De la realidad cotidiana al futuro que
viene
“Nunca pienso en el futuro. Éste llega lo
suficientemente rápido” A. Einstein.
Alfredo César
Dachary
En estos complejos tiempos de angustia, de
carencia de previsibilidad por el quiebre de paradigmas y falta de señales
alentadoras, es difícil pensar en el futuro, aunque luego recordemos estos
tiempos como un hecho casi cotidiano.
Detrás de estos hechos hay otros más profundos y
grises que están transformando al mundo de manera radical, y cuando nos lleguen
nos podrán sorprender, pero al final sabemos que nada se puede retroceder en la
rueda de la historia.
Hoy estamos en medio de una lucha de las grandes
hegemonías, entre el gigante que hace todo lo posible por mantener el control
del poder mundial y los emergentes que pretenden compartir parte del mismo, una
historia tan antigua que se viene dando desde el comienzo de los imperios.
Lo que hoy nos toca vivir intensamente es un
segundo en la larga historia de la humanidad que deja una marca acorde al
impacto que imprime a ese tiempo y sus consecuencias, de allí que es muy fácil
seguir la coyuntura como historia real y dejar que el futuro nos alcance como
realidad emergente y, con ello, nuestro tiempo puede comenzar a agotarse.
Por lo mismo, ya no nos sorprende que en el siglo
XIX, tomando un caso de muchos, Der Leipziger Anzeiger haya formado esto que hoy
es cotidianidad pura, en tiempos en que está por emerger la fotografía, quieren
fijar fugaces reflejos no solo una cosa imposible, tal como ha quedado
comprobado después de una concienzuda investigación alemana, sino que el mero
hecho de desearlo es ya de por sí una blasfemia. Y es que detrás de esta
afirmación había algo muy sólido, la fe, por ello es que este científico, como
muchos más en su época, pensaba que si el hombre fue creado a imagen y semejanza
de Dios nadie puede fijar la imagen divina.
En el mismo siglo XIX, época donde emerge y se
consolida el capitalismo Patrick Geddes y Pedro Kropotkin, creían que la
electricidad daría paso a una nueva era neotécnica y se reconciliaría la ciudad
y el campo, el trabajo y el ocio, el cerebro y las manos, eran tiempos donde el
hombre creía que el gran desarrollo de la técnica abriría una era de paz y
felicidad, la sociedad pensaba en un futuro mejor, como lo plantea Julio Verne
en sus historias fantásticas.
Michael Worboys habla de la revolución
bacteriológica en Gran Bretaña en los 80´ del siglo XIX, pero se considera que
esos cambios llevan más tiempo y se vienen gestando desde décadas anteriores.
Clay Shirky ve la revolución digital en todas partes, pero fundamentalmente como
un negocio de los medios de comunicación. Pero las revoluciones no se pueden
predecir, se viven en tiempo real.
Esta necesidad de tiempo y asimilación de los
cambios lo vemos en uno de los medios más populares del siglo: la televisión,
que en 1970 llevó a Daniel Boorstin a sostener que el efecto democratizador de
la televisión ha sido llamativamente similar al de la imprenta, aunque la
televisión tenía claros antecedentes que la fueron consolidando, desde la
fotografía al cine, la radio y los periódicos.
Pero todos estos cambios se dieron en épocas
donde la temporalidad era lenta; hoy el tiempo parece compactarse y transcurrir
con mayor velocidad, nos hace sentir entre el presente y el futuro en una
especie de limbo, que no podemos muchas veces digerir y entender plenamente.
En la actualidad siguen saliendo reflexiones
sobre el futuro, aunque la gran mayoría se plantean en series, películas o
libros, todas coinciden en que éste será muy negativo, guerras, destrucción de
gran parte del planeta, sumado a la gran asimetría entre la gente, lo cual es un
coctel que deriva en escenarios donde emerge lo más oscuro del género humano.
Hoy en día, los grandes cambios tecnológicos
tienen su mejor reflejo y sus verdaderas consecuencias en la sociedad que lo
asume como un importe salto hacia adelante.
En Facebook, la gente comenzó por hacer de su
vida un producto para las diferentes formas de voyerismo que practica cada
quien, el hombre asume un papel en un reality show, con lo cual cree que sale
del anonimato, ya que se cuentan los seguidores, como fans, en realidad es una
medida de la autoestima.
En Facebook, se informa de todo, se ha
transformado en el libro de cabecera de todo sujeto que combina en parte el
voyerismo y en parte la información que es como la de la mayoría de los medios,
una visión superficial de lo que puede ser real, te informa para responder no
para resolver.
