El desarrollo sustentable y la calidad de
vida
“Que
la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina”.
Hipócrates.
Alfredo César
Dachary
El concepto de belleza en la Edad Media estaba
asociada a la alimentación y se expresaba en gente, tanto hombres como mujeres
regordetes, ya que las grandes hambrunas eran lo opuesto y la delgadez podría
asimilarse a la pobreza.
Desde la mitad del siglo XX, esto comienza a
cambiar radicalmente y la delgadez es aún la expresión de belleza frente a la
gordura, que se considera señal de una enfermedad. Esto cambió radicalmente la
idea de belleza y hoy la mayor expresión de la pobreza es la gordura y mucho más
en los países emergentes donde la harinas y aceites de mala calidad dominan la
dieta del superviviente y se expresan en muchos kilos demás.
Todo cambia, las semillas naturales por las
transgénicas, los productos alterados como las frutas y las verduras además de
las aves, pescados y huevos, son el producto masificado de grandes centros de
reproducción de aves o peces donde éstos son exigidos a consumir para engordar
en menos tiempo a través de la luz, en el caso de las aves, o inyectando oxígeno
al agua para los peces, el resultado es esta nueva alimentación, cuyos
resultados hoy se consideran una nueva pandemia, que destroza a la gran
población de escasos recursos y enriquece a los grandes productores.
Solo en los países sustentables, como son algunos
de los países desarrollados, especialmente los países nórdicos, están tomando
medidas para regresar a una producción agrícola que combine productos y frutos
del ciclo de la naturaleza, que son menos atractivos visualmente pero más
nutritivos alimentariamente.
En el mes de marzo de este 2016, el Parlamento
Europeo aprobó una nueva ley que otorga a los Estados miembros nuevos poderes
para prohibir el cultivo de organismos modificados genéticamente en sus
territorios, y por primera vez, se permite a los gobiernos prohibir categorías enteras de cultivos
transgénicos.
Para las asociaciones ecologistas Amigos de la Tierra, CECU, COAG,
Ecologistas en Acción y PALT esta decisión puede repercutir negativamente en el
sector agrícola español con la entrada
de nuevos transgénicos, puesto que el Estado también puede abrir la puerta a más variedades
de organismos modificados genéticamente (OMG).
La divergencia de posturas en el seno de la Unión
Europea acerca de la normativa que debe regular los transgénicos, con los países
enfrentados en bloques, ha llevado a las autoridades europeas a no acordar una
posición común y dejar en manos de cada Estado el veto o la aceptación de nuevos
cultivos de OMG.
La
Unión Europea no es una unidad de países con desarrollos y conciencias
similares, hay asimetrías profundas en su interior y los más pobres pueden optar
por los OMG y los más desarrollados por proteger su germoplasma de estos nuevos
monstruos genéticamente alterados.
Entre los países que han optado en la Unión
Europea por proteger su patrimonio de germoplasma e iniciar una política de
agricultura organizada está Dinamarca, país que pone en marcha un ambicioso
proyecto para duplicar, de cara al 2020, el número de hectáreas dedicadas a
agricultura ecológica y sostenible.
Estas políticas lo han posicionado como un
referente mundial en materia de alimentación orgánica, ecológica y sostenible
antes de 2020, a partir de un plan que
incluye subvenciones a los agricultores que quieran sumarse al cambio de
modelo o medidas drásticas como que el 60% de las cosechas orgánicas se
entreguen a hospitales, escuelas y comedores comunitarios, comenzando la
socialización desde la base y por ingresos como en otros países, donde los
productos orgánicos son muy caros, menos duraderos pero más ricos en vitaminas y
demás componentes.
Para la Organización de las Naciones Unidas para
la Alimentación y la Agricultura (FAO), orgánicos son todos aquellos sistemas de
producción que tratan de optimizar al máximo los recursos naturales, renunciando
a utilizar fertilizantes y plaguicidas sintéticos y que priorizan siempre las
energías renovables.
Esta iniciativa parte de una base sólida, la
educación y toma de conciencia de toda la sociedad que se refleja inicialmente
en un estudio encargado por el gobierno, que dio como resultado que el 97% de ellos conoce e identifica el
logotipo que certifica que un determinado producto de un supermercado es
orgánico, y este logotipo en un cuarto de siglo de vida se ha posicionado
al extremo de tener una popularidad sin precedentes.
Esto se refleja en la cotidianidad, ya que los
ciudadanos daneses están muy concientizados del valor para la calidad de vida
del consumo de alimentos ecológicos y por ello hay muchísima demanda en los
supermercados.
Éste no es un fenómeno urbano, sino nacional ya
que hay muchas tiendas en las carreteras del país, donde los propios
agricultores venden sus productos de manera directa, haciendo de estas políticas
de vanguardia un frente amplio donde participan los urbanos, campesinos y
habitantes de pequeños pueblos.
