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Asunto: | NoticiasdelCeHu 119/º16 - Origen y auge de las lumpenburguesías latino americanas (Jorge Beinstein) | Fecha: | Martes, 10 de Mayo, 2016 22:02:48 (-0300) | Autor: | Noticias del CeHu <noticias @..............org>
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NCeHu
119/16
Origen y auge de
las lumpenburguesías latinoamericanas
Jorge Beinstein, AlaiNetJaque al
neoliberalismo, 5/5/16
A raíz de la llegada Mauricio Macri a la
presidencia se desató en algunos círculos académicos argentinos la reflexión en
torno del “modelo económico” que la derecha estaba intentando imponer. Se trató
no solo de hurgar en los curriculum vitae de ministros, secretarios de estado y
otros altos funcionarios sino sobre todo en la avalancha de decretos que desde
el primer día de gobierno se precipitaron sobre el país. Buscarle coherencia
estratégica a ese conjunto fue una tarea ardua que a cada paso chocaba con
contradicciones que obligaban a desechar hipótesis sin que se pudiera llegar a
un esquema mínimamente riguroso. La mayor de ellas fue probablemente la
flagrante contradicción entre medidas que destruyen el mercado interno para
favorecer a una supuesta ola exportadora evidentemente inviable ante el
repliegue de la economía global, otra es la suba de las tasas de interés que
comprime al consumo y a las inversiones a la espera de una ilusoria llegada de
fondos provenientes de un sistema financiero internacional en crisis que lo
único que puede brindar es el armado de bicicletas especulativas.
Algunos
optaron por resolver el tema adoptando definiciones abstractas tan generales
como poco operativas (“modelo favorable al gran capital”, “restauración
neoliberal”, etc.), otros decidieron seguir el estudio pero cada vez que
llegaban a una conclusión satisfactoria aparecía un nuevo hecho que les tiraba
abajo el edificio intelectual construido y finalmente unos pocos, entre los que
me encuentro, llegamos a la conclusión de que buscar una coherencia estratégica
general en esas decisiones no era una tarea fácil pero tampoco difícil sino
sencillamente imposible. La llegada de la derecha al gobierno no significa el
reemplazo del modelo anterior (desarrollista, neokeynesiano o como se lo quiera
calificar) por un nuevo modelo (elitista) de desarrollo, sino simplemente el
inicio de un gigantesco saqueo donde cada banda de saqueadores obtiene el botín
que puede obtener en el menor tiempo posible y luego de conseguido pugna por más
a costa de las víctimas pero también si es necesario de sus competidores. La
anunciada libertad del mercado no significó la instalación de un nuevo orden
sino el despliegue de fuerzas entrópicas, el país burgués no realizó una
reconversión elitista-exportadora sino que se sumergió en un gigantesco proceso
destructivo.
Si
estudiamos los objetivos económicos reales de otras derechas latinoamericanas
como las de Venezuela, Ecuador o Brasil encontraremos similitudes sorprendentes
con el caso argentino, incoherencias de todo tipo, autismos desenfrenados que
ignoran el contexto global así como las consecuencias desestabilizadoras de sus
acciones o “proyectos” generadores de destrucciones sociales desmesuradas y
posibles efectos boomerang contra la propia derecha[1]. Es evidente que el
cortoplacismo y la satisfacción de apetitos parciales dominan el
escenario.
En la década de 1980 pero sobre todo en los años 1990 el
discurso neoliberal desbordaba optimismo, el “fantasma comunista” había
implotado y el planeta quedaba a disposición de la única superpotencia: los
Estados Unidos, el libre mercado aparecía con su imagen triunfalista prometiendo
prosperidad para todos. Como sabemos esa avalancha no era portadora de
prosperidad sino de especulación financiera, mientras la tasas de crecimiento
económico real global seguían descendiendo tendencialmente desde los años 1970
(y hasta la actualidad) la masa financiera comenzó a expandirse en progresión
geométrica. Se estaban produciendo cambios de fondo en el sistema, mutaciones en
sus principales protagonistas que obligaban a una reconceptualización. En el
comando de la nave capitalista global comenzaban a ser desplazados los burgueses
titulares de empresas productoras de objetos útiles, inútiles o abiertamente
nocivos y su corte de ingenieros industriales, militares uniformados y políticos
solemnes, y empezaban a asomar especuladores financieros, payasos y mercenarios
despiadados, la criminalidad anterior medianamente estructurada comenzaba a ser
remplazada por un sistema caótico mucho más letal. Se retiraba el productivismo
keynesiano (heredero el viejo productivismo liberal) y comenzaba a instalarse el
parasitismo neoliberal.
