De la Villa de Merlo a San Miguel de
Tucumán
El martes 6 de septiembre de 2016, en la empresa
Expreso del Oeste, partí de Retiro rumbo a la Villa de Merlo llegando al día
siguiente por la mañana, y me alojé en el hotel Algarrobo sobre la avenida del
Sol.
Tras un breve descanso me dirigí a Barranca
Colorada donde se encontraba la Facultad de Turismo y Urbanismo de la
Universidad Nacional de San Luis, donde tenía lugar el I Congreso de Turismo en
Serranías coordinado por la Dra. Beatriz Goldwaser.
El predio era realmente hermoso, no sólo por las
comodidades internas que ofrecía sino por el amplio espacio al aire libre con el
panorama de la sierra de los Comechingones.
Allí me encontré con viejos amigos y conocidos de
encuentros previos como Alfredo César Dachary, Stella Maris Arnaiz Burne, María
Lidia Soria, María del Carmen Labey, y con Juan José Bertolino y Diego Díaz, a
quienes hacía mucho tiempo que no veía. Y conocí a otros nuevos, que además de
haber demostrado sus capacidades académicas, me resultaron buena
gente.
Esa tarde Mapu, una joven periodista que participaba de un programa
de cultura general en una radio local, me hizo una entrevista referida a mi
opinión acerca del Congreso, y sobre cuál era mi parecer respecto de los
problemas que enfrentaba la Villa de Merlo en cuanto a la actividad turística. Y
mi respuesta rotunda fue, por un lado, lo importante que me parecía tanto la
cantidad como el nivel de la gente que participaba del Congreso; y a lo segundo,
la escasez de agua, ya que la localidad venía creciendo a un ritmo
aceleradísimo, y casi todos los hospedajes contaban con piscinas, por lo que, en
el verano, ya solían cortar el agua a toda la población durante varias horas al
día.
Todo el resto de la jornada permanecí escuchando ponencias que me
parecieron muy interesantes, y constituyeron un valioso material para mis
cátedras universitarias.
Estaba tan cansada que, cuando regresé al hotel, pensé que no iría
a cenar, así que me tiré en la cama y me puse a mirar televisión. Era el canal
Encuentro, y estaban pasando un programa en que un director de teatro trabajaba
con el Grupo Esperanza, el cual se trataba de personas con diferentes
discapacidades a las que había convertido en excelentes actores, permitiéndoles
traspasar las situaciones que les generaban graves conflictos. ¡Hasta logró que
un ciego se desplazara por el escenario sin bastón en el rol de payaso! Una
verdadera genialidad.
Ya recuperada y siendo una noche espectacular, salí a caminar por
la avenida del Sol, deteniéndome en el restorán El Tono donde me deleité con una
deliciosa cazuela de humita.
Continué hasta el cajero automático que estaba en la puerta del
Casino Flamingo, y entré. Ya había estado en otras oportunidades y siempre me
había llamado la atención que allí no hubiera separación entre el restorán con
escenario para espectáculos donde se encontraban muchas familias, y las máquinas
tragamonedas. Sólo había un cartel donde decía que no podían ingresar menores de
dieciocho años, pero muy cercanos habían instalado juegos para los más
chiquitos.
Y si bien no tolero los tragamonedas, me gusta mucho la ruleta,
aunque nunca me ocasionó problemas porque asisto en muy pocas ocasiones; y gano
o pierdo poco, porque nunca arriesgo más de lo que puedo jugar. Y si bien esa
noche no me fue bien, me divertí un rato y regresé al hotel mucho más tarde de
lo que lo habían hecho los demás pasajeros que pertenecían a un grupo de
turistas jubilados.
El jueves 8, Beatriz me pasó a buscar temprano para regresar al
entorno del Congreso donde nuevamente compartí gratos momentos con varios
asistentes. Y allí se dieron varias casualidades.
La primera de ellas tuvo que ver con María Cecilia González,
representante de la provincia de La Rioja, quien no sabía cómo explicarme dónde
quedaba Anjullón, pueblo donde había pasado parte de su niñez. ¡Y qué grande fue
su sorpresa cuando le comenté que yo me encontraba justamente allí en julio de
1969, mientras la Apolo XI llegaba a la
Luna!
Por otra parte, Luisina Zuccarini, una joven representante de la
Universidad Nacional del Sur, quien siendo oriunda de Pigüé, me indicó a quien
podría donar unos documentos de mi tío abuelo Lorenzo Raggi. Él había sido uno
de los ocho mil reservistas que fueran destinados a Cura Malal durante la
primera conscripción argentina en abril de
1896.

