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Paseando por Medellín
El martes 17 de enero nos pasó a buscar por el hotel nuestra colega
Raquel Pulgarín con el fin de dar un paseo por el barrio La Candelaria, pleno
Centro de Medellín. Así que caminamos unas cuadras hasta el parque Berrío, desde
donde pudimos observar varios edificios de bancos y oficinas, y la basílica
Nuestra Señora de la Candelaria.

Estación de metro Parque
Berrío

Edificio de la inmobiliaria
Nutibara

Edificio del banco de la República

Basílica Nuestra Señora de la
Candelaria y detrás, el banco de la
República

Basílica Nuestra Señora de la
Candelaria desde el parque de Berrío
El parque de Berrío era un espacio equivalente a la plaza de Mayo
de Buenos Aires, no sólo por estar rodeado por la iglesia y los principales
edificios públicos, localización típica de las ciudades hispanoamericanas, sino
por haberse constituido en un lugar donde, sobre las bancas, muchas personas
sentaban las bases de sus negocios, así como los reclamos de los habitantes de
la ciudad. Era justamente allí donde las madres de los secuestrados se reunían
dos veces al año, en los meses de junio y diciembre, a pedir por sus hijos; como
así también en esa plaza se concentraban los
desocupados.

Estatua en honor del abogado,
militar y político colombiano Pedro Justo Berrío

Pesebre con grandes figuras que aún permanecía en pie

Edificio del Bancolombia

Mucha gente y diversidad
comercial en el distrito La Candelaria

Caminando por la
peatonal
Mientras nos desplazábamos por la avenida Carabobo, nos topamos con
un grupo de personas que se encontraban frente al banco Agrario. Y al averiguar
de qué se trataba, nos indicaron que estaban en busca de subsidios por problemas
causados en sus campos por las FARC o por el
ejército.

Banco Agrario de Colombia en la avenida
Carabobo
Nos desviamos por la calle 51 para admirar la iglesia de la
Veracruz, de estilo barroco popular, y retomamos la avenida Carabobo hasta
llegar al Museo de Antioquía.

Iglesia de la Veracruz, de
estilo barroco popular en la calle 51

Por la avenida
Carabobo

Llegando al museo de
Antioquía

Con Omar frente al museo de
Antioquía
Y justo enfrente del museo de Antioquía se encontraba la plaza
Botero, donde se exponían esculturas del artista colombiano más reconocido a
nivel internacional. Fernando Botero, oriundo de Medellín, era, según el
designio popular, el que “pinta gente gorda”; pero para el pintor, agregarle un
aspecto más “voluminoso”, como él prefería llamarlo, implicaba añadirles belleza
estética a sus obras, y desde ya, que eso fue lo que le diera un sello
distintivo.

La avenida Carabobo separaba
al museo de Antioquía de la plaza Botero

Con Raquel Pulgarín en la plaza Botero

Cúpula del palacio de la
Cultura Rafael Uribe Uribe, de estilo neogótico, desde la plaza
Botero

En la plaza Botero se exhibían
veintitrés esculturas del afamado artista

En primer plano: “Hombre a
Caballo”, y detrás: “El Soldado Romano”

Caballo con bridas

Gato – 1993 –
Bronce

Adán y
Eva

Maternidad

Continuamos caminando por la
colorida y concurrida peatonal
Durante la tarde hicimos una visita a la Universidad de Antioquía
donde la Dra. Raquel Pulgarín nos presentó a varios profesores con quienes
mantuvimos interesantes conversaciones.
Y siendo ya las ocho de la noche, después de un día de mucha
actividad, en el restorán del hotel nos sirvieron una “bandeja”, que consistía
en un trozo de carne de res, arroz, maduro (que era banana), ensalada, frijoles
y arepa.

Exquisito plato
típico
Si bien estábamos muy cansados, tampoco hubiese habido
posibilidades de hacer una salida nocturna, ya que todo terminaba muy temprano,
por lo que a las nueve de la noche ya estábamos
durmiendo.
Ana María
Liberali
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