El concepto de lumpenburguesía Existen
antecedentes de ese concepto, por ejemplo en Marx cuando describía a la
monarquía orleanista de Francia (1830-1848) como un sistema bajo la dominación
de la aristocracia financiera señalando que “en las cumbres de la sociedad
burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos más
malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la
burguesía , desenfreno en el que, por la ley natural, va a buscar su
satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer se
convierte en crápula y en que confluyen el dinero, el lodo y la sangre. La
aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus
placeres, no es más que el renacimiento del lumpenproletariado en las cumbres de
la sociedad burguesa”[2]. La aristocracia financiera aparecía en ese enfoque
claramente diferenciada de la burguesía industrial, clase explotadora insertada
en el proceso productivo. Se trataba, según Marx, de un sector instalado en la
cima de la sociedad que lograba enriquecerse “no mediante la producción sino
mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada”[3]. Ubiquemos dicha
descripción en el contexto del siglo XIX europeo occidental marcado por el
ascenso del capitalismo industrial donde esa aristocracia navegando entre la
usura y el saqueo aparecía como una irrupción históricamente anómala destinada a
ser desplazada tarde o temprano por el avance de la modernidad. Marx señalaba
que hacia el final del ciclo orleanista “La burguesía industrial veía sus
intereses en peligro, la pequeña burguesía estaba moralmente indignada, la
imaginación popular se sublevaba. París estaba inundado de libelos. “La dinastía
de los Rothschild”, “Los usureros, reyes de la época”, etc. en lo que se
denunciaba y anatematizaba, con más o menos ingenio, la dominación de la
aristocracia financiera” [4].
Resulta notable ver aparecer a los
Rothschild como “usureros”, imagen claramente precapitalista, cuando en las
décadas que siguieron y hasta la Primera Guerra Mundial simbolizaron al
capitalismo más sofisticado y moderno. Karl Polanyi los idealizaba como pieza
clave de la Haute Finance europea instrumento decisivo, según él, en el
desarrollo equilibrado del capitalismo liberal, cumpliendo una función
armonizadora poniéndose por encima de los nacionalismos, anudando compromisos y
negocios que atravesaban las fronteras estatales calmando así la disputas
interimperialistas. Describiendo a la Europa de las últimas décadas del siglo
XIX Polanyi explicaba que: “los Rothschild no estaban sujetos a un gobierno;
como una familia, incorporaban el principio abstracto del internacionalismo; su
lealtad se entregaba a una firma, cuyo crédito se había convertido en la única
conexión supranacional entre el gobierno político y el esfuerzo industrial en
una economía mundial que crecía con rapidez”[5].
Lo que para Marx era una
anomalía, un resto degenerado del pasado, para Polanyi era una pieza clave de la
“Pax Europea”, del progreso liberal de Occidente quebrado en 1914. La
permanencia de los Rothschild y de sus colegas banqueros durante todo el largo
ciclo del despegue y consolidación industrial de Europa demostró que no se
trataba de una anomalía sino de una componente parasitaria indisociable (aunque
no hegemónica en ese ciclo) de la reproducción capitalista. Por otra parte el
estallido de 1914 y lo que siguió desmintió la imagen de cúpula armonizadora,
estableciendo acuerdos, negocios que imponían equilibrios. Sus refinamientos y
su aspecto “pacificador” formaban parte de un doble juego peligroso pero muy
rentable, por un lado alentaban de manera discreta toda clase de aventuras
coloniales y ambiciones nacionalistas como por ejemplo las carreras
armamentistas (y de inmediato pasaban la cuenta) y por otro las calmaban cuando
amenazaban producir desastres, pero esa sucesión de excitantes y calmantes
aplicadas a monstruos que absorbían drogas cada vez más fuertes terminó como
tenía que terminar: con un gigantesco estallido bajo la forma de Primera Guerra
Mundial.