La Dra. Beatriz Goldwaser durante su
alocución
Esa noche tuvimos la cena de camaradería en el restorán Mirando
Lejos. Nunca había comido un chivito tan rico y tan
abundante.
A los postres subió al escenario un excelente guitarrista invitado
por el periodista, escritor y docente Alberto Trossero. El joven interpretó
varios temas folklóricos, algunos de los cuales fueron acompañados en el canto y
el recitado por algunos de los comensales. Sin embargo, para bailar, se le pidió
nada menos que Bombón Asesino. ¡Terrible lo
nuestro!

Con Beatriz Goldwaser en el restorán Mirando
Lejos
El viernes 9 participé del cierre del Congreso, y por la tarde,
luego de un suculento almuerzo en la terminal de ómnibus, partí en un micro de
la empresa Chevallier rumbo a Córdoba Capital. También viajaban en el mismo
vehículo, otros participantes, pero no nos tocaron asientos cercanos por lo que
no tuvimos oportunidad de conversar durante el
viaje.
Y si bien no era mi intención, en cuanto
arrancamos me dormí profundamente, y cuando me desperté ya estábamos próximos a
Nono, una de las localidades turísticas más bonitas de Traslasierra, en la
provincia de Córdoba.

Cercanías de Nono, en
Traslasierra
Enseguida ingresamos en la Pampa de Achala,
situada a unos 2200 m.s.n.m. en la zona central de las Sierras Grandes, el
cordón montañoso de mayor altura de la provincia de Córdoba. Y tenía la
particularidad de ser un ecosistema que constituía una reserva hídrica natural
por regular el caudal de los ríos y arroyos de los valles cordobeses. Las
precipitaciones promediaban los 800 mm anuales, y si bien la concentración de
las lluvias se producía en verano, la presencia de agua estaba garantizada todo
el año en forma de neblina, nevadas o heladas, siendo receptada por el manto
vegetal que funcionaba como una esponja, y luego, por decantación era el
alimento de diques y lagunas que permitían desarrollar las diferentes
actividades turísticas y económicas de toda la región. Por esa razón, el
Gobierno de Córdoba había decretado a la región “Reserva Hídrica Provincial
Pampa de Achala”.
Justamente las plantas xerófilas predominantes,
características de zonas desérticas, son las que se destacan por ser muy
eficientes en la captación de agua. Y allí se encontraban, entre otras los
pequeños espinillos, tabaquillos, cactáceas, colas de zorro o plumerillos,
pastos duros como el espartillo, y algunas
gramíneas.
Además, era un refugio para gran cantidad de
fauna, que, en algunos casos, se encontraba únicamente en este lugar. Aunque no
los pude ver en ese momento, sabía que había cóndores, águilas moras, gatos
monteses, zorros grises, lagartijas, víboras, cuises, y batracios en las
cercanías de cursos de agua.

Vista del macizo Los Gigantes,
de 2340 m.s.n.m. desde la ruta provincial nro.
28

Frecuentes incendios en época
de ausencia de lluvias

Detalle del incendio en las
Sierras Grandes

Valles angostos y profundos producto de la
particular tectónica del lugar

Gran variedad de rocas:
ígneas, sedimentarias y metamórficas

Paredón de la Pampa de Achala,
en las cercanías del paraje “La
Pampilla”

Rocas ígneas y metamórficas
del Paleozoico Inferior

Antiguas formaciones
re-estructuradas por el movimiento
andino

Pequeños arbustos entre rocas
y pastizales

Escasa
vegetación compuesta por pastos duros

La
baja palatabilidad de los pastizales limitaba la cría de ganado

Atardecer en la Pampa de
Achala

El sol ya había desaparecido
pero no la luminosidad

Y con la vista perdida en el
horizonte…

Disfruté cómo las sombras lo cubrían
todo
Pasamos por la quebrada del Condorito cuando ya
estaba oscuro, llegando a Córdoba a las diez de la noche. Tenía dos horas de
espera hasta tomar el ómnibus de la empresa Gral. Urquiza con destino a San
Miguel de Tucumán, paso obligado para arribar a Santa María, ciudad catamarqueña
que carecía de una buena comunicación terrestre con su ciudad capital. Pero el
tiempo se me pasó rápido por compartir un tostado con gaseosas con María
Cecilia, quien también debía tomar un micro con destino a La Rioja a la
medianoche.
Dormí toda la noche y me desperté cuando estábamos
ingresando a la terminal de ómnibus de San Miguel de Tucumán, aquella que se
construyera en tiempos en que Palito Ortega gobernara la provincia, en los
primeros años de la década del ’90. Y si bien continuaba siendo muy funcional en
medio de un shopping, se encontraba bastante descuidada en relación con sus
primeros tiempos en que había hasta maleteros uniformados.
Después de dar varias vueltas para estirar un poco
las piernas y pasar por el cajero automático, me instalé en uno de los bares con
wifi para poder contestar mensajes y avanzar con algunos trabajos pendientes. Y
luego de un abundante almuerzo, rumbeé hacia Santa María en un ómnibus de la
empresa Aconquija.
Ana María
Liberali