determinado que se
puede dar esta manipulación, aniquilar sentimientos, reducir la depresión y
otros.
“El lavado de cerebro” ¿dejará de ser una
pesadilla de espías y enemigos y se transformará en cotidianidad, del hombre
angustiado y limitado al pequeño mundo del consumo?
alfredocesar7@yahoo.com.mx