En Facebook está plasmado el diario de la vida,
con sus virtudes y debilidades, es el mejor test al que puede acceder el gerente
de recursos humanos cuando quiere conocer a alguien y logra entrar de diferentes
maneras a esa página.
Pero el costo de estar expuesto en la vida
privada, y en otros casos íntima y sentimental, es muy alto, como lo demostró un
experimento para medir los estados de ánimo de 1,095
personas durante una semana. El resultado fue categórico y favorable a
quienes no se conectaron con Facebook, éstos el 81% se sintieron más felices,
un 84% disfrutó más sus días; el 61% se mostraron más entusiastas. En el
mismo estudio se detectó que las personas que abandonaron Facebook, mejoraron
sus perspectivas negativas, o sea, su calidad de
vida.
Además de este medio, sus dos complementos Email
y Twitter expresan lo que se piensa, al mandarlo deja un registro de esto, el
cual es de más fácil acceso, y en una forma de relación aparentemente directa
pero muy anónima, salvo que entre por la vía de Skype u otros modelos de
comunicación.
El Email sirve para todo, desde encontrar pareja
a trabajo, desde comunicar con un familiar a recibir un chantaje por parte de
los delincuentes tecnológicos, todo es posible y además describe tus rutinas
como en Facebook, lo cual te expone a un mundo donde la vida cada vez tiene
menos valor.
Pero todo esto es cotidianidad, en realidad
¿hacia dónde vamos? “La revolución tecnológica” se mueve de una manera muy
precisa de la periferia al centro y viceversa, primero brindado confort en la
casa, luego entrando a las colonias con controles de servicios, de vigilancia,
agua, luz, tráfico, que en algunos casos como en el Valle del Silicio promueven
el control de la basura, para poder clasificar al vecino de ser responsable o no
en su relación con el ambiente.
La ciudad es el gran paso, Big Data controla
todo, las colonias y sus cámaras de filmación, los edificios inteligentes y sus
diferentes parámetros de consumo y uso, las calles controlando el tráfico y
castigando a los conductores que usan el auto solo sin compartirlo, y demás
formas de control, así llegamos al “1984”, donde un centro del poder nos
controla a todos, y lo que éste no sabe, lo tiene en los archivos
Facebook.
Así controlado el hombre, la tecnología le impone
reglas y normas, derivadas de las ideas poco humanizadas de los tecnólogos más
preocupados por el maltrato animal que por los niños abandonados, o por el osito
panda en vez de las mujeres y adultos mayores abandonados a su suerte, es el
“nuevo humanismo”.
El Smartphone tiene completo tu perfil y así se transforma en nuevo
consejero que te marca las opciones de trabajo que se ajustan a tus
características y ya en pleno conocimiento de ti, termina aconsejándote sobre tu
futura compañera. Ya en internet hay programas de acercamiento y de generación
de perfiles que son compatibles y demás fórmulas para alcanzar la
“felicidad”.
Pero la tecnología hoy te ofrece más que esto, ya
que las viejas muñecas sexuales inanimadas hoy son remplazadas por los llamados
robots sexuales, cuyas primeras versiones, como Roxxxy, ya circulan en el
mercado.
Con un aspecto exterior similar al de una muñeca
de goma, estas máquinas son capaces de hablar, escuchar y reaccionar al tacto,
afirma su fabricante, True Companion. No obstante, aún tienen un aspecto poco
realista y están diseñadas según un estereotipo
femenino.
Una vez más caemos en las manos de la
inteligencia artificial, la cual a su vez nos termina acorralando ya que crea
cada vez robots más eficientes, que nos desplazan en el trabajo, lo cual nos
enfrenta a un serio problema de difícil resolución.
El proceso de robotización o artificialidad de la
especie viene avanzando a pasos agigantados, pero en realidad no sabemos dónde
pretende llegar. Hay solo dos grandes opciones: por un lado, los robots como los
“esclavos modernos del hombre”; la segunda es aterradora pero no se la puede
dejar de nombrar, el hombre da el salto final para romper con la especie, al
integrar su cerebro a un cuerpo que duraría mucho tiempo.
Para muchos esto es ciencia ficción, para
nosotros la ciencia ficción es ya realidad, pero siempre se termina en el punto
del comienzo, ¿quiénes podrían acceder a este cambio?, el 1% de los que
disfrutan de más de la mitad de la riqueza planetaria o ¿quién más?
Stephen Hawking hace una predicción muy apocalíptica del futuro
del planeta, y ve como única salida un viaje a otro planeta que aún se está
buscando, para ello se necesita un hombre que pueda vivir lo suficiente para
llegar con vida y fuerza para iniciar la colonización de éste; lo que sigue se
lo dejamos a su imaginación…
alfredocesar7@yahoo.com.mx