El concepto de “lumpenburguesía” aparece por primera vez hacia
fines de los años 1950 a través de algunos textos de “Ernest Germain” seudónimo
empleado por Ernest Mandel haciendo referencia a la burguesía de Brasil que el
autor consideraba una clase semicolonial, “atrasada”, no completamente
“burguesa” (en el sentido moderno-occidental del término). Fue retomado más
adelante, en los años 1960-1970 por André Gunder Frank generalizándolo a las
burguesías latinoamericanas[6]. Tanto Mandel como Gunder Frank establecían la
diferencia entre las burguesías centrales: estructuradas, imperialistas,
tecnológicamente sofisticadas y las burguesías periféricas, subdesarrolladas,
semicoloniales, caóticas, en fin: lumpenburguesas (burguesías
degradadas).
Pero ese esquema empezó a ser desmentido por la realidad
desde los años 1970 con la declinación del keynesianismo productivista y sus
acompañantes reguladores e integradores. Se desató el proceso de
transnacionalización y financierización del capitalismo global que desde
comienzos de los años 1990 (con la implosión de la URSS y la aceleración del
ingreso de China en la economía de mercado) adquirió un ritmo desenfrenado y una
extensión planetaria. Mientras se desaceleraba la economía productiva crecía
exponencialmente la especulación financiera, una de sus componentes principales,
los productos financieros derivados equivalían a unas dos veces el Producto
Bruto Mundial en el 2000 y representaban en 2008 unas 12 veces el Producto Bruto
Mundial, por su parte la masa financiera global (derivados y otros papeles)
equivalía en ese momento a una 20 veces el Producto Bruto Mundial. Hegemonía
financiera apabullante que transformó completamente la naturaleza de la elites
económicas del planeta, la desregulación (es decir la violación creciente de
todas las normas), el cortoplacismo, las dinámicas depredadoras, fueron los
comportamientos dominantes produciendo veloces concentraciones de ingresos tanto
en los países centrales como en los periféricos, marginaciones sociales,
deterioros institucionales (incluidas las crisis de representatividad).
Todo ello se ha agravado desde la crisis financiera de 2008 confirmando
la existencia de una lumpenburguesía global dominante (resultado de la
decadencia sistémica general) cuyos hábitos de especulación y saqueo enlazan con
ascensos militaristas que potencian su irracionalidad, los Estados Unidos se
encuentran en el centro de esa peligrosa fuga hacia adelante. Escalada militar
en el Este de Europa, Medio Oriente y Asia del Este acompañada por claros
síntomas de descontrol financiero donde por ejemplo el Deustche Bank acumula
actualmente unos 75 billones de dólares en productos financieros derivados[7],
papeles altamente volátiles que representaban en 2015 unas 22 veces el Producto
Bruto Interno de Alemania y unas 4,6 veces el Producto Bruto Interno de toda la
Unión Europea, del otro lado del Atlántico solo cinco grandes bancos
norteamericanos (Citigroup, JP Morgan, Goldman Sachs, Bank of America y Morgan
Stanley) acumulaban derivados por cerca de 250 billones de dólares[8],
equivalentes a 3,4 veces veces el Producto Bruto Mundial o bien unas 14 veces el
Producto Bruto Interno de los Estados Unidos. Imaginemos las consecuencias
económicas globales del muy probable desplome de esa masa de papeles, mientras
tanto los grandes lobos de Wall Street juegan alegremente al poker admirados por
pequeñas aves carroñeras de la periferia deseosas de “abrirse al mundo” y
participar del festín.
