NCeHu 20/17
En San Clemente del Tuyú
En enero de 2003 fui a pasar unos días de vacaciones a San Clemente
del Tuyú con mis hijos Martín y Joaquín, y mi nietita Ludmila de sólo once
meses.
Nos ubicamos en un departamentito a una cuadra del muelle de
pescadores, tal como me lo había pedido Joaco. Él compartía con nosotros algunos
momentos de playa, pero gran parte del día y de la noche se iba a
pescar.
Así que tanto Joaco como Martín y la beba, se lo pasaron comiendo
corvinas almuerzo y cena, absolutamente todos los días. Menos mal que se me
había ocurrido llevar un recetario para variarles el menú, aunque más no fuera,
en la forma de preparación. Pero como a mí no me gusta nada que salga del mar,
tenía que salir a comprarme alguna carne
alternativa.

Ludmila, de sólo once meses

Ludmila descubriendo conchillas en la playa de San
Clemente
San Clemente, si bien era una pequeña población durante todo el
invierno, en el verano se cargaba de turistas debido a la gran superficie de
arena y a que sus aguas eran relativamente menos frías que otra de la costa
bonaerense.
Y si bien era un lugar bastante tranquilo, tal como sucedía en
otros centros de veraneo, la mayor parte de la gente salía a “dar la vuelta al
perro” caminando o en el auto, concentradamente en la calle principal, al bajar
el sol de regreso de la playa. A mí eso me asustaba porque en ese entonces
Martín (11) le tenía mucho miedo a los perros, y corría el riesgo de salir
corriendo, pero cochecito en mano, hacía un gran esfuerzo para superarlo con el
fin de cuidar a Ludmila.
Muy cerca de San Clemente se encontraba el parque Mundo Marino,
donde una tarde concurrimos para poder observar tanto ejemplares de la fauna
marina, como espectáculos destinados a los niños. Y si bien la presentación de
la orca fue, sin duda, lo más impactante, a Martín lo que más le gustó fue el
show de los delfines.

Martín en Mundo Marino

Martín en un puentecito colgante
Al cabo de unos días, tanto por variar un poco la rutina playera
como por curiosidad personal, fui con Martín y Ludmila al parque Bahía Aventura,
a pocos kilómetros del lugar, donde se encontraba el faro San Antonio sobre el
cabo del mismo nombre, en la punta Rasa, límite sur de la desembocadura del río
de la Plata en el océano Atlántico. El origen del topónimo procedía de la
expedición de Hernando de Magallanes en el siglo XVI, ya que el cabo fuera
descubierto por la nave capitana “San Antonio”.
Primeramente, deambulamos por el Parque y nos internamos en un
bosque que nos protegió de los fuertes rayos solares, para después dirigirnos
hacia el imponente faro.

Martín llevando a Ludmila en el cochecito en el parque Bahía
Aventura

Añoso bosque permanentemente forestado

No había salida de Martín sin
pochoclos
En uno de los muros había una placa y un mapa como referencia a los
límites establecidos por el Tratado del Río de la Plata, firmado en el año
1973.

COMISIÓN ADMINISTRADORA DEL RÍO DE LA
PLATA
LÍNEA PUNTA DEL ESTE – PUNTA RASA (CABO SAN
ANTONIO)
HITO TESTIGO – PUNTA RASA
TRATADO DEL RÍO DE LA
PLATA Y SU FRENTE MARÍTIMO

Mirador del cabo San
Antonio
Durante la visita guiada nos dieron detalles de las características
e historia del faro de San Antonio, que había sido habilitado por la Armada
Argentina en 1892.
Su estructura constaba de una torre metálica tipo trípode o tronco
piramidal, a rayas horizontales negras y blancas, teniendo una altura de
cincuenta y ocho metros; y tenía una potencia de novecientas candelas, con
alcance luminoso de nueve millas. Nos comentaron que no solía repetirse el
diseño de los faros de todo el mundo; y que los casos excepcionales se
encontraban en costas muy alejadas unas de otras, para que no pudiera existir
confusión por parte de los navegantes.
Y si bien había una escalera caracol de doscientos treinta y nueve
escalones para ascender, habían incorporado un elevador externo para doce
personas, por lo que pude llegar a lo más alto del faro, y desde un mirador de
cristal, apreciar la bahía de Samborombón, la punta Rasa, el arroyo San
Clemente, y la costa de marismas.

Parte superior del faro de San Antonio

Faro de San Antonio en su base

La desembocadura del río de la Plata en el océano Atlántico desde
el faro San Antonio

Punta Rasa en el cabo San Antonio, límite sur de la desembocadura
del río de la Plata
La margen sur del río de la Plata, próxima a su desembocadura, se
caracterizaba por la formación de marismas. Una marisma es un ecosistema húmedo
con plantas herbáceas que crecen en el agua, que puede ser tanto salada como
dulce, y en este caso, era salobre, debido a las ingresiones permanentes del mar
sobre el río.
Las marismas son muy importantes para la vida salvaje siendo uno de
los hábitats preferidos para la vida tanto de diminutas algas planctónicas como
de variada fauna, fundamentalmente de aves. En el parque Bahía Aventura
protegían los humedales por considerarlos lugar de recepción de las aves que
venían desde el hemisferio norte.
Dentro de los ecosistemas de las playas, dunas costeras y marismas,
se encontraban diversas comunidades vegetales adaptadas a esos ambientes que
sufrían continuos cambios como inundaciones por mareas, desecaciones,
temperaturas elevadas en veranos, alta salinidad, fuertes vientos, y continuas y
fuertes ráfagas de arena. Y allí, además de la gran diversidad de aves,
abundaban los cangrejales, reptiles como la yarará o víbora de la Cruz, y
mamíferos como gatos monteses, zorros grises, hurones, comadrejas, cuises, y
tucu-tucus.

Marismas del cabo San Antonio

Agua salobre en las marismas del cabo San
Antonio

Un gran meandro de uno de los afluentes del arroyo San
Clemente

Marisma en la desembocadura de uno de los tantos
arroyuelos

Diversidad de aves, reptiles y mamíferos en las marismas del río de
la Plata

Vista panorámica de la bahía de
Samborombón

El camino hacia San Clemente desde el faro San
Antonio
El cabo San Antonio y las playas de San Clemente eran equivalentes
desde el punto de vista hidrográfico, a Punta del Este, en la margen norte del
río de la Plata. En dicha ciudad balnearia uruguaya, también las aguas dulces y
saladas se confundían permanentemente según las crecidas del río, las mareas y
el sistema de vientos.
Ana María Liberali
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