El empoderamiento danés de los productos
orgánicos se refleja no solo en las compras sino en una nueva cocina nórdica,
que se ha centrado en este tipo de productos, lo que ha provocado que mucha
gente se preocupe por la calidad y el origen de lo que adquiere y consume, algo
que antes no era tan acusado, algo que ha cambiado el paradigma del consumo de
alimentos, mutando cantidad por calidad.
El objetivo central de estas políticas que ha
puesto en marcha Dinamarca es generar una verdadera revolución agraria, no a
partir de la propiedad de la tierra sino desde cómo se produce y qué exige hoy
un consumidor responsable.
Esta estrategia lleva a duplicar el número de
hectáreas dedicadas al cultivo de alimentos orgánicos, que en el 2007, era de 150,000 hectáreas y en la
actualidad llega a unas 200,000 hectáreas, y la meta para el año 2020 es llegar
a las 300,000 hectáreas, en un país con solo 5.6 millones de habitantes y una
superficie de unos 43,000 km2, sin contar
Groenlandia.
Los
motivos son de índole medioambiental, en un país con pocas tierras y donde la
producción agropecuaria requiere grandes inversiones por la ubicación geo
climática de este país.
Esto es posible porque Dinamarca le ha proporcionado a su población
estándares de vida por encima del promedio del resto de Europa, y se encuentra en el puesto 16 en cuanto a PIB por capital y en
lugar número 5 a nivel mundial en PIB (nominal) por capital. De acuerdo al Grupo
del Banco Mundial, Dinamarca tiene el mercado laboral más flexible de Europa, lo
que permite que sea muy fácil contratar, despedir y encontrar un trabajo, para
una fuerza laboral de 2.9 millones de personas, altamente capacitadas, ya que es
el cuarto país con mayor proporción de población con estudios superiores del
mundo.
Pero hay también un criterio económico en esta
revolución silenciosa y es que se ha masificado la gran demanda de estos
productos, lo que obliga a importar muchos productos orgánicos de otros países,
la revolución en el consumo se adelantó a la del mercado productivo.
Económicamente, el objetivo es producir lo
suficiente como para satisfacer esa demanda interna creciente, pero también está
que una vez satisfecho el mercado interior aumentar las exportaciones de
productos orgánicos que se van imponiendo como forma de consumo y calidad de
vida a nivel mundial, limitados por la falta de competitividad en producción que
tiene la agricultura tecnificada y con gran aporte de agroquímicos, que son más
baratos aunque con un costo en las personas muy
elevado.
Por ello es que en este programa destacan las
partidas destinadas a los propios agricultores que se decidan dar el paso a este
cambio radical de tipo de producción, comenzando por la existencia de una ayuda enfocada a analizar si es rentable
convertir una finca tradicional en ecológica y que esa transformación se
pueda mantener en el tiempo.
Otra característica importante, alejada de la
visión neoliberal, es que en todo ese proceso, el sector público va por delante,
ya que el Gobierno quiere convertir sus propias tierras en predominantemente
ecológicas, asumiendo un principio ya definido de dejar a las próximas
generaciones un territorio manejado equilibrada y
racionalmente.
Esto explica porque esta política es de carácter social, o sea, llega
a todos los habitantes al extremo de que en los comedores públicos se ha puesto
encima de la mesa el objetivo de alcanzar el 60% en comida orgánica, y en las grandes ciudades como Copenhague, los productos orgánicos
alcanzan un 90%.
Peter Wessel, periodista y poeta danés, explicaba
esto así: “Hay una tendencia muy arraigada entre la gran mayoría de los
ciudadanos de mi país que pasa por un afán de intentar volver a la naturaleza.
Dinamarca podría ser el país más pobre del mundo, porque al fin y al cabo no
tiene de nada. No hay ningún recurso natural salvo los niños y los peces en el
mar”, bromea. “Eso obliga a cuidar
lo poco que se tiene y tratar de sacarle el máximo partido posible agudizando el
ingenio”, reflexiona.
Pero la agricultura sostenible en Dinamarca es
sólo un compromiso más del país con la ecología, siendo en este modelo la
energía renovable el principal protagonista, y en el 2015, la energía eólica,
generó un 42% del total de su
electricidad proveniente de estas plantas.
Así la sustentabilidad se presenta como debe ser
y no lo que queremos adecuar, en países que no son ricos pero tienen una base
sólida cultural y cívica, que permite una sociedad más equitativa, que es la
única base en la que se puede asentar un desarrollo sustentable. Por ello,
desarrollo sustentable y calidad de vida son productos de la democracia real no
la del voto, y son posibles donde la libertad se ejercita plenamente por la
sociedad cuando ésta ha podido librarse de la lacra de la corrupción.
alfredocesar7@yahoo.com.mx