Por los puentes de
Firenze
Ya había avanzado la tarde cuando Omar y yo
caminábamos por el Lungarno Corsini en las riberas del río Arno, que por su paso
por Firenze destacaba por sus maravillosos puentes.
Uno de ellos era el Ponte alla Carraia, que fuera
el segundo en ser construido por lo cual al principio se lo había llamado Ponte
Nuovo. Las primeras noticias de la fecha de construcción lo databan como
posterior a 1218, y siendo de madera fue destruido por la inundación de 1274.
Fue reconstruido y en 1304 volvió a derrumbarse por el peso de la multitud que
lo cruzó con el fin de asistir a un espectáculo en el río. Después de la
inundación de 1333, fue el primer puente en ser puesto en pie, al parecer con un
proyecto de Giotto. Dañado de nuevo en 1557 fue nuevamente levantado por Cosimo
I de Médici, quien encargara la obra a Bartolomeo Ammannati. Y al final del
siglo XIX fue ampliado para permitir una transición más suave que permitiera el
paso de los carros y carruajes. Y como todos los puentes de Firenze, durante la
Segunda Guerra Mundial, fue volado por los nazis en su retirada de Italia para
impedir el paso de las tropas aliadas. En 1948 fue reconstruido de nuevo, tal
como lo veíamos en 2014, momento en que nos encontrábamos allí, manteniendo la
estructura del antiguo proyecto de cinco arcos del arquitecto Ettore
Fagiuoli.

Ponte alla Carraia desde el Lungarno Corsini a la
altura del Ponte de la Santa Trinitá
De entre el Lungarno Corsini y el Lungarno degli
Acciaiuoli partía el Ponte Santa Trinitá, el más antiguo del mundo en arco
elíptico. Y frente a él sobre la otra ribera, estaba el Palazzo Frescobaldi, en
el barrio de Santo Spirito, que había sido propiedad de una poderosa familia
desde del siglo XV.

Ponte Santa
Trinitá

Vista de uno de los arcos del Ponte Santa Trinitá
y del Palazzo Frescobaldi
Junto al Palazzo Frescobaldi, en la ribera norte
del río, había varios edificios más, destacándose la torre de la iglesia de
Sant’Jacopo Sopr’Arno o San Jacopo de’Barbetti, en el barrio de Oltrano, que
desde 2006 fuera convertida en iglesia greco-ortodoxa asignándose a la Diócesis
de Firenze perteneciente a la Arquidiócesis Ortodoxa de Italia y de la isla de
Malta.

Torre de la iglesia de Sant’Jacopo Sopr’Arno o San Jacopo
de’Barbetti
Desde el Ponte Santa Trinitá, hacia el oeste,
pudimos ver el Ponte Vecchio, símbolo de la ciudad y uno de los más famosos del
mundo. Se trataba de un puente medieval que atravesaba el Arno en su punto más
estrecho.
Se creía que fue un puente construido inicialmente
en madera por los romanos, poco después de la fundación de Firenze sobre el año
150 a. C.; y que esa pasarela se había consolidado y ampliado sobre el 123,
cuando Adriano promovió la construcción de la Via Cassia Nuova, que atravesaba
la ciudad y que correspondía, a las calles Bardi y San Niccolo, en la margen
izquierda del río.
El primer puente romano fue destruido entre los
siglos VI y VII, consecuencia del descuido y de las guerras bárbaras, además de
probables daños relacionados con las inundaciones. Y éstas han sido tan
frecuentes, que es difícil de saber cuántos puentes han sido destruidos y
cuántos reconstruidos por las crecidas extremas del Arno. Giovanni Villani habló
de un puente construido bajo el mandato de Carlomagno, y es quizá desde el siglo
IX o X cuando el puente tuviera la posición actual. Pero recién en 1345 fue
reconstruido enteramente en piedra.