América Latina América Latina no ha quedado fuera
de esa mutación de carácter global. Existe un consenso bastante amplio en cuanto
a la configuración de las elites económicas latinoamericanas durante las dos
primeras etapas de la “modernización” regional (es decir su integración plena al
capitalismo) entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX: la
agro-minera-exportadora con sus correspondientes “oligarquías” seguida por el
llamado período (industrializante) de sustitución de importaciones con la
emergencia de burguesías industriales locales. Especificidades nacionales de
distinto tipo muestran casos que van desde la inexistencia de “segunda etapa” en
pequeños países casi sin industrias hasta desarrollos industriales
significativos como en Brasil, Argentina o México con burguesías y empresas
estatales poderosas. Desde prolongaciones industriales de las viejas oligarquías
hasta irrupciones de clases nuevas , advenedizos no completamente admitidos por
las viejas elites hasta integraciones de negocios donde los viejos apellidos se
mezclaban con los de los recién llegados.
En torno de los años 1960-1970
el proceso de industrialización fue siendo acorralado por la debilidad de los
mercados internos y su dependencia tecnológica y de las divisas proporcionadas
por las exportaciones primarias tradicionales, apabullado por un capitalismo
global que impuso ajustes y destruyó o se apoderó de tejidos productivos
locales. La transnacionalización y financierización globales se expresaron en la
región como desarrollo del subdesarrollo, firmas occidentales que pasaron a
dominar áreas industriales decisivas mientras bancos europeos y norteamericanos
hacía lo propio con el sector financiero, al mismo tiempo se agudizaba la
exclusión social urbana y rural. La llamada etapa de industrialización por
sustitución de importaciones había significado el fortalecimiento del Estado y
en varios casos importantes la “nacionalización” de una porción significativa de
las elites dominantes con la emergencia de burguesías industriales nacionales
inestables, pero eso comenzó a ser revertido desde los años 1960-1970 y el
proceso de colonización se aceleró en los años 1990.
Lo que ahora
constatamos son combinaciones entre asentamientos de empresas transnacionales
dominantes en la banca, el comercio, los medios de comunicación, la industria,
etc. rodeados por círculos multiformes de burgueses locales completamente
transnacionalizados en sus niveles más altos rodeados a su vez por sectores
intermedios de distinto peso. Los grupos locales se caracterizan por una
dinámica de tipo “financiero” combinando a gran velocidad toda clase de negocios
legales, semilegales o abiertamente ilegales, desde la industria o el
agrobusiness hasta el narcotráfico pasando por operaciones especulativas o
comerciales más o menos opacas. Es posible investigar a una gran empresa
industrial mexicana, brasileña o argentina y descubrir lazos con negocios
turbios, colocaciones en paraísos fiscales, etc. o a una importante cerealera
realizando inversiones inmobiliarias en convergencia con blanqueos de fondos
provenientes de una red-narco a su vez asociada a un gran grupo mediático. Las
elites económicas latinoamericanas aparecen como una parte integrante de la
lumpenburguesía global, son su sombra periférica, ni más ni menos degradada que
sus paradigmas internacionales. Muy por debajo de todo ese universo sobreviven
pequeños y medianos empresarios industriales, agrícolas o ganaderos que no
forman parte de las elites pero que si consiguen ingresar al ascensor de la
prosperidad inevitablemente son capturados por la cultura de los negocios
confusos, si no lo hacen se estancan en el mejor de los casos o emprenden el
camino del descenso.
Aunque cuando estudiamos a esas elites rápidamente
descubrimos que su dinámica puramente “económica” solo existe en nuestra
imaginación, un negocio inmobiliario de gran envergadura seguramente requiere
conexiones judiciales, políticas, mediáticas, etc., por su parte para llegar a
los niveles más altos de la mafia judicial es necesario disponer de buenas
conexiones con círculos de negocios, políticos, mediáticos, etc. y ser exitoso
en la carrera política requiere fondos y coberturas mediáticas y judiciales. En
suma, se trata en la práctica de un complejo conjunto de articulaciones
mafiosas, grupos de poder transectoriales vinculados a, más o menos subordinados
a (o formando parte de) tramas extra-regionales a través de canales de diverso
tipo: el aparato de inteligencia de los Estados Unidos, un mega banco
occidental, una red clandestina de negocios, alguna empresa industrial
transnacional, etc.
