El 17
de septiembre de 1894 fallecía José Manuel Estrada. Destacamos en su figura la
firmeza ética, la claridad de sus ideas, el fervor para comunicarlas y
sostenerlas, y las páginas escritas sobre la educación de la juventud, que
constituyen fuentes fundamentales de referencias pedagógicas y de formación
moral. Se desempeñó como profesor secundario y universitario, defendiendo la
libertad de cátedra a través de la manifestación de sus ideas.
Entre otros cargos, Estrada ocupó el de rector del Colegio Nacional Buenos
Aires, siendo designado el 16 de julio de 1876.
Como rector emprendió una serie de reformas en el currículo: agregó temas de Historia argentina para hacer brotar en los alumnos un
sentimiento de sano patriotismo, e incorporó el estudio de las instituciones del
federalismo. Además impulsó un aumento en el salario de los profesores,
ya que «la vocación del profesor no se confunde con la
del mártir, ni con la del penitente».
Entre sus muchos discursos —que
mostraron su capacidad docente y su oratoria engalanada y apasionada— se
conservan aquellos que tuvieron por audiencia a los alumnos del Colegio
Nacional, entre ellos, el efectuado con motivo de la muerte del exgobernador
Juan Manuel de Rosas,
a quien presentó como «dos hombres: el caudillo y el tirano». Una de las locuciones del discurso,
«¡Desgraciados los pueblos que olvidan!», se
transformó en un pensamiento señero dentro de la Historia político-social y
constitucional de Argentina.
Además
fue un férreo defensor del sufragio universal, rechazando las propuestas de voto
calificado.
El día 17 de septiembre, en conmemoración de su
fallecimiento, se festeja en la Argentina el Día del
Profesor.