El Ponte Vecchio visto desde el Ponte Santa
Trinitá
Desde siempre el Ponte Vecchio había contenido
distintas tiendas y gran actividad comercial, supuestamente porque sobre él se
estaba exento de tasas e impuestos. Antiguamente los comerciantes eran
autorizados a exhibir sus mercancías sobre mesas por el Bargello, una especie de
magistrado comunal. Y fue justamente en este puente que se originara el término
“bancarrota”, debido a que cuando un vendedor no podía pagar sus deudas, su
puesto o mesa era rota por los soldados: “banco+rotto”, no pudiendo así
continuar con sus ventas.
Durante los siglos XV y XVI las casas colgantes
que se encontraban sobre este puente fueron ocupadas por carniceros y matarifes;
pero cuando en 1593 la corte se trasladó al cercano Palazzo Pitti, Cosimo I de
Medici ordenó su desalojo debido al hedor que llegaba hasta su morada.
Inmediatamente, el sitio que había quedado vacante fue ocupado por joyeros y
comerciantes de oro.
Para conectar el Palazzo Vecchio, el Palacio
Municipal de Firenze, en el sector sur de la ciudad con el Palazzo Pitti en la
zona norte, el monarca le solicitó a Giorgio Vasari la construcción del famoso
Corredor Vasariano.
Durante la Segunda Guerra Mundial, a diferencia de
otros puentes florentinos, el Ponte Vecchio no fue destruido por los alemanes
durante su retirada el 4 de agosto de 1944. Según se decía, se había debido a
una orden expresa de Hitler. Sin embargo, su acceso quedó obstruido debido a la
destrucción de los edificios a ambos lados del
puente.

Ponte Vecchio con sus casas colgantes, visto desde el Lungarno degli Acciaiuoli
Caminamos por el Lungarno degli Acciaiuoli, y
previamente a ingresar al Ponte Vecchio, le tomé una fotografía panorámica al
Ponte Santa Trinitá.

Ponte Santa Trinitá visto desde el Lungarno degli Acciaiuoli, al llegar al Ponte Vecchio
Ya sobre el Ponte Vecchio, tal como en el siglo
XVI, nos encontramos con una gran cantidad y diversidad de joyerías.

Las joyerías Gherardi y Ghilardi S.R.L., Callai
Fratelli S.R.L., y R. Fallaci, entre otras,
al ingresar al Ponte Vecchio desde el
sur
Comenzamos a recorrerlo, y en la parte central del
Ponte Vecchio, descubrimos dos terrazas desde las cuales tuvimos hermosas vistas
tanto a un lado como al otro del río. Y una de ellas albergaba el monumento a
Benvenuto Cellini, inaugurado en 1901. Cellini, quien viviera durante gran parte
del siglo XVI y fuera discípulo de Miguel Ángel, había sido escritor, escultor,
y uno de los orfebres más importantes del Renacimiento italiano por realizar
monedas labradas, joyas, floreros y adornos exquisitos.

Monumento a Benvenuto Cellini con vistas hacia el
Ponte Santa Trinitá
En la verja del monumento a Benvenuto Cellini había un gran número de
candados que las parejas colocaban como símbolo de amor eterno.

Candados en la verja del monumento a Benvenuto
Cellini

Corredor Vaseriano y Ponte alle Grazie, hacia el
oeste del Ponte Vecchio

Varios edificios y restoranes de la ribera
nor-occidental del Arno
Atravesamos todo el puente hasta llegar al Borgo San Jacopo, en la
ribera norte del Arno. Y en ese trayecto, absolutamente todos los comercios
correspondían al rubro joyería.

Joyerías Dante Cardini, E. Fantoni y A. Risaliti,
en el Ponte Vecchio margen norte

El Borgo San Jacopo bajo una intensa
lluvia

Variedad de comercios y el Hotel Pitti Palace en
el Borgo San Jacopo
Al volver sobre nuestros pasos, antes de dejar el
Ponte Vecchio, nos detuvimos a mirar las vidrieras donde se exponían joyas de
oro, plata, piedras preciosas y perlas cultivadas, que eran verdaderas obras de
arte, y los precios expresados en euros, realmente
siderales.

Joyerías Pontevecchio, The Golden River, Fallaci
Rodolfo Eredi

Diseños exclusivos en oro y
diamantes

La pulsera de coral más sencilla costaba cien
euros

Oro, perlas legítimas, topacio, esmeraldas,
rubíes, amatistas, diamantes…

La gargantilla que me gustaba costaba dos mil
ochocientos euros,
por lo que tuve que conformarme con sólo
fotografiarla

Vista del Ponte Vecchio, desde la margen
sur-occidental del río
Sin duda nos hubiese gustado anochecer a la vera del río, pero el
tiempo valía más que el oro, y pretendíamos continuar admirando obras de arte,
que Firenze ofrecía a cada paso.
Ana María
Liberali