A comienzos del siglo XX la elites latinoamericanas
formaban parte de una división internacional del trabajo donde la periferia
agropecuaria-minera exportadora se integraba de manera colonial a los
capitalismos centrales industrializados, en aquellos tiempos Inglaterra era el
polo dominante[9]. Luego llegó el siglo XX y su recorrido de crisis, guerras,
revoluciones y contrarrevoluciones, keynesianismos, fascismos, socialismos… pero
al final de ese siglo todo ese mundo quedaba enterrado, triunfaba el
neoliberalismo y el capitalismo globalizado y cuando este entró en crisis en
América Latina emergieron y se instalaron las experiencias progresistas que
intentaron resolver las crisis de gobernabilidad con políticas de inclusión
social a sistemas que eran más o menos reformados buscando hacerlos más
productivos, menos sometidos a los Estados Unidos, más igualitarios y
democráticos. Las elites dominantes se pusieron histéricas, aunque no habían
sido seriamente desplazadas perdían posiciones de poder, se les escapaban de las
manos negocios suculentos y su agresividad fue en aumento a medida que la crisis
global dificultaba sus operaciones. Por su parte los Estados Unidos en retroceso
geopolítico global acentuó sus presiones sobre la región intentando su
recolonización. Al comenzar el año 2016 los progresismos han sido acorralados
como en Brasil o Venezuela o derrocados como en Paraguay o Argentina, Obama se
frota las manos y sus buitres se lanzan al ataque, los capriles y macris cantan
victoria convencidos de que estamos retornando a la “normalidad” (colonial),
pero no es así; en realidad estamos ingresando en una nueva etapa histórica de
duración incierta marcada por una crisis deflacionaria global que se va
agravando acompañada por señales alarmantes de guerra.
Las éĺites
dominantes locales no son el sujeto de una nueva gobernabilidad sino el objeto
de un proceso de decadencia que las desborda, peor aún esas lumpenburguesías
aportan crisis a la crisis más allá de sus manipulaciones mediáticas que tratan
de demostrar lo contrario, creen tener mucho poder pero no son más que
instrumentos ciegos de un futuro sombrío. Aunque la declinación real del sistema
abre la posibilidad de un renacimiento popular, seguramente difícil, doloroso,
no escrito en manuales, ni siguiendo rutas bien pavimentadas y previsibles.
______ Notas: [1] Jorge Beinstein, "Serra contra o Mercosul: o
auge das direitas loucas na América Latina" http://cartamaior.com.br/?/Editoria/Internacional/Serra-contra-o-Mercosul-o-auge-das-direitas-loucas-na-America-Latina%0D%0A/6/15507[2] Carlos Marx, “Las luchas de clases en Francia de 1848 a
1850”, en Carlos Marx-Federico Engels, Obras Escogidas, Tomo I, páginas 128-129,
Editorial Progreso, Moscú 1966. [3] Ibid. [4] Ibid. [5] Karl Polanyi,
“The Great Transformation.The Political and Economic Origins of Our Time”, Bacon
Press, Boston, Massachusetts, 2001. [6] Andre Gunder Frank, “Lumpenburguesía:
lumpendesarrollo”, Colección Cuadernos de América, Ediciones de la Banda
Oriental, Montevideo, 1970. [7] Tyler Durden, "Is Deutsche Bank The Next
Lehman?", Zero Hedge, http://www.zerohedge.com/news/2015-06-12/deutsche-bank-next-lehman[8] Michael Snyder, "Financial Armageddon Approaches",
INFOWARS, http://www.infowars.com/financial-armageddon-approaches-u-s-banks-have-247-trillion-dollars-of-exposure-to-derivatives/[9] "La inversión de las naciones industriales, en especial
de Inglaterra, fluyó hacia América Latina. Entre 1870 y 1913, el valor de las
inversiones británicas aumentó de 85 millones de libras esterlinas a 757
millones, una multiplicación casi por nueve en cuatro décadas. Hacia 1913, los
inversores británicos poseían aproximadamente dos tercios del total de la
inversión extranjera". Skidmore, Thomas E. y Smith, Peter H., "Historia
contemporánea de América Latina. América Latina en el siglo XX", Ed. Grijalbo.
4a. edición, España, 1996.
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