Vacaciones distendidas en Salta
En enero de 2015, con Omar decidimos tomarnos unas
vacaciones distendidas, en un lugar que, además de alejarnos de la ciudad de
Buenos Aires y sus alrededores, nos permitiera ponernos al día con la lectura y
escribir textos pendientes. Y fue así que recorrimos con el dedo el mapa de la
cordillera de los Andes de norte a sur en el sector argentino, y elegimos la
hermosa ciudad de Salta, donde alquilamos un departamento no sólo por el menor
valor relativo que el de un hotel, sino por no tener siquiera la obligación de
levantarnos a la hora del desayuno.
El
lunes 5 de enero a las 7 de la mañana salimos de casa junto con mis nietas
Ludmila (12) y Laurita (11), porque el avión debía partir a las 8,45; pero en
Aeroparque había una fila larguísima de LAN debido a un presunto paro de
personal de tierra. Finalmente decolamos a las 11,40 y después de un vuelo
excelente aterrizamos una hora y cincuenta y cinco minutos después en el
Aeropuerto Martín Miguel de Güemes. Y allí, el tema de los remises era un
verdadero caos, y si bien entregaban números, nadie respetaba el orden, en
consecuencia, tomamos el primero que se nos presentó oportuno. Y prontamente nos
instalamos en el departamento de Deán Funes 45, primer piso por escalera. Tenía
tres ambientes y aire acondicionado, aunque sólo fuera necesario para las
primeras horas de la tarde, ya que la mañana y la noche eran relativamente
frescas, aunque fuera pleno verano.
Habiendo pasado ya el mediodía y no contando aún
con vituallas para cocinar, fuimos a almorzar a un restorán de la misma cuadra.
Las nenas pidieron una milanesa napolitana con papas fritas, y Omar y yo,
matambre al verdeo con ensaladas. Todo con bebidas, costó
305$.
A la tarde vinieron mi hijo Joaquín y su novia
Irina, quienes estaban parando en el Camping Balneario Municipal, a buscar a
Ludmila y Laurita para llevarlas a pasear. Y entonces aproveché para ir a
comprarles sendas mochilas para ponerlas en los zapatos esa noche de
Reyes.
En los días sucesivos, habiéndonos munido de
variedad de comestibles en el supermercado VEA, preparamos almuerzos y cenas
compartiendo divertidas sobremesas, y mirando las tres novelas que Canal 13
emitía en ese entonces: Guapas, Noche y Día, y Las Mil y Una
Noches.
Del 9 al 13 de enero, el resto de la familia se
fue a recorrer los Valles Calchaquíes por lo que Omar y yo aprovechamos para
trabajar sobre un libro de América Latina, y programar actividades para el año
que se estaba iniciando.
Todos los días, al caer la tarde, salíamos a
caminar por los alrededores de la plaza 9 de Julio, tal cual lo hacían
habitualmente los salteños. La zona había sido remodelada en los últimos
tiempos, y contaba con una gran variedad de comercios y barcitos con mesas en la
vereda y sus respectivas sombrillas que la hacían muy agradable, y allí se
instalaban tanto familias locales como turistas nacionales y extranjeros. Y si
bien educadamente, y sin ningún tipo de agresión, varias personas se acercaban
asiduamente a vender diferentes productos o a pedir alguna
ayuda.
El sábado a la noche nos dirigimos a la calle
Balcarce, la de mayor concentración de peñas de la ciudad. Casi no se podía
caminar por la cantidad de gente que circulaba por allí, y si bien era víspera
de domingo, el tiempo acompañó con un cielo estrellado y una temperatura más que
agradable. La mayoría de los restoranes tenía sus mesas afuera, y eso nos tentó
para cenar en uno de ellos.
La Catedral Basílica de Salta
que iluminaban al caer la tarde

Una de las torres de la
Catedral junto al Banco Macro

Reflejo de la cúpula de la
catedral en el banco Macro

El Arzobispado junto a la otra
torre de la Catedral

Catedral y banco Macro vistos
desde la calle España

Muchos parroquianos en el Café
Van Gogh

Vista del Café Van Gogh desde
la calle Zuviría

El Museo de Arte Contemporáneo
de Salta en la intersección de las calles Zuviría y
España

Recova
del Museo de Arte Contemporáneo de Salta
El 13 de enero volvieron
Ludmila, Laurita, Joaquín e Irina y se agregó Roque, su hermano. Pero, como no
podía ser de otra manera en el verano salteño, el tiempo desmejoró
repentinamente, y comenzó a llover cada vez más. La lluvia continuó durante todo
el día siguiente, pero no nos intimidó. Por eso, regresamos a la calle Balcarce,
que a diferencia de lo ocurrido el sábado anterior, tenía los locales
gastronómicos completamente vacíos. Fue la razón por la cual desde todos lados
pretendían que entráramos, y ganó nuestra presencia la Peña Don Oscar que logró
atraparnos no cobrándonos el espectáculo.

La Peña Don Oscar durante el
espectáculo
Las comidas regionales estaban muy gustosas y se presentaron una
sucesión de artistas que interpretaron diversidad de temas folklóricos. Y de
pronto, varios integrantes del cuerpo de ballet, invitaron a algunos comensales a subir al escenario, y
entre ellos estaba Joaquín. Y si bien al principio se negó, la insistencia de la
bailarina lo obligó a no ser descortés, pese a la mirada fulminante de su
novia.
Primero, uno de los “gauchos”
le comenzó a hacer preguntas indiscretas y a hacer gracias con sus respuestas; y
después le pidió que zapateara y que bailara un gato. Y él, que tocaba la
batería pero que no sabía bailar absolutamente nada, hizo lo que pudo,
confirmando el dicho del compositor salteño Payo Solá: “El que toca nunca
baila”.

Cuando la bailarina invitó a
Joaquín a subir al escenario

Cuando el “gaucho” tomaba en
gracia las respuestas de Joaquín

Joaquín bailando gato junto con otras espontáneas
parejas
Ya siendo la cero hora del 15 de enero festejamos el cumpleaños de
Irina. Roque le había encargado un pequeño tiramisú y yo le pedí a la camarera
que les avisara a los músicos que le dedicaran el “Feliz Cumpleaños”, lo que fue para ella
una grata sorpresa.

Irina a punto de apagar la
velita, junto a Joaquín y su hermano Roque

Joaquín entregándole regalos a
Irina

Laurita, como siempre, jugando
con su papá
Ya de madrugada, cuando
Joaquín, Irina y Roque regresaron al campamento lo encontraron inundado, así que
los recibimos en nuestro departamento donde se acostaron en el piso con sus
bolsas de dormir y algunas frazadas a modo de colchón. Y en cuanto se secaron
sus pertenencias, dejando a las nenas a nuestro cuidado, partieron para
Bolivia.
Ana María Liberali